En el evangelio de Mateo (VI, 24) leemos: “Ninguno puede servir a dos señores: porque o tendrá aversión al uno, y amor al otro: o si se sujeta al primero, mirará con desdén al segundo. No podéis servir a Dios y a las riquezas”. Y en el de Lucas, por su parte, otra versión de lo mismo (XVI, 13): “Ningún criado puede servir a dos amos: porque o aborrecerá al uno, y amará al otro: o se aficionará al primero, y no hará caso del segundo: no podéis servir a Dios y a las riquezas”.
El dicho final que transmiten ambos evangelistas (“No podéis servir a Dios y a las riquezas”) aparece a veces en otras versiones como “No podéis servir a Dios y al dinero”. Las
palabras “riquezas” y “dinero” son traducciones, a su vez de la palabra no latina
“Mammona”, que emplea Jesús y que proviene del arameo ܡܲܡܘܿܢ (māmōn),
que significa justamente "riqueza" o "dinero". El dicho advierte de la imposibilidad de ser leal a dos intereses contrapuestos, al espiritual, digamos, y al económico, porque son en principio incompatibles, aunque en realidad, como veremos más adelante, no lo sean tanto como parecían.
Su origen etimológico exacto no está del todo claro, pero generalmente se cree que deriva de una raíz semítica relacionada con términos de confianza o seguridad, indicando, por lo tanto, la fe o la confianza en la riqueza. La
etimología de Mammon, que Martin Achard toma de Hauck, es «Aman», raíz
que implica un sentido de estabilidad, de firmeza, y de la que derivan
los términos que significan: ser fiel, tener confianza- ser estable, durable -creer- y también verdad, fidelidad.
En
el poeta cristiano Prudencio (Hamartigenia u Origen del
pecado, v. 428) aparece el adjetivo mammoneus “que solo atiende al
lucro, interesado, codicioso, avariento” aplicado al sustantivo
fidem, en un hexámetro: mammoneamque fidem pacis sub amore
sequuntur, que quiere decir algo así como: Y por amor de la paz
siguen fe de Mamón lucrativa. En el latín cristiano fides,
traducción del griego πίστις, «designa el acto del espíritu
y el objeto al que este se aplica”, recogiendo el significado
religioso, propio del latín arcaico y perdido con el tiempo. A la
fides, que es en Prudencio la fe cristiana, le aplica el autor aquí un calificativo que la convierte en la fe heterodoxa que se pone en el dinero, como si
dijéramos, con palabra de la jerga económica, el crédito que se le da.
Con el tiempo Mamón se personificó en la literatura medieval como un demonio o divinidad pagana que representaba la codicia y la avaricia, lo que explica la variante popular “No podéis servir a Dios y al diablo”, salvo que se demuestre que, con el proceso histórico del devenir de los tiempos, han venido a ser lo mismo.
De hecho se llegó a decir que Mamón era el nombre de un demonio que subyuga a la humanidad, lo que probablemente está ya en Agustín de Hipona, quien en su Del sermón de la Montaña, II, 14 comenta el dicho
evangélico atribuido a Jesús de que no se puede servir a dos
señores, a Dios y a Mammona, que en hebreo, dice,
significa “las riquezas”. Y añade que corresponde también con
el nombre púnico o cartaginés ya que en esa lengua la ganancia se
dice “Mammon”. Y comenta a continuación, equiparando a Mamona
con el diablo: Quien sirve a Mamona (las riquezas) se somete a un
señor duro y pernicioso; en efecto, amarrado por la propia pasión,
está sometido al diablo y no le ama, porque ¿quién hay que ame al
diablo?, pero, sin embargo, le soporta.
Jesús lo personifica considerándolo una especie de divinidad, haciendo que el nombre común ascienda a la categoría de nombre propio. No es una divinidad pagana con la que Jesús quiera decir que hay que elegir entre el Dios verdadero y esta divinidad pagana.
En el Tárgum y en el Talmud, según el libro de Jacques Ellul "Dinero y poder” (originalmente “L'homme et l'argent', publicado en 1954), ya está personalizado. Es un pretendiente a la divinidad que forma parte de los elementos de este mundo que están llamados a desaparecer con la llegada del Reino de Dios.
Dios y Mammón están opuestos en la predicación de Jesús. Hay dos mundos: el de la compraventa y el de la gratuidad, radicalmente contrarios, extraños entre sí y contrapuestos El dinero no es un objeto sino un sujeto. Jesús no aconseja ganarlo honestamente o que haya que usarlo bien, como ha hecho la Iglesia con su limosna caritativa y su voto hipócrita de pobreza, sino que tiene un poder comparable al de Dios, que se constituye en dueño y señor del hombre, por eso cuando el hombre cree que puede servirse del dinero, se engaña totalmente porque es el dinero el que se sirve de él subordinándolo a sus fines y avasallándolo. No está en nuestras manos dirigir el uso del dinero, porque él -habría que escribir Él, con mayúscula honorífica reservada al Altísimo- tiene una potencia directriz, lo que le confiere un carácter sacrosanto.
Cristo expulsando del Templo a los cambistas, El Greco (1570)
"Así, cuando afirmamos que usamos el dinero, cometemos un gran error. Podemos, si estamos obligados, usar el dinero, pero es el dinero el que en realidad nos usa y nos convierte en sus sirvientes poniéndonos bajo su ley y subordinándonos a sus fines. No hablamos solamente de nuestra vida interior; nos referimos a nuestra situación global. No somos libres para dirigir el uso del dinero de un modo u otro, pues estamos en las manos de su poder controlador” (Jacques Ellul).
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