El fascismo histórico
es un fantasma del pasado que murió en Berlín en 1945. Un nuevo
totalitarismo alza ahora el estandarte de la salud como valor
insuperable.
La salud no puede erigirse en un valor supremo como es la
libertad, porque no es un valor sino un bien que se posee o no se
posee, como la riqueza o la belleza.
Fascismo,
nazismo y comunismo estaban encarnados en una figura humana con una
cabeza visible. El nuevo totalitarismo es acéfalo, menos visible, más
impersonal.
¿Dónde están los antifascistas ante la dictadura sanitaria que estamos padeciendo? Aquí se ve la mentira de la izquierda, que hace el juego al Estado y Capital.
El totalitarismo nos impone a votantes y contribuyentes
la adhesión inquebrantable a la ideología obligatoria de sentido único
de la sanidad y no de la salud.
Hay quien, luchando con los fantasmas del pasado, no ve los que tiene enfrente: el carácter totalitario y autoritario de este régimen democrático que padecemos.
Tanto la enfermedad del virus coronado como también el cambio climático reciben el mismo trato político, coartadas para poner en marcha un nuevo totalitarismo.
Como toda verdad revelada, la científica no puede ponerse en tela de juicio, y exige sacrificios en aras del futuro que obtienen así un fundamento «racional».
Los enemigos del Régimen son perseguidos por los tres poderes -legislativo, ejecutivo y judicial- del Estado, y son desacreditados por el cuarto, por la prensa.
Pero
el enemigo del pueblo, sin embargo, no es el disidente, el que no
está de acuerdo con el dogma oficial, sino el Régimen, que es la
democracia tecnológica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario