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miércoles, 25 de septiembre de 2024

Crematofobia (y II)

  Resulta muy sugerente al respecto de la crematofobia la lectura del artículo "Identidad y dinero" que Juan José Millás publicó en El Periódico el 23 de agosto de 2023, del que extraigo unos párrafos por su interés (el énfasis en negrita es mío):

    Hay personas que salen a la calle sin el carné de identidad convencidas de que la identidad se lleva en la cara. Yo, además del DNI, suelo llevar el de conducir, el pasaporte, la cartilla de la Seguridad Social, la tarjeta de la biblioteca pública y el bonobux. Todo a mi nombre, para demostrar que yo soy yo si fuera necesario. Significa que en el fondo no me creo que soy Juan José Millás, aunque tampoco me creería ser José Pérez, en el caso de que me hubiera llamado de este modo. Pero ya que nos obligan a ser alguien, digo que soy Juan José Millás (...)

 

      
    Y es que nadie lo lleva escrito en la cara. Tienes que demostrarlo con un documento que es, por cierto, un documento falso. Todos los que expide el Estado son falsos, y no porque los expida el Estado, sino porque no hay documento intrínsecamente verdadero. Nos hemos puesto de acuerdo en que lo falso es verdadero y ya está. Se llama consenso. No hay nada más falso que un billete de 50 euros y es falso porque no tiene otro respaldo que el de la fe. Creemos en él como otros creen en Dios y punto. Pero si tú vas por la vida con muchos billetes de 50 euros te sobran hasta el DNI, el pasaporte y el libro de familia, te sobra todo porque lo que más identidad proporciona en este mundo es la pasta (...). 
 
     La manera de atajar nuestra incipiente crematofobia, según los psicagogos, sería buscar la ayuda de un experto, ya sea un médico de salud mental o un gestor financiero. No obstante, llamar a un amigo, salir a caminar o leer un libro prestado de la biblioteca pública son sin duda estrategias más comunes y baratas que pueden ayudarnos a sentirnos un poco mejor cuando estemos abrumados por la extrema pobreza de nuestra personalidad individual. 

    Según el proverbio inglés "money makes the man", o sea, el dinero hace al hombre (y no al revés, ya que el hombre no hace dinero por muy self-made man y emprendedor que sea y por mucho que se crea), es decir, el dinero le confiere al ser humano su identidad, le hace ser el hombre que es. No es menos acertado el proverbio griego, que también lo clava y que nos transmite el poeta Píndaro: dinero, dinero el hombre, es decir, el hombre es dinero (χρήματα, χρήματ᾽ ἀνήρ). 
 
 

     La crematofobia se manifiesta en mayor o menor escala cuando tenemos miedo a salir de casa y perder el dinero, que es nuestra identidad,  a que nos roben la cartera, a ir a comprar algo que necesitamos o queremos y descubrir, a la hora de pagarlo, que no tenemos ni efectivo ni tarjeta, o que esta no tenga saldo porque nos hemos quedado sin blanca. ¿Qué sería de nosotros? No seríamos nada, no seríamos nadie, lo que no dejaría de ser por otra parte, si fuera posible, una bendición.

lunes, 5 de febrero de 2024

El beduino que no sabía quién era

     A Bagdad desde el desierto llegó un joven nómada beduino,  y el tráfago enseguida de la ciudad lo dejó al pobre muchacho aturdido y perplejo. En medio de tanto estrépito y  ruidoso bullicio de gentes que iban y venían de acá para allá, decidió, fatigadísimo como estaba de la larga travesía tomar un baño para quitarse el polvo del desierto e irse a descansar enseguida, confiándose al sueño reparador. Pero le entró entonces una más que razonable duda en la posada: Cuando me despierte, entre tanto gentío, se dijo, ¿cómo voy a reconocerme a mí mismo y no confundirme con otro?; ¿cómo sabré que soy yo y no otro vecino?; ¿cómo sabré quién soy?


