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jueves, 10 de octubre de 2024

Mujeres uniformadas en el aula magna

    Leo en la prensa local que cinco mujeres, profesionales de las Fuerzas Armadas nacionales, visitan varios IES, Institutos de Educación (y no enseñanza) Secundaria de Cantabria “contando sus vivencias y las vías para acceder a la carrera militar”. Uno de ellos ha sido el José María de Pereda, nombre que me ha traído a la memoria que allí estuve trabajando durante el curso 1983-1984, si no recuerdo mal, como profesor de lenguas clásicas en el bachillerato nocturno, cuando dirigía el centro el catedrático de griego don Eduardo Obregón Barreda. 
 
    Una fotografía a todo color de cinco mujeres uniformadas y sonrientes, y como fondo el salón de actos del instituto repleto de alumnos y alumnas, como dicen ahora innecesariamente para "visibilizar" a las mujeres. Representan, por lo que colijo de sus uniformes militares, los tres ejércitos. La Capitana de Corbeta de la marina abrió el acto programado por la Consejería de Educación, en concreto por la Unidad Técnica de Igualdad y Coeducación, actividad que lleva a estas cinco mujeres de gira por varios institutos a presentar al alumnado de ESO -Educación -y no enseñanza- Secundaria Obligatoria-, Bachillerato y  de Formación Profesional con un proyecto que pretende “romper estereotipos y visibilizar el trabajo de las mujeres”. 
 
 
    Me resulta curioso que comiencen por las militares, a las que seguirán científicas y especialistas de Formación Profesional, porque vienen a equiparar a unas y otras, y en concreto a presentar a la juventud la milicia, o sea sin ambages, la Guerra, como la salida profesional de un trabajo más. Cosa que me escandaliza tanto como si trajeran a varias estríperes con un nuevo ciclo profesional consistente en realizar bailes exóticos en lugares públicos donde se consume alcohol a la vez que se desnudan de modo provocativo al ritmo de una melodía sensual, dentro del módulo profesional de prostitución asistida. Porque, vamos a ver, la putería, el oficio más viejo del mundo, como dice a veces la gente, viene a demostrar, tomado por otro lado, que todos los trabajos tienen algo de aquella, a saber, su condición asalariada. Y, claro, algo dentro de uno se rebela contra la consideración de que el ejército sea un trabajo -al fin profesionalizado y profesional- como otro cualquiera, aunque bien claro está que los soldados, como revela la palabra a poco que se analice e investigue su etimología, están a sueldo, igual que todo quisque asalariado, lo que indica que hacen lo que hacen, vamos a llamarlo trabajo, no por el gusto y la gracia de hacerlo, gratis et amore, digamos, sino por la gratificación económica, que cada vez más necesita también de lo que llaman el salario emocional.
 
    Hay al parecer en torno a un 12% de mujeres en las Fuerzas Armadas españolas, aunque hay ramas como el Ejército del Aire y del Espacio (sic), donde su presencia es aún menor. 
 
    Resulta a este respecto muy motivador el ejemplo que da la princesa doña Leonor, la futura reina, si Dios quiere,  en plena fase formativa por las diferentes ramas de las Fuerzas Armadas españolas. 
 
 
    Lo que les venden estas cinco mujeres a los estudiantes es la aventura. Una de ellas recuerda la mejor experiencia de su vida a bordo del crucero Juan Sebastián Elcano, el barco más antiguo y emblemático de la armada nacional. Otra les cuenta su participación en varias misiones internacionales en Afganistán y Nepal, países remotos y lejanos que ha conocido gracias a su profesión. Otra les cuenta cómo se convirtió en piloto de helicóptero, y les dice que su profesión es algo más que eso, es una forma de vida, donde está presente la aventura y la acción humanitaria. 
 
    La presencia de mujeres con uniformes militares en las aulas rompe sin duda estereotipos. Viene a demostrar que el uniforme no es atributo exclusivo del sexo masculino, sino que puede serlo también del femenino, equiparándose ambos en el servicio de las armas. Pero quizá sería más interesante y pedagógico romper otro estereotipo: el del uniforme. Contra lo que se dice a veces de que el hábito no hace al monje, y de que no hay que fiarse, por lo tanto, de las apariencias, hay que plantear la cosa al revés: las apariencias son la realidad y el monje, en este caso el soldado, hace al hábito, el cual, para ser él uno más y realizarse como tal persona e individuo, tiene que ser y vestir igual que todos y mirarse en los ojos de los demás para verse reflejado como en un espejo.
 
    Podría hacerse, frente a eso, otra cosa para romper estereotipos de género: no equipararnos a varones y mujeres uniformándonos a todos por el mismo rasero y bajo el mismo patrón, sino cuestionar la existencia misma de los ejércitos y los uniformes; no limitarnos a incluir en ellos a las mujeres, sino excluirlas, como estaban hasta ahora salvo en el mito de las amazonas guerreras, y excluir también a los varones, rompiendo en definitiva todas las lanzas y las filas de todos los ejércitos. Pero, objetarán algunos, ¿quién nos defenderá? Porque los ejércitos estaban para defendernos, pero ¿de quién van a defendernos?, ¿de nosotros mismos acaso?, ¿de nuestros enemigos? Pero ¿quiénes son nuestros enemigos?

lunes, 23 de septiembre de 2024

De-Formación Profesional

   La visita de la Reina a Cantabria el pasado 18 de septiembre para inaugurar el curso escolar 2024-2025 de Formación Profesional en un IES de la comunidad, acompañada de la presidenta de la taifa cántabra y de la ministra de Educación, Formación Profesional y Deportes, Pilar Alegría, me trajo a la memoria el artículo que publicó su ilustre predecesora Isabel Celaá el 29 de agosto de 2019 en el BOE que es el Periódico Global, alias El País, titulado "Una FP contemporánea del futuro". 


    Lo primero que me llamó la atención y que hasta entonces me había pasado desapercibido, era el nombre del Ministerio que  ya no era de Educación y Ciencia, como antaño, o Educación y Descanso como recuerdo que se llamó alguna vez en la oprobiosa dictadura, sino Educación y Formación Profesional (y Deportes), como si la categoría de la efepé no estuviera incluida, como antes, en la de Educación y fuera algo completamente distinto y ajeno, como parece que es también la Cultura, desgajada en otro ministerio. ¿No debería depender la efepé en todo caso del Ministerio de Trabajo y de las propias empresas?

    Citaba Isabel Celaá al arquitecto futurista César Manrique que se consideró a sí mismo un “contemporáneo del futuro”, sea esto lo que sea y signifique lo que signifique, que yo no lo sé ni quiero saberlo, para, acto seguido, afirmar solemnemente: “Ese futuro es nuestro presente”. 

    Después de elogiar lo mucho que había avanzado la ciencia, que era una barbaridad, y la irrupción disruptiva de las nuevas tecnologías en nuestras vidas, anunciaba, visionaria ella como la sibila de Cumas, “transformaciones organizativas y pedagógicas en todas las etapas y enseñanzas, desde la educación infantil hasta la Formación Profesional (las mayúsculas honoríficas son suyas, así como la minúscula siguiente) o el bachillerato”. 

