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sábado, 2 de noviembre de 2024

Money, money, money (y II)

    Mammón confiere al hombre una riqueza de la que nunca goza porque el gozo es una gracia, es decir, algo gratuito, que solo puede otorgar la gracia de Dios. Pero en el mundo reina la compraventa, la no-gracia o des-gracia de Dios. 
 
    No se puede ser fiel a ambos señores: ser fiel a uno implica ser infiel al otro. Se puede ser fiel a Mammón gestionando las riquezas y bienes del mundo, haciéndolas fructificar según la ley del dinero, haciendo el juego político y económico; y se puede hacer incluso con cierta moralidad. Se puede fomentar, por ejemplo, el comercio justo, pero el comercio, digan lo que digan, es esencialmente injusto. 

    "Esta subordinación no está necesariamente restringida a la venta de esclavos o a la fuerza de trabajo. Ocurre en toda transacción de venta, la cual inevitablemente comienza una relación competitiva, destructiva aunque la venta sea de un objeto ordinario. En todo caso, una persona trata de establecer superioridad sobre otra. La idea de que la venta puede ser un servicio es falsa; en verdad, lo único que se expresa en la transacción es un deseo de poder, un deseo de subordinar la vida al dinero. La relación de venta, además, tiene otra característica, que deriva de lo que ya hemos dicho: profana lo que es sagrado." (Jacques Ellul)

La adoración de Mamón, Evelyn de Morgan (1909)

    La reacción de Jesús, sigue diciendo Ellul, contra los vendedores del Templo no es una reacción moralista contra un comercio poco honesto o poco justo, es la execración de los profanadores del Templo, los que han introducido el comercio o des-gracia de Dios en un lugar donde debería manifestarse la gracia de Dios, y representaban lo que se iba a cumplir pronto a manos de Judas: el sacrificio en el sentido de venta de una vida humana por treinta monedas. 
 
Jesús expulsa a los mercaderes del templo, Alexander Bida (1885)
 
     El dinero es una fuerza destructiva de la vida, y Dios representaba la resistencia contra esta fuerza agresiva y destructora. Hay una convención tácita y un consenso de todos extraño, una confianza ciega, que conduce a los hombres a atribuir al dinero un valor que de por sí no tiene, porque carece per se de valor de uso y de valor de cambio. El dinero no tiene fuerza material si no se la atribuyen los hombres. En la medida en que los hombres se la conceden, el dinero se convierte en dueño y señor de los Estados, de los ejércitos, de las masas, de la inteligencia. No es una cuestión moral de buen o mal uso, sino espiritual. Crea el fenómeno de compraventa: todo lo que se hace se paga, todo se compra, incluido el hombre. 
 
Mammón, G. F. Watts (1885)
 
     Durante la Edad Media se puede hablar de un combate de la Iglesia contra el Dinero: prohibición del interés, exaltación de la pobreza a través del correspondiente voto, regulación del comercio, teoría del precio justo y salario justo, limosna franca... pero en la actualidad podemos afirmar que la Iglesia ha sido vencida por el Dinero. 
 
    Así que hoy día, habida cuenta del proceso histórico, debemos reconocer, como señala Agustín García Calvo en "De Dios" (pág. 107), que el Dinero ha venido a ser la Suma Realidad o Realidad de las realidades porque en Él se anulan todas las diferencias entre las cosas, y por lo tanto "Dios y Mamona son el mismo", y que es "Dios" el que va a convertirse en Nombre Propio de la Realidad de las realidades y del Objeto de la Fe, pues Mamona o Mammón, el dinero, no ha dado el paso a convertirse del todo, como 'Dios' en Nombre Propio entre nosotros para nombrar al Objeto Último de la Fe.   

jueves, 31 de octubre de 2024

Money, money, money (I)


    En el evangelio de Mateo (VI, 24) leemos: “Ninguno puede servir a dos señores: porque o tendrá aversión al uno, y amor al otro: o si se sujeta al primero, mirará con desdén al segundo. No podéis servir a Dios y a las riquezas”. Y en el de Lucas, por su parte, otra versión de lo mismo (XVI, 13): “Ningún criado puede servir a dos amos: porque o aborrecerá al uno, y amará al otro: o se aficionará al primero, y no hará caso del segundo: no podéis servir a Dios y a las riquezas”. 