     Imbuido en la preocupación de sus cavilaciones, decidió hacerse una señal atándose un lazo de fina seda de Damasco en la verga. Y más tranquilo, se entregó al sueño más reparador y al olvido de Bagdad, de sus gentes y de todas las fatigas del viaje y las cosas del mundo. Pero un mercader avaricioso, que yacía cerca de él y había visto lo que había hecho el joven, sospechando que quería esconder algún secreto, esperó a que se durmiera el beduino, y,  tendiéndose a su lado, cuando cerró los ojos, comenzó a meterle mano bajo la chilaba sin que se diera cuenta, le desató la lazada con cuidado y robó el lazo de seda sin despertar a su dueño que dormía despreocupado. Grande fue su decepción al comprobar que aquel lazo de seda no ocultaba el plano de ningún tesoro ni ningún mensaje importante ni tenía por lo tanto ningún valor.  

Mezquita de Ahmed Khiaga y plaza del mercado, Bagdad

    Al despertarse a la mañana siguiente el árabe precavido, su primera preocupación fue buscar, llevándose las manos a sus verijas, su personal distintivo. ¡Cuál no sería su sorpresa al ver que no halló el lazo en donde lo había ocultado!

    Ah, me encuentro en la tesitura de no saber quién soy, pues si yo soy yo ¿cómo es que no está en mi verga mi personal distintivo? Y si yo soy otro distinto de mí ¿dónde estoy yo, que me hago esta pregunta?  Y ¿quién soy yo, si ahora mismo he perdido el norte y el rumbo y mis señas propias de identidad?

    oOo 

En la Casa de la Moneda se fabrica a Dios. (Juan José Millás)



"Lo que más identidad proporciona en este mundo es la pasta" (Juan José Millás)

domingo, 7 de agosto de 2022

Realidades reales e imaginadas

    En una entrevista que el periodista Henrique Mariño le hacía al escritor Juan José Millás el 10 de julio de 2020, en plena pandemia, en el periódico Público, que llevaba por título “El capitalismo es un delirio que en cualquier momento se puede venir abajo”, el columnista y escritor reflexionaba sobre el coronavirus, el capitalismo y el futuro.

    En un momento de su trascurso el entrevistador le hacía la interesantísima pregunta siguiente: ¿La economía y las finanzas son una cuestión de fe? A la que Juan José Millás respondía, equiparando fe y confianza: -“Absolutamente. Son una cuestión de confianza. El Corte Inglés existe porque creemos en él. Si dejásemos de hacerlo, duraría una o dos semanas. Sin embargo, si dejas de creer en el virus, seguirá existiendo. Insisto: esa es la diferencia entre las realidades reales y las realidades imaginadas.”

    Según Millás El Corte Inglés sería una realidad imaginada, mientras que el (corona)virus sería una realidad real, valga la redundancia... Pero ahí está, en la redundancia, la trampa dialéctica: no hay realidades reales, todas las realidades son ideales, todas son imaginadas. Es cierto que El Corte Inglés existe porque creemos en él, pero el Cóvid también.


     Cóvid, como tal nombre propio, es un acrónimo de COronaVIrus Disease: enfermedad del virus coronado. Pero esta "nueva" enfermedad no tiene nada de nuevo: su patología es más vieja que el catarro de Matusalén. De hecho no presenta síntomas, que es lo más sospechoso de todo. La enfermedad cursa generalmente asintomática. Y si presenta algún síntoma clínico como fiebre, cansancio, neumonía, tos, pérdida de olfato o cualquier otro de los muchos que se le han atribuido no es exclusivo de esa supuesta nueva enfermedad o síndrome, cuya existencia sólo la revela una prueba que, por otra parte, no prueba nada en absoluto.

    La única novedad de la supuesta 'enfermedad del virus coronado' o Cóvid, es la ausencia de síntomas o la presencia de los síntomas de toda la vida de cualquier gripe, catarro o neumonía. La única novedad de esta nueva enfermedad es el nombre: Cóvid, el nuevo artículo de fe, la pesadilla mortífera de una realidad imaginada, tan real como El Corte Inglés, no menos mortífero.