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domingo, 13 de febrero de 2022

Varia

 


Según la EMA, s.e.u.o., se reportan 8.807 muertes hasta el 20 de enero a raíz de las vacunas COVID-19 en Europa. Sin embargo, según Eudravigilance hasta el 29 de enero 38.983. En todo caso, sean 38.983 o sean 8.907 los muertos son demasiados, ¿no es un sarcasmo seguir cacareando que las susodichas vacunas "salvan vidas"? 

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Dice una actriz: El teatro es terapéutico, es un alivio descansar de nosotros mismos. Lo dice el actor, que deja de ser el que es, que descansa de ser él mismo para ser otro, pero también puede decirlo el espectador que, durante la hora y media que dura más o menos pero por ahí la representación, se olvida de sí mismo, si la obra es buena, y se mete en la piel y el decorado de otro, aliviándose de la gravedad de sus problemas y de sí mismo. Quizá eso y no otra cosa sea la catarsis de la que hablaba Aristóteles, la terapia del teatro. 

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Por más vueltas que le doy, / no encuentro ningún sentido / a seguir siendo el que soy.

 Por más vueltas que le doy, / no sé yo de donde vengo / ni tampoco a dónde voy.

Por más vueltas que le doy, / modo alguno yo no encuentro / de poder saber quién soy.*

*Variante: de reconocer quién soy

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¿Quién tiene la razón? Planteémonos la cuestión como un tetralema, es decir con cuatro posibles respuestas: -El que dice: 6 -El que dice: 9. -Los dos -Ninguno de los dos. -El que dice 6 no tiene la razón porque lo que para él es un 6, es su opinión personal, para su compañero -que puede ser el mismo desde otra perspectiva-  es un 9. -El que dice 9 no tiene la razón porque lo que para él es un 9, es su opinión personal, para su compañero -que puede ser el mismo desde otra perspectiva-  es un 6. -Ninguno de los dos tiene la razón porque una misma cosa no puede ser a la vez dos cosas distintas dependiendo del punto de vista o de la opinión personal de cada uno. -Los dos tienen la razón, pero una misma cosa no puede ser dos cosas distintas ni puede contradecirse según la perspectiva que se adopte. 
 
Adivina adivinanza

Vio un pastor en la montaña / lo que no ve el Rey de España, / lo que Dios, que todo ve, / no ha podido nunca ver.

Hay otras versiones de este acertijo que ejemplifica sin querer el principo de identidad. El hecho de que en algunas, como la siguiente, intervenga el Rey de Castilla, si no es una rima forzada, delata su posible antigüedad. 

Vio en la montaña un pastor / lo que no el Rey de Castilla / ni el Pontífice en su silla / ni Dios, con ser Dios, lo vio.

Un hombre en el campo ve / lo que el Rey no ve en su villa; / ni el Pontífice en su silla, / ni Dios con su gran poder, / tampoco ha podido ver.

(Solución:  La respuesta correcta sería “otro como él”. No puede responderse “un pastor”, porque eso también podrían verlo el Rey de España, el pontífice o Dios mismo. Sin embargo ni el Rey de España (o el de Castilla), ni el Papa ni Dios pueden ver otro como ellos porque sólo hay uno, habida cuenta de la monarquía y del monoteísmo.

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RIP

       Los antiguos romanos les deseaban a sus muertos que la tierra les fuera leve, es decir, que no les pesase: STTL: sit tibi terra leuis. Los cristianos utilizaron en seguida el acrónimo RIP: Requiescat In Pace sobre las tumbas, que en estos tiempos en que ya no se estudia latín se ha sustituido por su traducción DEP: Descanse En Paz. En la lengua del Imperio, curiosamente, el acrónimo latino RIP, responde a Rest In Peace, lo mismo básicamente que el inglés.


    Me preguntaba yo por qué les deseábamos a los muertos la paz, y me venía enseguida a la mente la idea metafórica de que la vida es una guerra, y que sólo al final del camino se encotraba la paz, como cantaba el llorado Franco Battiato en Nómadas (1988): camminatore che vai cercando la pace al crepuscolo, la troverai, la troverai alla fine della strada. Un bello epitafio: "Caminante que vas buscando la paz en el crepúsculo, la encontrarás, la encontrarás al final de tu camino." 


