lunes, 22 de diciembre de 2025

La bomba metafísica

Juan José Millás sacaba el otro día en El Diario Global(ista), alias El País, -que (dicho sea entre paréntesis) raras veces publica cosas interesantes-, una columna titulada 'Detonación metafisica', asombrándose de que cuando el sacerdote católico consagra en la eucaristía la hostia u oblea de pan ácimo y el vino, aquella se convierta en el cuerpo de Cristo y este en su sangre.


Tengo para mí que cuando alguien dice coloquialmente en castellano "(esto) es la hostia" para referirse a algo extraordinario, increíble o muy sorprendente, se refiere sin ningún género de duda a la transubstanciación eucarística, 'una operación ontológica de primer orden, un cambio radical de sustancia', como escribe Millás. Es algo que, dado que no es una metáfora ni un símbolo, sino un milagro, atenta contra el dicho popular de que a las cosas hay que llamarlas por su nombre: al pan, pan; y al vino, vino. Da igual que el pan sea ácimo no. Si es pan, es pan y así hay que llamarlo porque si el pan deja de ser pan y el vino deja de ser vino para ser otra cosa, eso, efectivamente, es la Hostia.
 
Se pregunta irónicamente Millás: ¿Cómo es posible que no haya ambulancias en la puerta ni cardiólogos de guardia para atender a los celebrantes y al público? No se explica el columnista cómo el sacerdote que oficia el misterio se lo cree y cómo la señora de la primera fila, que habrá asistido a muchas eucaristías a lo largo de su beata vida, bosteza en medio del santo ritual, y el niño que está al lado se aburre. Pero, razona Millás, la Iglesia ha resuelto este asunto hace siglos con una pedagogía eficaz: creer sin sentir. 
 
  
Algo más habría que decir a tal propósito: el éxito de esta detonación metafísica es el credo quia absurdum: el lo creo porque es absurdo, según la máxima atribuida a Tertuliano para expresar que la fe en los misterios cristianos (como este de la eucaristía o la resurrección de Cristo) es una aceptación de lo que la razón humana considera irracional o imposible, y precisamente por eso es un acto de fe, que trasciende la lógica. Y habría que añadir: credo quia absurdissimum: cuanto más absurdo es más lo creo. 
 
La institución de la eucaristía, según escribe Pablo en 1 Corintios 11, la recibió él personalmente del Señor -es decir, tuvo una visión, ya que él no estuvo presente en dicho ágape. Él era un perseguidor de cristianos que, más tarde, cuando se cayó del caballo rumbo a Damasco, recibió la revelación de Jesús y se convirtió en uno de aquellos a los que perseguía, en el creador, de hecho, del cristianismo: fue quien transmitió el relato a la Iglesia, ya que él, aunque fue un apóstol, no era uno de los doce originales del grupo de Jerusalén presentes en la Última Cena. 
 
La Última Cena, Leonardo da Vinci ( 1495-1498)
 
El relato es suficientemente conocido: “el Señor Jesús, la noche en que iba a ser entregado, lo partió y dijo: “Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced lo mismo en conmemoración mía”. Después de cenar, hizo igual con la copa, diciendo: “Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre; cada vez que bebáis, hace lo mismo en conmemoración mía...” El Apóstol estaba transmitiendo una visión que tuvo. Intenta así acercar el cristianismo a los paganos, entre los cuales había ritos de comunión con la divinidad, una divinidad que muere y luego resucita, mediante la ingestión de algo que simboliza a esa divinidad, como escribíamos en Nada del otro jueves
 
Los adeptos de Dioniso ingerían carne de cabrito que simboliza al dios, y entre los misterios de Atis se ingería una mezcla de pan y líquido... Como escribe Antonio Piñero en Ciudadano Jesús, Respuestas a casi todas las preguntas  (2012), esta concepción paulina tuvo éxito porque respondía “a las demandas espirituales de un amplio número de personas en la notable minoría dentro del Imperio romano que buscaba ansiosamente la salvación”. Y el cristianismo, que es obra de Pablo más que de Cristo, que, como se ha dicho muchas veces no era propiamente cristiano, sino judío, transforma al Mesías del pueblo judío en un salvador universal, que el lo que significa propiamente 'católico', ofreciendo a los paganos lo que más deseaban, una esperanza desesperada de salvación.

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