Al filósofo y lingüista norteamericano Noam Chomsky no se le perdona que viva tanto como está viviendo, ya que si se descuida va a llegar a centenario, así que ya le tienen preparado el obituario preventivo. Se le dio por muerto este verano, recuérdese, y tuvo que salir a desmentirlo su mujer. Simplemente, había sufrido un ictus -¿fruto de la vacuna?- y, dado de alta del hospital, y a raíz de eso, sabemos ahora, ha perdido la capacidad de hablar y escribir que hasta ahora había tenido, lo que aprovechan algunos para sacar a relucir algunos de sus descubrimientos más interesantes en forma de máximas o aforismos.
Aquí ya hablamos en su momento de una de sus contribuciones más importantes a la crítica política: Fabricando el consentimiento. En la entrada De cómo nos manipulan (apuntes pseudo-chomsyanos), dábamos cuenta de aquellas diez estrategias de manipulación en forma de píldoras breves que se le atribuyen y que él mismo reconocía que no había escrito nunca así literal- y sistemáticamente, aunque podían estar desperdigadas a lo largo y ancho de su vasta obra de libros y artículos periodísticos.
Pero Noam Chomsky, tan lúcido en sus análisis políticos, también cayó en la trampa que tantas veces había denunciado, como escribíamos en ¿Chochea Noam Chomsky?. Cediendo al miedo ante la realidad de la falsa pandemia, creyó que había unos expertos, que en el nombre desinteresado de la Ciencia, iban a salvar a la humanidad de un virus presuntamente asesino.
Ya Karl Marx nos había advertido en 1873 en el posfacio de la edición inglesa de El Capital de la imposición de falsos expertos o expertos interesados económicamente hablando: “Los investigadores desinteresados fueron sustituidos por espadachines (Schwertkämpfer) a sueldo y los estudios científicos imparciales dejaron el lugar a la conciencia turbia y a las perversas intenciones de la apologética”.
Noam Chomsky, en mitad de la ominosa pandemia declarada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), se posicionaba
claramente a favor de la narrativa oficial y de la gestión política que de ella se llevaba a cabo. Él, que con tanta lucidez había denunciado la fabricación de
un enemigo (el comunismo, el terrorismo...) a la hora de manipular y gobernar a la gente, no veía ahora la imposición del virus como el enemigo imaginario
que había que combatir en beneficio de todos.
Creyendo que la salvación era la milagrosa pócima cuya inoculación defendían los laboratorios farmacéuticos, llegó a proponer que había que aislar a los que se negaban a inyectarse el suero milagroso. Y no le dolían prendas a la hora de reivindicar
el autoritarismo colectivo que tanto en otras ocasiones había denunciado sobre el derecho individual.
¿Para qué vamos a usar eufemismos? ¿Qué es el aislamiento de
la gente que se rehúsa a ponerse un pinchazo sino el encarcelamiento o
encierro?
Durante la pandemia, Noam Chomsky se puso de parte de la narrativa oficial que defendía la dictadura sanitaria. Otros, muy pocos a la sazón, no dudaron en condenarla, por lo que fueron estigmatizados. Es lo que el Periódico Global, alias El País, hizo entre nosotros afirmando que un intelectual tan lúcido como Giorgio Agamben "naufragó en sus diatribas contra la pandemia". Este es por ejemplo el titular que le dedicaba el periodista Braulio García Jaén en dicho periódico:
"El pensador italiano, autor de lúcidas obras sobre el abuso de la soberanía en democracia, naufragó en diatribas contra la gestión de la pandemia". Por un lado el citado medio progubernamental reconocía que muchas noticias e injusticias actuales se entendían mejor leyendo
lo que Agamben escribió hace décadas -Homo
sacer. El poder soberano y la nuda vida, su libro más importante y
original, Medios sin fin, y Estado de excepción- como por ejemplo su visión de que el
estado de excepción es la norma del poder político actual.
Agamben desmonta el exterior de los Estados haciéndonos ver que,
para el poder, el ser humano es nuda vida sin más derechos que los
que el Estado tiene a bien reconocerle.
Pero el periodista y el periódico susodichos, citando como autoridad a Juan Evaristo Valls-Boix, despachan a Agamben despectivamente afirmando que frente a la pandemia -y
nos remiten de paso a una página terrorífica del propio diario, donde se dice que Italia registraba la cifra de muertos más alta de
la crisis del coronavirus, 993 fallecidos durante un día, blindando el país
y obligando a guardar cuarentena a quien viajase al extranjero- incurrió “en
esa miopía que supone la literalidad sin contexto” (sic), a raíz del significativo artículo de Agamben titulado “La invención de una pandemia”,
publicado el 21 de febrero de 2020, porque rebajaba la “supuesta”
gravedad de la situación que ese periódico y la mayoría de los medios de conformación de masas agravaban exagerándola hasta la náusea.
Con la Covid 'pandemizada' hemos visto el despliegue farmafiacientífico amparado en el servilismo político y el bombardeo mediático, baluartes imprescindibles del Mercado, permitiendo los ajustes financieros necesarios e impulsando el desarrollo sanitario, que la Farmafia ha sabido articular asegurando con sus contratos y su red clientelar de incentivos la impunidad y el latrocinio, al mismo tiempo que ofrecía una función salvífica como centrales de compras a los Estados. Al parecer en el Mercado la condiciones ya estaban maduras para iniciar de una vez por todas (puesto que ya se dispone del armamento) el consumo, la experimentación y la dependencia de las terapias génicas que revolucionarán aún más este mundo amenazante. Incluso los efectos, siempre colaterales, de la intoxicación con sus productos de mierda siempre tendrán la virtud de generar a su vez innovación y más demanda de 'productos' para que el Mercado siga su curso, y que por otra parte, como cualquier experto, intelectual, economista, belicista o científico sabe, son inevitables.
ResponderEliminarSí, al final entramos en un círculo vicioso.
EliminarEl gran Noam Chomsky en la crisis far-mafia-céutica se quedó en la estructura superficial de la narrativa dominante y no acertó a ver la estructura profunda.
Eliminar