     Y en seguida me venía a la mente el célebre fragmento de Heraclito de que la Guerra es padre de todos “de todos rey, y a los unos los señaló dioses, a los otros hombres, a los unos los hizo esclavos, a los otros libres”. En griego la metáfora es más poderosa que en castellano porque la guerra se dice ho pólemos y tiene género gramatical masculino. Algunos traductores prefieren, de hecho, traducir el término griego por un sinónimo de guerra que sea de género gramatical masculino en epsañol como: “El combate es el padre de todos, de todos rey...”, pero las palabras masculinas “combate” o “enfrentamiento” o “confrontamiento”, que también podrían valer como sinónimos, no tienen la misma fuerza semántica que “guerra”, mucho más poderosa y sugerente.
 
    La visión de la vida como guerra hace que imaginemos la muerte como la paz de la guerra. Bellum omnium contra omnes: la guerra de todos contra todos, como escribió varias veces el filósofo Thomas Hobbes, sólo que él se refería a las condiciones de vida del ser humano antes de su organización estatal, y ahora hay que referirlas a la organización que nos ha impuesto Leviatán.  

jueves, 3 de junio de 2021

Sólo yo, yo solo, y nadie más que yo

La palabra “yo” es un monosílabo aparentemente inofensivo pero no poco egoísta que decimos todos y que poco a poco va ganando terreno a lo largo de la vida. 

Hace gracia en el niño cuando está aprendiendo a hablar y lo pronuncia por primera vez porque suena como eco todavía lejano de lo que será en el futuro. 

Pero con el paso lento y pausado del tiempo la palabra va desplegando su cola de pavo real y adquiriendo sin querer un tono más imperioso y avasallador. 

En la adolescencia, el globo de la personalidad se infla, y en la juventud, lejos de desinflarse, se hincha mucho más para no dejar de crecer en el adulto. 

La esgrime el matón del colegio, que será poco después el matón del barrio, y el macarra que chulea a las putas, y todo el que se cree poseedor de la verdad.
 

Se diría que el ego tiene miedo de ser un Don Nadie, uno de tantos, uno como otro cualquiera, y siente la necesidad imperiosa de ser alguien y ser algo. 

El ego se mira en el espejo como Narciso, donde se encuentra con su propia imagen, de la que se enamora perdidamente hasta la extenuación y egocentrismo.

Yo que no nací, me digo yo también, para ocultarme en el anonimato, yo salgo adelante como sea, no soporto la idea de ser uno más del montón como cualquiera.

Cada día que pasa me crezco al grito de ¡Viva yo!, y ¡Nadie más que yo!, pues mi destino es ser el centro del universo, en torno al que gira todo lo demás. 

Estoy dispuesto yo a cualquier cosa para ser y para sentirme importante, pero debo darme prisa, no vaya a ser que otro llegue antes que yo y ocupe mi lugar.

En esta ascensión imparable, puedo simular que soy altruista y puedo pensar en los demás y no sólo en mí, pero hasta eso lo hago por egolatría y egoísmo. 

Tengo claro, sediento como estoy de poder, que debo dominar: soy yo quien manda, el que tiene la sartén por el mango, aquí se hace lo que yo diga porque sí.

La palabra “yo”, aquel dulce monosílabo que parecía inofensivo, resultó ser bala mortal de pistola, cóctel Molotov, tanque que apisona, ráfaga de metralleta:

yo vanidoso, presuntuoso, exhibicionista, jactancioso, orgulloso, soberbio, necio, megalómano, exagerado, ávido, posesivo, envidioso, arrogante, prepotente;

ególatra, egocéntrico, egoísta, yo, solamente yo, por todas partes yo, yo y sólo yo, solo en el mundo a fin de cuentas, idéntico a mí mismo, como todos. 


(Versión libre de la canción "La parola io" del imprescindible Giorgio Gaber, arriba original del autor y abajo interpretada por el grande y llorado Franco Battiato).