    Y tras su apuesta decidida por la efepé se despachaba con la siguiente afirmación: “Estimaciones de la OCDE nos indican que la robotización podría llegar a afectar al 52% del empleo en España.” ¿Cómo interpretar esto? Entiendo que el verbo “afectar” es aquí sinónimo de “hacer desaparecer”. Si los robots pueden realizar la mitad de los trabajos que hacemos las personas, bienvenidos sean, que trabajen ellos. Así lo entiendo yo. ¿Por qué no celebramos esta liberación del yugo del trabajo, esta conquista del ocio y el tiempo libre, y en suma de la libertad? Si se pierden un 52% de los empleos en España, ¿por qué no repartimos el 48% restante entre quienes quieran desempeñar algún trabajillo, acortando la jornada laboral de todos los trabajadores a un par, como mucho, de horas diarias por ejemplo? Esa sería una óptima reforma laboral que ni aquella ministra en funciones ni esta otra a la que acompañaba ahora la Reina y embajadora de la moda española cual maniquí florero por el ancho mundo iban a emprender. El problema no es el fin del trabajo, sino el trabajo mismo.
 
 
    Su Señoría, sin embargo, apostaba por fomentar la (de)formación profesional, y celebraba que ya atraía más ofertas de trabajo que la universidad, por eso se empeñaba en la “detección de necesidades del mercado laboral, el diseño de nuevas titulaciones de FP y la actualización de las existentes”, y anunciaba -¡toma ya!- quince “nuevas ofertas formativas asociadas a la economía digital”.
 
    Siguiendo con su talante visionario de astróloga trasnochada quería crear “en cinco años, de entre 250.000 y 300.000 nuevas plazas de una FP moderna y dinámica, capaz de adaptarse a los cambios productivos y tecnológicos”, que suena como aquella vieja cantilena de los ochocientos  (o) mil nuevos puestos de trabajo... bajo las farolas de las esquinas. La razón sigue siendo el maldito futuro: en 2025, y ya falta poco,  “la mitad de los empleos ofertados en España corresponderán a cualificaciones que requerirán un título de FP media o superior y, a día de hoy, solo tenemos un 25% de profesionales con estos niveles de cualificación”. 
  
    Acababa aquel artículo, que ahora desempolvo porque de aquellos polvos vinieron estos lodos, haciendo las siguientes afirmaciones gratuitas y harto discutibles: 
-“Hoy, la FP compite con éxito y dibuja un futuro de prestigio”. ¿Con quién compite, señora ministra, si no es con el no mencionado bachillerato y con la universidad, como si el objetivo de estos competidores fuera el mercado laboral y no la formación intelectual, artística, creativa, crítica y humana? Aunque no lo reconozca explícitamente, Su Señoría es una seguidora incondicional de Bryan Caplan y de impartir “habilidades laborales específicas” para el desempeño de una profesión. Su silencio sobre el bachillerato y la formación universitaria de índole humanística es muy elocuente y significativo de su desprecio, por la misma razón, porque no preparan para la inserción en el mercado del trabajo y sus demandas de futuro. Lo que quiere su gobierno -todos los gobiernos-, reconózcalo ya y deje de vendernos la burra de la efepé, es trabajadores especializados y sumisos, por eso fomentan la efepé en cualquiera de sus modalidades y en detrimento de las llamadas humanidades. 

-Las altísimas tasas de empleabilidad e inserción laboral atestiguan que es una formación de primera calidad”.
La empleabilidad e inserción laboral no son testimonio de que la formación que se imparte sea de primera calidad, porque puede ser pésima -no voy a decir que lo sea, voy a ser generoso, sino que puede serlo... en el futuro- y tener unas “altísimas tasas de empleabilidad e inserción laboral” porque es lo único que hay. A Su Señoría sólo le interesa la inserción en el mundo del trabajo o mejor y más propiamente dicho en el mercado laboral. 

-“Y es un derecho de ciudadanía al que ni empresas ni trabajadores pueden renunciar y que como país debemos colocar como la piedra de clave de un sistema educativo moderno”.
Aquí se ve claramente que Su Señoría considera la efepé, que ella escribe siempre FP con mayúsculas honoríficas como corresponde a los acrónimos,  como la “piedra de clave”, que, como se sabe, es el elemento constructivo que remata el arco o la bóveda en su centro, pieza clave sin la que se desmoronaría la estructura toda “de un sistema educativo moderno”. Resulta ahora que la efepé es la piedra angular de la educación y por lo tanto de su ministerio: es decir que el Estado nos educa para emplearnos, es decir, para utilizarnos e insertarnos en el mercado laboral única y exclusivamente, es decir, para convertirnos en modernos esclavos asalariados, dóciles contribuyentes y votantes. 

 -Por eso, estamos todos convocados a impulsarla, porque el futuro solo será gobernable si convertimos los grandes desafíos del presente en oportunidades de construir un futuro más justo”.
¿A quién apunta lo de “impulsarla”? Lógicamente, a la efepé. Lo mejor de la frase es la convocatoria a todos y la repetición de la palabra futuro que hace la señora ministra, no poco futuróloga ella: el futuro sólo será gobernable -¿qué querrá decir esto?- si convertimos los grandes desafíos del presente... en oportunidades de construir un futuro más justo. En resumidas cuentas: gobernaremos en el futuro si ajustamos el presente a las necesidades del futuro, es decir, si seguimos gobernando ahora mismo nosotros que somos “contemporáneos del futuro”, es decir, contemporizamos no con el día de hoy, que es el único que hay, sino con el incierto día de un mañana que está siempre por venir y no acaba nunca de llegar. Mañana es siempre pasado mañana.

sábado, 21 de septiembre de 2024

Micrópolix

    Hay un parque temático en San Sebastián de los Reyes, en los Madriles, donde las tiernas criaturas de cuatro a catorce años pueden divertirse jugando al no poco aburrido juego de ser mayores antes de tiempo y adultos responsables. 

    Este centro de ocios y negocios infantiles, llamado Micrópolix -al parecer es palabro esdrújulo por lo que se oye en el vídeo promocional, aunque han olvidado la obligatoria tilde diacrítica-, es el sitio ideal para educar al niño, es decir para que deje de ser un infante y para que, muerto y enterrado lo vivo que haya en él, se convierta antes de tiempo en un adulto hecho y derecho: en un(a) self-made-(wo)man.

    Aquí pueden ser lo que vayan a ser cuando sean mayores anticipándose al porvenir que nunca llega, como dice la copla: aprenden a trabajar consagrándose a actividades laborales de su elección y a ganar y manejar dinero, adquiriendo cultura financiera, económica, que es lo mismo que decir política, y emprendedora, así como hipotecando el momento presente en las aras ensangrentadas del futuro, con la esperanza de venideras metas y tierras de promisión inexistentes. Ahí es nada.
 
    
 Micrópolix es una ciudad (πόλις, polis, ciudad en griego) en miniatura (μικρός, micrós, pequeño en la misma lengua) con la originalidad de la equis final, cuyo sentido se me escapa, que acuña su propia moneda, que se llama eurix. ¿Por qué será? Aquí las tiernas criaturas juegan a ser los adultos que van a ser cuando sean mayores: trabajan, abren cuentas bancarias como sus mayores... Y sobre todo pueden, acudiendo a la autoescuela y haciendo las correspondientes prácticas de conducción y educación vial, obtener el preciado Permiso para poder conducir autos, como en los coches de choque de las ferias, y circular por el parque temático micropolitano... No podía faltar una Oficina de Empleo para que se vayan acostumbrando a hacer cola los desempleados, donde se apuntan para realizar una veintena de oficios: veterinario, banquero, dependiente, policía... 


    A la par que se preocupan por administrar el dinero que van adquiriendo como mano de obra barata, los niños aprenden a regirse por los horarios y a subordinarse a sus dictados, de modo que si llegan tarde al laburo, por ejemplo, pierden los eurix del jornal. 

    Puede parecer poco ético que todo gire en torno al dinero, y algún pedopsicagogo moderno podría poner el grito en el cielo y venir con la cansina monserga y obsoleta prédica de que los niños también deben aprender a cooperar buscando soluciones solidarias en equipo y aportando cada cual sus talentos a la sociedad de consumo, pero no nos engañemos: el mundo real es poco ético y en él todo gira en torno al vil metal. No seamos hipócritas: Micrópolix prepara estupendamente a los pequeños para enfrentarse a Macrópolix,  que es lo que les espera fuera cuando salgan del ignominioso parque temático de ocios infantiles donde pueden celebrar sus cumpleaños. 

    Efectivamente, las actividades que se realizan en este centro de ocio con miras al negocio -nada de humanidades, que no sirven para nada y eso es lo bueno que tienen- son muy educativas: ayudan a preparar al niño para elegir una (de)formación profesional y solventar los retos que encontrará en la vida adulta, para que sea un emprendedor el lejano e inasequible día de mañana.


martes, 10 de septiembre de 2024

La lección de un profesor

    Un profesor de Alicante arrancó tres cámaras de videovigilancia, que habían sido colocadas por orden de la dirección del instituto donde impartía clase,  en un arrebato de santa indignación,  sana cólera e ira racional. El profesor, filmado por las propias cámaras que desmontó, fue detenido y pasó una noche en comisaría.


    ¿Cómo es posible que haya cámaras de videovigilancia en los sedicentes centros "educativos"? ¿No tenemos una Ley Orgánica 1/1982 de  grandilocuente Derecho al Honor, la Intimidad y la Propia Imagen que protege especialmente a los menores, benditos sean esos angelitos,  de semejantes atropellos y tropelías orgüelianas propias del estado policial del Gran Hermano, y no hablo del concurso de la telebasura?

    Muy sencillo: Los centros "educativos", aunque se llamen Institutos de Educación Secundaria con rimbombante apelación, no son tales centros educativos, porque no pretenden educar, ni siquiera, más modestamente, enseñar e instruir, como cuando se hablaba  humildemente de centros de Enseñanza -que no Educación- General Básica o de Institutos de Enseñanza Media, sino controlar a la población infantil y juvenil forzosamente escolarizada o recluida, mejor dicho, en ellos.
 

    La dirección justifica la instalación de las cámaras diciendo que se pretendía evitar los robos, y que esta medida había sido decidida y aprobada por los órganos de gobierno colegiados y unipersonales del centro elegidos democráticamente. Se pone como justificación de algo injusto su carácter democrático, decidido por el órgano representativo de una mayoría, como si la mayoría fuese totalidad y como si fuese más legítimo porque lo pide la mayoría. Sin embargo, una elección democrática por muy mayoritaria que sea no tiene por qué ser justa. Es más: Esta no lo es, porque no se ajusta a derecho ni al más común de los sentidos. 
 
    Además, si hay robos es porque hay desigualdad económica, si hay desigualdad económica es porque hay dinero y no hay justicia en la sociedad. La sociedad, por lo tanto, debería procurar que hubiera justicia -y no dinero ni propiedad privada- para que no hubiera robos. Pero ¿cómo va a haber justicia si cuando hay crisis económica, por ejemplo, se destina dinero público de las arcas del Estado a los bancos privados, o sea, a los  ricos usureros que menos lo necesitan?


    En todo caso, el daño que se hace a la libertad es mayor que el que se hace a la propiedad. ¿Quién controla a los controladores? Ya formuló la pregunta Juvenal: quis custodiet ipsos custodes? Y la pregunta sigue flotando en el aire, sin respuesta ninguna que valga.

    La educación debería basarse en la libertad y en la responsabilidad y no en el control ajeno, pero algunos prefieren pagar sofisticados sistemas de videovigilancia y seguridad porque, por muy caros que sean, son más baratos que la ímproba tarea de educar, que además no se sabe muy bien en qué consiste. Preguntémonos socráticamente: ¿Qué es la educación? A ver qué pasa. Al fin y a la postre esos aparatos sólo cuestan dinero, dinero de todos los contribuyentes.
 
     ¡Contribuyentes! ¡Qué palabra más ominosa ésta, pero qué reveladora de que todos estamos contribuyendo democráticamente a que se instalen estas cámaras, y fomentando la vigilancia y el control ajenos en lugar de la libertad y la responsabilidad -y la justicia- para que no sucedan los hechos que se pretenden vigilar y castigar! ¡Cuánto mejor hubiera sido que el dinero –público, no se olvide- que se ha invertido en cámaras que fomentan el voyeurismo y el exhibicionismo se hubiera destinado a la compra de libros, esos objetos tan raros y antiguos que se guardan en las bibliotecas y que ya no lee casi nadie!

    Lejos de considerar la actitud de este profesor una locura extemporánea o un delito, deberíamos todos decidirnos si no a hacer lo mismo so pena de pasar una noche en comisaría, a denunciar y exigir al menos que se retiren las cámaras de vigilancia de nuestros lugares de ocio y de trabajo. Deberíamos aplaudir a ese profesor, que le ha dado una lección a toda la sociedad.

viernes, 28 de junio de 2024

¿Calidad docente?

  Ahora que se acaba el curso académico con la llegada de las oleadas de calor extremo, o sea, el verano al hemisferio norte -aestate pueri si ualent satis discunt 'en verano los niños estando bien bastante aprenden'-, que escribió nuestro Marcial-, saco a relucir un viejo editorial de El Periódico Global, alias El País, que conservo del sábado 14 de septiembre de 2019 y que no tiene desperdicio pedodemagógicamente hablando por su tremenda actualidad pese a lo llovido desde entonces. Llevaba por título “calidad docente”, y como subtítulo “Más tiempo en el aula no es garantía de mejor educación”, a lo que se añadía más adelante la coletilla especificativa “ni en el caso de los profesores ni en el de los alumnos”. 

    El editorial mencionaba el siguiente dato: Los escolares españoles de secundaria (…) tienen 1.054 horas lectivas al año, 246 más que los finlandeses y, en cambio, estos figuran desde hace años en los primeros puestos en los resultados de las pruebas de PISA, mientras que los españoles, pese a las mejoras de los últimos años, siguen en los puestos medios de la tabla. El hecho, sin entrar a juzgar la idoneidad de dichas pruebas, es incontrovertible: los escolares españoles tienen 246 horas lectivas al año más que los finlandeses, lo que a razón de 30 horas semanales supone ocho semanas y media o, lo que viene a ser lo mismo, dos meses al año más de clase, y no por ello obtienen mejores resultados que los nórdicos, sino, diría yo, peores precisamente por lo mismo. 



    En el citado párrafo hay un mensaje subliminal capcioso muy importante que no quiero que pase desapercibido. Se dice que los finlandeses figuran en los primeros puestos mientras que los españoles siguen en los puestos medios, pese a las mejoras de los últimos años. ¿A qué mejoras se refiere el periódico si los resultados siguen igual? ¿Qué mejoras son esas que no se ven por ninguna parte no sólo a juzgar por los rendimientos sino porque ni siquiera se mencionan para que podamos conocerlas? Se supone que los resultados de los españoles eran peores años atrás, pero se afirma que "siguen en los puestos medios", es decir, siguen siendo mediocres, pero se oculta que ni siquiera eran ni son los mismos ni muy parecidos en unas comunidades autónomas que en otras, observándose grandes diferencias y desigualdades entre ellas, como sigue habiendo todavía. El editorialista se ha sacado de la chistera, como vulgar taumaturgo ilusionista, el conejo inexistente de “las mejoras de los últimos años” para consuelo de los malos resultados. 

    Si es verdad que “más tiempo en el aula no es garantía de mejor educación”, como parece, quizá deberíamos cortar por lo sano y decir sin más: el tiempo de reclusión en las aulas o barracones no supone ninguna calidad docente per se, sino sólo más cantidad de tiempo invertido en el encierro forzoso -no se olvide la O de obligatorio, en el acrónimo de la ESO española-. Y deberíamos concluir: la educación no se imparte en las aulas o barracones, sino en casa, en la calle y en cualesquiera otros espacios ajenos a la enseñanza reglada. 
 

    Lo que sucede es que las aulas, que no dejan de ser jaulas -sólo hace falta ver los modernos recintos de los centros educativos españoles de primaria y secundaria, vallados como campos de concentración, conventos o cuarteles y vigilados por maestros y profesores que montan guardia de patios de recreo, y es que, como en la vieja mili española, los profesores y maestros hacen guardias, para quien no lo sepa- sirven para que los niños no estén tanto en casa y en la calle, sino para que pasen más tiempo entretenidos y aburridos en las jaulas y aprendan en consecuencia menos, cosa que no se debe, como insinúa el mentado editorial, al “envejecimiento acelerado” de la plantilla de docentes del sistema educativo español “que hace que en estos momentos dos de cada tres profesores tengan más de 40 años”, ya que, como se afirma más adelante, “la edad no es ningún impedimento para una excelente labor docente”, sino en muchos casos, digo yo, todo lo contrario, ya que, como dice el refrán popular, “más sabe el diablo por viejo que por diablo”. 

    Y si bien es verdad que “la entrada de profesores jóvenes bien preparados es un elemento especialmente importante” para conectar mejor e interactuar con las nuevas generaciones, como dice el editorial, es bastante discutible que los profesores españoles menores de 30 años, víctimas todos ellos a su pesar de la LOGSE y sucesivas actualizaciones y apepés prácticas como la LOCE, LOE, LOMCE, y LOMLOE estén en su mayoría y salvo honrosísimas y muy contadas  excepciones bien preparados.  

    La LOGSE, en efecto, estableció la escolaridad obligatoria hasta los 16 años, reduciendo el bachillerato de cuatro a dos años y permitiendo constitucionalmente a los reinos de democráticas taifas que eran las diversas comunidades autónomas construir sus propios currículos educativos, algunos en su lengua vernácula, lo que genera grandes y graves desigualdades, hasta el punto no ya de que no tengan el mismo nivel dentro de una misma asignatura unas y otras comunidades, sino de que ni siquiera se impartan las mismas materias. 
 


    Por poner un solo ejemplo que me resulta conocido de lo que estoy diciendo, en Castilla-León todos los alumnos (y alumnas, como añadiría innecesariamente por postureo feminista políticamente correcto la responsable de igualdad del centro, innecesariamente, digo, porque el género masculino, gramaticalmente hablando, es el no marcado, general o genérico de la oposición binaria) de 2º de Educación Secundaria Obligatoria cursan tres horas semanales de Cultura Clásica, que allí es una materia troncal, mientras que en Cantabria, y en el instituto donde yo trabajaba, sin ir más lejos, no la cursa a lo largo de toda la ESO nadie, y no estoy hablando de un centro pequeño. ¿Por qué? Porque aquí es una materia de las que llaman optativas de oferta obligatoria, sí, pero que nadie elige, porque prefieren otras de nombres y contenidos más atractivos, o que eligen muy pocos, como una alumna de Bachillerato de Humanidades que me contó, contrariada, que le dijeron que como sólo la había elegido ella en 3º de ESO, no podía cursarla dado que con un alumno no se formaba grupo: un grano no hace granero. 
 
We dont need no education, Gerald Scarfe


    El caso es que aquella alumna llegó al Bachillerato de Letras (o de Humanidades, como se llama ahora) sin haber cursado una materia fundamental para su formación cultural y para esos estudios como Cultura Clásica, cosa que no les importaba mucho a nuestros gestores, es más, que no les importaba en absoluto lo más mínimo, porque lo que pretendía el Ministerio de Educación y Formación Profesional y Deportes, como se llama ahora, según declaró la ministra que entonces lo regentaba, ignoro si sigue siendo la misma, es fomentar la efepé y, como decíamos el otro día, la educación física, para que nuestros futuros currantes estén sanos y saludables a fin de poder votar las veces que haga falta hasta que se les ocurra formar gobierno, y contribuir religiosamente al fisco con el diezmo de lo poco que ganen en el mercado de trabajo.  

miércoles, 27 de marzo de 2024

Del derecho a la educación universal y el fracaso escolar

 


Fracaso escolar: ¿Fracasa el niño que va a la escuela o fracasa la escuela a la que va a la fuerza por obligación y muchas veces con lágrimas en los ojos y no por devoción, no se olvide nunca esto, el niño? El fracaso escolar no es el fracaso de los niños, sino de la institución, que les priva de libertad en una etapa fundamental de su vida so pretexto de educarlos y de formarlos "integralmente". Resulta sarcástico que a esto lo llamen algunos pedagogos "éxito educativo".




Educación universal de 0 a 3 años: Parece que todos los partidos políticos del arco parlamentario (e ignoro si del extraparlamentario, si hay alguno) están de acuerdo en la extensión de lo que llaman “educación universal” por abajo desde el momento en que el recién nacido recién salido del claustro materno abre los ojos a la luz del mundo y rompe a llorar. La franja de edad de 0 a 3 años ya se considera una etapa más que forma parte del ciclo educativo para la que se pretende tejer “una red de recursos integrada pública y gratuita” (perdón por la jerga político-económica que empleo y que no es mía, sino propia de los que mandan, que son los más mandados como se sabe). Hasta ahora este tramo no se consideraba ni siquiera un tramo donde tuviera que intervenir el Estado como auxiliar de la familia, y, desde luego, no era gratuito sino de pago para las familias que se desprendían unas horas al día de sus criaturas, a diferencia de la enseñanza de 3 a 6 años y el Bachillerato, que son fases no obligatorias pero gratuitas del sistema de enseñanza, un sistema cuya obligatoriedad “solamente” va de los 6 hasta los 16 años, por lo que las familias no tienen que abonar directamente nada si sus hijos las cursan en un centro público o privado concertado, aunque, que nadie se llame a engaño con esto, que muchas veces no se reconoce y se oculta, sí lo hacen indirectamente  a través de sus impuestos. 


Los apologetas del invento no ven más que virtudes en él que yo no acierto a ver por más que lo intento: creen que será positivo para la conciliación familiar, la igualdad y la corresponsabilidad de varones y mujeres en el hogar. Aseguran que terminará con la precariedad laboral femenina y mejorará hasta eso que les preocupa tanto de las pensiones... La justificación pedagógica no reconoce que se van a crear abiertamente guarderías con dinero público para cambiar a los niños los pañales y adoctrinarlos desde bien pequeñitos, sino para “construir en estas edades tan tempranas un armazón muy potente (sic, por la terminología pedodemagógica) para la elaboración del lenguaje a través del aprendizaje lector, escritor o de conceptos sencillos construidos a partir de la manipulación, experimentación u observación”. ¡Como si hiciera falta que nos enseñaran a hablar para que sepamos decir que no, que es lo primero que decimos sin que ningún experto en educación infantil  nos lo enseñe!

lunes, 27 de noviembre de 2023

Educar en la desobediencia

    La educación es un proceso que se padece desde la cuna hasta la sepultura y que persigue la formación de un individuo personal capaz de vivir en armonía con el entorno natural y social, lo que conlleva su adaptación al medio y consiguiente aceptación, pero, como advertía Jiddu Krishnamurti a este respecto lúcidamente: No es saludable estar adaptado a una sociedad profundamente enferma.

