miércoles, 16 de abril de 2025

Miércoles de la Traición

Hoy, Miércoles Santo, en medio de la Semana Santa de Dios, se celebra el Día de la Traición. En este día se recuerda la figura del traidor por excelencia, Judas de Simón Iscariote, nada menos que uno de los doce, que delató al Maestro en el Huerto de Gestsemaní, después de la Última Cena, a cambio de treinta monedas de plata, dándole un beso en la cara, lo que condujo directamente al arresto de Jesús según unos por los judíos y según el evangelio de Juan, por los romanos, que parece lo más verosímil. 
 
¿Cuál fue el motivo de la traición? No lo sabemos a ciencia cierta. Los evangelistas apuntan que la causa de la traición fue la codicia materialista, en realidad idealista, que es la codicia idealizada del dinero materializado en las treinta monedas de plata, pero hay quien ha supuesto que era porque deseaba, decepcionado con Jesús, una rebelión armada que trajera la liberación política y militar de Israel del imperialismo romano, y veía que Jesús no era el mesías que el pueblo esperaba, habida cuenta de su postura algo tibia, por lo que él, Judas Iscariote, habría querido ocupar su puesto. No está mal pensado, pero es improbable con los textos de los que disponemos.
 
Palm Sunday, Bob Moran (2025)
 
En el episodio de la Última Cena, los cuatro evangelistas indican al unísono que Jesús señaló públicamente a uno de los discípulos como traidor. Dos de ellos, Mateo y Juan, apuntan expresamente a Judas Iscariote, lo cual resulta inverosímil históricamente, dado que los demás no habrían hecho nada por impedirlo. Por otra parte, la profecía de su muerte no deja de ser un vaticinio atribuido a Jesús una vez sucedidos los hechos. Pudo haber barruntado su muerte, dado su enfrentamiento con las autoridades, conociendo como conocía, además, la muerte violenta de muchos otros profetas, como por ejemplo Juan el Bautista.
 
Jesús podía barruntar que alguno podía traicionarle, pero no saberlo a ciencia cierta. En el evangelio de Juan, además, se da a entender que el propio Jesús habría incitado al traidor a traicionarle: “Uno de sus discípulos... reclinándose entonces sobre el pecho de Jesús, le preguntó: “Señor, ¿quién es?”. Jesús contestó: “Es aquel para quien yo voy a mojar el trozo y a quien se lo voy a dar”. Mojando, pues, el trozo se lo dio a Judas de Simón Iscariote. Y en cuanto recibió el trozo, entró en él Satanás. Por eso le dijo Jesús: “Lo que vas a hacer, hazlo pronto”. (Juan 13, 24-17). 
 
 
 
Fernando Bermejo Rubio, en su libro La invención de Jesús de Nazaret” Madrid, Siglo XXI de España Editores (2018), señala que estos relatos de la predicción de la traición adolecen de una incongruencia interna: "Judas es identificado por Jesús ante el resto de los discípulos sin que estos hagan nada contra él, le dirijan el menor reproche o intenten detenerlo; la inconsecuencia se aprecia asimismo en que, tras ser desenmascarado, Judas participa en la cena con los demás. Solo el autor del Cuarto Evangelio hace a Judas abandonar la reunión".
 
Parece que no hay motivos para negar la existencia de Judas Iscariote ni su pertenencia al círculo de los doce apóstoles. Sin embargo, la dramatización que hacen los evangelios es de dudosa historicidad. El hecho de que fuera prendido por una cohorte romana (que estaba formada por tres manípulos, y cada manípulo por dos centurias de hombres) al mando de un tribuno, lo que suponía entre cuatrocientos y seiscientos hombres al menos, según el evangelio en este punto más fiable, que es el de Juan, implica que para los romanos Jesús y sus seguidores eran un problema que revela el carácter subversivo de su predicación y seguidores. 
 
¿Es congruente, se pregunta Gonzalo Puente Ojea, destacar tanta fuerza para detener a un hombre rodeado de una banda desarmada? Recordemos la violencia del episodio de la “purificación” del Templo, la incitación a la rebelión popular y la condena del pago del tributo, la instrucción que hace a cada discípulo de que “compre una espada” (Lucas 22.36) o la pregunta que le hacen los seguidores al Maestro sobre si debían usar ya las armas: “Señor, ¿herimos con la espada?”. Ante estos hechos se impone la impresión de que Jesús y los suyos iban armados para una contienda y no excluían la posibilidad de la violencia. Recordemos, además, una frase que tiene todos los visos de ser histórica y que contradice el irenismo atribuido a la figura de Jesús y a su predicación:  Μὴ νομίσητε ὅτι ἦλθον βαλεῖν εἰρήνην ἐπὶ τὴν γῆν· οὐκ ἦλθον βαλεῖν εἰρήνην ἀλλὰ μάχαιραν: No creáis que he venido a traer la paz a la tierra: no he venido a traer la paz sino la espada (Mateo X, 34); espada, que es obviamente, metáfora de la guerra.
 
 
El suicidio de Judas Iscariote, que habría vendido a Jesús por treinta monedas de plata, ahorcándose se incardina en una tradición, según observa Antonio Piñero, totalmente judía y no romana, porque entre los romanos el suicidio era una “muerte noble” que rehabilita de alguna manera al personaje moralmente por el mal que había infligido, mientras que en el mundo clásico el hecho de autoinfligirse la muerte rehabilita al personaje. No quita importancia al delito conocido, pero de alguna manera restaura al suicida, mientras que en la tradición judía y luego cristiana la muerte voluntaria añade culpa sobre culpa.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario