domingo, 29 de septiembre de 2024

Un recuerdo escolar

    Escribe el historiador británico Edward Gibbon (1737-1794), autor de la célebre Historia de la decadencia y caída del imperio romano, en sus Memorias de mi vida la siguiente reflexión que trae a la memoria algún que otro recuerdo infantil escolar: "La escuela es una caverna de miedo y de tristeza: la movilidad de los jóvenes cautivos está encadenada a un libro y a un pupitre; un maestro inflexible exige su atención, que está a cada momento deseosa de escapar. Trabajan, como los soldados de Persia, bajo el látigo; y su educación está casi terminada antes de que puedan comprender el sentido o la utilidad de las duras lecciones que se ven obligados a repetir. Esa dependencia ciega y absoluta puede ser necesaria, pero nunca puede ser placentera. La libertad es el primer deseo de nuestro corazón; la libertad es la primera bendición de nuestra naturaleza; y, a menos que nos atemos con las cadenas voluntarias del interés o la pasión, avanzamos en libertad como avanzamos en años". 
 
 
    Enseguida me recuerda -y recordar es hacer que algo vuelva a pasar por el corazón, sede de los sentimientos y de la memoria- aquellos versos de don Antonio Machado:

Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales.
|
Es la clase. En un cartel
se representa a Caín
fugitivo, y muerto Abel,
junto a una mancha carmín.
|
Con timbre sonoro y hueco
truena el maestro, un anciano
mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano.
|
Y todo un coro infantil
va cantando la lección:
«mil veces ciento, cien mil;
mil veces mil, un millón».
|
Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de la lluvia en los cristales.

 

    Y me viene también a la memoria inevitablemente la canción que cantaban en 1978 Lole y Manuel titulada precisamente "Recuerdo escolar", con letra y música del propio Manuel Flores, que toca la guitarra, y la voz cristalina como un arroyo de Lole.

 

  Una voz gritando siempre,
siempre gritando: ¡silencio!

Mis manos llenas de tinta
emborronan un cuaderno.

Lejos, muy lejos, muy lejos
se oye la voz del maestro
que habla de montes y ríos.

Me escapo por la ventana
corro, corro por el cielo
y voy, jinete celeste,
sobre un nubarrón muy negro.

Persiguiendo nubes blancas
paso la tarde de invierno
Me despierta una campana;
Padre nuestro...

 Una voz gritando siempre
siempre gritando: ¡silencio!

oOo 

    Hay quienes proponen contra el adoctrinamiento escolar lo que llaman homeschooling, la escolarización domiciliaria o educación en el hogar, lo que, lejos de ser una solución, agrava el problema, ya que introducimos la jaula de la escuela en la jaula familiar. Si algo bueno podía tener el colegio, era que liberaba a los niños durante unas horas de la institución familiar, como recíprocamente el hogar libera de la escuela, salvo durante la ominosa pandemia, cuando se cerraron los colegios en las Españas y se confinó a los niños en sus casas a merced de la enseñanza on line. La escolarización hogareña, sin embargo, no libera a las tiernas criaturas de ninguna de las jaulas: ni de la familia durante unas horas ni de la escuela, que se mete en casa ahora a través del móvil, de la tableta y del Ordenador Personal.

    A propósito de la escuela, el lector interesado puede leer en Contra la escuela los textos Cerremos las escuelas y La Revolución universitaria de Giovanni Papini, traducidos por vez primera al español, con un apéndice sobre W. Hazlitt y su De la ignorancia de los doctos, y las aportaciones de José Bergamín, H. M. Erzensberger y Andrés Rábago, El Roto.

   

No hay comentarios:

Publicar un comentario