jueves, 31 de marzo de 2022

El discurso maniqueo de la Guerra de Ucrania

    La guerra es horrible, desde luego, pero no solo esta guerra que nos sirven ahora en bandeja las pantallas, sino todas las guerras. Y ahora mismo hay más de una en el mundo. Todas las guerras, además, son guerras civiles en las que no hay ningún bando vencedor: vencedores y vencidos representan el fracaso de nuestra humanidad. No hay victoria posible. Las imágenes que nos ofrecen, en las que es difícil diferenciar la realidad y la ficción, son la representación del horror con toda su banalidad y su crudeza. Los fotogramas de las películas de guerra sirven para que aceptemos las imágenes de los telediarios: la realidad y la ficción se retroalimentan mutuamente, hasta el punto de que los espectadores somos incapaces de diferenciar donde empieza una y donde acaba la otra.

    Para los principales medios de comunicación occidentales la crisis sanitaria está ya muy lejos, apenas informan de ella en primera plana o en las páginas interiores de los diarios. Han decidido que se acabó, que hay que pasar a otra cosa, mariposa, que la gente ya está harta de virólogos y epidemiólogos, y ahora ha llegado el momento de los geoestrategas y polemólogos. Lo que ha quedado, sin embargo como herencia de la pandemia en los medios oficiales de información, es la elección del tratamiento binario, simplista e infantiloide de la noticia. 

  

      Durante la crisis sanitaria, en efecto, había que ponerse del lado de la Ciencia de las vacunas experimentales que iban a salvar nuestras vidas, había que militar en el campo del bien contra los antivacunas y negacionistas conspiradores de toda la vida, que configuraban el campo del mal, y había que denunciar los bulos que difundían. Muy pocos medios de comunicación, se pueden contar con los dedos de una mano y sobran dedos, daneses y alemanes sobre todo, han entonado un mea culpa público por la penosa gestión alarmista y terrorista que hicieron de la crisis sanitaria y por haberle hecho la cama a la co(vi)diciosa industria farmacéutica.

    Durante los dos años que ha durado la pandemia fomentada por la OMS, los medios oficiales gestionaron así la actualidad a través del prisma maniqueo del bien y del mal, inventando una opinión ortodoxa moralizante más cercana a la ideología y a la fe que a la objetiva información.

    ¿Por qué iban a cambiar de óptica ahora? Han decidido seguir por el mismo camino: El mismo tratamiento binario están empleando para servirnos la crisis ucraniana que nos presenta, por un lado, al ucraniano bueno, el héroe, y por el otro al ruso malvado, el villano. Sin matices, sin términos medios, sin preguntas complicadas que enfaden el simplismo de los análisis habituales, acostumbrados como estamos a las películas americanas de buenos y malos, generalmente pérfidos nazis los segundos.


    Alguien puede poner en tela de juicio el estatus privilegiado que se da a los ucranianos como refugiados políticos comparado con el tratamiento que se da a los sirios, afganos, libios... Tal vez se deba a que los ucranianos se consideran de los nuestros, europeos, mientras que los otros se catalogan de bárbaros.

    También se puede cuestionar uno el fondo europeo de millones de euros para la Paz destinados a comprar armas para Ucrania, lo mismo que el fondo que se dedicó a la adquisición de las vacunas experimentales que han salvado, al parecer, nuestras vidas, y han redundado en el beneficio económico de la industria farmacéutica pronta a enfermarnos para vivir de nuestros males, y muchas otras cuestiones sobre este conflicto que merecerían ser abordadas con matices.


     Pero no, los medios de masas alimentan la visión maniquea: Putin es el mismísimo demonio que rige el Imperio del Mal, por lo que Europa emprende una cruzada a favor del Bien con su apoyo incondicional a Ucrania, hasta el punto de generar una auténtica fobia a todo lo que venga de la Madre Rusia, forzándonos a tomar partido y a denunciar la invasión de Ucrania.

miércoles, 30 de marzo de 2022

Changái, castigados sin salir de casa.

    Los habitantes de media ciudad de Changái, en concreto de la zona este, están confinados, o sea obligados a permanecer entre las cuatro paredes de su domicilio hasta las cinco de la mañana del 1 de abril. A partir de esta fecha le tocará el turno a la zona oeste. La capital económica china, que cuenta con la friolera escandalosa de 25 millones de habitantes, afronta su peor crisis sanitaria de Covid-19 desde hace dos años.

    Se trata de un arresto domiciliario en dos fases con el que las autoridades sanitarias pretenden poner coto a la epidemia. Hasta ahora habían tomado medidas más ligeras como confinamientos de 24 horas en determinados edificios o complejos residenciales, pero ahora se trata, como se ha dicho, de confinar media ciudad, una medida drástica que considera enfermos potenciales a millones de ciudadanos sanos.

Línea del cielo de la ciudad de Changái.

    La metrópolis asiática se ha convertido en el epicentro de una nueva ola de contagios relacionados con la variante Ómicron del virus coronado, que ha puesto en jaque la estrategia china de reducir el número de casos a cero absoluto, un ideal imposible de alcanzar. La guerra contra el bicho emprendida no pretende paliar sus efectos aplicando medicina curativa, sino eliminar el virus, matándolo como si se tratase de un ser vivo, de la faz de la Tierra para siempre.  Esta medida se aplica porque según el ministerio de Sanidad el lunes se produjeron 3.500 nuevos casos positivos en Changái, lo que supone un 3,5 por ciento de casos. Estos casos no son casos clínicos, es decir, enfermos que necesiten cuidados hospitalarios leves o intensivos, sino que la mayoría son falsos positivos, es decir, casos asintomáticos.

    A pesar de todas las aplicaciones móviles y los rastreos de los que llegaban al país y de las cuarentenas y confinamientos impuestos, la variante Ómicron pone en jaque la política ridícula de cero Cóvid emprendida por las autoridades sanitarias del país.

    Cuando parecía que se había acabado la pesadilla vírica, resulta que despierta el dragón chino, le hacen una PCR y sale positiva. ¿Qué le vamos a hacer? Pues lo que está mandado: arrestar a la gente, castigarla cuatro días sin salir de casa por su mal comportamiento.

martes, 29 de marzo de 2022

La cultura de la cancelación y la cancelación de la cultura.

    Esa cosa tan moderna de la “cancel culture” no es tan hodierna como parece, sino que viene ya de muy atrás. En la antigua Roma se hablaba de la “damnatio memoriae” o condena de la memoria (y por lo tanto de la Historia), que consistía en borrar del relato oficial del registro histórico, de la memoria histórica, diríamos hoy, un personaje o un suceso particularmente aborrecible. 
 
El saqueo de Roma en 410 por los bárbaros, J.N. Sylvestre (1890)
 
     Los cristianos iconoclastas de la antigüedad tardía y de la baja Edad Media destruían las imágenes paganas justificándolo como que eran demonios. Ahí tenemos, por ejemplo, a Apolonia de Alejandría, santa Apolonia, encaramándose por una escalera resuelta y decidida con martillo en ristre dispuesta a destruir una imagen de un ídolo pagano que, para más colmo, está desnudo por completo. La desnudez del diabólico ídolo pagano contrasta con la larga vestimenta de la santa.
 
Santa Apolonia iconoclasta

     El islam ha sido especiamente iconoclasta, es decir, enemigo de las imágenes, argumentando que la representación de la divinidad era imposible por lo que estaba prohibida toda tentativa. Los talibanes en 2001 hicieron explotar enormes estatuas de Buda en el centro de Afganistán para eliminar cualquier representación de Alá, o sea de Dios, que no fuera islámica, mostrando así su decisión autoritaria. 
 
 
    Esta cultura de la cancelación, de hacer borrón y cuenta nueva, que se ha puesto ahora de moda, consiste en imponer un relato único políticamente correcto frente a los demás y aplicar una censura a la historia de todo aquello que se opone a ese relato como si no hubiera existido.  Ahora se ha puesto de moda destruir estatuas de dictadores, colonizadores, racistas, esclavistas y un largo etcétera, considerados en su momento Grandes Hombres dignos de admiración y de respeto, como si nunca hubieran existido, pretendiendo hacer que desaparezcan sus vestigios. No deja de ser una necedad. Como dijo Umberto Eco en una ocasión: "Sabiduría no es destruir los ídolos sino no crearlos".
 
 
    De muy poco nos sirve destruir unos ídolos para sustituirlos enseguida por otros que nos parecen más adecuados a nuestras circunstancias. De muy poco o de nada nos sirven esos actos vandálicos si no acabamos con la idolatría.

lunes, 28 de marzo de 2022

Stop talking, start acting

    La fotografía ha dado la vuelta al mundo. La FEMEN-ista de la izquierda con las tetas al aire y los colores pintados de moda de esta temporada azul y amarillo de la bandera ucraniana que ondea por todas partes exige a la Unión Europea, la vieja Europa raptada y violada por Zeus todopoderoso, y al tío Sam que dejen de hablar (stop talking) y que empiecen a actuar (start acting), contraponiendo las palabras y las obras, como si las primeras no fueran obras y las segundas no constituyeran un lenguaje. 
 

     Cuando se dice que “aquí va a haber algo más que palabras” se suele entender que se va a pasar a la acción, y por acción se entiende violencia; en lenguaje tabernario ese plus de palabras suelen ser hostias y no precisamente consagradas. 
 
    Los cristianos contraponían “(f)acta non uerba”: obras, no palabras. Las palabras, si no están escritas, se las lleva y las borra el viento y las obras "son amores y no buenas razones". En cuestión de amoríos, conviene dar pruebas a la persona amada del afecto que se siente por ella, y no centrarse en declaraciones románticas y solemnes y hasta sacramentales y empalagosas como “Te quiero”, que con su formulación matan los sentimientos que latían por lo bajo y en los adentrros que se pretendían expresar.
 
    Los hechos hablan y son locuaces (facta loquuntur), y como dice el proverbio inglés hablan mucho más que las palabras (actions speak louder than words). Dándole la vuelta a este aserto podemos decir con igual razón: Las palabras hacen más que los hechos. Piénsese, por ejemplo, en el poder de unas palabras como las siguientes pronunciadas ante un pelotón de fusilamiento: “Preparados, apunten: ¡fuego!”. 
 
 
 
      Volviendo a la primera FEMEN-ista,  sobre su pecho y su vientre se lee en ucraniano: Слава Україні! (¡Gloria a Ucrania!). Un lema nacionalista, que se usa a menudo como saludo y que se reponde: ¡Gloria a los héroes!
 
    La segunda cosaca, de izquierda a derecha, por su parte lleva, plantada en jarras,  sobre sus pechos escrito en ruso ИДИ НА ХУЙ  y sobre su vientre el nombre del tirano: Путин (Putin). Lo que puede traducirse como: Que se joda Putin, que le den (por el culo) a Putin, que se vaya a la mierda Putin.
 
    La tercera FEMEN-ista exhibe un cartel amarillo que reza en la lengua del Imperio, a fin de cuentas está en Times Square, Nueva York: Fuck Putin's occupation (que se joda, o a la mierda, la ocupación de Putin). Y sobre su pecho desnudo se lee: fuck sobre fondo azul, y sobre su viente en fondo amarillo: Putin, el nombre del zar ruso que ha invadido Ucrania, iniciando una guerra, que él denomina cínicamente 'operación militar especial' y que estas mujeres denuncian con razón y con pasión. 
 
