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martes, 17 de junio de 2025

¡Esto es la guerra!

    Publicaba el pasado 14 de junio el filósofo italiano Giorgio Agamben un billete breve titulado “El estado y la guerra” en su página habitual, que reproduzco traducido aquí por el interés de hacernos ver cómo las guerras que se llevan a cabo en el mundo en la actualidad no son más que el resultado de la puesta en funcionamiento de las maquinarias de guerra que llamamos Estados:  
 
    "Lo que llamamos Estado es, en última instancia, una máquina de hacer la guerra y, tarde o temprano, esta vocación constitutiva termina por emerger más allá de todos los propósitos más o menos edificantes que pueda darse a sí mismo para justificar su existencia. Esto es hoy particularmente evidente. Netanyahu, Zelenski, los gobiernos europeos persiguen a toda costa una política de guerra para la que sin duda pueden identificarse propósitos y justificaciones, pero cuyo motivo último es inconsciente y descansa en la naturaleza misma del Estado como máquina de guerra. Esto explica por qué la guerra, como es evidente en Zelenski y en Europa, pero como también es cierto en el caso de Israel, se persigue aun a costa de la posible autodestrucción propia. Y es vano esperar que una máquina de guerra pueda detenerse ante este riesgo. Proseguirá hasta el final, sea cual sea el precio que tenga que pagar".
 
  
    Mucho antes que Agamben, Randolph Bourne (1886-1918), escribió un lúcido ensayo contra la guerra cuyo título en forma de aforismo lo decía todo: War is the Health of the State. Fue redactado en 1918, encontrado entre sus papeles y publicado a título póstumo en 1919. Es un texto inacabado, concebido como la primera parte de un libro más amplio titulado: The State:   La guerra es la salud del Estado. 
 
    Antes que Bourne lo había dicho Heraclito de Éfeso: la guerra es el padre de todo (o si se prefiere 'la madre', porque pólemos, que es el nombre de la guerra en su lengua, tiene género gramatical masculino mientras que en la nuestra es femenino), y el rey o régimen de todo, que a unos hizo libres y a otros esclavos, estableciendo la principal diferencia de clases sociales en la antigüedad, pero también hombres y mujeres, niños y adultos, jóvenes y viejos, para que nos enfrentemos los unos con los otros.
 
    Hay una fábula moderna y anónima por lo que a mí se me alcanza que cuenta que unas hormigas rojas y otras negras convivían en paz y armonía -todas eran hormigas- hasta que un día una mano negra agitó con un palo el hormiguero. Las hormigas rojas creyeron que habían sido las negras y las negras que habían sido las rojas las que habían provocado la conmoción, y se enfrentaron entre sí hasta destruir el hormiguero por completo y aniquilarse las unas a las otras. La mano negra había sembrado la división y creado un enemigo que antes no existía y había desatado la guerra dentro de una comunidad que había vivido en paz, cuando había sido ella la que había provocado la destrucción del hormiguero a la que habían colaborado las propias hormigas creyéndose enemigas las unas de las otras...  
 
    Alguien o algo más bien había hecho que las hormigas tomaran conciencia de que, a pesar de ser todas lo mismo, unas eran "rojas" y otras "negras", descubrimiento que hizo que surgiera el concepto de raza y agitó su convivencia haciendo que se enfrentaran las unas a las otras y se consideraran enemigas hasta el punto de declararse mutuamente la guerra y exterminarse. En realidad, el verdadero enemigo de unas y otras era la noción de raza que habían adquirido, que era lo que había sacudido el hormiguero y sus conciencias. La moraleja, innecesaria por otra parte, de esta fábula es que el conflicto no nace de una fuerza externa que  manipula a las hormigas haciéndolas enfrentarse, sino de la conciencia que tomaron. 
 
 
    El Estado, en efecto, se sirve de la guerra para extender su dominio sobre otros Estados y para, como escribirá Agamben, convertir en su seno el Estado de Excepción en la regla, y en hacer del campo de concentración su realización más cumplida.  De Bourne dábamos cuenta en La guerra saludable del Estado  y, sobre todo, en El Estado es la guerra (Bourneana), donde se recogían algunas de sus formulaciones más agudas. Conviene releerle en estos tiempos que son los mismos que los suyos por aquello de que hoy es siempre todavía.

domingo, 1 de junio de 2025

A la tercera va la vencida.

    La impresentable presidenta que regenta la Unión Europea ha recibido el premio Carlomagno 2025, el máximo galardón del viejo continente para quienes como ella promueven los devaluados valores europeos: una defensa ofensiva, mayor innovación tecnológica -¡lo que nos faltaba!-, ampliación de la UE a nuevos miembros -más Una, más Grande, más Libre-, y la protección de la democracia -no faltaba más, la democracia es la perfección ideal del Régimen- y de la resiliencia, que es el nombre secular de la vieja resignación cristiana. 
 
    La lógica implacable del lenguaje orgüeliano se ha implantado en el discurso político europeo en la lengua del Imperio, of course, que ya no es el latín, sino el inglés. Según dicha lógica, war is peace,  la guerra es el camino hacia la paz -si uis pacem, para bellum, que decían los romanos, y así les fue- mientras que la paz es solo una tregua para preparar la guerra, que es el objetivo de toda política que se precie, por aquello de aquel barón y militar prusiano de que la política no es más que la continuación de la guerra por otros medios (no menos violentos al fin y a la postre), y, podemos añadir nosotros, viceversa, la guerra no es solo la continuación de la política, sino el acto esencialmente político que fundamenta el dominio del Estado sobre el pueblo. 
 
     Los europeos nos hemos visto embarcados de la noche a la mañana en un buque pilotado por unos gobernantes que cual caballeros medievales pretenden “hacer sangrar a Rusia”, con el declarado pretexto de salvar a la princesa que es Ucrania atacada por el dragón, que es Rusia,  para lo que es preciso no solo armarse de valor, sino además de armas de destrucción masiva, no vaya a ser que la ocasión nos pille indefensos e inermes. Nos arrastran, pues, con los ojos vendados a la que ya se ha bautizado, por aquello de que no hay dos sin tres, como la tercera guerra mundial, y ya se sabe que como dice a veces la gente, a la tercera va la vencida: el desastre de un conflicto en el que todos seremos perdedores. Europa vuelve a ser raptada y arrebatada por el toro bravo de la beligerancia geoestratégica.
 

    El silencio del pueblo, de la gente, clama al cielo y resulta ensordecedor en todos los países, por no hablar de los presuntos intelectuales orgánicos, que callan como putas, lo que son. Hemos sido anestesiados, insensibilizados a fuerza de informativos telediarios. Cuando alguien levanta su voz contra el rearme enloquecido que predican, proponga o no otra cosa, porque para oponerse a algo no hace falta dar alternativas, sino decir simple- y llanamente que no, es enseguida tachado de “marioneta de Putin”, de hacerle el juego al zar ruso, que es lo que él quiere, que todos bailemos a su son. No hay matices: o estás conmigo o contra mí.
 
    Uno puede condenar la invasión rusa de Ucrania, camuflada de operación especial (militar), pero puede comprender a la vez que es la lógica consecuencia de la persistencia de una organización (militar) cancerígena como es la OTAN, calificada de defensiva, y que, lejos de disolverse cuando desapareció el Pacto de Varsovia, como hubiera sido lo esperado al no tener en frente al bloque comunista rival, siguió ampliándose y llevó su expansión, que ya es metástasis, hasta las fronteras mismas de Rusia, violando los tratados internacionales.
 

    La guerra de Ucrania, que vino a sustituir a la guerra contra el virus coronado en todas nuestras pantallas, tanto las hegemónicas del salón de casa familiar, presidido por el televisor, como las de nuestros móviles individuales, dura ya tres años; las víctimas a ambos lados superan con mucho el millón, aunque ninguno de los países enfrentados dé cifras fidedignas de muertos, heridos y mutilados. A lo que hay que añadir los millones de ucranianos -o ucranios, según el execrable Periódico Global(ista), que huyeron del país, unos a Europa Occidental, llegando algunos hasta las Españas mismas, otros a Rusia, todos ellos intentando escapar de la violencia desatada por sus democráticos gobiernos, un auténtico desastre. Y nuestros democráticos gobiernos, negándose a aceptar que, dada la desigual relación de fuerzas, la guerra está perdida, arropan al presidente ucraniano, el títere NATO de los Estados Unidos,  prometiendo el envío de más armas y dinero y hasta tropas auxiliares si hacen falta, para que el ejército de ese país siga luchando hasta el último hombre y la última mujer equiparada al hombre en el arte de la guerra. 
 
    Buen tema musical sobre manipulación mediática en el siguiente vídeo del rapero Yaco: Ucrania.
 

miércoles, 23 de abril de 2025

Soplan malos vientos

    Hay quien acaricia la idea de encerrarse en una burbuja y refugiarse en un búnquer blindado, por lo general subterráneo, a prueba de bombas y bombardeos, y a salvo de las amenazas del mundo exterior. Hay quien desea construir un refugio en el sótano de su casa, y el que vive en un bloque de pisos o nichos de viviendas acaricia la idea de construir un búnquer en condominio, comunal en el que poder sobrevivir en caso de emergencia bélica durante varios días haciendo acopio de provisiones, básicamente agua, alimentos y medicamentos. Y ante la demanda se genera la oferta, y viceversa, surgiendo enseguida emprendedores y empresas que hacen realidad ese proyecto. 
 
     Este frenesí europeounionista me ha traído a la cabeza enseguida la película de 1986 "When the Wind Blows" (en español, "Cuando el viento sopla"), un filme británico animado dirigido por Jimmy T. Murakami y basado en un cómic homónimo, con música de David Bowie y de Roger Waters (de Pink Floyd). Narra la historia de un matrimonio de jubilados que viven en la campiña inglesa. Cuando se anuncia una inminente guerra nuclear, siguen instrucciones del gobierno para construir un refugio improvisado en su casa. La película es profundamente emotiva y crítica, mostrando cómo estas personas simples, confiadas en las autoridades, afrontan el desastre con ingenuidad y esperanza… mientras la realidad se vuelve cada vez más sombría. Puede verse el trailer aquí mismo o completa y doblada al castellano la película en esta página de Internet Archive.
 
 
    Hay que reconocer que la fascinación por los búnqueres es la misma que la de los confinamientos -lockdowns según el anglicismo imperial-, algo demencial sin duda y disparatado, pero lógico habida cuenta de la estrategia fobopolítica, destinada a aterrorizar a la población con la martilleante propaganda actual de una inminente agresión por parte de Rusia, que, como se ve, está empezando a dar sus primeros frutos notables.  
 
    No es difícil imaginar, en efecto, que los mismos que ahora están fascinados por el búnquer son los mismos que, hace cinco años, se confinaron eufóricos en casa durante semanas bajo arresto domiciliario sin ningún atisbo de claustrofobia, pensando que era una medida para salvar vidas -las suyas y las de los suyos-, los mismos que se descargaban de la Red el pasaporte sanitario para beneficiarse de la libertad provisional autorizada por el Estado terapéutico y filantrópico. 
 

    Ya se ve hacia dónde vamos, o mejor dicho, hacia dónde nos llevan arrastrados: hacia una sociedad del encierro generalizado que puede justificarse con argumentos sanitarios (lucha contra el virus o contra el cambio climático) o bélicos. El resultado sigue siendo el mismo: la población aterrorizada evita el contacto y contagio social, se encierra en su esfera privada y renuncia espontáneamente a su libertad en nombre de la seguridad puesta en peligro por la presunta emergencia terrorífica. Asistimos así a la atomización de la sociedad, a la eliminación de la esfera pública y al dominio de la lógica individualista del «sálvese quien pueda». 
 
    El miedo se confirma así como una estrategia política de primer orden para los grupos dominantes. Tienen un buen juego en aterrorizar al máximo a la población, para luego poder administrarla a su antojo: el sujeto aterrorizado está dispuesto a hacer literalmente cualquier cosa con tal de asegurar su propia existencia, declarada en peligro por el orden discursivo dominante. 
 
Masoquista, de R. Topor 
 
    ¿Hará falta recordar que Rusia no tiene intención de invadir Europa, entre otras cosas porque, si hubiera querido hacerlo, ya lo habría hecho hace tiempo, sin esperar a que el viejo continente del que ella misma forma parte se reorganice y se rearme? Por el contrario, es Europa la que está provocando a Rusia en todos los sentidos, como si realmente quisiera acabar siendo atacada para tener la excusa perfecta y genial del contrataque. La disparatada propaganda de la inminente agresión rusa sólo sirve para poner en marcha las estrategias gubernamentales evocadas anteriormente y, por supuesto, para reforzar en exceso la industria bélica, quizás reconduciendo la producción de automóviles eléctricos que iban a salvar el planeta en tanques que van a destruirlo.

sábado, 12 de abril de 2025

'La espada se anuncia con vivo reflejo' (Rubén Darío)

Corría el año del Señor de 2010, y en el parlamento español el presidente del Partido ¿Popular? le había exigido al Presidente del Ejecutivo y del Partido ¿Socialista? ¿Obrero? Español que no se anduviera con medias tintas y que reconociera abiertamente y sin tapujos el carácter bélico de la misión de Afganistán a donde se habían enviado tropas españolas después de haberlas retirado pacíficamente de Iraq.
 
Un diputado que se sentaba en el banco azul de las cortes españolas, o sea, en el del gobierno, y que era además el portavoz parlamentario del ejecutivo pontificó que la palabra inglesa “war” no significaba “guerra”. Supongo que constará así en el libro de actas de las cortes españolas: «en la lógica del uso de la lengua inglesa la palabra guerra, 'war', se utiliza de manera polisémica», de lo que escribimos en su día en Llaman paz a la guerra.
 
 
Era su manera no poco hipócrita de explicar lo que sucedía entonces en Afganistán, que no era una guerra ni un conflicto bélico, ni siquiera un campo de batalla, sino algo distinto y relacionado con la política supuestamente pacifista de su jefe de Gobierno, que había sacado las tropas españolas de Iraq y las había llevado a Afganistán, como nos recuerdan aquellos versos que compusimos: El Ministro de Defensa /  o, en honor de la verdad, / propiamente, de la Guerra, / que es la realidad, / del reyno de las Españas, / retira tropas de Iraq / que, acto seguido, destina / al frente de Afganistán. 
 
La rebuscada explicación que daba aquel mastuerzo era que la palabra anglosajona «war» era polisémica Argumentaba que un inglés podía decir tranquilamente guerra contra el crimen o guerra contra el cáncer o contra el terrorismo o contra el narcotráfico o contra el cambio climático, por ponernos a la última, porque ellos tenían la suerte de tener una palabra polisémica, como si nuestra «guerra» no lo fuera en los mismos casos. 
 
