Resulta muy sugerente al respecto de la crematofobia la lectura del artículo "Identidad y dinero" que Juan José Millás publicó en El Periódico el 23 de agosto de 2023, del que extraigo unos párrafos por su interés (el énfasis en negrita es mío):
Hay personas que
salen a la calle sin el carné de identidad convencidas de que la
identidad se lleva en la cara. Yo, además del DNI, suelo llevar el
de conducir, el pasaporte, la cartilla de la Seguridad Social, la
tarjeta de la biblioteca pública y el bonobux. Todo a mi nombre,
para demostrar que yo soy yo si
fuera necesario.
Significa que en el fondo no me creo que soy Juan José Millás,
aunque tampoco me creería ser José Pérez, en el caso de que me
hubiera llamado de este modo. Pero ya
que nos obligan a ser alguien, digo que soy Juan José Millás (...)
Y es que nadie lo lleva escrito en la cara. Tienes que demostrarlo
con un documento que es, por cierto, un documento falso. Todos los
que expide el Estado son falsos, y no porque los expida el Estado,
sino porque no hay documento intrínsecamente verdadero.
Nos hemos puesto de acuerdo en que lo falso es verdadero y ya está.
Se llama consenso. No hay nada más falso que un billete de 50 euros
y es falso porque no tiene otro respaldo que el de la fe. Creemos en
él como otros creen en Dios y punto. Pero si tú vas por la vida con
muchos billetes de 50 euros te sobran hasta el DNI, el pasaporte y el
libro de familia, te sobra todo porque lo que más identidad
proporciona en este mundo es la pasta (...).
La manera de atajar nuestra incipiente crematofobia, según los psicagogos, sería
buscar la ayuda de un experto, ya sea un médico de salud mental o un
gestor financiero. No obstante, llamar a un amigo, salir a caminar o
leer un libro prestado de la biblioteca pública son sin duda estrategias
más comunes y baratas que pueden ayudarnos a sentirnos un poco mejor cuando
estemos abrumados por la extrema pobreza de nuestra personalidad individual.
Según el proverbio inglés "money makes the man", o sea, el dinero hace al hombre (y no al revés, ya que el hombre no hace dinero por muy self-made man y emprendedor que sea y por mucho que se crea), es decir, el dinero le confiere al ser humano su identidad, le hace ser el hombre que es. No es menos acertado el proverbio griego, que también lo clava y que nos transmite el poeta Píndaro: dinero, dinero el hombre, es decir, el hombre es dinero (χρήματα,
χρήματ᾽ ἀνήρ).
La
crematofobia se manifiesta en mayor o menor escala cuando tenemos miedo
a salir de casa y perder el dinero, que es nuestra identidad, a que nos roben la cartera, a ir a
comprar algo que necesitamos o queremos y descubrir, a la hora de pagarlo, que no tenemos ni efectivo ni tarjeta, o que esta no tenga
saldo porque nos hemos quedado sin blanca. ¿Qué sería de nosotros? No
seríamos nada, no seríamos nadie, lo que no dejaría de ser por otra parte, si fuera posible, una bendición.
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