sábado, 5 de abril de 2025

Nuestros valores y nuestros productos

Las palabras que utilizamos a diario en realidad nos utilizan a nosotros mismos sin darnos cuenta al imponernos una determinada visión del mundo. Y una de las características del lenguaje actual que empleamos y nos emplea es la inflación de la jerga económica que ha venido a sustituir a la religiosa del antiguo régimen, habida cuenta de que la nueva religión es la economía. Solo hace falta ver el vídeo que ha subido La Moncloa, o sea el Gobierno de España,  a la Red Informática Universal, en el que se nos dice, por ejemplo: Esto es España: un gran país, hoy el motor económico de la Unión Europea, un país que produce, que investiga, que cultiva, que fabrica, un país que no se para y que no se va a parar por muchos obstáculos que nos encontremos, porque aquí sabemos lo que hacemos y lo vamos a seguir haciendo; vamos a seguir vendiendo nuestros productos, nuestro sabor, nuestra moda, nuestra tecnología, nuestra calidad, nuestros servicios. Vamos a seguir exportando a todo el mundo lo que hoy es España: una manera muy especial de hacer las cosas, la nuestra. Lo que no vamos a vender nunca son nuestros valores ni nuestros principios. Todo lo demás que seamos capaces de hacer, por supuesto que sí. Nuestros valores no están en venta; nuestros productos sí. Compra lo tuyo, defiende lo nuestro. 
 
A los que somos viejos y de cáscara amarga esto nos suena a déjà vu y déjà entendu: nos recuerda aquello de Una, grande, libre,  Arriba (y Viva) España y nos trae a la memoria lo de que somos la Reserva Espiritual de Occidente, que suele atribuirse a Ramiro de Maeztu, uno de los principales ideólogos del pensamiento nacionalista español, que en su Defensa de la Hispanidad (1934)  o "de la españolez" que diría Ferlosio, exaltó el papel espiritual y moral de España frente a la decadencia occidental. Durante la oprobiosa  dictadura de Franco, esta idea se convirtió en un eslogan recurrente de la propaganda oficial del Régimen que presentaba a España como último baluarte de la cristiandad. 
 
 
Es significativo cómo algunos términos del arcaico lenguaje religioso se han secularizado, por ejemplo dos de las virtudes teologales: la caridad, que se ha convertido en solidaridad, y la fe, que ahora es credibilidad y crédito, por no hablar de la conversión de la resignación cristiana en resiliencia, o del significativo cambio del “perdónanos nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores” del padrenuestro a “perdónanos nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a quienes nos ofenden", porque las deudas no se condonan ni perdonan: el dinero es sagrado. Ahora ya no somos la Reserva Espiritual de Occidente, sino, el Motor Económico de la Unión Europea, según el sedicente gobierno progresista, lo que bien mirado viene a ser lo mismo: somos los mejores y fomentamos nuestro espíritu patriótico y nacional. 
 
No es que el lenguaje moldee el pensamiento, y el pensamiento moldee la realidad que se crea con él, es que el lenguaje es la realidad, y viceversa.  “Las palabras que dices son la casa en la que vives”, según un cierto proverbio al parecer sufí. O, dicho a lo filosófico, según Heidegger (y en versión original alemana, que le da más empaque y autoridad al dicho): “Die Sprache ist das Haus des Seins”: El lenguaje es la casa del ser. El hombre vive en su morada. Los pensadores y los poetas son los guardianes de esta morada. Su vigilancia es la realización de la revelación del ser, en la medida en que lo expresan a través de sus palabras y lo preservan en el lenguaje
 
 
Piénsese que cuando se habla, por ejemplo, de amistades o de relaciones amorosas, se dice que «invertimos en relaciones» y que «gestionamos muestras emociones» como si fueran un negocio. Esta colonización semántica no es inocua, supone que reducimos toda dimensión humana a su rentabilidad económica. La gratuidad de la entrega desinteresada se convierte en un concepto cada vez más ajeno, y los demás ya no son más que “recursos humanos”, lo que a menudo se dice en inglés para disimular un poco: human resources, aunque la lengua anglosajona no disimula aquí su herencia latina más o menos directa o indirecta. Los anglicismos son una manera de simplificar y disimular conceptos más amplios propios de un pensamiento único y simplón: smart, green, 2.0... 
 
Pero no estamos denunciando una mera colonización semántica, sino mucho más que eso: una auténtica abducción y lavado de cerebro. El mundo se ha convertido en un zoco y un gran mercado persa. La guerra que emprendieron los gobiernos contra el virus coronado se renueva ahora como guerra arancelaria, contra un enemigo exterior que hace que engorde el espíritu nacional patriótico ante el a todas luces injusto tributo que hay que pagar por la circulación de la mercancía de los bienes de consumo que son objeto de exportación e importación.
 

Nuestros valores, nuestros principios, no están en venta, nuestros productos sí, dice nuestro ejecutivo, sin percatarse de que nuestros principios y valores son también un producto nuestro, y nuestros productos (por ejemplo un coche de factoría nacional, un litro de aceite de oliva virgen extra o un jamón de Jabugo) son nuestros valores, y  cotizan en bolsa, cuyas acciones suben y bajan y se ponen a la venta en el gran bazar del mercadillo persa. Nos dicen: "Compra lo tuyo, defiende lo nuestro". Te están diciendo que compres, da igual que sea lo tuyo o lo ajeno: compra, porque es así como se defiende el sistema (y, de paso, uno mismo también se realiza).
 
Todos somos, de alguna manera, emprendedores de nuestro potencial capital y funcionarios del Estado de nosotros mismos y todos tenemos un “proyecto de vida”, un futuro al que nos entregamos con devoción... a tumba abierta.

2 comentarios:

  1. Tanto recurrir y celebrar a Franco se habrán visto impelidos a modernizar la españolez e imbecilidad productiva que de un régimen a otro se hereda, y con devoción patriota continúan la gobernanza idiota empantanados en un mercado inflacionista y con una guerra comercial que tendrá un efecto devastador sobre la población para mayor gloria y refuerzo del Estado, propiciando la proliferación de truhanes de todos los pelajes que acuden convocados por la denominada iniciativa pública y privada, pues la ocasión la pintan calva y esos pelajes sí que son valores convencionales de asiento para la diversidad y sostenibilidad que las sagradas escrituras pregonan a los cuatro vientos.

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    1. Sin duda lo de "España, motor económico de la Unión Europea" y "España, un gran (y libre) país", es también una actualización del joseantoniano y falangista "España, unidad de destino en lo universal". Gracias por el comentario.

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