El entonces presidente de los Estados Unidos de América hablaba abiertamente de "war in Afganistan", pero eso no tenía la mínima importancia porque esa palabra, en boca de cualquier hablante anglosajón, no significaba lo mismo que nuestra "guerra". Muchos diputados y diputadas ponían cara de no dar crédito a lo que oían, pero guardaban silencio. El portavoz del gobierno español insistía en que aquello era "una misión de paz de la ONU", que podía tener muchísimos riesgos, a veces muchísimos más que una mera guerra de ocupación.  
 
 
En esto de las guerras hay siempre camuflaje (de guerra), por eso en Vietnam nunca hubo una guerra propiamente dicha, sino una intervención. ¿Cuántos eufemismos no habrá para enmascarar la palabra guerra? En la lengua del Imperio se han utilizado también “police action” y “conflict”, intencionadamente, con la finalidad de evitar el uso de “war” por razón de que es el Congreso el único órgano capaz de declarar estado de guerra bajo la Constitución estadounidense, y proclamando que es un conflicto evitamos la declaración de guerra parlamentaria.  
 
El a la sazón presidente estadounidense tenía que cumplir sus promesas electorales de terminar de "democratizar" –miedo daba esa palabra en sus labios- Afganistán, y continuar con el plan estratégico de dominación de anteriores administraciones yanquis, ya que él, que no deja de ser un mandado como cualquiera de nosotros, no puede hacer otra cosa que no sea lo que ya está hecho.  
 
Cuando se le anunció la concesión del Premio Nobel de la Paz, declaró que entendía la concesión de dicho galardón "como una llamada a la acción". Ya está claro a qué se refería con lo de la “acción”, a lo mismo que cuando se dice de una película que tiene "acción". He aquí pues la acción prometida: el envío de treinta mil soldados más -a morir y/o a matar- al frente de Afganistán.    
 
 
En su discurso con motivo de la aceptación del galardón, desenterró el fetiche dialéctico de la guerra "justa", que es el mismo que utilizan los terroristas enemigos del sistema y que denominan "guerra santa" porque la justificación de su guerra es religiosa, mientras que la del emperador democráticamente electo es una cruzada laica, y postmoderna, en nombre de la democracia, la libertad (de mercado), los valores occidentales y blablablá.   
 
Por lo menos, una cosa había que agradecerle al Premio Nobel de la Paz del año del Señor de 2009: que hubiera llamado a las cosas por su nombre y reconocido que su país estaba embarcado en dos guerras ("wars", en el idioma del Imperio), y no hubiera utilizado los eufemismos con los que nos maquillan la realidad aquí los políticos del Ruedo Ibérico, para que no nos enteremos de qué va la cosa, de "misiones humanitarias de paz" , "conflictos bélicos" y demás zarandajas y engañabobos.   
 
Digámoslo de una vez por todas: la yihad de los unos y la guerra "justa" de los otros es la misma cosa.

martes, 8 de abril de 2025

Guerra contra lo que sea (y II)

     Era el 16 de marzo del año del Señor de 2020 cuando el napoleón francés declaraba seis veces durante su discurso televisado desde el Palacio del Elíseo: “¡Estamos en guerra!”. Su homólogo hispano cacareó lo mismo entonces y lo ha vuelto a cacarear hace un mes: “Todavía estamos en guerra”, aunque no se refería ya a la crisis de la enfermedad del virus coronado, sino a la que ha venido a sustituir a aquella dentro de la sociedad del espectáculo en nuestras mentes y pantallas. 

 
 
    En febrero de 2022, esta retórica marcial, inicialmente motivada por la crisis sanitaria, había pivotado hacia un discurso frontal- y expresamente militar, beligerante. El gerifalte francés convertía la operación rusa en Ucrania en una amenaza geopolítica - ¡cómo les gusta este palabro!- y, recientemente, durante una conferencia en París que reunía a veinte dirigentes europeos, mencionó el posible envío de tropas al frente de combate. Ha argumentado, si a eso puede llamársele argumentar, que Rusia representaba "una amenaza existencial" para Europa, y propone en francés como solución a ese problema la guerre como un fin inevitable, lógico e incluso legítimo porque se supone que los europeos actuaríamos en defensa de nuestra propia identidad internacional o continental, en defensa propia.
 
    La alineación con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) es un eje central de esta estrategia. Por eso la consejera teutona abogaba ante sus vasallos por una "defensa europea" integrada en la Alianza, lo que se traducía en la propuesta de 850.000 millones de euros, se supone que digitales ya a estas alturas, para la puesta en marcha del plan REARM Europe, cuando lo más sensato, habida cuenta de que, como dice el vulgo las armas, las carga el diablo, y una vez cargadas hay que descargarlas descerrajando tiros a trochemoche, sería renunciar a rearmar Europa y comenzar a desarmarla efectivamente, no invirtiendo en guerras sanitarias, que perjudican la salud y solo benefician a la industria farmacéutica, ni en guerras militares propiamente dichas que también perjudican, y mucho, a la salud, y solo interesan a la industria armamentista, celosa de la otra.
 
      Esto llega en un momento en que la lógica y el sentido común, esos valores y nociones que son esencialmente populares, dictan a cualquier persona sensata que nada, absolutamente nada justifica ni esta ni ninguna otra guerra.
 
    Esgrimen la “amenaza rusa” tanto las izquierdas como las derechas como si los tanques rusos estuvieran a tiro de piedra de la Puerta de Alcalá y los misiles estuvieran apuntándonos.
 
    No es necesario recurrir a las encuestas, manipuladas siempre, porque toda encuesta es una manipulación, para conocer el rechazo categórico del pueblo a la guerra, y al envío de tropas a Ucrania. La guerra al virus se convirtió en el virus de la guerra a la mayor gloria de los intereses militares e industriales.
 

    Nunca se dejará de citar lo que Carl von Clausewitz escribió en "Sobre la guerra" (1832): "La guerra es la continuación de la política por otros medios". Esta máxima coincide plenamente con la realidad, con la terquedad de los capitostes europeos en militarizar su diplomacia, mientras continúan actuando institucionalmente contra la voluntad del soberano que, teóricamente al menos en democracia, es el pueblo. 
 
    Ahí lo tienen. Esa es la guerra contra lo que sea. No puede decirse más sencillamente. Pero, claro, puestos a hacer la guerra contra lo que sea, que nos hará exclamar  maudite soit la guerre et ses auteurs como en el memorial francés del monumento a los muertos de la primera mundial, por qué no empezamos por hacer la guerra contra lo que existe y pronunciamos aquella máxima revolucionaria y gloriosa de ¡abajo lo existente!, es decir, la guerra misma, y le declaramos la guerra a la propia guerra y a los que enarbolan banderas y enemigos imaginarios como el virus o los rusos.
 

lunes, 7 de abril de 2025

Guerra contra lo que sea (I)

    La guerra contra lo que sea no está destinada a ganarse, sino a perdurar en el tiempo de una u otra forma porque su vocación es ser interminable. Es la guerra que libra el Régimen, el Imperio, el Poder, el Sistema o el Estado contra sus propios súbditos, contra la gente normal y corriente, contra los de abajo. 
 
    ¿Para qué sirvió la gloriosa Revolución Francesa de 1789? Para que los "súbditos" dejaran de llamarse así y pasaran a denominarse "ciudadanos", otra etiqueta para nombrar lo mismo, otro collar para el mismo perro. No es que el súbdito se convirtiera por arte de magia en otra cosa distinta de la que fuera antes de la revolución, es que cambió de nombre. También sirvió para que te la estudies, hijo mío, para el examen de Ciencias Sociales de mañana.
 
    Quizá esta guerra de todos contra todos empezó en los albores de la humanidad, pero, viniendo a lo de hoy, la figura del enemigo se ha ido difuminando y ampliando y, si no se encuentra en la realidad, se realiza en la imaginación. Se trata de la invención del enemigo imaginario, que viene a ser la actualización del infantil amigo imaginario, como propone José Luis Rábago, alias El Roto, en su viñeta cotidiana de El Periódico Global(ista).
 
    Los avatares de este enemigo imaginario son múltiples. Recuerda, por ejemplo, cuando el enemigo era el terrorista. Recuerda la guerra contra el terrorismo, que amenazaba la libertad y la democracia occidentales, por lo que no hubo más remedio que declarar el estado de emergencia, la emergencia permanente, librando una guerra televisiva contra una nación de Oriente Medio cuyas inexistentes armas de destrucción masiva no representaban ninguna amenaza para nosotros pero eran un buen pretexto para iniciar una guerra de invasión. 
 
   ¿Se te ha olvidado ya la guerra contra el virus? En la primavera del año del Señor de 2020, el Régimen declaró un estado de emergencia sanitaria global en respuesta a un virus que tenía una tasa de letalidad prácticamente ridícula. El Régimen ordenó el confinamiento de todo el mundo, considerado enfermo asintomático o susceptible, obligó a todos a usar ridículas mascarillas quirúrgicas, bombardeó al público con propaganda y bulos monumentales, coaccionó a la gente para que se sometiera a una falsa vacuna salvífica, prohibió las protestas contra sus decretos y censuró y procesó sistemáticamente a quienes osaron cuestionar o criticar su programa totalitario. Era la guerra contra los negacionistas del virus coronado, los antivacunas, los teóricos de la conspiración y contra los terraplanistas.
 
 
    Y ahora... bueno, henos aquí llegados, después de la guerra no muy exitosa todavía, aunque persistente, contra el cambio climático. Ahora toca la guerra contra los inmigrantes ilegales, sin olvidar la guerra comercial siempre presente, que ha declarado ahora el Emperador electo por mayoría democrática, una guerra esta que no deja de ser una metáfora del capitalismo global. Pero en el fondo da igual el nombre que les pongamos a esta guerra y enemigos.  
 
    No podía, sin embargo, faltar el clásico, la guerra convencional contra los enemigos de carne y hueso, en este caso contra el feroz oso ruso. Ya puede detectarse el idéntico patrón. Es la guerra contra lo que sea, la guerra interminable, siempre la guerra, necesaria para alimentar el sistema de paz paodrida bajo el que vivimos y su afán totalitario. 
 
    Una vez acabada la Guerra Fría y muerto el comunismo, el capitalismo global no tiene adversarios externos, por lo que necesita inventar enemigos internos como los reseñados. Prueba de ello es la moderna pedagogía de Bruselas contra 'casos de guerra, nuevas pandemias, ciberataques masivos o desastres naturales'. Con ese enunciado conjura una serie de “emergencias”, cada una con una “amenaza” diferente a la “democracia”, o a la “libertad”, o a “Europa”, o al “planeta”, o lo que sea, cada una con sus propios endriagos particulares.
 
     Al Régimen o Sistema le da igual si nos identificamos con la izquierda, con la derecha o contra sus extremidades respectivas o -en el medio está la virtud- con el centro, pero necesita que nos incluyamos en alguna de esas categorías definitorias.  

     El presidente francés y su homólogo español, por ejemplo, aunque son de distinto signo político, coinciden en su postura frente a la guerra que aumenta los egos, infla los presupuestos y, sobre todo, desvía la atención de los verdaderos problemas internos causados por sus mismísimos gobiernos. La postura beligerante del presidente de la República Francesa y del Reino de las Españas se inscribe en una continuidad semántica iniciada por ellos mismos al inicio de la crisis de la covidiocia.
  

lunes, 31 de marzo de 2025

¿Qué harías tú... tururú?

    Para los mileniales desprevenidos que caigan por azar aquí, si por descuido cae alguno, la URSS era la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, el antepasado de la Federación Rusa actual, o simplemente de Rusia, el país más extenso del mundo. 
 
    Hace más de treinta años, el mundo estaba dividido y polarizado en dos grandes bloques: el pacto de Varsovia, que giraba en torno a la difunta URSS, y el Tratado de la Alianza Atlántica, que giraba alrededor de los Estados Unidos, y ambos sostenían la llamada Guerra Fría (o Paz Caliente), hasta que en 1991 se desmembró la Unión Soviética en naciones separadas. Dos años antes había caído el muro de Berlín.
 
    En 1983, en plena movida madrileña, el grupo Polanski y el Ardor cantaba “Ataque preventivo de la URSS”, cuyo estribillo, repetido machaconamente, preguntaba: "¿Qué harías tú en un ataque preventivo de la URSS?”. Entonces se manejaba mucho el concepto de 'guerra preventiva', perfecto oximoro contradictorio. Y la canción respondía, haciendo un Sócrates: “No sé”. 
 

    Las rimas eran de lo más surrealistas y consonánticamente infantiles, pero la letra daba a entender que no molaban ni el pacto de Varsovia (que rimaba con “no tengo novia”) ni el tratado de la NATO (que rimaba con “ese señor no tiene gato”). NATO, como se sabe, es el acrónimo de la OTAN en la lengua del Imperio, o sea, al revés que en castellano. (También rimaban “loco” y “Orinoco” en aquellos inolvidables versículos: “Y el airbus se ha vuelto loco / y no me quiere llevar al Orinoco”). 
 
    El pacto de Varsovia se disolvió, pero no así la OTAN/NATO, cuyo gerifalte actual advierte a los madrileños (e indirectamente a los españoles todos) del persistente peligro ruso, dado que, según ha declarado recientemente, "un misil ruso tarda solo diez minutos más en llegar a Madrid que a Varsovia", lo que me ha recordado a mí a la pegadiza y susodicha canción, que sigue siendo pertinente cuarenta y dos años después modificando un poco la letra del estribillo: ¿Qué harías tú, si lanza Rusia un misil desde Moscú? 
 
    Y ante estas preguntas el Periódico Oficial del Régimen, el Diario Global(ista), se apresura a vendernos el kit de supervivencia recomendado por la Unión Europea para la supervivencia de sus súbditos (y súbditas): almacenar agua, comida y medicinas para subsistir setenta y dos horas, tres días enteros, sin ayuda externa. Bruselas ha programado un plan para 'casos de guerra, nuevas pandemias, ciberataques masivos o desastres naturales', metiéndolo todo en el mismo saco para prepararnos a los europeos ante una más que posible crisis de la índole que sea, un plan que, haciendo pedagogía, se va a explicar durante este curso académico ya en los colegios para que desde bien pequeñas las tristes y tiernas criaturas estén preparadas ante lo que las espera, que es el futuro que nos están preparando y diseñando. 
 
