miércoles, 23 de abril de 2025

Soplan malos vientos

    Hay quien acaricia la idea de encerrarse en una burbuja y refugiarse en un búnquer blindado, por lo general subterráneo, a prueba de bombas y bombardeos, y a salvo de las amenazas del mundo exterior. Hay quien desea construir un refugio en el sótano de su casa, y el que vive en un bloque de pisos o nichos de viviendas acaricia la idea de construir un búnquer en condominio, comunal en el que poder sobrevivir en caso de emergencia bélica durante varios días haciendo acopio de provisiones, básicamente agua, alimentos y medicamentos. Y ante la demanda se genera la oferta, y viceversa, surgiendo enseguida emprendedores y empresas que hacen realidad ese proyecto. 
 
     Este frenesí europeounionista me ha traído a la cabeza enseguida la película de 1986 "When the Wind Blows" (en español, "Cuando el viento sopla"), un filme británico animado dirigido por Jimmy T. Murakami y basado en un cómic homónimo, con música de David Bowie y de Roger Waters (de Pink Floyd). Narra la historia de un matrimonio de jubilados que viven en la campiña inglesa. Cuando se anuncia una inminente guerra nuclear, siguen instrucciones del gobierno para construir un refugio improvisado en su casa. La película es profundamente emotiva y crítica, mostrando cómo estas personas simples, confiadas en las autoridades, afrontan el desastre con ingenuidad y esperanza… mientras la realidad se vuelve cada vez más sombría. Puede verse el trailer aquí mismo o completa y doblada al castellano la película en esta página de Internet Archive.
 
 
    Hay que reconocer que la fascinación por los búnqueres es la misma que la de los confinamientos -lockdowns según el anglicismo imperial-, algo demencial sin duda y disparatado, pero lógico habida cuenta de la estrategia fobopolítica, destinada a aterrorizar a la población con la martilleante propaganda actual de una inminente agresión por parte de Rusia, que, como se ve, está empezando a dar sus primeros frutos notables.  
 
    No es difícil imaginar, en efecto, que los mismos que ahora están fascinados por el búnquer son los mismos que, hace cinco años, se confinaron eufóricos en casa durante semanas bajo arresto domiciliario sin ningún atisbo de claustrofobia, pensando que era una medida para salvar vidas -las suyas y las de los suyos-, los mismos que se descargaban de la Red el pasaporte sanitario para beneficiarse de la libertad provisional autorizada por el Estado terapéutico y filantrópico. 
 

    Ya se ve hacia dónde vamos, o mejor dicho, hacia dónde nos llevan arrastrados: hacia una sociedad del encierro generalizado que puede justificarse con argumentos sanitarios (lucha contra el virus o contra el cambio climático) o bélicos. El resultado sigue siendo el mismo: la población aterrorizada evita el contacto y contagio social, se encierra en su esfera privada y renuncia espontáneamente a su libertad en nombre de la seguridad puesta en peligro por la presunta emergencia terrorífica. Asistimos así a la atomización de la sociedad, a la eliminación de la esfera pública y al dominio de la lógica individualista del «sálvese quien pueda». 
 
    El miedo se confirma así como una estrategia política de primer orden para los grupos dominantes. Tienen un buen juego en aterrorizar al máximo a la población, para luego poder administrarla a su antojo: el sujeto aterrorizado está dispuesto a hacer literalmente cualquier cosa con tal de asegurar su propia existencia, declarada en peligro por el orden discursivo dominante. 
 
Masoquista, de R. Topor 
 
    ¿Hará falta recordar que Rusia no tiene intención de invadir Europa, entre otras cosas porque, si hubiera querido hacerlo, ya lo habría hecho hace tiempo, sin esperar a que el viejo continente del que ella misma forma parte se reorganice y se rearme? Por el contrario, es Europa la que está provocando a Rusia en todos los sentidos, como si realmente quisiera acabar siendo atacada para tener la excusa perfecta y genial del contrataque. La disparatada propaganda de la inminente agresión rusa sólo sirve para poner en marcha las estrategias gubernamentales evocadas anteriormente y, por supuesto, para reforzar en exceso la industria bélica, quizás reconduciendo la producción de automóviles eléctricos que iban a salvar el planeta en tanques que van a destruirlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario