viernes, 26 de diciembre de 2025

Variety show (5)

La OTAN y España, el títere NATO. El secretario general de la OTAN / NATO -en la que un partido político de cuyo nombre no me quiero acordar que decía que "De entrada no" nos metió cuando llegó al poder hasta las trancas, con lo que ahora  "De salida, ni hablar"- nos advierte, metiéndonos el miedo en el cuerpo y en el alma, de que un misil ruso solo tardaría cinco minutos más en llegar a España que a Lituania, por lo que no estamos fuera de peligro. Mientras tanto, una coalición beligerante de veintiséis Estados acuerda enviar 'tropas de paz' (valiente oximoro) por tierra, mar o aire a Ucrania si se alcanza un alto el fuego o un acuerdo de paz, es decir, de guerra camuflada. Y, mientras tanto, a rearmarse tocan por si acaso.

Ruhestand über alles. Alemania quiere que los jubilados vuelvan a trabajar y que estén amarrados al duro banco de la galera turquesca del trabajo asalariado hasta los setenta años, y no como ahora, que se jubilan a los sesenta y seis. Nada de eso: cuatro años más. Y es que los países del viejo continente como la locomotora europea carecen de mano de obra suficiente y ya no admiten o no quieren admitir más inmigrantes. El gobierno alemán cree haber encontrado la solución haciendo que los jubiletas vuelvan a su puesto de trabajo hasta los setenta años a cambio de estar exentos de pagar impuestos. Mantener a los viejos en el mercado laboral es una prioridad para el gobierno teutón, que tampoco quiere pagar pensiones cuando el número de ancianos que cobran su retiro y “bien merecido descanso”, una cuarta parte de la población, es cada vez mayor.

Música callejera: Un músico callejero macedonio convierte unas botellas rellenas de agua en improvisados instrumentos musicales con los que nos deleita ofreciéndonos su versión del conocidísimo preludio del primer acto de la ópera Carmen de Georges Bizet. 

Huevos camperos. ¿Cómo es posible que los huevos etiquetados como “camperos” o “ecológicos”, más caros ordinariamente que los que no tienen ese marchamo, no hayan bajado su precio equiparándose a los otros, dado que ya no cumplen la condición de proceder de gallinas criadas al aire libre, pues estas se encuentran confinadas, por orden del gobierno? Desde el encierro gallináceo decretado en noviembre pasado para las aves de corral so pretexto de contener la gripe aviar, cuando vamos a comprar una docena de huevos estamos pagando un sobreprecio por huevos de gallinas que ahora no cumplen esas condiciones, dado que los huevos camperos han dejado de serlo, encerradas como están en todo el territorio nacional la mayoría -si no todas- de las gallinas ponedoras. Actualmente una docena de huevos de suelo -es decir puestos por gallinas criadas en grandes naves donde se mueven libremente por el suelo pero sin posibilidad de salir a campo abierto- cuesta 3,25 euros y los camperos salen por 4,13 euros, mientras que los puestos por gallinas de jaula son los más baratos del mercado-. La normativa europea permite mantener el etiquetado original, aun cuando hayan cambiado las condiciones objetivas, por lo que el que los compra está recibiendo una información falsa y mentirosa y pagando de más.

Calentamiento global. Las gélidas temperaturas que estamos sufriendo a comienzos del invierno en algunos puntos del hemisferio norte, como en este rincón del noroeste de la península ibérica sin ir más lejos, no contradicen el dogma pseudocientífico del calentamiento planetario debido al el cambio climatológico producido por la acción humana, sino que lo fortalecen, aunque parezca un contrasentido. Si hiciera unas temperaturas extremadamente altas, dirían los defensores de la susodicha pseudociencia, que ahí tenemos la evidencia científica del calentamiento planetario. Si hace, como aquí ahora un frío que pela, también tienen razón, porque el susodicho calentamiento puede producir lo mismo calores tórridos en el verano que fríos glaciales y friísimos en el invierno. 
  
Izquierda y derecha (y viceversa).  La llamada izquierda y su extremidad, la extrema izquierda, también se aliaron, como la llamada derecha y su extremidad, la extrema derecha, durante la pandemia con el discurso hegemónico que apoyaba a las corporaciones, a las élites financieras y a las políticas más privativas de libertad, poniendo de relieve que ya no había una dicotomía política clara entre la derecha y la izquierda, que eran las dos manos del mismo ogro filántropo y profiláctico, y que solo había arriba y abajo.

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