Un histórico líder sindicalista y socialista que fuera secretario general de la Unión General de Trabajadores durante más de veinte años (1994-2016) aboga por recuperar el servicio militar obligatorio en España, la vieja mili, como una manera de “repasar los rasgos que nos unen” a todos los españoles, ya que se "se está deshilachando la identidad nacional".
Llama mi atención enseguida el uso de dos metáforas costureras: el deshilachamiento de la identidad nacional, y la necesidad de repasarla, en el sentido de recoser o remendar la ropa que lo necesita, zurciéndola. En una entrevista concedida a la prensa a raíz de la publicación de su ensayo titulado “Por una nueva conciencia social” (Deusto, 2024), decía literalmente: "Defiendo la recuperación de la mili; una mili diferente de la de mi época, de unos meses y que evidentemente sea paritaria". Con lo de 'paritaria' supongo que se refiere a que no discrimine a las mujeres, es decir, que sea obligatoria para los varones, como lo era antaño, y para las féminas. Ahí tenemos a la princesa dando ejemplo y formándose militarmente en ardor guerrero para ser la futura jefa del Estado.
Habría que especificar también que, como contempla la constitución española, se reconozca el derecho a la objeción de conciencia, y por lo tanto aquellos españoles que se declaren objetores no podrán ser obligados a empuñar las armas, aunque podrán desempeñar un servicio social alternativo que sirva también para recoser nuestra deshilachada identidad, por seguir con la metáfora del sastre.
El líder sindicalista que ya ha pasado a la historia porque ya es histórico pone como ejemplo de país europeo y moderno donde los haya que ha recuperado el servicio a las armas a Suecia, que siempre nos ha dejado con la boca abierta a los españolitos por los ojos azules y blondos cabellos de los suecos y las suecas, que cuando venían a España a veranear en los años oprobiosos de la dictadura no dudaban en exhibir sus carnes al sol y sus osados biquinis.
El sindicalista ugetero se ha mostrado partidario de recuperar -no sé si dijo exactamente 'restaurar'- dicho servicio, aunque ha reconocido que “los primeros que están en contra son los militares profesionales, porque quieren dirigir el gasto hacia la inversión tecnológica”.
Detengámonos un poco en la metáfora que ha empleado el líder sindicalista: La identidad española debe ser algo muy frágil, ya que ha perdido las hilachas que se desprenden del tejido que hemos de suponer raído por el uso. La identidad nacional se nos rompió como el amor de tanto usarlo, que decía la canción, lo que pone de relieve que no era muy consistente su tejido. La identidad nacional viene a ser en la imaginería de la metáfora así algo como un trozo de tela, una prenda con la que recubrimos la desnudez de nuestros propios cueros. Imaginemos que se trata, por ejemplo, de una bandera, que según él "en España, a diferencia de Estados Unidos, no nos emociona", bandera que no deja de ser un trozo de tela que se emplea como enseña de una nación. Y a ese pendón, que representa nuestra identidad, se le jura fidelidad, en el acto solemne de la jura de fidelidad a la bandera. Con la bandera se ha recubierto muchas veces el ataúd de los que han caído en defensa de la tierra de su padre, la madre patria.
La defensa de la identidad nacional me recuerda un poco a la defensa de esa otra identidad, que es la personal, que hace por ejemplo que una fundación privada que lleva el nombre de un político catalán dedique sus fondos económicos a investigar que la enfermedad que diagnosticó el doctor Alzheimer deje de arrebatarnos la identidad a las personas, olvidando que esa pérdida no deja de ser una ganancia, ya que como escribió el sabio Aristóteles los viejos “viven más del recuerdo que de la esperanza, porque de la vida lo que les queda es poco y lo pasado mucho, y la esperanza es del futuro, mas la memoria del pasado. Lo cual es causa de su locuacidad, pues pasan su tiempo hablando del pasado, porque con los recuerdos se complacen”.
No hay nada de malo en que se deshilache la máscara de nuestra identidad personal o nacional. No hace falta que venga ningún alfayate a remendar nuestra identidad haciéndonos empuñar el chopo. No hace falta que vuelva la puta mili, porque el servicio militar obligatorio no se ha ido nunca, ya está implantado y es paritario desde hace tiempo en las Españas con una duración de diez años, desde los 6 hasta los dieciséis, bajo los nombres de EP, Educación Primaria, y ESO, Educación Secundaria Obligatoria.
Lo peor de la burocracia, ya sea política o sindical no es solo su inutilidad y esa atesorada ruindad con la que celebran su engreimiento mientras disfrutan del ejercicio de su estúpida función representativa, sino que después de su vileza todavía se creen, desde el fondo de su estupidez, con derecho a tener algo que decir a la imbecilidad social de la que se han podido servir.
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