    La enseñanza en nuestro país comenzó siendo obligatoria hasta los diez años, luego hasta los catorce, ahora lo es hasta los dieciséis. Algunos illuminati quieren imponerla hasta la mayoría de edad de los dieciocho; obligatoria, por imperativo legal, desde los seis años, pero en la práctica ya hay parvulario –lo llaman "educación infantil" o "preescolar"- desde los tres años; y quieren lograr la escolarización por abajo desde los “cero” años, con lo cual se convierten la escuela y su hermano mayor, el instituto, si no lo son ya, que ya lo son, en Kindergärten o guarderías tuteladas de menores donde los padres, trabajadores ambos en el mejor de los casos con un salario mileurista y precario de miseria, es decir, esclavos mercenarios, acuartelan, estabulan o depositan a sus hijos bajo custodia del Estado o de instituciones penitenciarias afines privadas o concertadas y sostenidas con fondos públicos,  porque no pueden ocuparse de ellos,  para que les proporcione la educación que la familia no puede darles.

    ¿Y qué hemos sacado en limpio? Aumento cuantitativo de los estudiantes, descenso cualitativo de las enseñanzas, grandes rebajas de los programas y las exigencias mínimas, con lo que la incultura y la práctica analfabetización tanto en ciencias como en letras de las nuevas generaciones españolas es, salvo rarísimas excepciones y pese al propio sistema que las genera, mayúscula. Querían conseguir, y lo están consiguiendo, unos ciudadanos acríticos, sumisos, visceralmente incultos, fieles contribuyentes a Hacienda, que dicen que somos todos, unos demócratas que pueden votar a los unos o a los otros, a diestro y siniestro, da igual, o sea, unos idiotas de tomo y lomo en el sentido etimológico de la palabra, que creen que saben lo que quieren y lo que hacen cuando lo único que hacen es lo que está mandado.


    Hagamos un poco de historia: El modelo de escolarización pública, gratuita y obligatoria surge en Europa, concretamente en Prusia -el antecedente remoto del sistema prusiano es el espartano en la Grecia clásica-, a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, y hoy se ha impuesto prácticamente a todo (y en todo) el mundo. Se encierra a tiempo parcial a los menores de edad en aulas que imitan a cuarteles, fábricas y cárceles. La libertad condicional de fines de semana y períodos vacacionales sirve para hacer más llevadera la reclusión consiguiente, igual que las excursiones extraescolares. Se separa a los niños por generaciones en grados escolares o cursos, que son carreras competitivas; y, si en un principio había división por sexos, ha acabado por imponerse la coeducación o educación mixta, salvo en algunos colegios del Opus Dei. Se han inventado una categoría, que es la “minoría de edad” legal, para justificar la necesidad del enclaustramiento escolar en las guarderías y en las aulas. Esta escolarización obligatoria no es cuestionada por casi nadie, y algunos consideran incluso, en el colmo del sarcasmo, que es un progreso y logro social de la humanidad. Habría que matizar en todo caso: es un avance en la historia, sí, pero de la historia de la dominación del hombre por el hombre, no de la libertad.

    La educación,  que no enseñanza, que pretende impartirse hoy a la ciudadanía tiene la escrupulosa y en principio muy loable pretensión de atender a la diversidad del alumnado, pero se atiende a su diversidad para uniformarla bajo un modelo común y nivelarla con el mismo rasero igualitario que si se tratase de un nuevo servicio militar obligatorio impuesto a ambos sexos.

    Los objetivos -y repárese se en el origen militar del término- son servir al sistema social, económico y político en el que pretende integrarse a niños y niñas; contribuir a su reproducción; acrecentar sus valores como el fomento del espíritu emprendedor, frente a las humanidades -hay fundaciones privadas que se dedican a impartir talleres de emprendeduría (sic, por el terminacho) en colegios e institutos-; formar al alumnado en la ideología del individualismo, el consumismo, el pensamiento positivo y acrítico, el militarismo, la sumisión a la autoridad, al poder, a la jerarquía, la aceptación de la estratificación social y, en suma y definitiva, de la realidad en general.

 

    La transmisión tradicional de conocimientos se ha sustituido por un adoctrinamiento político-económico (y por lo tanto religioso en el más amplio y laico sentido de la palabra; la economía es el nuevo culto, y la ciencia la nueva religión en la que el hombre moderno cree ciegamente a pie juntillas) tendente a hacer de los niños futuros ciudadanos democráticos y sumisos, votantes y contribuyentes políticamente corregidos, modernos esclavos, lo que justifica que ya no se hable de enseñanza, que es algo neutro, sino de educación, expresión que está cargada de ideología y adoctrinamiento. Se los educa para el mercado y la política. Y además se hace con recochineo y majaderías del tipo de dedicar, dentro del curso académico una semana, por ejemplo, consagrada a los buenos modales de la buena educación,  un día del curso escolar a practicar la sonrisa, otro la cortesía y otro los saludos... 

    El modelo actual de escuela “sostenida con fondos públicos”, que incluye bajo esta denominación a la pública y la concertada, sin hacer ningún distingo entre ambas, es el “emprendedor”, eufemismo de empresarial, y economicista, un modelo de resultados y no de análisis de los procesos, que no fomenta el pensamiento libre y crítico, sino la subordinación a las necesidades del mercado y los criterios de la más estricta rentabilidad y rendimiento.

    El curriculum vitae es un camino de obstáculos competitivos y selectivos que hay que superar para, una vez que el educando pase por el aro como fierecilla domada, convertirlo en una persona integrada y controlada por el sistema. En la escuela se aprende a amoldarse a los patrones establecidos, a adoptar un pensamiento convergente en lugar de divergente, a decir lo que ya está dicho y a saber lo sabido y consabido, para lo que se inventaron los exámenes y las continuas evaluaciones, destruyendo la creatividad. 

 

    Abundan en la jerga pedagógica expresiones como "éxito -otros prefieren logro, que es la palabra patrimonial del cultismo lucro; algo tendrá que ver el ánimo de lo uno y el afán de lo otro- o fracaso educativo", pero tanto el éxito como el fracaso son categorías económicas que tienen más que ver con el déficit y el superávit de una empresa capitalista que con el proceso pedagógico de enseñanza y aprendizaje.

    Abundan también los “planes de mejora”, inspirados por la idea cristiana pecaminosa de que se hace siempre algo mal y que hay que mejorarlo en el futuro. Es como el propósito católico de enmienda después de haber confesado el pecado y de haber realizado el acto de contrición y la consiguiente penitencia, una herencia de una educación de colegio de curas o monjas y de pago.

    Hay también mucho papanatismo que contrapone las “nuevas formas de enseñar” y el uso de las “nuevas tecnologías” a la enseñanza tradicional. Las novedades son veneradas por el mero hecho de serlo, sin pararnos a pensar que hay cosas que se siguen haciendo igual de bien ahora que hace cinco mil años, y no está mal que así sea porque no están mal hechas, por lo que no necesitan ninguna mejora, pero, cargando como cargan algunos con el complejo judeo-cristiano de culpabilidad, se empeñan en el plan de mejoría permanente.


    En fin, parece que poco se puede hacer. Pero frente a la educación y adoctrinamiento que se imparte en las aulas en la obediencia debida que van a recibir niños y niñas, cabe siempre la posibilidad de educar en la desobediencia: enseñarles por ejemplo algo tan sencillo y tan seno como es decir que NO a cualquier obligación que se les imponga, venga de donde venga, ahora que la censura  ha cambiado y que, como cantaba Isabel Escudero, ha sustituido "el no de lo prohibido por el sí de lo mandado".

martes, 29 de agosto de 2023

Pareceres (XXVII)

131.- Modos de integración. Los modos de integración de los movimientos contestatarios o rebeldes en los engranajes del sistema por la vía de la participación (participar es, etimológicamente, tomar uno su parte) son más efectivos y eficaces, al fin y a la postre, que la marginación y la represión de antaño, a la que sólo recurren los regímenes democráticos actuales en última instancia, porque está asociada a regímenes autoritarios muy mal vistos, y por lo contraproducente que resulta prohibir y reprimir algo sin levantar la liebre del deseo.

 

 132.- Pensamiento crítico. La educación que se imparte en los centros de enseñanza no tiene mucho que ver con el desarrollo de la inteligencia natural, sino todo lo contrario. Se fomenta allí el llamado “espíritu  o pensamiento crítico” que consiste en aceptar unos postulados biempensantes que no pueden ser cuestionados ni precisamente criticados. Buena paradoja. Se encuentran, sin embargo, algunas personas, cada vez menos, dada la imposición de la educación primaria y secundaria obligatorias sobre toda la población, que no han recibido instrucción alguna o muy poca y que gozan de una inteligencia natural envidiable, que, sin tener nociones específicas de una rama del conocimiento, llegan a conclusiones sorprendentemente acertadas acerca de las cosas. Y al revés, encontramos muchas personas instruidas que son palmariamente ignorantes y que, si no carecen de inteligencia, se dejan engañar fácilmente sin ningún problema. Son precisamente las personas más educadas, las que han recibido más instrucción las que más fácilmente pueden ser manipuladas. El hombre del pueblo, escéptico por naturaleza y radicalmente incrédulo, si es que queda alguno, no lee nunca un periódico ni se interesa por la política o la economía, porque sabe a su manera y da por sentado que todo lo que traen los papeles es mentira. Ese hombre del pueblo, o el pueblo, sin más, es el principal problema del sistema, que siente la necesidad de educarlo, de reacondicionarlo, pero la mayoría de la gente no necesita reacondicionamiento. Creerán fácilmente cualquier cosa que les digan, y harán cualquier cosa que les manden. 

  

133.- La verdad y la Verdad. Una copla de Antonio Machado dice así: ¿Tu verdad? No: la Verdad, / y ven conmigo a buscarla. / La tuya, guárdatela. Me llama la atención el uso que hace de la mayúscula, que le sirve para contraponer la verdad y la Verdad, es decir, la opinión o creencia que tenemos cada uno y que hace que creamos que poseemos la verdad, y la Verdad con mayúscula que es la verdad de la buena, la verdad verdadera, la que no puede ser ni mía ni tuya, porque no puede conjugarse con los pronombres posesivos. Por eso hay que ir a buscarla, porque no la tenemos en privada posesión nadie, porque no puede ser patrimonio de ninguno en particular. Sin embargo el deseo de ir a buscarla juntos se debe a que es lo único común que tenemos: su necesidad, que es notable por su ausencia, porque en lugar de dejarla que se exprese por nuestra boca nos llenamos de ideas, opiniones, creencias que no son razonables, que no se sostienen, que se derrumban a poco que se las confronte. Puede relacionarse la soledad de Machado con aquel fragmento de Heraclito que dice que siendo la razón común -la Verdad, con mayúsculas del poeta- la mayoría de los hombres tiene un pensamiento privado propio -una verdad, con minúsculas, una verdad de mentirijillas que se revela enseguida como propiedad privada. Y también puede relacionarse con aquel otro terceto de Machado: En mi soledad / he visto cosas muy claras / que no son verdad, que no deja de ser una invitación a dejar de ver las cosas bajo nuestro prisma particular e individual y a comenzar a verlas en comunidad.

 

134- Guoquismo: En los Estados Unidos, toda la vida intelectual está amenazada de muerte a causa de puntos de vista 'no convencionales'. Y quien dice en los Estados Unidos dice también en la vieja Europa, aquí entre nosotros. Editores, periodistas, investigadores, profesores son despedidos por sus declaraciones o por sus preferencias racistas, sexistas, machistas... Los autores y sus artículos académicos dejan de publicarse si se apartan de la doxa u opinión reinante políticamente correcta o, mejor dicho, corregida. Un ejemplo de este guoquismo (del inglés woke, 'despierto') made in USA pero enseguida importado es la eliminación del derecho a la libertad de expresión en los campus universitarios. Bajo este nuevo tipo de censura, la cultura ya no será esta apertura emocionante, impresionante y, diríase, inquietante a mundos desconocidos, sino un encierro del ego en muros impenetrables y protectores.

 

 135.- De cómo leer del revés la prensa del derechas que enrevesa la realidad. Como muestra, un ejemplo de hace veinte años -veinte años no es nada, como cantaba el tango de Gardel- sacado del periódico francés “Libération” del 15 de septiembre de 2003, para que no se diga que uno oculta las fuentes de las que bebe: “Au Libéria, pendant la paix, la guerre continue”, cuya traducción es: “En Liberia, durante la paz, continúa la guerra.” Liberia, nombre propio de un estado del África occidental, puede sustituirse por cualquier otro nombre propio de cualquier otro estado, a gusto del lector, por ejemplo, sin ir muy lejos, el de nuestro país: “En España, durante la paz, continúa la guerra”. Obtenemos así no una noticia superficial sacada de la realidad propiamente dicha de los periódicos, es decir, una mentira, que es lo que nos brindan los medios de formación de masas ordinariamente para distraernos, sino una revelación, vislumbre o constatación mucho más profunda de verdad de que la paz es una forma “pacífica” y sutil de guerra soterrada, camuflada y, por lo tanto, más difícil de denunciar que la guerra propiamente dicha porque es una guerra que ni siquiera se declara para poder así pasar desapercibida. 

La apoteosis de la guerra, Vasily Vereshchagin (1871)

sábado, 13 de mayo de 2023

Última lección del curso: y 12. - Contra la Economía.

    Si la filosofía era antaño la ancilla theologiae, es decir, la sierva sumisa de la teología a la que debía subordinarse en la escolástica medieval, dando a entender así que la razón debía estar siempre supeditada a la fe religiosa, que era la condición indispensable del saber humano, hoy en día la política es la ancilla oeconomiae, o dicho, de otro modo, el poder político, democráticamente elegido, está al servicio de los mercados y las finanzas, del mismo modo que la economía está al servicio del poder político en recíproca correspondencia.

    La economía, aunque utiliza el lenguaje matemático de los números, no es una ciencia, sino una pseudo-ciencia y una religión, opio del pueblo, por lo tanto, que usa una jerga presuntamente especializada con la que pretende hacernos creer en sus dogmas de fe a pie juntillas. 

    Nos hace comulgar con ruedas de molino tales como las siguientes perlas, en palabras que recojo de José A. Tapia, profesor adjunto de Ciencias Políticas de la Universidad Drexel, de Filadelfia, en su introducción a la obra de Paul Mattick “Crisis económica y teorías de la crisis. Un ensayo sobre Marx y la ciencia económica”, publicada por Maia, Madrid, en 2014: que los mercados armonizan las necesidades de productores y consumidores en la sociedad; que los salarios que se ganan corresponden a lo que contribuye cada uno a la producción social de cosas útiles; que el fin de nuestro sistema económico de mercado y lo que lo hace funcionar es la producción de los bienes y servicios que demanda la sociedad; y que todas esas cosas hacen que la economía sea como un organismo en el que todas las partes sirven al todo armónicamente, de tal forma que los individuos que la forman hallan la mejor satisfacción posible de sus necesidades y deseos, dada la innegable escasez de muchas cosas y la imposibilidad de satisfacer las fantasías de todos...


    Estos “principios fundamentales” de la emprendeduría o emprendizaje, que no aprendizaje, son constantemente glosados, reelaborados y repetidos como mantras tibetanos por los políticos y economistas, tanto monta, y por los formadores de la opinión pública, y a fuerza de repetición se convierten en artículos de fe que nadie se atreve a discutir. Con ellos, además, se pretende educar a la juventud en valores financieros y bursátiles, como hemos ido denunciando aquí mismo a lo largo de once lecciones (con esta doce)  de economía,  inculcándole la idea de que el capitalismo, se quiera o no se quiera denominar así al poder del capital, es la mejor forma de organización de la sociedad, porque es la que de hecho está establecida como si hubiera surgido así motu proprio de la naturaleza, y no por el empeño que ponen las castas dominantes en que sea y siga siendo así por los siglos de los siglos.

    Estos son algunos de los principios fundamentales de la presunta ciencia o pseudo-ciencia que se enseña en nuestros Institutos de Educación (que no de Enseñanza, ay,) Secundaria, tras el desastre actual de la LOMCE. En el primer ciclo de la ESO se oferta la materia “Iniciación a la Actividad Emprendedora y Empresarial”, donde resulta curioso cómo se ha querido equiparar la actitud emprendedora con la empresarial, como si fueran cosas equivalentes, y en el segundo ciclo, que es el cuarto y último curso, en la modalidad de “enseñanzas académicas” se da a elegir Biología-y-Geología, Física-y-Química, Latín y Economía a los alumnos para que cursen dos de esas cuatro materias en función de sus intereses y estudios posteriores de Bachillerato, mientras que en la modalidad de “enseñanzas aplicadas”, orientadas hacia la Formación Profesional, se oferta “Iniciación a la Actividad Emprendedora y Empresarial”, equiparando otra vez al emprendedor con el empresario,  junto con “Ciencias aplicadas a la actividad empresarial” y Tecnología, de las que deben cursar dos.



    Antes ya de la nefasta LOMLOE (2020), la no menos perniciosa LOGSE (1990) había introducido por primera vez la Economía como materia troncal en el currículo educativo del primer curso del Bachillerato de Humanidades y Ciencias Sociales. 
 
    Recuerdo que por aquel entonces no había profesores todavía especializados en esa materia en los institutos para impartirla y que se la disputaban los profesores de sociales y los de tecnología.  Antes de la LOGSE se estudiaba la economía, junto con la política, dentro de los currículos de Geografía e Historia, ligada a los conocimientos de estas ciencias sociales, pero a partir de ese momento se desgajan de ahí los contenidos económicos como si fueran eternos, independientes y ajenos al devenir de la historia humana,  y surgen los economistas y asimilados, que invaden nuestros institutos predicando la nueva fe, la religión laica de la consagrada hostia de la economía, precisamente cuando el sistema económico, político y social  hace aguas por numerosos flancos a finales del siglo XX, y suenan cada vez más huecas si no se repiten una y otra vez las cantilenas sobre su pretendido carácter estable, acorde con la naturaleza humana y dispensador de riqueza para todos, como si del mismísimo cuerno de la abundancia se tratase. 
 
    No dudo de que entre los profesores actuales de Economía puede haber, y los hay entre los colegas que he conocido en algunos institutos, críticos de la economía política y de la política económica a la que sirven las asignaturas que imparten, pero aquí no se está haciendo una crítica de los profesores en particular, líbreme Dios si puede de entrar en cuestiones personales, que son las que menos interés tienen, sino que se estaba criticando la Economía en general y se estaba tratando de su función adoctrinadora, mal que les pese a algunos economistas críticos, dentro del sistema educativo, que lo que hace es reforzar con su adoctrinamiento el sistema social, tanto política- como económicamente, lo que viene a ser lo mismo.

    El anteproyecto de LOMCE  había osado suprimir la Economía de primero de Bachillerato como materia de modalidad después de 20 años de vigencia a raíz de su creación gracias a la LOGSE, por lo que se protestó argumentando majaderías tales como la del profesor Carles Batlle, representante de la Confederación Estatal de Asociaciones de Profesorado de Economía en Secundaria (CEAPES), que defendía desde las páginas de El País el 5 de octubre de 2012 que eso nos llevaba literalmente a “una educación del siglo XIX en el siglo XXI”. 
 
    Como profesor de Economía el señor Batlle escribía que consideraba “que para entender el mundo que nos rodea es necesario saber cómo funciona una empresa o cómo crear la tuya propia (sic, como si cada uno pudiera crear su propia empresa y convertirnos todos de repente de la noche a la mañana en empresarios sin empleados, a no ser que nos autoempleáramos nosotros mismos cada uno en nuestra propia empresa). Como ciudadano, saber qué es un impuesto y su necesidad. Como trabajador, conocer la estructura de una nómina o las partes de un contrato laboral. O como consumidor, el funcionamiento de cosas tan “extrañas” como una tarjeta de crédito, una hipoteca, o qué es una “acción preferente”.

    Los profesores de Economía, creados ex nihilo por la LOGSE, existían de hecho ya en los centros educativos, desde hacía veinte años; su existencia era un hecho,  como se ha dicho, y se justificaba porque impartían una materia básica, la educación económico-financiera,  para la formación de cualquier ciudadano del siglo XXI, que estaba incluida en los planes de estudio de un Bachillerato que era precisamente el más demandado por los estudiantes españoles; argumentos que acabaron convenciendo al Ministerio, que accedió a las reivindicaciones de estos profesores e incluyó la Economía en primero de Bachillerato como materia troncal de opción y en segundo curso Economía de la Empresa. Triunfó así en esta España de María Santísima que es nuestro país  la educación en valores... bursátiles, que son los que supuestamente más dividendos nos dejan. ¡Toma Bachillerato de Humanidades y Ciencias Sociales... 
 
    La enseñanza de la economía se considera uno de los pilares fundamentales del sistema educativo no universitario, ya que la economía no se sostiene sin el caldo de cultivo de una cultura económica que enseñe a las nuevas generaciones qué cosas son prima de riesgo, inflación, déficit público, deflación, PIB, Fondos Europeos, renta per capita, TAE, tasas de ocupación, desempleo, IPC, declaración de la renta, IVA, Euribor... y un larguísimo etcétera, que, como escribe una colega que lamenta lo malparada(?) que queda la economía en la LOMLOE vigente, aparecen “diariamente en todos los informativos y condicionan nuestro devenir cotidiano.”
 
    Es fundamental que las nuevas generaciones de jóvenes, escribe Toñi Espino, “puedan adquirir los conocimientos necesarios para desenvolverse en el mercado laboral o en su compromiso como consumidores sostenibles.” 
 
    Ahí se ve lo que se pretende hacer de la juventud: abocarla al mercado laboral, es decir, a la prostitución, y al capitalismo... sostenible, adjetivo este último con el que se pretende endulzar la vieja y acerba denominación de nuestra sociedad como "sociedad de consumo", para que el sistema pase por algo bueno o, al menos, un poco mejor: sociedad de consumo... sostenible.

miércoles, 10 de mayo de 2023

Lecciones de economía: 11.- Execración del dinero.

