jueves, 11 de diciembre de 2025

Pareceres XCIII

456.- La hecatombe. Le tomo prestado el título a Trapiello, que escribe en El Diario de León que un orondo empresario leonés se ha fotografiado con noventa jabalíes que había cazado después de haber participado en una montería en la Finca Matasanos de Cáceres, en Cilleros, cerca de Portugal. Y después la fiesta de celebración en plan berlanguiano. ¡Noventa! Escribe Trapiello: “Noventa jabalíes muertos bien merecen tal juerga. Alarde de ricacho exhibicionista. Obscenidad de matarife hocicado y carnicería que repugna al cazador de estilo y ética cinegética”. Y menciona de pasada a aquellos que fueron a safaris humanos a Sarajevo, de los que tanto se habla ahora. Una cacería esta de los jabalíes que ha sido una hecatombe si hubieran matando diez jabalíes más, porque la hecatombe consistía en el sacrificio que se practicaba en Grecia de cien reses precisamente. Sacrificio que, según leo en la prensa, no es nada comparado con el que se prepara, si no se ha perpetrado ya, en el Reyno de Cataluña, donde se van a inmolar 30.000 cerdos de las 39 granjas que se encuentran en el perímetro de vigilancia de 20 quilómetros a raíz de la declaración de la peste porcina africana. Leo que la redifinición del perímetro propuesta por la Unión Europea obliga a ampliar la cifra del sacrificio porcino, elevándola a 80.000 cerdos. Todo, la hecatombe, al parecer, porque se ha escapado un virus de un laboratorio, al que se le va a aplicar una auditoría,  que ha infectado a un jabalí que había comido un bocadillo de mortadela en mal estado, mientras las autoridades laicas asesoradas por el comité inexistente de expertos se persignan delante de la cruz verde farmacéutica.
 
 
457.- Efecto Edipo. Es interesante la idea de Karl Popper que dice que la profecía del oráculo de Edipo hace que se cumpla precisamente porque Edipo la conoce e intenta esquivarla. Y justo lo que hace para escaparse de ella es lo que determinó el cumplimiento de lo que había vaticinado el oráculo. La simple convicción o sospecha de que las cosas puedan evolucionar en un sentido determinado desencadena el hecho de que así se desarrollen. Es la profecía que se autorrealiza (self-fulfilling prophecy). El caso de Edipo es paradigmático. El conocimiento de la predicción altera el curso de los acontecimientos: Edipo trata por todos los medios de evitar el cumplimiento, lo que, paradójicamente, contribuye a que se cumpla. La cita literal de Popper viene a decir: “A este tipo de influencia lo he llamado el efecto Edipo (Oedipus effect), porque la profecía contribuye a producir el evento predicho; al saberla, los actores modifican su conducta de modo que el acontecimiento termina realizándose.” Al darse a conocer una predicción puede hacer que la conducta humana que pretende evitarla se convierta en su causa. 
 
 458.- Se vive más pero no mejor. La esperanza de vida, en realidad de muerte, dicen las estadísticas, se ha alargado considerablemente. Pero no es cierto porque hoy se mata, matamos, a los viejos sin dejar que se mueran. El destino que nos aguarda a los viejos, creo que debo incluirme al ser mayor de 65 años, aquí, en Occidente -y ya va siendo casi Occidente todo el mundo-, es aterrador. En el siglo pasado todavía estaban con los vivos. Ni siquiera se planteaba que hubiera que hacer algo con ellos. Se quedaban con los hijos, con los nietos. Hoy en día, aquí, eso se ha acabado. Los descendientes ya no se ocupan de sus ancestros. Los apartan de la familia, de la vida encerrándolos en residencias. «Estarán mejor allí», se dice. Y son recluidos en esos espacios inevitablemente, perderán la razón, porque para vivir en ese tipo de cuarteles es necesario perder la razón. Para no ver los muros. Para no ver la realidad que les imponen. No tienen más remedio que volverse invisibles y olvidarse de sí mismos entregándose a sus primeros recuerdos, que son más amables. Es una forma de matarlos sin que mueran enterrándolos aún vivos porque de alguna manera estorban, estorbamos. Algunos se resignan muy pronto a ese futuro que les espera. 
Datos del Instituto Nacional de Estadística del del Reyno del año del Señor de 2018  
 
459.- Premonitorio Zola: Escribía Emilio (o Émile, como se prefiere ahora) Zola en un suplemento literario de Le Figaro en 1888 sobre el periodismo de entonces algo que ha resultado actual porque no era accidentado o casual, sino premonitorio: “Mi única preocupación, ante el periodismo actual, es el estado de sobreexcitación nerviosa en el que mantiene a la nación (...). Hoy en día, fíjense en la importancia desmesurada que adquiere el más mínimo hecho. Cientos de periódicos lo publican simultáneamente, lo comentan, lo amplifican. Y durante una semana, a menudo, no se discute nada más; Cada mañana trae nuevos detalles, las columnas se llenan, cada periódico se esfuerza por aumentar su circulación satisfaciendo aún más la curiosidad de sus lectores. De ahí las continuas conmociones públicas, que se extienden de un extremo a otro del país. Cuando termina un asunto, comienza otro. Los periódicos no pueden vivir sin esta existencia temeraria. Si faltan temas emocionantes, los inventan. A la prensa le encanta la información ruidosa, sensacionalista e incluso "escandalosa". En una sociedad de consumo y entretenimiento masivo, producir "información" a diario, de forma continua, renovando el interés público cada día y cada minuto, requiere una redacción extremadamente simple y una puesta en escena dramática o caricaturesca. Los periódicos producen un torrente furioso de información en exceso… No se sabe si es el periódico el que despierta la curiosidad del público o el público el que exige la información indiscreta del periódico, inflamándose mutuamente. Además, escribe Zola no sin cierto sarcasmo:  siempre hay que tener fe en el futuro (D’ailleurs, il faut toujours avoir foi dans l’avenir), como si la cosa fuera a mejorar. 
 
Émile Zola, Édouard Manet (1868)
 
 460.- Nada que celebrar. Lo que pretende el gobierno progresista de las Españas de Dios con la celebración del cincuentenario de la muerte del dictador, es equiparar el fallecimiento u óbito -paso a mejor vida- de la persona del déspota, sátrapa o tirano con el de la dictadura, que era el nombre del régimen bajo el que ejerció su mandato el caudillo de España "por la gracia de Dios". No se debe identificar aquel régimen con la personalidad del dictador, ya que este no es su creador, sino su producto, y ese régimen es fundamentalmente el mismo que el que padecemos ahora bajo el nombre más amable y no menos engañoso de democracia. El régimen democrático no es sino el mismo régimen dictatorial progresado. Por eso celebra ahora la muerte del tirano para dar a entender que 'muerto el perro' se acabó la rabia, es decir, la dictadura, y eso, como cualquier siente, no es verdad. Sigue sin haber en España libertad: hay Estado y rey, y hay una constitución que quita lo que nos da. Unas palabras del poeta Antonio Gamoneda lo dicen muy bien: Cabe pensar que la democracia es la máscara sonriente del capitalismo mundial. Máscara y sonrisa. Es lo que hay
 
 

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