 
 
      La cuarta de ellas pretende desgarrar una bandera tricolor (roja, azul y blanca), que es la nacional rusa, y de hecho la desgarra como se ve en otra instantánea, lo que es un gesto simbólico que merecería desde luego extenderse a todas las banderas, incluida esa que ahora está tan de moda, azul y amarilla, que es la de Ucrania, e incluida la nuestra o las nuestras -municipales, autonómicas, nacionales, internacionales...-, por supuesto, que cada vez son más los pendones que nos llaman a las guerras.

domingo, 27 de marzo de 2022

El jardín y la jungla

    El jefe de la diplomacia europea, el señor Borrell, aplaudido por su discurso(*) pronunciado el 1 de marzo en el parlamento europeo, declaraba tres días después en una entrevista al periódico El Mundo que no proporcionar a Ucrania los elementos básicos para la defensa (quería decir “armas y munición”) hubiera sido una inmensa hipocresía y un fallo histórico. Que nadie se llame a engaño: Europa no predica la resolución pacífica de los conflictos. No es una fuerza de paz que vuela cual paloma picassiana con una rama de olivo y da ejemplo no traficando con las armas. De hecho la Unión, del mismo modo que financió las vacunas experimentales destinadas a garantizar la salud de sus ciudadanos, ha concedido ahora 6.000 millones de euros, que se dice pronto, para suministrar a Ucrania “los elementos básicos” que garanticen la defensa de la Paz.

    Y afirmaba, además, el alto representante en la entrevista: "Los europeos hemos construido la Unión como un jardín a la francesa, ordenadito, bonito, cuidado, pero el resto del mundo es una jungla. Y si no queremos que la jungla se coma nuestro jardín tenemos que espabilar". Empleaba dos símiles que han tenido una larga resonancia, en los que conviene detenerse un poco a fin de analizarlos: la Unión Europea era como un pulcro y modesto jardín francés, 'ordenadito, bonito, cuidado'. Uno puede pensar inmediatamente en el parterre de una maison de campagne.  Pero habida cuenta de la grandeur del país vecino y de la Unión Europea, que comprende 27 estados miembros, uno puede imaginar mejor un grotesco y barroco jardín versallesco con sus estanques y palacetes, sus fuentes luminosas y sus esculturas grandilocuentes repartidas por doquier... 

 
El señor Borrell con los colores de moda en la solapa.

     Nótese que la comparación no se ha establecido con un English garden, que hubiera sido muy poco afortunada porque el Reino Unido se desmarcó de la Unión, como se sabe. 

    Un error de base es equiparar Europa con Unión Europea, y decir, como hace el señor Borrell, que “los europeos hemos construido la Unión”, como si esta fuera obra de todos los europeos y no de algunos, pues hay países dentro del viejo continente arrebatado y violado por Zeus omnipotente en el célebre rapto de Europa, como el Reino Unido, Noruega o Suiza, que no forman parte de la Unión, por no hablar de Rusia, ubicada entre dos continentes, tan asiática y tan europea sin embargo.

    Lo que no mencionó el señor Borrell es que, como ha señalado alguno, para mantener y adecentar ese privilegiado parterre donde él y otros potentados política- y económicamente como él viven muy confortablemente, hace falta mucha mano de obra barata de muchos jardineros -nuevos esclavos que deben ganarse la vida con el sudor malpagado de su frente-, procedentes de la “jungla” exterior, es decir, del resto del planeta.

    Pero entendamos lo que entendamos por “jardín a la francesa”, el resto del mundo -atención a la metáfora que viene ahora, que no es una comparación introducida por un 'como' -es una jungla donde entendemos automáticamente que “impera la ley de la selva”, y una jungla que “si no espabilamos”, como dice el susodicho, va a comerse la tajada de nuestro modesto jardincillo.  El resto del mundo es la jungla que va a devorar a la Unión Europea poco espabilada.

La Jungla, Wilfredo Lam (1943)
 
     Obviamente, ni la Unión Europea es un jardín à la française ni el resto del mundo es una jungla que va a devorarnos. Quien dice 'jungla', además, podría haber dicho también 'desierto', o quizá más propiamente 'taiga', que es la selva característica del norte de Rusia y de Siberia, que limita por arriba con la tundra y por abajo con el erial de las estepas.

    Las metáforas que utilizamos nos utilizan en realidad a nosotros incrustándose en nuestro lenguaje y en nuestra visión del mundo. Las metáforas empleadas por el señor Borrell no son ingenuas, pecan de eurocentrismo y de racismo por lo tanto: Europa no es el Jardín del Edén donde se respetan los derechos humanos y las libertades democráticas, y el resto del mundo no es la jungla. La barbarie, lo salvaje, la ley de la jungla, también impera dentro de la Unión Europea disfrazada de paloma de la Paz. 

Jardines de Versalles
 

(*) Del aplaudido discurso del señor Josep Borrell me quedo con el epílogo final, donde se ensalzan las virtudes (sí, las virtudes) de la pandemia que ya se da por concluida como por arte de encantamiento al haber dado paso a este, como dicen ahora, nuevo escenario de película de guerra: La pandemia abrió la puerta a acciones innovadoras. La pandemia nos ha impulsado por el camino de unirnos más para hacer frente a los virus. Este momento trágico debe impulsarnos a unirnos más para hacer frente a aquellas acciones humanas que amenazan también la vida, la seguridad y la prosperidad de todos.

sábado, 26 de marzo de 2022

El Parque de la Libertad

    Una viñeta del inigualable Joaquín Salvador Lavado, alias Quino (1932-2020), que podría titularse El Parque de la Libertad simboliza mejor que ninguna otra nuestra sociedad actual: un niño y su hermano pequeño contemplan un grupo escultórico que representa, bajo una alegoría femenina, la Libertad. 

 

 

    Algunos de sus símbolos son indiscutibles: por ejemplo el gorro frigio de los revolucionarios franceses y de los libertos romanos que reflejaban con dicha prenda su estatuto de libertad recientemente adquirida, las cadenas rotas de sus manos, y la antorcha que ilumina el mundo y sostiene en la diestra, como la célebre estatua neoyorquina. La libertad va acompañada de tres personajes de menor estatura: un hombre con una palma que representa la victoria, otro con un apero de labranza que recibe muchos nombres (pala de ganchos, horca, horquilla)... y una mujer con la cabeza cubierta por un pañuelo y una criatura en sus brazos: representan, sin duda, el pueblo llano que es guiado por la Libertad, cuyo tamaño duplica el del pueblo. Recuerda este grupo escultórico, salvando las distancias, al célebre cuadro de Delacroix: La libertad guiando al pueblo. La libertad de Delacroix enarbola un arma y la bandera tricolor. El pueblo también está armado. La visión de Quino es más amable: no hay banderas que simbolicen la nación y el nacionalismo ni armas. La libertad de Quino tampoco va a pecho descubierto, pero su actitud de guía del pueblo es inconfundible.

La libertad guiando al pueblo, Eugène Delacroix (1830)

     Este monumento que decora el parque representa los valores democráticos y liberales que presiden nuestra convivencia, que contrastan con la realidad del propio parque, donde hay ocho señales gráficas de distintas prohibiciones desde la de pisar el césped hasta la de jugar a la pelota. Un gendarme, además, con una porra custodia el Parque de la Libertad. Mientras que el hermano mayor contempla el grupo escultórico, el pequeño, con el chupete en la boca, repara en el vigilante distraído

    ¿Qué nos sugiere Quino? Que la Libertad, uno de los valores más importantes, si no el que más, sobre los que dice asentarse nuestra sociedad, brilla paradójicamente por su ausencia.

    En otra viñeta más sarcástica con cierta dosis de humor negro aunque siempre amable, Quino sugiere lo mismo: Los agentes están poniendo multas a diestro y siniestro. Los ciudadanos, que están haciendo cosas que pudieran estar prohibidas, no saben si lo están o no. Un rótulo les pregunta burlón: ¿A que no saben prohibido qué?


    Vuelve Quino a presentarnos esta misma idea de la Libertad como valor de nuestra sociedad que, sin embargo, no se da de hecho en otra viñeta donde el Caballo de Troya, la fatalis machina que dijo Virgilio, que destruirá la bien amurallada ciudad,  es la imagen misma de la Liberty neoyorquina, es decir la alegoría de la Libertad. Los troyanos la introducirán alborozados en su ciudadela. Ignoran que está repleta, como las prohibiciones de la viñeta del parque, de enemigos que durante la noche saldrán de su vientre y saquearán la ciudad y le prenderán fuego, acabando con la vida de los varones y esclavizando a mujeres y niños. Inmejorable paradoja: en nombre de la libertad perderán vida y libertad.
   

viernes, 25 de marzo de 2022

Teletipos (2)

Cartel sobre la pila de agua bendita a la puerta de una iglesia: Se ha retirado el agua bendita para no aumentar los riesgos de propagación del virus coronado.
 
 
(oOo) 
 
Dejaba Lichtenberg en el aire esta pregunta sin respuesta: -¿No se podrá educar a los adultos regresivamente, así como se educa a los niños progresivamente
 
(oOo)
 
 Pregunta a un político que declara: “Los europeos saben que hay momentos en que deben dar la vida por una idea”: ¿no se cobran ya demasiadas vidas las ideas? 
 
(oOo)
 
 Rogamos a Dios Nuestro Señor que nos libre del Mal. RoguémosLe además que nos libre del Bien por el que se hace tanto mal: del Bien y del Mal líbranos, Señor.
 
 
(oOo)
 
 Glosa de Nagarjuna y nueva refutación del movimiento: El móvil que se ha movido no se mueve, ni se mueve el móvil que va a moverse. ¿Dónde, pues, el movimiento? 
 
(oOo)
 
 Distraen nuestra atención con la retransmisión en vivo y en directo de una guerra tradicional ocultando la guerra mundial verdadera del Poder contra la gente.
 
 
(oOo)
 
 La organización social y las cosas que pasan en el mundo están mediatizadas por una infraestructura digital y económica, cuya moneda única es la información. 
 
Pese a todo, primavera en flor, viñeta de Julien Couty
 
(oOo)
 
Teoría conspirativa: No es fruto de casualidad el auge de la psiquiatría ni el que la mayoría de la gente necesite fármacos para calmar su ansiedad y depresión.
 

(oOo) 


¿Crímenes de guerra? ¿No es un crimen la guerra misma de lesa humanidad? ¿Hay acaso alguna que, considerada santa o justa, no haya sido esencialmente criminal?

 
Guerra nuclear, cartel ruso de los años 80.
 
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Excusa no pedida: "No queremos crear un Ejército europeo". Crean una fuerza de despliegue rápido de 5.000 efectivos (hombres, no sería políticamente correcto).
 
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jueves, 24 de marzo de 2022

¿Hay vida?

    El prefijo griego bio- se impone por doquier. Hablan de biopolíticabioeconomía, bioseguridad y biocapitalismo, por ejemplo, sin que se sepa muy bien a ciencia cierta qué matiz le añade el prefijo bio- al significado de la palabra siguiente, ya sea política, economía, seguridad, capitalismo... 

