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martes, 11 de junio de 2024

La invención del enemigo

    Publicaba recientemente el infatigable Giorgio Agamben una breve pero sugerente columna titulada La invención del enemigo, en la que analizaba con su habitual lucidez por qué los países europeos han convertido a Rusia en su enemigo mortal. Así escribía:
 
    "Creo que muchos se han preguntado por qué Occidente, y en particular los países europeos, cambiando radicalmente la política que habían seguido durante las últimas décadas, decidieron de repente convertir a Rusia en su enemigo mortal. Una respuesta es, con toda seguridad, muy posible. La historia demuestra que cuando, por la razón que sea, fallan los principios que aseguran la propia identidad, la invención de un enemigo es el dispositivo que permite -aunque sea de forma precaria y, en última instancia, ruinosa- hacerle frente. Esto es precisamente lo que está ocurriendo ante nuestros ojos. Está claro que Europa ha abandonado todo aquello en lo que creía -o, al menos, en lo que creyó durante siglos: su Dios, la libertad, la igualdad, la democracia, la justicia. Si en la religión -con la que Europa se identificaba- ya no creen ni los curas, también la política ha perdido hace tiempo su capacidad de orientar la vida de las personas y de los pueblos. La economía y la ciencia, que han ocupado su lugar, no son en absoluto capaces de garantizar una identidad que no adopte la forma de un algoritmo. La invención de un enemigo contra el que luchar por cualquier medio es, a estas alturas, la única manera de colmar la angustia creciente ante todo aquello en lo que ya no se cree. 
 
    Y ciertamente no es prueba de imaginación haber elegido como enemigo al que durante cuarenta años, desde la fundación de la OTAN (1949) hasta la caída del Muro de Berlín (1989), ha permitido llevar sobre todo el planeta la llamada Guerra Fría, que parecía, al menos en Europa, definitivamente desaparecida. Frente a quienes se obstinan en tratar de encontrar de este modo algo en lo que creer, es necesario recordar que el nihilismo -la pérdida de toda fe- es el más inquietante de los huéspedes, que no sólo no puede ser domado con mentiras, sino que sólo puede conducir a la destrucción de quienes lo han acogido en su casa."
 
 

 
    Tratando de dar una respuesta a la pregunta de por qué Rusia es el enemigo de la Unión Europea, formula Agamben con sus palabras lo que se ha dado en llamar el teorema de Salustio, que consiste en agitar el metus hostilis o miedo a la amenaza de un enemigo exterior para garantizar la unidad interna, que Neal Wood definió en estos términos: El miedo a un enemigo externo promueve la cohesión social interna. Se asegura así aunque no sea de la mejor manera la propia identidad de la nación.

    Un adversario amenazante refuerza el sentido de identidad nacional, aumenta la cohesión social, disminuyen las divisiones raciales, políticas o económicas internas, y, en sentido contrario, en las épocas de bonanza puede peligrar el equilibrio, y cuando no hay un enemigo exterior, puede haber peligro de guerra civil porque cuando se disipan las amenazas exteriores parece que, como contrapartida, se amplían las divisiones internas. De ahí la necesidad que tienen los estados de crear deliberadamente un enemigo. Y de ahí también aquellas palabras del polítólogo ruso Georgy Arbatov dirigidas a los Estados Unidos de América tras el fin de la guerra fría y la caída de la Unión Soviética a finales del siglo XX: «Vamos a hacerles un daño terrible a ustedes. Vamos a privarles de su enemigo».
 
    Curiosamente un cuarto de siglo después del fin de la guerra fría, el tío Sam vuelve a reinventar el enemigo ruso y a declararle indirectamente esta vez la guerra caliente, por vía intermedia ucraniana y europea, pagando a alguien para que la haga por él.
 
    El otro día aparecía en la prensa la noticia de que el senil tío Sam le concedía una nueva ayudita al presidente de Ucrania, actor 'nato' (palíndromo de OTAN) y títere de los Estados Unidos, de doscientos veinticinco millones de dólares americanos (225.OOO.OOO $)casi nada.

domingo, 4 de febrero de 2024

El teatro de la política y viceversa.

    Ahora que la Unión Europea da a Ucrania "un balón de oxígeno", como dice la prensa -refiriéndose con esta expresión a la cuantiosa suma de cincuenta mil millones de euros para seguir manteniendo la guerra contra Rusia- vuelve Giorgio Agamben, una de las mentes más lúcidas de la actualidad, a la carga con el texto Teatro y política, publicado en italiano el 19 de enero de 2024 en su columna "Una voce" del sitio güeb de la editorial Quodlibet, donde puede leerse en versión original. 
 
 
   Es cuando menos singular que uno no se interrogue sobre el hecho, no menos imprevisto que inquietante, de que el papel de líder político sea asumido en nuestro tiempo cada vez más por actores: es el caso de Zelenski en Ucrania, pero lo mismo había ocurrido en Italia con Grillo (eminencia gris del Movimiento 5 Estrellas) e incluso antes en Estados Unidos con Reagan. Ciertamente, es posible ver en este fenómeno una prueba del declive de la figura del político profesional y del creciente influjo de los medios de comunicación y de la propaganda en cualquier aspecto de la vida social; pero, en todo caso, es evidente que lo que está ocurriendo implica una transformación de la relación entre política y verdad sobre la que es necesario reflexionar. Que la política tenga algo que ver con la mentira es algo que, de hecho, se da por descontado; pero esto significaba simplemente que el político, para conseguir los objetivos que consideraba desde su punto de vista verdaderos, podía sin demasiados escrúpulos decir lo falso. 
 
    Lo que está ocurriendo ante nuestros ojos es algo diferente: ya no hay un uso de la mentira para los propios fines políticos, sino que, por el contrario, la mentira se ha convertido en sí misma en el fin de la política. Es decir, la política es puramente y simplemente la articulación social de lo falso. Se comprende entonces por qué el actor es ahora necesariamente el paradigma del líder político. Según una paradoja que desde Diderot hasta Brecht nos ha resultado familiar, el buen actor no es, de hecho, el que se identifica apasionadamente con su papel, sino el que, conservando la sangre fría, se mantiene por así decirlo a distancia de él. Parecerá tanto más verdadero cuanto menos disimule su mentira. El escenario teatral es, pues, el lugar de una operación sobre la verdad y sobre la mentira, en la que lo verdadero se produce exhibiendo lo falso. El telón se levanta y se cierra precisamente para recordar a los espectadores la irrealidad de cuanto están viendo. 
 
 
    Lo que define hoy la política —convertida, como se ha dicho eficazmente, en la forma extrema del espectáculo— es una inversión sin precedentes de la relación teatral entre verdad y mentira, con miras a producir la mentira mediante una operación particular sobre la verdad. La verdad, como hemos podido ver en estos últimos tres años, no está, de hecho, ocultada y, sigue, por el contrario, siendo fácilmente accesible a cualquiera que tenga voluntad de conocerla; pero si antes —y no sólo en el teatro— la verdad se alcanzaba mostrando y desenmascarando la falsedad ('veritas patefacit se ipsam et falsum'), ahora en cambio la mentira se produce por así decir mostrando y desenmascarando la verdad (de ahí la importancia decisiva del discurso sobre las 'fake news'). Si en su tiempo lo falso era un momento en el movimiento de la verdad, ahora la verdad sólo cuenta como un momento en el movimiento de lo falso. 
 
    En esta situación, el actor es, por así decirlo, de casa, aunque, frente a la paradoja de Diderot, deba en cierto modo duplicarse. Ningún telón separa ya el escenario de la realidad, que —según un recurso que los directores modernos nos han hecho familiar, obligando a los espectadores a participar en la obra— se convierte  ella misma en teatro. Si el actor Zelenski resulta tan convincente como líder político, es precisamente porque es capaz de proferir mentiras siempre y en cualquier lugar sin ocultar nunca la verdad, como si ésta no fuera sino una parte ineludible de su actuación. Él —como la mayoría además de los líderes de los países de la OTAN— no niega el hecho de que los rusos han conquistado y anexionado el 20% del territorio ucraniano (que, además, ha sido abandonado por más de doce millones de sus habitantes), ni que su contraofensiva ha fracasado por completo; ni que, en una situación en la que la supervivencia de su país depende totalmente por completo de una financiación extranjera que puede cesar en cualquier momento, ni él ni Ucrania tienen delante de sí ninguna posibilidad real. Decisivo es por esto que, como actor, Zelenski provenga de la comedia. A diferencia del héroe trágico, que tiene que sucumbir a la realidad de unos hechos que desconocía o creía irreales, el personaje cómico hace reír porque no deja de exhibir la irrealidad y la absurdidad de sus propias acciones. Ucrania, llamada antaño la Pequeña Rusia, no es sin embargo un escenario cómico, y la comedia de Zelenski no podrá en último término más que convertirse en una amarga tragedia realísima.

