lunes, 14 de marzo de 2022

"Hay que hacer + sacrificios"

    Carme Chaparro, periodista, escritora, presentadora -así se autodefine en su perfil de ístagran, recalcándolo en la lengua del Imperio por si fuera poco y alguien no lo entendiese: journalist, author, anchor- nos explica en su cuenta de tuíter, con un ícono de la bandera de Ucrania y otro de la paloma picassiana de la paz, cómo con cada grado de calefacción los europeos estamos dándole dinero a Putin “para masacrar a Ucrania”, y pone bajo su texto una fotografía de dos cadáveres supuestamente ucranianos ensangrentados. Sentencia que no vale donar comida o ropa, que hay que hacer algo más. Quiere que nos sintamos responsables de la masacre, por lo que concluye su mensaje con la siguiente reflexión: “Hay que hacer + sacrificios”. Ni siquiera escribe “más”, sino que utiliza el signo matemático de la suma para abreviar su mensaje tuitero del 10 de marzo. Coincide la  periodista, escritora, presentadora con nuestro Presidente del Gobierno, el señor Sánchez, doctor en economía, que, partidario como es de sancionar a Rusia por la invasión de Ucrania, sentenció que esas sanciones exigirán sacrificios a los españoles.

 

    Viene así a sumarse este texto aireado en sus redes sociales a la campaña que desató el señor Borrel, el Alto Representante de la UE para la Política Exterior, en su intervención en el parlamento europeo afirmando que Europa debe “recortar el cordón umbilical (sic) que une a nuestra economía con la rusa”, y pidiendo “un esfuerzo individual en recortar el consumo de gas (…) igual que cuando nos ponemos una máscara para combatir el virus”. 

    Carme Chaparro finaliza su piopío espetándonos con un lenguaje soez: “Baja la calefacción, estúpido”. Supongo que el mensaje va dirigido al que tiene calefacción en casa o en la oficina o va asiduamente al supermercado. ¿Qué les diría a los sintecho que duermen en la calle entre cartones y a los que no disponen de ella o a los que no pueden pagarla como no pueden pagar el recibo de la luz? 

    Lo curioso es que, por lo visto, el gas que se consume en España procede de Argelia, y no de Rusia, como reconoce la propia Carme Chaparro, que dice que sólo el diez por ciento del gas que consume España procede de Rusia. El señor Borrel también ha aclarado que su recomendación de bajar la calefacción para boicotear a Rusia iba no tanto para los españoles como para el resto de los europeos, que dependen en gran medida, casi en un cincuenta por ciento, del gas ruso. 


    La periodista/escritora/presentadora habla de “la calefacción que tenemos en casa, en la oficina o en el supermercado”, como si todos los europeos tuviéramos calefacción en casa, o trabajáramos en una oficina, o nos pasásemos la vida consumiendo en el supermercado. Hay mucha gente aquí en Europa, y en España sin ir más lejos, que no puede pagar la calefacción, que no tiene trabajo y que no frecuenta los supermercados porque no tiene dinero. Pero ella, además de istarnos al sacrificio, a hacer + sacrificios de los que hacemos, nos increpa llamándonos estúpidos.

    Nos tiene acostumbrados a este lenguaje insultante y al empleo de consignas institucionales como: “Quédate en casa, ¡coño!”, donde no se sabe muy bien si ese 'coño' es una mera interjección, como parece, o una orden que las altas istancias de su personalidad le dan al subcosciente para reprimirlo entre las piernas. También ha resucitado en sus redes sociales el leitmotiv istitucional del beso de la muerte: “El beso a una amiga puede ser el beso de la muerte a su madre”. 

    En suma, en esta locura salvavidas que nos ha entrado, si antes había  que atrincherarse en casa como estrategia contra el virus, ahora hay que bajar la calefacción para que se hunda la economía rusa, tal es nuestra contribución individual a una guerra justa y santa contra la pérfida Rusia.

    Otra mujer, Ana Botín, predica con el ejemplo y airea en la prensa que hay pequeñas cosas como bajar la calefacción de su casa a 17 grados que "los consumidores" -obsérvese con qué término la banquera nos define a todos- podíamos hacer. 

    ¡Qué enternecedora esa señora que en el apellido lleva su familiar e inevitable penitencia! Los consumidores lo mejor que pueden hacer con el consumo es consumirse, algo que va implícito en su propia condición como en la de ella hacerse con el botín, y cada vez deben hacerlo a mayor velocidad porque así lo exigen las interacciones impuestas por el sistema económico y político que ya sólo se sostiene y activa con la velocidad y cantidad de las transacciones y la saturación vital de imágenes que procesan los dispositivos para que los destinatarios de los mismos puedan sentirse también "activos". Desde las altas instancias se trata de que la oferta no decaiga, y desde las bajas que dicha oferta sea el sustancioso alimento que se demanda.

2 comentarios:

  1. Este entusiasmo emocional de la red social contra Putin y su maldad, cabe considerarlo también, con las palabras que ayer 13 de marzo en el periódico El Mundo expresaba Niall Ferguson: «creo que las personas con problemas mentales en realidad están en el mundo occidental, no en Moscú». Algo que hemos observado y padecido en el acto previo covidicio y que ahora continua con esta otra saturación mediática de consignas idiotas. Lejos quedan las complicaciones e intereses con que los bandos mueven sus piezas y esa ignorancia o amnesia de la función de los reclutados peones en las orquestadas partidas de nuestros Señores de la Guerra.
    Pepe Escobar escribía en https://www.informationclearinghouse.info/57048.htm :
    «Moscú ni siquiera ha anunciado su propio paquete de contra-sanciones. Sin embargo, un decreto oficial “sobre el ordenamiento temporal de las obligaciones con ciertos acreedores extranjeros”, que permite a las empresas rusas saldar sus deudas en rublos, ofrece una pista de lo que está por venir.
    Todas las contramedidas rusas giran en torno a este nuevo decreto presidencial, firmado el pasado sábado, que el economista Yevgeny Yushchuk define como una “mina terrestre de represalia nuclear”.
    Funciona así: para pagar los préstamos obtenidos de un país sancionador que superen los 10 millones de rublos al mes, las empresas rusas no tienen que hacer una transferencia. Piden que un banco ruso abra una cuenta de corresponsalía en rublos a nombre del acreedor. Entonces la empresa transfiere rublos a esta cuenta al tipo de cambio vigente, y todo es perfectamente legal.
    Los pagos en moneda extranjera sólo pasan por el Banco Central en función de cada caso. Deben recibir un permiso especial de la Comisión Gubernamental para el Control de la Inversión Extranjera.
    Lo que esto significa en la práctica es que la mayor parte de los aproximadamente 478.000 millones de dólares de deuda exterior rusa pueden “desaparecer” de los balances de los bancos occidentales. El equivalente en rublos estará depositado en algún lugar, en los bancos rusos; pero los bancos occidentales, tal como están las cosas, no pueden acceder a él.
    Es discutible que esta sencilla estrategia haya sido producto de esos cerebros no soberanistas reunidos en el Banco Central ruso. Lo más probable es que haya habido aportaciones del influyente economista Sergei Glazyev, también ex asesor principal del presidente ruso Vladimir Putin en materia de integración regional. Aquí hay una edición revisada, en inglés [y una traducción automatizada el español], de su innovador ensayo Sanctions and Sovereignty, que ya he resumido anteriormente.
    Mientras tanto, el Sberbank confirmó que emitirá las tarjetas de débito/crédito Mir de Rusia con la marca UnionPay de China. Alfa-Bank, el mayor banco privado de Rusia, también emitirá tarjetas de crédito y débito UnionPay. Aunque sólo se introdujo hace cinco años, el 40% de los rusos ya tiene una tarjeta Mir para uso doméstico. Ahora también podrán utilizarla a nivel internacional, a través de la enorme red de UnionPay. Y sin Visa ni Mastercard, las comisiones de todas las transacciones se quedarán en el ámbito ruso-chino. La desdolarización, en efecto».

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    1. Como siempre para la paz de esta guerra necesitan la producción ininterrumpida de cadáveres, identidades y sacrificios bíblicos. O mejor, en otros términos: «el mantenimiento de esa salud del Dinero, que hasta hace no mucho (¿2020? ¿2008? ¿1973?) el Régimen pretendía que podía lograr con los métodos aparentemente pacíficos, rutinarios y hasta amables de la pax democrática, dineraria y televisiva, a estas alturas (esto es, definitivamente averiado el mecanismo capitalista de producción y reproducción de riqueza muerta y sucedánea, y emancipado de todo límite y control su sustituto o simulacro crediticio) bien puede exigir ya sacrificios más intensivos y continuados de personas y cosas, también en el corazón del Bienestar, si es que calcula el Gran Dinero que de ese modo puede superar, o aplazar al menos, el siguiente desfallecimiento transitorio o el gripado definitivo de su maquinaria de movimiento acelerado, tanto como ir ensayando nuevas formas de administración de muerte y movimiento y afirmación de sí mismo» (https://contraelencierro.ascuas.org/critica_economia_politica_del_virus.htm)

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