    Pero el compuesto más antiguo es, sin duda, biología: la ciencia de la vida. Probablemente no haya ninguna otra ciencia que verse sobre un objeto tan escurridizo como este y que sea incapaz de definir. ¿Qué es, en efecto, la vida? 

    Estudio para telescopio, Gabriel Pérez-Juana (2022)

 
    El robot explorador y armatoste de la Nasa Curiosity lanzado al espacio en noviembre de 2011, que tardó 8 meses en llegar a Marte, completando un viaje de 567 millones de quilómetros, iba precisamente en busca de pruebas de vida en el planeta rojo.

    Llamaba la atención el nombre que le habían puesto al engendro aquel: curiosity en la lengua del Imperio, como dando a entender a los marcianos que íbamos a su planeta por mera curiosidad: una palabra procedente del latín "curiositatem",  la lengua de otro Imperio muy parecido al actual, de la que quedan restos en castellano “curiosidad”, italiano “curiosità”, portugués “curiosidade”, francés “curiosité” y hasta en rumano “curiozitate”.

    El origen de la palabra es muy curioso, si vale la redundancia: deriva del sustantivo “cura” que significa “preocupación, cuidado, interés”. Y en ese sentido la curiosidad sería el deseo de conocer, el  interés que uno pone en informarse de algo. 

    Pero  así como hay una curiosidad muy sana, que hay que despertar y cuidar, hay otra que no es buena, la que como dice la gente “mató al gato”. Y es que en la curiosidad hay mucho también de indiscreción, un deseo de saber lo que no nos incumbe, un malsano o insano afán de entrometernos en la vida privada de los demás y en desentendernos de la nuestra propia y distraernos de lo principal, de lo que nos concierne a todos, de lo más urgente e inmediato.
 

    El entonces habitante de la Casa Blanca llegó a regurgitar: "Hoy, en el planeta Marte, Estados Unidos ha hecho Historia". Celebraba así el citado inquilino que el armatoste de la Nasa culminase con éxito su misión: su largo viaje de tantísimos millones de quilómetros, con todos los esfuerzos y dineros que esa proeza de ingeniería espacial había costado a las arcas del Imperio y que no son pocos, para dedicarse a la tarea de buscar pruebas de vida en el planeta marciano y a retransmitírnoslas.

    Todo sea por el progreso de la Ciencia -un gran paso para el futuro de la investigación espacial-  y de la Humanidad, con mayúsculas, pero no de los hombres y mujeres de a pie, con minúscula como corresponde a los nombres comunes, corrientes y molientes, que andamos y sobrevivimos por aquí abajo, a los que una curiosidad aún mayor nos empuja a preguntarnos qué es eso de la vida que andan buscando algunos por ahí afuera lanzándose al espacio intergaláctico en una loca carrera sideral.
 
 
    La curiosidad por saber si pudo existir vida en Marte en alguna ocasión o si el planeta rojo, cuyo nombre debe al dios de la guerra por sinécdoque del color que lo caracteriza y que es epíteto de la sangre derramada en todas las batallas, puede llegar a ser habitable y albergar las condiciones idóneas para la actividad humana en un futuro siempre inalcanzable por definición ha llevado a los ingenieros del Imperio y de  la NASA a emprender esta heroica proeza espacial con la que pretenden, además, mantenernos entretenidos y distraídos, alienados, como se decía antes, desviando nuestra atención de lo que realmente nos interesa: ¿Por qué en lugar de curiosear si hay vida en el espacio exterior no nos preocupamos de investigar si hay vida aquí en la Tierra? ¿Hay condiciones idóneas para que se desarrolle la vida, nuestra vida, en el planeta azul, o sea, aquí y ahora mismo sin ir más lejos por ejemplo? 
 
      No deberíamos preguntarnos, como hacen algunas almas piadosas, si hay vida después de la muerte (o si la hay en otros planetas y galaxias), deberíamos preguntarnos si hay vida aquí en la Tierra antes de la muerte que nos tienen y tenemos prometida. Cuando hacemos uso de razón nos inculcan la idea de que somos mortales, y eso significa que moriremos, que hemos de morir, que vamos a morir, pero eso no significa que estemos viviendo, que estemos vivos. Todos experimentaremos la muerte, pero solo unos pocos, muy pocos, experimentan la vida a la sazón.  

miércoles, 23 de marzo de 2022

Enfermos aprensivos



    Cabe preguntarse, después de lo que hemos vivido durante dos años consecutivos de matraca sanitaria, si las autoridades de ese gremio del Estado no nos han matado, considerándonos a todos enfermos en potencia aristotélica, es decir, enfermos imaginarios, convirtiéndonos en muertos en vida, con encierros, confinamientos, hospitalizaciones, cuarentenas, toques de queda, imposición de mascarillas y distanciamientos sociales, prohibición de reunión y de movimiento, soledad forzosa para muchos y campañas de inoculación experimental para todos a fin de obtener un salvoconducto que permitiera desplazamientos, y un sinfín de medidas irracionales como la prohibición de besos y abrazos, tendente todo ello a no dejarnos morir en paz.  
 
       
 
    Escuchemos, si podemos, mejor que leamos este fragmento del diálogo entre Argán y Beraldo, dos personajes de la escena 3ª del acto III de El Enfermo Imaginario de Molière:  

ARGAN. -(...) pero tú dirás qué es lo que debe hacer uno cuando está enfermo. 

BERALDO. -Nada. 

ARGAN. -¿Nada? 

BERALDO. -Nada... Guardar reposo y dejar que la misma naturaleza, paulatinamente, se desembarace de los trastornos que la han prendido. Nuestra inquietud, nuestra impaciencia es lo que lo echa todo a perder; y puede decirse que la mayoría de las criaturas mueren de los remedios que les han suministrado y no de las enfermedades. 