    La gente -la ciudadanía, que dicen los políticos inclusivos para no tener que desdoblarnos innecesariamente en ciudadanos y ciudadanas-, sin embargo, se pregunta, escéptica por naturaleza, por qué los rusos, que son nuestros enemigos, no nos atacarán ahora sabiendo como sin duda saben que estamos desarmados e inermes en la actualidad y que necesitamos rearmarnos invirtiendo un dineral en la industria bélica, celosa como está de su hermana la farmacéutica. ¿Son tan nobles nuestros enemigos que están esperando a que nos armemos para entablar combate en igualdad de condiciones?  
 
    La nueva estrategia -nunca mejor empleado un término en su sentido etimológico, que deriva del griego estrategós, como se llamaba al general que estaba al frente y al mando de un ejército, podría acompañarse del himno covidiótico y resiliente “Resistiré”. 
 
    Habría que recordar que el mayor peligro que amenaza a Europa no es otro que la propia Unión Europea que quiere rearmarnos desde Bruselas, que es su capital, a cuyo fin nos inyecta miedo con el discurso de que viene el lobo cuando resulta que el lobo es ella misma, disfrazada, eso sí, con la pelleja del cordero. Europa debería liberarse en primer lugar de la idea de Europa y en segunda y no menos importante instancia de la Unión Europea, haciendo mutis por el foro.

domingo, 9 de marzo de 2025

Tres notas de Robert Musil

Leo El hombre sin atributos ('Der Mann ohne Eigenschaften'), la larga novela inacabada de Robert Musil, de la que tomo tres notas, a propósito de tres temas acuciantes como son la guerra y la paz, los niños y su sacrificio en aras del futuro, y las ideas, cuya vocación es convertirse en ideas fijas u obsesiones enquistadas en nuestra mente, según la traducción del alemán de José María Sáenz publicada por Seix Barral en Barcelona, 1973: 
Sobre la guerra: El general (Stumm) […] perseveraba en la convicción de que la guerra no es más que una continuación de la paz con medios más violentos, un orden enérgicamente vigilado, sin el cual el mundo no puede subsistir. 
Sobre los niños: Los adultos cometen un pecado bárbaro al destruir la virtud creadora del hijo arrebatándole su mundo, al ahogárselo con el saber muerto y convencional, y al orientárselo hacia fines precisos y extraños. El niño no es productivo, su actividad se reduce al juego y al crecimiento; acepta sólo aquello que verdaderamente puede asimilar, a no ser que se haga uso de la violencia; todo objeto que toca adquiere vida; el niño es un mundo, un cosmos, intuye lo último y absoluto, aunque no lo sepa expresar; pero se mata al niño enseñándole a comprender los fines y encadenándole a las circunstancias de cada caso, a las cuales se les llama, hipócritamente, realidad. 
 
Sobre las ideas: O bien, supón que, literalmente, una idea se apoderase de ti; ¡en el momento en que sintieses físicamente este encuentro, te hallarías ya en la frontera del reino de la locura! Y así, cada palabra desea ser tomada al pie de la letra, para no echarse a perder convirtiéndose en una mentira; pero tampoco se puede tomar ninguna palabra al pie de la letra, porque el mundo se convertiría en una casa de locos.
 

sábado, 8 de marzo de 2025

Creando Opinión Pública

Tres reputados pandemiólogos largan en un foro sobre los retos del futuro: «Va a haber otra pandemia, pero no sabemos cuándo: tenemos que estar muy preparados».
 
Según el Financial Times, Europa debe recortar su Estado de bienestar (welfare State) en pro de un Estado de guerra (warfare State) y defender el continente.
 
La abogada dice: Con todo dolor de mi corazón, España debe mandar tropas a la guerra, y lo siento mucho por los que van a morir, especialmente por los jóvenes.
 
  Hay muchos capitostes que dicen que sobra población en el planeta, por lo que nada mejor, a fin de disminuirla, que una guerra a la que nos arrastran de cabeza.

En 1868, la comarca de El Bierzo vivió los efectos de la insurrección que derrocó a Isabel II, la Gloriosa, cuyo lema revolucionario fue «¡Abajo lo existente!».
 
El Jefe del Ejecutivo patrio aboga por una digitalización «humana y humanista», clamando, ojo al pareado, «contra una tecnocasta / que hace todo por la pasta».

¿Hasta qué punto la hipotética y futura guerra contra Rusia es una amenaza real o es un mero pretexto para incentivar así la economía y la política europeas?
 
El presidente francés, firme y empalmado ante los primeros acordes de La Marsellesa, llama a los ciudadanos europeos a las armas y a formar los batallones.
 
El Banco Central Europeo respalda la política de rearme de la Unión porque el gasto en defensa añade crecimiento y mejora la productividad al añadir innovación.
 

viernes, 7 de marzo de 2025

Contra la guerra (Tibulo)

    En el Día Internacional para Concienciar sobre el Desarme y la No Proliferación, que fue anteayer, 5 de marzo, establecido por la Asamblea General de las Naciones Unidas, los gobiernos de la Unión Europea, incluido pese al Brexit, no faltaba más, el británico, e incluido también, no iba a ser menos, el gobierno más progresista de la historia de las Españas, deciden que la prioridad europea es gastar 800.000 millones de euros en armas para la paz... Locos están estos gobiernos democráticos nuestros, han perdido la razón. En lugar de desarmarse deciden todo lo contrario: rearmarse. Lo disimulan -camuflaje de guerra- diciendo que es por la paz amenazada y hablan de defensa de los derechos humanos y de la democracia, lucha contra el terrorismo, misión humanitaria, y, colmo de los colmos, llaman a las tropas de las fuerzas armadas fuerzas... de paz.  

