jueves, 3 de junio de 2021

Sólo yo, yo solo, y nadie más que yo

La palabra “yo” es un monosílabo aparentemente inofensivo pero no poco egoísta que decimos todos y que poco a poco va ganando terreno a lo largo de la vida. 

Hace gracia en el niño cuando está aprendiendo a hablar y lo pronuncia por primera vez porque suena como eco todavía lejano de lo que será en el futuro. 

Pero con el paso lento y pausado del tiempo la palabra va desplegando su cola de pavo real y adquiriendo sin querer un tono más imperioso y avasallador. 

En la adolescencia, el globo de la personalidad se infla, y en la juventud, lejos de desinflarse, se hincha mucho más para no dejar de crecer en el adulto. 

La esgrime el matón del colegio, que será poco después el matón del barrio, y el macarra que chulea a las putas, y todo el que se cree poseedor de la verdad.
 

Se diría que el ego tiene miedo de ser un Don Nadie, uno de tantos, uno como otro cualquiera, y siente la necesidad imperiosa de ser alguien y ser algo. 

El ego se mira en el espejo como Narciso, donde se encuentra con su propia imagen, de la que se enamora perdidamente hasta la extenuación y egocentrismo.

Yo que no nací, me digo yo también, para ocultarme en el anonimato, yo salgo adelante como sea, no soporto la idea de ser uno más del montón como cualquiera.

Cada día que pasa me crezco al grito de ¡Viva yo!, y ¡Nadie más que yo!, pues mi destino es ser el centro del universo, en torno al que gira todo lo demás. 

Estoy dispuesto yo a cualquier cosa para ser y para sentirme importante, pero debo darme prisa, no vaya a ser que otro llegue antes que yo y ocupe mi lugar.

En esta ascensión imparable, puedo simular que soy altruista y puedo pensar en los demás y no sólo en mí, pero hasta eso lo hago por egolatría y egoísmo. 

Tengo claro, sediento como estoy de poder, que debo dominar: soy yo quien manda, el que tiene la sartén por el mango, aquí se hace lo que yo diga porque sí.

La palabra “yo”, aquel dulce monosílabo que parecía inofensivo, resultó ser bala mortal de pistola, cóctel Molotov, tanque que apisona, ráfaga de metralleta:

yo vanidoso, presuntuoso, exhibicionista, jactancioso, orgulloso, soberbio, necio, megalómano, exagerado, ávido, posesivo, envidioso, arrogante, prepotente;

ególatra, egocéntrico, egoísta, yo, solamente yo, por todas partes yo, yo y sólo yo, solo en el mundo a fin de cuentas, idéntico a mí mismo, como todos. 


(Versión libre de la canción "La parola io" del imprescindible Giorgio Gaber, arriba original del autor y abajo interpretada por el grande y llorado Franco Battiato).


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