 

OoO 

    Un aforismo de Lichtenberg: Hay enfermedades mortales; hay otras que no matan pero provocan padecimientos y se diagnostican sin mucho análisis; por último, hay otras que sólo se conocen por el microscopio y se manifiestan espantosamente después de ser diagnosticadas. El microscopio es una suerte de hipocondría. Si los hombres se dedicaran a estudiar a fondo las enfermedades microscópicas, tendrían la satisfacción de enfermarse a diario. 

    Donde Lichtenberg dice 'microscopio' debemos sobreentender hoy no sólo 'electrónico', que todavía no se había inventado en su época, que era el siglo XVIII, sino 'pruebas de Reacción en Cadena de la Polimerasa de Transcripción Inversa' (rtPCR en la lengua del Imperio), dado que algunos víruses, como el SARS COV2 que causa el síndrome de la COVID 19, están formados por ARN que debe transformarse en ADN antes de crecer y multiplicarse por sucesivas amplificaciones. 


     La PCR, diríamos actualizando a Lichtenberg, es una suerte de hipocondría, que la docta Academia española define como: Afección caracterizada por una gran sensibilidad del sistema nervioso con tristeza habitual y preocupación constante y angustiosa por la salud. Y la enfermedad hipondríaca se manifestará espantosamente después de ser diagnosticada con dicha técnica  y arte fraudulenta. 

    Gracias al estudio de las enfermedades microscópicas, como dice Lichtenberg, tendremos la satisfacción de enfermarnos a diario, e incluso de considerarnos y que se nos considere enfermos y consecuentemente,  si somos trabajadores asalariados, se nos dé la baja laboral.

martes, 22 de marzo de 2022

Suicidio colectivo

    Soprende, leyendo el poema épico e histórico La Farsalia de Lucano, también conocido como prefieren otros por La Guerra Civil, la arenga que el autor pone en boca del tribuno militar Vulteyo, partidario de César en la larga contienda sostenida entre este y Pompeyo (IV, 465-581), dirigida a sus soldados que se encuentran  sin escapatoria en la costa de Iliria, rodeados por sus enemigos (que son sus conciudadanos o compatriotas). Tras una breve lucha y siendo ya inminente sin ninguna posibilidad de victoria la derrota de los suyos, Vulteyo no exhorta a sus hombres  a conseguir la gloria de morir heroicamente luchando hasta el final y dejándose la vida en el empeño, sino a quitarse ellos mismos personalmente la vida mediante un suicidio colectivo antes de permitir que se la arrebate el enemigo, evitando así la esclavitud y la deshonra de rendirse. 

'ignorantne datos ne quisquam seruiat enses?'
 

    En ese contexto hay que interpretar el verso tantas veces mal entendido con que les anima a quitarse la vida: (Bellum Ciuile, IV 579) ignorantque datos ne quisquam seruiat enses que sir Edward Ridley tradujo al inglés como: ...The sword / was given for this: that none need live a slave, lo que viene a decir que los hombres ignoran que el propósito de la espada es salvar al hombre de esclavitud. Fue grabado, según leo, en los sables de la guadia nacional de París durante la Revolución Francesa, con el sentido de que las armas servían para utilizarlas contra el opresor, dando muerte a los tiranos.

    Pero en el discurso de Vulteyo, el verso no está exhortando a sus soldados a usarlas desesperadamente contra el enemigo que los tiene acorralados para lograr una muerte heroica, sino a usarlas contra sí mismos, dándose muerte voluntariamente, una muerte que les librará de caer en la esclavitud. Es una defensa del suicidio. La espada sirve para elegir la muerte antes que la esclavitud, como si fuera uno mismo quien le impide a uno mismo ser libre y tuviera que matarlo, es decir, matar a su enemigo: matar al otro, a su alter ego, matarse a sí mismo.

 

  Escuadrón de suicidio del Frente del Pueblo Judaico (La vida de Brian, 1977)

  Hay en el discurso de Vulteyo, que es una defensa en toda regla de la muerte voluntaria, unos versos muy sugerentes pero que no dicen verdad alguna (IV, 517-520): ...agnoscere solis / permissum est, quos iam tangit uicinia fati, / uicturosque dei celant, ut uiuere durent, / felix esse mori: ...Solo saberlo / es dado a quienes ya roza su sino de cerca, y a quienes / van a vivir se lo ocultan los dioses, a fin de que vivan:/ que es una dicha morir. 

    Pueden relacionarse con el mítico canto del cisne: los cisnes, consagrados como estaban al dios Apolo que les había concedido el don de la adivinación, cuando barruntan que van a morir, vislumbran que la muerte es un bien y mueren plácidamente entonando su cántico más hermoso con el que se despiden de la vida.

 

    El discurso de Vulteyo culminan con el argumento de la felicidad de morir: el felix esse mori: es una dicha morir, el secreto que los dioses sólo revelan a los moribundos que están cerca ya del final de los días que les ha dispuesto la Parca, y que no manifiestan antes porque si lo hicieran nadie querría seguir viviendo y todos adelantarían su hora, la hora como dice a veces la gente con solemnidad, de la verdad.

    La locura del suicidio colectivo instigado por Vulteyo refleja la imagen de una Roma víctima de sí misma.  Pero no se trata exactamente de un suicidio dado que los soldados de Vulteyo no se matan a sí mismos sino entre sí, de modo que prolongan con la vesania de sus actos la agonía de la guerra civil -todas las guerras son civiles, entre ciudadanos del mundo-, y la agonía de la guerra sin más,  de cualquier guerra, ya que no dejan de ser todas ellas  contiendas fratricidas.   


lunes, 21 de marzo de 2022

¡Fuera máscar(ill)as!