jueves, 11 de enero de 2024

Dos noticias 'insignificantes' entre muchas otras

Analizaba Giorgio Agamben, con su habitual finura no exenta de profundidad, en su página de Una voce el pasado 30 de diciembre dos noticias aparentemente inconexas, cuya lectura nos invita a nosotros, sus lectores, a relacionarlas también para explicarnos lo que está sucediendo ahora mismo a nuestro alrededor. 

Los dibujos de Roland Topor (1939-1997) de su libro Les masochistes (1960) nos sirven para ilustrar a la perfección las palabras del filósofo italiano, y para retratarnos a nosotros, que somos los masoquistas que nos complacemos en ser dominados y sentirnos humillados o maltratados por las altas instancias, dignos discípulos de Leopold von Sacher-Masoch.


Los masoquistas, Roland Topor (1960)


    La prestigiosa revista "Nature" ha publicado los resultados de una investigación realizada por un grupo de científicos de la Universidad de Cambridge, dirigidos por Anne Willis, que demuestra que las vacunas de ARNm, como las utilizadas en la reciente pandemia, producen proteínas no deseadas cuyos efectos en el organismo pueden ser nocivos. Aunque la casuística de enfermedades a menudo graves e incluso mortales sufridas por personas vacunadas ya era prueba suficiente para nosotros, la investigación ofrece por primera vez una demostración científica de ello.

    La segunda noticia es que ha aumentado considerablemente con respecto a años anteriores el número de personas que enferman de síndromes gripales y Covid (unas 2.552.000 desde el inicio de la temporada). No parece ilegítimo sugerir que este aumento podría estar relacionado con los resultados de la investigación que acabamos de mencionar.

    Es poco probable que los médicos, políticos y expertos que han obligado imprudentemente a la mayoría de la población a vacunarse cuestionen estos dos hechos, a pesar de que deberían hacerlo.

Los masoquistas, Roland Topor (1960)
 

     Su lúcida actitud crítica desde el primer momento contra las medidas político-sanitarias que conllevó la declaración de la pandemia le llevó a escribir lo siguiente: "Ya no puedo, ante un médico o cualquier persona que denuncie la forma perversa en que se ha utilizado la medicina estos dos últimos años, no cuestionar en primer lugar la propia medicina. Si no nos replanteamos en qué se ha convertido progresivamente la medicina, y quizás toda la ciencia de la que pretende formar parte, no habrá esperanza de detener su curso letal."

 

Los masoquistas, Roland Topor (1960)

lunes, 6 de noviembre de 2023

Los gritos de las plantas

    Publicaba Giorgio Agamben el 30 de octubre en su página de quodlibet esta brevísima e irónica reflexión sobre la guerra de Israel contra los gazatíes, titulada El silencio de Gaza En días pasados científicos de la School of Plant Sciences de la universidad de Tel Aviv han anunciado que han grabado con micrófonos especiales sensibles a los ultrasonidos los gritos de dolor que emiten las plantas cuando son cortadas o cuando carecen de agua. En Gaza no hay micrófonos. 
 
    La noticia la recogía, entre otros, The Times of Israel el 30 de marzo, que remitía al estudio científico  recogido en la prestigiosa revista Cell.
 
    Ya se sabía, antes de dicho estudio, que las plantas estresadas mostraban alteraciones tales como cambios de color, olor y forma. Ahora se ha descubierto que emiten también sonidos aéreos que pueden registrarse en el aire y clasificarse. 
 
 
    El estudio científico registró los sonidos ultrasónicos emitidos por plantas de tomate y tabaco que habían sido privadas de agua, sufrieron un corte en el tallo o fueron dejadas solas (como grupo de control) dentro de una cámara acústica y en un invernadero, mientras se monitoreaban los parámetros fisiológicos de la planta. Se llegaron así a desarrollarse modelos de aprendizaje automático que lograron identificar el estado de las plantas, incluido el nivel de deshidratación y las lesiones, basándose únicamente en los sonidos emitidos.
 
