Hay un parque temático en San Sebastián de los Reyes, en los Madriles, donde las tiernas criaturas de cuatro a catorce años pueden divertirse jugando al no poco aburrido juego de ser mayores antes de tiempo y adultos responsables.
Este
centro de ocios y negocios infantiles, llamado Micrópolix -al parecer es palabro
esdrújulo por lo que se oye en el vídeo promocional, aunque han
olvidado la obligatoria tilde diacrítica-, es el sitio ideal para educar
al niño, es decir para que deje de ser un infante y para que, muerto y
enterrado lo vivo que haya en él, se convierta antes de tiempo en un adulto hecho
y derecho: en un(a) self-made-(wo)man.
Aquí
pueden ser lo que vayan a ser cuando sean mayores anticipándose al
porvenir que nunca llega, como dice la copla: aprenden a trabajar consagrándose a actividades laborales de
su elección y a ganar y manejar dinero, adquiriendo cultura financiera,
económica, que es lo mismo que decir política, y emprendedora, así como
hipotecando el momento presente en las aras ensangrentadas del futuro,
con la esperanza de venideras metas y tierras de promisión inexistentes.
Ahí es nada.
Micrópolix es una ciudad (πόλις, polis, ciudad en griego) en miniatura (μικρός, micrós, pequeño en la misma lengua) con la originalidad de la equis final, cuyo sentido se me escapa, que acuña su propia moneda, que se llama eurix. ¿Por qué será? Aquí las tiernas criaturas juegan a ser los adultos que van a ser cuando sean mayores: trabajan, abren cuentas bancarias como sus mayores... Y sobre todo pueden, acudiendo a la autoescuela y haciendo las correspondientes prácticas de conducción y educación vial, obtener el preciado Permiso para poder conducir autos, como en los coches de choque de las ferias, y circular por el parque temático micropolitano... No podía faltar una Oficina de Empleo para que se vayan acostumbrando a
hacer cola los desempleados, donde se apuntan para realizar una veintena
de oficios: veterinario, banquero, dependiente, policía...
A
la par que se preocupan por administrar el dinero que van adquiriendo como mano de obra barata,
los niños aprenden a regirse por los horarios y a subordinarse a sus
dictados, de modo que si llegan tarde al laburo, por ejemplo, pierden
los eurix del jornal.
Puede
parecer poco ético que todo gire en torno al dinero, y algún
pedopsicagogo moderno podría poner el grito en el cielo y venir con la
cansina monserga y obsoleta prédica de que los niños también deben
aprender a cooperar buscando soluciones solidarias en equipo y aportando
cada cual sus talentos a la sociedad de consumo, pero no nos engañemos:
el mundo real es poco ético y en él todo gira en torno al vil metal. No
seamos hipócritas: Micrópolix prepara estupendamente a los pequeños
para enfrentarse a Macrópolix, que es lo que les espera fuera cuando
salgan del ignominioso parque temático de ocios infantiles donde pueden celebrar sus cumpleaños.
Efectivamente, las actividades que se realizan en este centro de ocio con miras al negocio -nada de humanidades, que no sirven para nada y eso es lo bueno que tienen- son muy educativas:
ayudan a preparar al niño para elegir una (de)formación profesional y
solventar los retos que encontrará en la vida adulta, para que sea un
emprendedor el lejano e inasequible día de mañana.
La imbecilidad, aquiescencia y servilismo entre los adultos ya es dificilmente superable y el resentimiento subsiguiente les anima a que sus crias se vuelvan cuanto antes adaptables e igual de imbéciles. Si el modelo se extiende a todos los grupos etarios (mal de muchos consuelo de bobos) más llevadero, funcional y sin ninguna interferencia lo podrán disfrutar cualesquiera de ellos en su empobrecido 'imaginario'. La valorización del Dinero es vital para el sistema y la educación en valores con sus roles en los más pequeños es un empeño inversor por asegurar la revalorización y ganancias futuras (del Capital con su cada día más estúpida, desorbitada y arrasadora Economía).
ResponderEliminarParalela a la 'adultización' (que es adulteración) de los niños que se da en Micrópolix es la infantilización de los adultos que padecemos en Macrópolix.
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