    Aunque la imposición de las máscar(ill)as en la curtida piel del toro ibérico ha sido levantada en espacios exteriores y pronto lo será, por fin, también en los interiores, muchísima gente, traumatizada como está en su inmensa mayoría por la propaganda terrorífica, persiste en embozársela en todos los espacios públicos permanentemente porque así se siente más segura de no contagiar(se), tal es el poder de la publicidad machacona del Régimen vigente.

    Este miedo a la muerte que le hemos cogido es estúpido, por dos razones, porque, primera, el peligro de morir del síndrome coronavírico es prácticamente nulo: 0,2 por ciento o 2 por mil; y, segunda, porque la muerte es algo natural a lo que no hay que temer ni tener ni más ni menos miedo que a la vida. 

       Pero, claro, las máscar(ill)as y todas las restricciones sociales que han impuesto los gobiernos so pretexto de la pandemia nos han enloquecido de forma que a fuerza de inculcarnos el pánico al virus, hemos acabado viralizándolo y olvidando lo esencial: nos hemos olvidado de vivir, como decía la canción.

    La evidencia acumulada hasta la fecha sobre la eficacia de las máscar(ill)as, incluidas las asfixiantes FFP2, proveniente tanto de ensayos controlados como de estudios basados en la observación directa, indica que el uso extendido a la población general, incluyendo niños, tiene un impacto nulo a la hora de evitar la propagación de virus respiratorios como la influenza (vulgo gripe) y el coronavirus. 

Galicia en vilo, fotografía de Miguel Riopa (2021)
 

    El uso de la máscar(ill)a se recomienda a los profesionales sanitarios durante actuaciones en las que el riesgo de contaminación es alto como, por ejemplo, procedimientos dentales, cirugías y otros tratamientos invasivos como la intubación orotraqueal, etc. También se recomienda a estos profesionales durante el cuidado o la asistencia de pacientes inmunodeprimidos. Y se aconseja finalmente a los enfermos sintomáticos -los enfermos asintomáticos, por definición, no contagian y no son enfermos, sino personas en perfecto estado de salud- cuando estén en lugares cerrados y muy concurridos por personas infectadas. Nunca debió recomendarse -y menos imponerse- a personas sanas como se hizo, habida cuenta de que la evidencia científica era reconocidamente nula o de calidad baja o muy muy baja. Pero era una medida política más que sanitaria.


      Los trastornos que provoca, en cambio, el uso generalizado de la máscar(ill)a no son pocos, máxime en los niños: dificultades en la adquisición del lenguaje y en el desarrollo de la afectividad, bajo rendimiento intelectual y asfixia por hipoxia: la máscar(ill)a no sólo no impide la entrada de gérmenes patógenos actuando como barrera, sino también la adecuada eliminación del dióxido de carbono (o CO2), sustancia de desecho que expulsamos con cada espiración y que, ante la presencia del tapabocas, es reinhalada durante la inspiración impidiendo de esta forma la adecuada oxigenación del organismo. 

     Los defensores de la reducción de la huella personal de C02 que originamos individualmente en nuestra vida cotidiana pueden estar contentos: la pandemia -no hay mal que para bien no venga-  ha provocado la mayor reducción de CO2 de la que tengamos registro de la historia. El uso de máscar(ill)as ha colaborado, queriendo o sin querer, modestamente con el objetivo de desarrollo sostenible de la ONU para la salvación del planeta. Al tragarnos nuestro propio dióxido de carbono hemos rebajado nuestras emisiones de gases de efecto invernadero que aceleran el cambio climático.

 

    Hay quien estima que cada habitante del planeta genera una media de casi cuatro toneladas anuales de CO2,  media que se cuadruplica en algunos países como los Estados Unidos por año y por persona.

    Nuestros gobernantes, atentos a este fenómeno, creyeron que encerrándonos y tragándonos nuestras propias emisiones reduciríamos los gases de efecto invernadero: es verdad. Si dejamos de respirar, la palmamos. Y si la palmamos ya no nos desplazamos, no consumimos compulsivamente, no nos alimentamos y no utilizamos los recursos energéticos, por lo que no contaminamos y salvamos el planeta dejando de habitarlo, dejando de vivir.

domingo, 20 de marzo de 2022

"Matarse por no morir"

    Antes de que acuñara Séneca la máxima stultitia est timore mortis mori (Epístolas a Lucilio, 70.8): es tontería morir por temor a la muerte Lucrecio había escrito (De rerum natura: III, vv. 79-82): et saepe usque adeo mortis formidine uitae / percipit humanos odium lucisque uidendae, / ut sibi consciscant maerenti pectore letum, / obliti fontem curarum hunc esse timorem: ...y hasta a las veces por miedo a la muerte un asco tan hondo / de vida a los hombres les entra y de ver el cielo tal odio, / que en negra congoja la muerte se dan, olvidados del todo / que de sus penas aquel miedo era la fuente y el pozo... : O lo que viene a ser lo mismo, pero en prosa:  El temor a la muerte suscita en los humanos tanto odio a la vida, y a la visión de la luz, que, con pecho afligido, se dan muerte a sí mismos, olvidando que este temor es la fuente de tales cuitas.  
 
    El poeta Ovidio, por su parte, sentenció  (Metamorfosis, IV 115), timidi est optare necem: Es de cobardes desear la muerte, a propósito del suicidio de Píramo, que clava la espada en sus ijares creyendo muerta a su amada Tisbe, de lo que se siente culpable.
 
Mosaico de Píramo y Tisbe, Casa de Dioniso (Pafo, Chipre, siglo III d. C.)
 
