jueves, 5 de septiembre de 2024

Píldoras contraconceptivas (y II)

Teletrabajo: El hogar ya no es un refugio donde desconectar del trabajo. La maldición de Jehová se ha metido en casa, igual que el frío en invierno y el calor en verano, igual que la televisión, que, cuando yo era pequeño, hablo de hace cincuenta años, sólo se veía en el bar del barrio. El electrodoméstico por aquellos años sólo había entrado en los hogares de las familias más acomodadas, y no se había insinuado todavía en la vida privada del núcleo familiar, que era la salita o modesto cuarto de estar de todos los hogares, igual que hoy la Red Informática Universal y sus pantallas de teléfonos supuestamente inteligentes, ordenadores y tabletas. Al trabajo, que se ha vuelto como la televisión casero, se le llama, así pues, teletrabajo. Algunos están contentos teletrabajando porque administran sus propios horarios. No saben lo que hacen: han metido la bicha en casa. Una vez más, el mundo cambia no para seguir exactamente igual, sino un poco peor.

 

La nave del Estado: Frente a la vieja metáfora de la nave del Estado, que hunde sus raíces en la literatura y la filosofía clásica griegas (Platón habla de ella en La República, y nos remonta en la lírica a Alceo de Mitilene, y entre los romanos a Horacio), se halla la metáfora contrapuesta de la stultifera nauis o nave de los locos, idiotas o necios, das Narrenschiff en alemán, título de la obra escrita por Sebastian Brant en 1494. Un grupo de descerebrados se embarca en una nave hacia Narragonia,  la tierra prometida de los locos, y acabará naufragando con todos sus integrantes. El Bosco se inspiró en esta obra literaria para uno de sus lienzos.  Resuena el eco de san Jerónimo, autor de la sentencia  stultorum infinitus est numerus, esto es: infinito es el número de los necios». Pero Narragonia, el país de los tontos, no es otra cosa que el mundo actual y es el destino de la nave del Estado que va a la deriva por el proceloso océano, donde reina la idiocracia o memocracia, la generalizada estupidez que gobierna a la sociedad.


Nueva Ley Sálica: En aras de la igualdad sexual, soy partidario de que se promulgue una nueva Ley Sálica no sexista, es decir, que no contemple discriminación sexual, claro. Sí. Ya sabemos que la Ley de los  salios era por definición sexista, y prohibía que una mujer heredara el trono de Francia pero por eso hacemos una proposición de una nueva reglamentación en sentido contrario: más moderna y puesta al día que, acorde con estos nuevos tiempos que corren, como diría algún político, no sólo impida reinar a las mujeres, sino que impida, aplicando el mismo rasero igualitario, reinar también a los varones, para que no se sientan ellos discriminados en la exclusión monárquica, generalizándose la negación del trono a las posaderas de ambos sexos, no pudiendo exhibir ni unos ni otras en las ocasiones más solemnes su testa coronada, por lo que el trono de las Españas y, ya que estamos, el de las Inglaterras  y demás monarquías del universo mundo, quedarían perpetua- y constitucionalmente vacantes. Hacemos esta propuesta -¿imposible?-, conscientes de que así y solo así desaparecerá verdaderamente la discriminación sexual constitucional, la heráldica que nos excluye a nosotros, por ejemplo del trono, y la de la primogenitura, que reserva la corona al primero que haya nacido dentro de la regia dinastía independientemente de su sexo. Así y sólo así nadie será más que nadie. Nadie, ni Isabel ni Fernando, podrá montar más que nadie, porque nadie importará más que nadie por encima del pueblo realmente soberano.

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