    Hay quienes, declarándose anticapitalistas, consideran, no sin una ingenuidad de lo más candorosa por su parte, que otro sistema financiero es posible y que hay que apostar por una banca pública alternativa bajo control democrático de las inversiones y beneficios, que no se subordine al gran capital y  que impulse políticas económicas ajenas a los intereses del poder financiero y favorecedoras de la gente, a pesar del descubrimiento de que las entidades bancarias estafan impunemente a sus clientes e incluso los asaltan con audacia digna de delincuente.

    No son los ladrones los que atracan el banco sino los propios banqueros los que extorsionan como vulgares cacos a sus clientes con prácticas que calificaríamos con el adjetivo de moda por lo menos de tóxicas,  que los enriquecen a ellos a costa de empobrecer a cientos de familias con préstamos e hipotecas. 

    La Banca, como en los juegos de azar, -hagan juego, señores y señoras- no sólo nunca pierde, sino que siempre gana y se las arregla para llevarse la parte del león.


    Durante la crisis consustancial al sistema económico se ha visto cómo el Estado socorría cual caballero medieval y rescataba con fondos públicos  a la bienamada damisela de la Banca en apuros, que amenazaba con declararse en bancarrota. Si la Banca incurriera en los números rojos de la ruina, se desplomaría todo el sistema con ella. 
 
    Los que claman por una economía de rostro más humano critican las faraónicas ayudas estatales otorgadas, a la vez que proponen como solución del problema la nacionalización de los bancos por parte del Estado, que crearía así una banca pública potente, con vocación social de servicio ciudadano, alejada de malas prácticas, con criterios de proximidad a los votantes y contribuyentes, sobre todo en el mundo rural y ajena  al sistema financiero estafador, corrupto y especulativo, lo que es una contradicción interna porque la Banca en general y cualquier tipo de entidad bancaria en particular se fundamentan precisamente en la estafa, la corrupción y la especulación.


    Aquí no vamos a proponer ninguna solución al problema, que no tenemos. Lo que hemos venido haciendo a lo largo de estas entregas en las que hemos ido desgranando cómo la economía se ha convertido en la nueva religión -laica, eso sí, pero no menos religiosa que la otra- es un análisis del problema, es decir, en el sentido etimológico del término, un intento de disolución. En lugar de buscar alternativas al sistema económico imperante, deberíamos perder nuestra fe, que es su único sustento, en él,  y la confianza de que puede cambiarse a mejor, y ya veríamos después lo que pasaba. En lugar de buscar una solución al problema, proponemos la di-solución.

    No todo se reduce a dinero, pero no porque haya cosas y personas de por sí que se salven de la quema, sino porque no hay todo que valga. Pero el hecho de que no pueda cumplirse ese ideal totalitario y el que sea mentiroso y falso como Judas no significa que no sea mortífero y letal para la gente que no se cuenta.

    El dinero te proporciona un futuro como si te estuviera dando la vida -a veces decimos que hay que ganarse la vida, cuando queremos decir que hay que ganar dinero, equiparando dos términos que no son equivalentes en modo alguno sino contrapuestos y aun repugnantes-, ya que lo que te da el dinero en realidad es un sustituto, un simulacro, un sucedáneo de la vida, pero no la vida desde el momento en que te está matando al exigirte que te sacrifiques en sus aras. El futuro es algo que no está aquí, es un objeto de fe, como la propia muerte, siempre futura, nunca presente, que el Estado y el Mercado se encargan de administrarnos en cómodos plazos.


 
    El Estado está al servicio del Capital, y viceversa. Eso puede verlo cualquiera. No hay la menor diferencia entre lo uno y lo otro. No hay distinción entre educación pública y educación privada, de hecho ambas forman una tupida red de "centros sostenidos con fondos públicos", como tampoco la hay entre televisión pública y privada, desde el momento en que Estado y Capital son dos caras de la misma moneda, los políticos meros gestores económicos, y los economistas los que dictan las líneas maestras de la política y gobierno.

    Hay que decir, ya que estamos hablando de educación, nunca bancos y empresas tuvieron tanto “interés” hasta ahora, nunca mejor empleado el término, en la educación, ni tanto poder para imponer sus criterios al margen de unas administraciones que se limitan a aplaudir estas “innovaciones pedagógicas” consistentes en la utilización de las TIC, acrónimo de Tecnologías de la Información y la Comunicación, cuando nunca hemos estado más desinformados e incomunicados que ahora gracias precisamente a esos cacharros vertiginosamente obsolescentes que nos venden, y los medios digitales como herramientas fundamentales del conocimiento y la necesidad de adaptarse a las “necesidades que impone la sociedad del siglo XXI y el nuevo milenio" fomentando la educación financiera mejor que la filosofía, la literatura o la música y las artes.
 
    Nunca antes se había criticado tanto el gran fracaso de la educación actual, la necesidad de cambiar radicalmente las metodologías a fin de adaptarse a los "nuevos" tiempos que corren, la falta de preparación y motivación del profesorado y el hecho de que su papel se limite, como si eso fuera poco, a ser un mero (sic) transmisor de conocimientos, ya que debería ser una especie de guía espiritual o gurú, es decir, un pedagogo como el único que hubo, al decir de Machado, como Herodes, que llevaba a los niños a ya sabemos dónde.

 La barca de Caronte, José Benlliure (1919)

    Por otro lado, los psicólogos, esos modernos psicopompos o psicagogos como Caronte de almas muertas,  apelan a que expresemos nuestras emociones positivas, a que derrochemos a tutiplén el optimismo más simplista y ramplón, a la ingenuidad del pensamiento positivo y el wishful thinking que nos vaticinan la tierra prometida de una felicidad inalcanzable, a que proclamemos nuestros amores y no nuestros odios. 
 
    De hecho se ha criminalizado y tipificado el delito de odio, pero no el del amor: hay que ser lover y no hater. Nos invitan a que expresemos nuestros gustos personales, opiniones e idiotismos apretando el botón de "me gusta" en todas las redes sociales. Te hacen creer que si no te adaptas a la sociedad no es problema de la sociedad sino un problema personal tuyo propio, que eres un in-a-dap-ta-do, pero que puedes solucionar "tu problema" con medicación o con la ayuda psicotearapeútica de un coach profesional y personalizado siempre que seas más positivo y políticamente correcto y estés dispuesto a empezar el día por la mañana con una generosa sonrisa de oreja a oreja. 

    Nos aconsejan que no seamos la oveja negra del rebaño, con lo que nos están diciendo por otra parte que, efectivamente, somos una oveja y formamos parte de la grey de un rebaño, que no seamos la manzana podrida del cesto que contagia su podredumbre a las demás, que nos conformemos con la realidad, porque eso es todo y lo único que hay. Alimentan el consumismo fomentando nuestro papel de consumidores y te aconsejan una tarde de compras ociosas contra la depresión y la melancolía, a la vez que predican la obediencia social más acrítica y ciega y nos imponen la conveniencia de una estúpida felicidad. 
 
    Sin embargo, lo que le sale a la gente de lo más profundo de sus adentros como desahogo, lo que nos viene de abajo, porque de arriba no puede venirnos nada bueno, es maldecir a Dios y cagarse en lo más sagrado, que es Él,  es decir, el dinero y la puta -nunca mejor dicho- madre que es la realidad que lo parió.