     Así glosa este mote ovidiano don Sebastián de Covarrubias Orozco en hendecasílabos rimados en sus emblemas morales: No se tiene por mucha valentía / el darse un hombre a sí propio la muerte. / Antes juzgan ser miedo, y cobardía, / por no esperar en la dudosa suerte: / que se puede trocar en solo un día / y en una hora, al menos el que es fuerte, / no  vuelve el rostro al riguroso hado, / ni muere como vil, desesperado. 

 
     
    Se acompañan sus versos de la figura mitológica de Ayax Telamonio o si se prefiere Ayante, el hijo de Telamón, conocido como el Grande, que enloqueció cuando fue Odiseo y no él quien recibió la herencia de la armadura de Aquiles, mató a un rebaño de ovejas creyéndolas sus enemigos, y acabó quitándose la vida derrocándose sobre su propia espada. 
 
 El reino de Flora, Nicolas Poussin (1631)
 
    En El reino de Flora, de Nicolas Poussin, se refleja, entre otros detalles, el suicidio de Ayante clavándose la espada a la izquierda del lienzo. 
 
    Frente a estos ejemplos mitológicos y legendarios de Píramo y Ayante de Telamón,  Marcial, por su parte, pondera la barbaridad de un tal Fanio -personaje ficticio o quizá real pero oculto tras ese pseudónimo- y otros semejantes que se mataron ellos mismos porque no los matasen sus contrarios y contrariedades: Así dice el epigrama latino:  Hostem cum fugeret, se Fannius ipse peremit. /  Hic, rogo, non furor est, ne moriare mori?  Don Manuel Salinas hizo esta sucinta pero elegante traducción del epigrama: Fannio, ansioso por huir / del que su muerte procura, / se mató: ¿no es gran locura / matarse por no morir? Quevedo, en cuatro octosílabos, traducía así el epigrama de Marcial:   "Matóse Fanio al huir  / de su enemigo el rigor. / Pregunto yo: ¿No es furor /  matarse por no morir?"

sábado, 19 de marzo de 2022

¡La tercera no nos la perdemos!

    Comentaba en una entrevista Eduardo Carraso, cantautor chileno fundador del legendario grupo Quilapayún entre otras muchas cosas,   que cuando publicó en su primer disco como solista  “La tercera no me la pierdo” (1996) mucha gente no captó la esencia humorística y de fina ironía de esta canción contra el belicismo y contra la guerra. Algunos llegaron incluso a acusarlo de estar promoviendo nada más y nada menos que la tercera guerra mundial, esa misma guerra que según el presidente del Ejecutivo español, el doctor Sánchez, ya la estamos (vi)viendo ahora mismito. La ironía, declaraba Carrasco, exige una cierta inteligencia. Y no todo el mundo tiene el sentido del humor inteligente para captarla. Aquel disco, titulado "Carrasco" pasó sin mucha pena ni gloria, pero merece la pena escuchar esta canción, a la luz de los acontecimientos actuales que estamos (vi)viendo.

 

     Entre las 'guerras insulsas' que nos ofrecían en los ochenta y los noventa (contra el alcoholismo, contra el SIDA) tenemos que añadir las que han surgido después, una vez entrados en el milenio: la guerra contra la violencia de género, contra el virus asesino, contra el cambio climático... Y finalmente: la Tercera Gran Guerra Mundial, la tercera que es la definitiva por aquello de que a la tercera va la vencida, la que ya estamos (vi)viendo en todas nuestrs pantallas:  La tercera no me la pierdo, letra y música del compositor chileno Eduardo Carrasco (1996):

La III Guerra Mundial es la que estamos (vi)viendo
 

  Me perdí la del catorce / por no haber aún nacido: / el festín de los cañones, / la fiesta del estallido. / Me los perdí, mala suerte, / las bombas con sus silbidos, / las trincheras en el frente, / el fusil, los alaridos.

Después vino la segunda / y fue mejor todavía, / pero como yo era un niño / no fui de la artillería. / Me regalaban fusiles, / pistolas de fantasía, / pero no causaban daño: / eran pura porquería.

Podré perderme disputas, / peleas sin atractivo, / jaleos en el Estadio, / divorcios consecutivos. / Podré perderme una rosca / en algún día festivo, / pero la próxima guerra, / esa, por ningún motivo.

Hubo aquí muy buenas guerras / con occisos* eminentes, / murió hasta Pedro'e Valdivia** / y muchísima más gente. / Murieron conquistadores, / los indios altivamente, / pero yo me las perdí / porque no estaba presente.

Y una guerra muy mentada / fue la de la Independencia: / se mataron españoles / con patriótica licencia; / con la pólvora y la espada / se les hizo resistencia, / pero yo me quedé afuera: / ¡me la perdí por ausencia!

Me perdí las guerras santas, / las diecisiete cruzadas. / Jamás corté una cabeza, / ni una sola rebanada. / Apenas alguna vez / he dado una bofetada / y a lo más, en los sesenta / construí una barricada.

Me ofrecen guerras insulsas / que no están a mi medida: / guerra contra el alcoholismo, / guerra también contra el SIDA. / Yo quiero una buena guerra / para mi furia homicida / y esta tercera que viene / me la tengo prometida.

Guerras con gases malignos, / con sablazos y escopetas, / guerras de grueso calibre / con tanques y bayonetas. / Y si nos quedamos cortos / pongamos más altas metas: / ¡Hagamos esta tercera / pa' acabar con el planeta!
 
*occiso: (del latín occisus, matado)  muerto violentamente.
**Pedro de Valdivia (1497-1553): conquistador extremeño que acompañó a Pizarro a América, dirigió la conquista de Chile, y fundó las ciudades más antiguas del país, entre ellas su capital Santiago. Emprendió la guerra del Arauco contra el pueblo mapuche y murió en la batalla de Tucapel.

 
 
Incluyo esta otra versión del mismo tema, habida cuenta de lo poco que duran algunos vídeos en esta plataforma.