sábado, 19 de junio de 2021

De la metamorfosis

 

     ὅτε ἤμην νήπιος, ἐλάλουν ὡς νήπιος, ἐφρόνουν ὡς νήπιος, ἐλογιζόμην ὡς νήπιος· ὅτε γέγονα ἀνήρ, κατήργηκα τὰ τοῦ νηπίου.  

    cum essem paruolus, loquebar ut paruolus, sapiebam ut paruolus, cogitabam ut paruolus. quando autem factus sum uir, euacuaui quae erant paruoli.

    Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser hombre, me despojé de las niñerías. (Epístola primera a los corintios, san Pablo, 13, 11)

Es decir he sufrido una metamorfosis. Entré por el aro de la sociedad adulta. Enterré a mi niño muerto. Vivir es sobrevivir a un niño muerto, como escribió Jean Genet en alguna parte. Esa fue mi trans-formación: he cambiado de oruga a mariposa, y sin embargo soy el mismo. O eso dice mi carné de identidad, que me asigna un número y un nombre y apellidos. Y me confiere una nacionalidad. Esa es la realidad. Ahora bien, se impone la pregunta crucial: ¿Será verdad que soy el mismo? ¿Será verdad la realidad?



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