Edad de Oro:
En el libro primero de las Metamorfosis, versos 89-150, recoge Ovidio el mito de las edades, que había tomado del poeta griego Hesíodo, según
el cual la historia de la humanidad no
avanza en un sentido de progreso hacia mejoría, sino en una
degeneración caracterizada por su progresivo, nunca mejor dicho, empeoramiento.
La Edad
de Oro no se caracteriza porque haya maravillas que ahora no hay,
sino porque no hay todavía en el mundo las realidades que mueven a
espanto, como la economía de los mercados –curiosamente en la Edad
de Oro el oro no era un valor de cambio, porque no existe el dinero
todavía-,
las guerras y las políticas que las justifican, los gobiernos ni los
Estados. Tampoco existen los jueces ni las leyes, porque hay Justicia y
no hace falta por lo tanto que existan tribunales que dictaminen lo que
es justo y lo que no... Es decir, la Edad de Oro es una Arcadia idílica
donde no
existen gobiernos, ejércitos ni trabajo asalariado. No se ha
inventado la navegación, por lo que no se ha iniciado el comercio. Se trata
de un paraíso terrenal en el que reina Saturno, es decir, la
anarquía.
De oro la edad se creó la primera, la cual, sin mandarlo
nadie, sin ley, cultivaba el deber y el bien de su grado.
Miedo y castigo no había ni en bronce decretos grabados
se promulgaban tremendos ni el pueblo temía, postrado
voz de su juez, sino que eran a salvo sin un mandatario.
Pino talado no había aún de sus montes bajado
ni uno a las olas marinas a ver el mundo a lo largo,
ni otras costas ajenas sabían los seres humanos.
No todavía ceñía ciudades un foso escarpado,
no broncirrecto clarín ni corneta de bronce curvado
hubo, no cascos ni espadas: sin necesidad de soldados
iban las gentes viviendo la cómoda paz a resguardo.
Todo lo daba la tierra también de balde, y sin rastro
de un azadón, por sí misma, ni herida de reja de arado,
y es que, pagados con frutos nacidos sin nadie plantarlos,
bayas de arbusto cogían y fresas silvestres del campo,
guindas y moras en los espinosos zarzales colgando,
y las bellotas caídas del árbol de Júpiter ancho.
Era sin fin primavera y mecían los céfiros plácidos
flores nacidas sin siembra con brisas de aire templado;
luego la tierra ofrecía su fruto además sin trabajo,
y encanecía la mies sin barbecho de espigas y granos:
ríos ya iban de leche, de néctar ya ríos manando,
e iba en verde encina la rubia miel chorreando.
Edad de Plata
La Edad de Plata es la edad de Júpiter, que se ha hecho con el poder
destronando a Saturno, es una degeneración de la edad anterior que se
caracteriza por la aparición de las cuatro estaciones. Se acabó la
primavera idílica inicial y comienza su andadura el tiempo cronometrado
de los ciclos de la naturaleza. Los seres humanos comienzan a
resguardarse del cambio climático adquiriendo conciencia del clima en
viviendas que en principio fueron grutas. Del mismo modo, comienza el
trabajo con el desarrollo de la agricultura y de la ganadería que no
eran necesarias en la etapa anterior.
Luego que el mundo, echando a Saturno al lóbrego Tártaro,
era de Júpiter, hubo la raza de plata llegado
que era más vil que la de oro, más noble que el bronce arrubiado.
Jove restó duración al vernal buen tiempo de antaño,
y entre inviernos y estíos y otoños desigualados
y una fugaz primavera, partió en cuatro tramos el año.
Pronto entonces el aire ardió, del fuego abrasado,
tórrido, y hielo quedó congelado del viento en carámbanos:
pronto entonces entraron en casas: fueron los antros
casas, matas espesas, follaje a corteza enlazado;
fueron pronto entonces semillas de Ceres en largos
surcos sembradas, y uncidos al yugo los bueyes bramaron.
Edades de Bronce y de Hierro
La Edad de Bronce se caracteriza por la aparición de las armas, y, por lo tanto, de la guerra hasta entonces inexistente.
Vino al cabo después, la tercera, la raza bronceña,
más de carácter atroz y pronta a las armas horrendas,
no aún criminal:
Finalmente hace su aparición la Edad de Hierro, que es la peor de todas y
que es, huelga decirlo, la nuestra. Aparecen ahora todos los males que
conocemos: la propiedad privada, la sangre, la mentira, el arte de la
navegación y el comercio, la división de la tierra, y el dinero que lo
pone todo en venta, a las cosas y a las personas, cosificándolas. Como
consecuencia de la aparición del dinero, la Justicia, representada como
una doncella que hasta entonces había reinado en la Tierra, huye de este
mundo y se convierte mediante un catasterismo en una constelación
sideral: Virgo.
...de hierro durísimo es la postrera.
Pronto irrumpió en la edad más vil de la férrea vena
todo mal, y huyeron deber, verdad y vergüenza;
y en su lugar surgieron engaños, estratagemas,
trampas, sangre y afán criminal de bienes y hacienda.
Velas echaban al viento, sin que el marinero supiera
de él, y las quillas que habían crecido siempre en cimeras
cumbres saltaron en olas de desconocidas mareas.
Y, antes común como luz del sol y el aire, la tierra
la dividió agrimensor sagaz con larga lindera.
No le exigían tan sólo al rico terruño cosecha
y el merecido alimento, sino que en su entraña se adentran
y esos tesoros que había guardado y metido en sus negras
minas profundas, botín de malvados, ya desentierran;
y hubo surgido el vil hierro, y peor, el oro, que en venta
pone: surgió la que lucha con uno y con otro, la guerra,
y hace blandir las armas fragosas con mano sangrienta.
Viven a saco: ni fía el huésped de aquél que lo hospeda,
ni suegro de yerno, y es rara también la avenencia fraterna.
Trama el fin de su esposa el marido, del cónyuge aquella:
mezclan venenos amortajadores madrastras siniestras;
antes de tiempo el hijo la edad pregunta paterna.
Yace vencida Piedad, y abandona la Virgen, postrera
diosa, la tierra manchada de sangre, y se vuelve sidérea.
Desaparece la justicia de la faz del mundo cuando se impone paradójicamente la
Justicia, es decir el poder judicial con sus tribunales que dictaminan
lo que es justo y lo que no, y con sus penas de privación de libertad
que nos hacen creer a los que estamos fuera de los centros
penitenciarios que, por contraposición a los reclusos, somos libres.
Que este paraíso no exista ni haya existido
nunca en la realidad no significa que no pueda haberlo. La Edad de Oro
no se da en ningún lugar concreto como Mesopotamia entre el Tigris y el Éufrates (pero puede darse en cualquiera, sin embargo, por ejemplo aquí
mismo, no importa dónde) ni en ningún tiempo (ni pasado, como creen los
primitivistas y los antropólogos, que siempre encuentran alguna tribu
que se había librado del progreso hasta el momento de su descubrimiento, y como sugiere el propio mito, que parece situarse en una idílica pre-historia y se desarrolla cronológicamente,
ni futuro, como el Cielo de los cristianos o el edén islámico de las
virginales huríes, ni presente tampoco (pero sí puede darse ahora mismo;
aquí y ahora, por lo tanto, es posible que se dé con tal de que haya
olvido de la realidad, que es lo que existe).
Tomo como ilustración de los versos de Ovidio tres imágenes del artista alemán del siglo XVII,
Johann Wilhelm Bauer, que dibujó 150 escenas de las Metamorfosis, con una breve descripción en latín y en
alemán cada una.