 

    Uno de los primeros manifiestos pacifistas de la literatura occidental es la décima elegía del libro primero del poeta latino Albio Tibulo, compuesta en dísticos elegíacos de hexámetro y pentámetro dactílicos, de la que ofrezco una versión rítmica fiel al fondo y a la forma. Si hubiera que destacar uno solo de sus versos, quizá elegiría, este hexámetro: Quis furor est atram bellis accersere mortem! ¡Qué desvarío atraer con guerras la muerte funesta!


He aquí la elegía completa de Tibulo:

¿Quién el primero fue en empuñar espadas horribles?
¡Cuán brutal y en verdad     hombre de hierro fue aquel!

Vino entonces el crimen al género humano, y la guerra,
más rauda entonces se abrió     vía de muerte feroz.

Detalle de la columna de Trajano, Roma

¿Culpa no tuvo ninguna el pobre y nosotros a nuestra
costa trocamos lo que él      contra alimañas nos dio?

Ni esta codicia del oro valioso había ni guerras
cuando solía tazón      de haya en las mesas estar.

Ni ciudadelas había ni muros, y el sueño lograba
el rabadán en paz,     diseminada su grey.

Que yo viviera entonces y al pueblo no viera con tristes
armas ni oyera el clarín     y el corazón palpitar.

Hoy a la guerra me arrastran, y acaso ya un enemigo
lleva la flecha que me ha     de atravesar el costal.

Pero guardadme, Lares paternos: también me cuidasteis
cuando a vuestros pies     correteaba chaval.

No os sepa mal estar en tosca madera tallados:
que presidisteis hogar     de antepasados así.

Ellos mejor os honraron, cuando con rústico culto
en hornacina vulgar     talla se alzaba de un dios.

Se le aplacaba a aquél, si libaba alguien con vino
o a su sagrada testuz     daba espigado festón.

Y uno en persona llevaba, cumplido el deseo, pasteles
y pura miel, con él,     su hija pequeña detrás.

Pero alejad de nosotros los dardos, Lares, de bronce,
(...) y un cerdo, ofrenda rural,      de un rebosante cubil.

Voy a seguirla con puro vestido y llevar entrelazados
cestos de mirto, y también     frente ceñida de tal.

Yo os guste así: que valiente soldado sea en las armas
otro y con Marte a favor     venza a caudillo rival,

para que mientras bebo narrarme pueda sus gestas
él y con vino pintar     sobre la mesa el cuartel.

¡Qué desvarío atraer con guerras la muerte funesta!
Cerca está ella y sin ver     viene con tácito pie. 

No hay mies ni viñas abajo: sino el can Cérbero fiero
y el barquero feroz     de la laguna infernal.

Con las mejillas ajadas allí y chamuscado el cabello
vaga la pálida grey      hacia la charca espectral.

Cuánto más elogiable aquel al que junto a su prole
gana en humilde hogar     la perezosa vejez.

Él va tras sus ovejas, y tras los corderos el hijo
y agua al cansado le da     tibia la esposa a sus pies.

Sea yo así y platear mis sienes pueda de canas
y hechos, viejo, de un      tiempo pasado narrar.

Paz entre tanto cultive los campos; la paz lo primero
puso, radiante, bajo un      yugo a los bueyes a arar.

Paz nutrió las viñas y el zumo crió de las uvas,
para a su hijo el porrón     darle paterno a beber.

Brillan en paz azada y arado -pero las tristes
armas de atroz militar     baña en tinieblas orín.

Y el campesino del bosque, apenas sereno a su esposa
e hijos se pone a llevar      sobre su carro al hogar.

Mas ya se avivan las lides de Venus, y el pelo jalado
y el derribado dintel      hace a la chica llorar.

Llora ajando sus frescas mejillas, pero él victorioso
llora que hicieran también     tanto sus manos furor.

Pero gandul, el Amor, inspira a la riña palabras
duras y sienta en mitad      él de enfadados los dos.

Ah, es una roca y un trozo de hierro quien a su chica
pega: del cielo aquel      hace a los dioses caer.

Sea bastante rasgar de su cuerpo el ligero vestido,
baste con despeinar      moño del pelo sin más.

Baste haber provocado el llanto: cien veces dichoso,
al que enfadado llorar     puede la tierna mujer.

Pero el que sea cruel con sus manos, escudo y la lanza
porte y de dulce amor      póngase lejos aquél.

Pero a nosotros ven, madre Paz, y sujeta la espiga,
y tu radiante faldón     frutos nos dé a rebosar.