 Las plantas emiten sonidos: 
 
 
    Los gritos de las plantas, en el rango ultrasónico de aproximadamente 20 a 100 kHz, que está por encima del límite del oído humano, podrían ser detectadas en un radio de acción de tres a cinco metros por muchos mamíferos (dada su sensibilidad auditiva, por ejemplo, ratones) e insectos y polillas.
     
    Sin duda se trata de un estudio científico importante, que pone de relieve la incapacidad del oído humano de detectar todos los gritos de dolor y angustia de los seres vivos. Podemos captar ahora dichos gritos. Pero en la franja de Gaza no se han habilitado, como dice Agamben, micrófonos especiales que capten los gritos de dolor y de angustia que emiten los gazatíes cuando son bombardeados y destrozadas sus casas y sus cuerpos, y muertos tantos niños inocentes, y sometidos los supervivientes a todo tipo de restricciones, mientras los israelíes que han ocupado los territorios de Palestina son incapaces de escucharlos porque carecen de audífonos adecuados o porque están sordos, pero no hay peor sordo, ya se sabe, que el que no quiere oír ni escuchar.

viernes, 17 de febrero de 2023

Elogio de Giorgio Agamben

    Si alguien ha denunciado con lucidez la deriva autoritaria y totalitaria que han adoptado los gobiernos occidentales y los medios de (in)formación de masas a su servicio y al servicio del capital financiero internacional durante estos tres últimos años de crisis sanitaria es el filósofo italiano Giorgio Agamben (1942-...). Sólo hacen falta dos extractos de uno de sus textos para comprobarlo. En el primero denuncia no solo el uso torticero que se ha hecho de la medicina (y la ciencia en general) durante la pandemia, sino el que ambas hayan permitido ese abuso, convirtiéndose en objetos de fe, religión y no ciencia, lo que le lleva a desconfiar totalmente de una y otra. 

 

    Ambos textos están tomados de su intervención "Il complice e il sovrano" en la commissione DU-PRE (acrónimo italiano de Dubbio e Precauzione 'duda y precaución") el 28 de noviembre de 2022.

    Ya no puedo, frente a un médico o alguien que denuncia la forma perversa en que se ha utilizado la medicina en estos dos años, evitar en primer lugar poner en cuestión la propia medicina. Si no se reconsidera de frente en qué se ha convertido gradualmente la medicina y tal vez toda la ciencia a la que se siente pertenecer, no se podrá esperar en modo alguno detener su curso mortal.  

    Io non posso più, di fronte a un medico o a chiunque denunci il modo perverso in cui è stata usata in questi due anni la medicina, non mettere innanzitutto in questione la stessa medicina. Se non si ripensa da capo che cosa è progressivamente diventata la medicina e forse l’intera scienza di cui essa ritiene di far parte, non si potrà in alcun modo sperare di arrestarne la corsa letale.

 


 
    En el segundo fragmento analiza la postura de aquellos que desde la defensa de las leyes y constituciones han intentado frenar la implantación de la dictadura sanitaria. No se trata, según él, de lamentar el mal uso que se ha hecho de la constitución -por ejemplo que en España se haya declarado a posteriori ilegal el confinamiento que ordenó el gobierno-, sino de cuestionar la constitución misma que ha permitido tal desaguisado.

    Ya no puedo, frente a un abogado o alguien que denuncia la forma en que la ley y la constitución han sido manipuladas y traicionadas,  evitar cuestionar en primer lugar la ley y la constitución. ¿Acaso es necesario, para no hablar del presente, que recuerde aquí que ni Mussolini ni Hitler tuvieron necesidad de cuestionar las constituciones vigentes en Italia y Alemania respectivamente, sino que incluso encontraron en ella las disposiciones que necesitaban para instaurar su régimen? Así que es posible que el gesto de quien hoy intenta basar en la Constitución y sus derechos su lucha esté ya de antemano derrotado.

 Io non posso più, di fronte a un giurista o a chiunque denunci il modo in cui il diritto e la costituzione sono stati manipolati e traditi, non revocare innanzitutto in questione il diritto e la costituzione. È forse necessario, per non parlare del presente, che ricordi qui che né Mussolini né Hitler ebbero bisogno di mettere in questione le costituzioni vigenti in Italia e in Germania, ma trovarono anzi in esse i dispositivi di cui avevano bisogno per istaurare i loro regimi? È possibile, cioè, che il gesto di chi cerchi oggi di fondare sulla costituzione e sui diritti la sua battaglia sia già sconfitto in partenza.