La palabra
alemana “Verwandlung”, cuyo campo semántico es el cambio en el sentido de mutación, puede traducirse tanto por "trasformación", que tiene un significado más genérico, como por "metamorfosis", que apunta por un lado al lenguaje de la mitología
clásica, pensemos en Las metamorfosis de Ovidio, por ejemplo, y por el otro al de la zoología, como en el caso de la mutación del renacuajo en rana o de la oruga en mariposa.
Quizá sea La Trasformación mejor traducción que La Metamorfosis, por ese valor genérico que tiene en castellano la palabra latina transformatio pero en todo caso no deja de ser una discusión un tanto bizantina de esas a las que se entregan los tertulianos ociosos cuando no tienen otra cosa mejor que discutir. Si la palabra alemana significa ambas cosas, la elección a la hora de traducir es una cuestión meramente literaria o de preferencia personal. Y ya se sabe que traduttore, traditore, como dicen los italianos, o sea que todo traductor a la hora de hacer una traducción comete, muy a su pesar, una traición.
A mí personalmente me gusta más "La trasformación" como traducción de "die Verwandlung", porque me parece una palabra más nuestra, más trasparente, más de andar por casa, ya que es un término patrimonial castellano, mientras que "metamorfosis" es una palabra culta, un helenismo del ámbito de la zología y la mitología clásica. Pero es una cuetión de gusto personal.
De todas formas, se quedará para siempre, me temo, con el título de "La metamorfosis" porque la primera versión española del relato en la célebre Revista de Occidente eligió esa traducción, evocando así "Las metamorfosis" de Ovidio, un poema didáctico que tiene muchísima solera literaria sobre trasformaciones mitológicas de personajes legendarios como, por ejemplo, la de Narciso, un joven muy bello que se enamora de su propia imagen reflejada en un lago y cuando va a besarla se precipita al agua y se ahoga, trasformándose en un narciso, la flor que crece junto a los estanques. O la de Aracné, más cercana de la narración kafkiana, de la joven que castigada por la diosa Minerva por su soberbia desafiante, se convirtió en araña, encogiéndosele brazos y piernas y alargándosele los dedos a la vez que se hinchaba su cuerpo y quedaba recubierto por una capa de pelo corto y negro, condeanda a vivir colgada de un hilo toda su vida prisionera de la telaraña que ella misma tejería. Por seguir la tradición este título ovidiano se ha mantenido hasta la fecha.
La primera frase de la novela de Kafka acaba precisamente utilizando el verbo verwandln, de donde deriva el sustantivo que da título a la novela: Als Gregor Samsa eines Morgens aus unruhigen Träumen erwachte, fand er sich in seinem Bett zu einem ungeheuren Ungeziefer verwandelt. En la versión de Jorge Luis Borges se traduce por 'convertir': Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, encontróse en su cama convertido en un monstruoso insecto. Una traducción más literal es la de Carlos Fortea (editorial Octaedro): Cuando Gregor Samsa despertó una mañana de una noche llena de sueños inquietos, se encontró en su cama, convertido en un bicho monstruoso. (Nótese la diferencia entre el "monstruoso insecto" de Borges y el "bicho monstruoso" de Fortea para ungeheuren Ungeziefer.)
Según Joseph Gabel, el protagonista de la novela, Gregor o Gregorio Samsa, como se prefiera, que sabe que es hombre, y a quien sus semejantes rechazan como a una mala bestia, diríamos nosotros, es el símbolo trasparente del judío en busca de asimilación. Pero quizá no haga falta ir tan lejos en las interpretaciones. ¿Acaso no nos hemos sentido todos alguna vez, como el protagonista de la narración kafkiana, un 'bicho raro'?
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