 
    El dicho final que transmiten ambos evangelistas (“No podéis servir a Dios y a las riquezas”) aparece a veces en otras versiones como “No podéis servir a Dios y al dinero”. Las palabras “riquezas” y “dinero” son traducciones, a su vez de la palabra  no latina “Mammona”, que emplea Jesús y que proviene del arameo ܡܲܡܘܿܢ‎ (māmōn), que significa justamente "riqueza" o "dinero". El dicho advierte de la imposibilidad de ser leal a dos intereses contrapuestos, al espiritual, digamos, y al económico, porque son en principio incompatibles, aunque en realidad, como veremos más adelante, no lo sean tanto como parecían.
 
    Su origen etimológico exacto no está del todo claro, pero generalmente se cree que deriva de una raíz semítica relacionada con términos de confianza o seguridad, indicando, por lo tanto, la fe o la confianza en la riqueza.  La etimología de Mammon, que Martin Achard toma de Hauck, es «Aman», raíz que implica un sentido de estabilidad, de firmeza, y de la que derivan los términos que significan: ser fiel, tener confianza- ser estable, durable -creer- y también verdad, fidelidad.
 
Mammón y su esclavo, Sacha Schneider (1896)
       
  En el poeta cristiano Prudencio (Hamartigenia u Origen del pecado, v. 428) aparece el adjetivo mammoneus   “que solo atiende al lucro, interesado, codicioso, avariento” aplicado al sustantivo fidem, en un hexámetro: mammoneamque fidem pacis sub amore sequuntur, que quiere decir algo así como: Y por amor de la paz siguen fe de Mamón lucrativa. En el latín cristiano fides, traducción del griego πίστις, «designa el acto del espíritu y el objeto al que este se aplica”, recogiendo el significado religioso, propio del latín arcaico y perdido con el tiempo. A la fides, que es en Prudencio la fe cristiana, le aplica el autor aquí un calificativo que la convierte en la fe heterodoxa que se pone en el dinero, como si dijéramos, con palabra de la jerga económica, el crédito que se le da.
 
     Con el tiempo Mamón se personificó en la literatura medieval como un demonio o divinidad pagana que representaba la codicia y la avaricia, lo que explica la variante popular “No podéis servir a Dios y al diablo”, salvo que se demuestre que, con el proceso histórico del devenir de los tiempos, han venido a ser lo mismo. 
 
    De hecho se llegó a decir que Mamón era el nombre de un demonio que subyuga a la humanidad, lo que probablemente está ya en Agustín de Hipona, quien en su Del sermón de la Montaña, II, 14 comenta el dicho evangélico atribuido a Jesús de que no se puede servir a dos señores, a Dios y a Mammona, que en hebreo, dice, significa “las riquezas”. Y añade que corresponde también con el nombre púnico o cartaginés ya que en esa lengua la ganancia se dice “Mammon”. Y comenta a continuación, equiparando a Mamona con el diablo: Quien sirve a Mamona (las riquezas) se somete a un señor duro y pernicioso; en efecto, amarrado por la propia pasión, está sometido al diablo y no le ama, porque ¿quién hay que ame al diablo?, pero, sin embargo, le soporta
 
 
    Jesús lo personifica considerándolo una especie de divinidad, haciendo que el nombre común ascienda a la categoría de nombre propio. No es una divinidad pagana con la que Jesús quiera decir que hay que elegir entre el Dios verdadero y esta divinidad pagana. 
 
    En el Tárgum y en el Talmud, según el libro de Jacques Ellul "Dinero y poder” (originalmente “L'homme et l'argent', publicado en 1954), ya está personalizado. Es un pretendiente a la divinidad que forma parte de los elementos de este mundo que están llamados a desaparecer con la llegada del Reino de Dios. 
 
    Dios y Mammón están opuestos en la predicación de Jesús. Hay dos mundos: el de la compraventa y el de la gratuidad, radicalmente contrarios, extraños entre sí y contrapuestos El dinero no es un objeto sino un sujeto. Jesús no aconseja ganarlo honestamente o que haya que usarlo bien, como ha hecho la Iglesia con su limosna caritativa y su voto hipócrita de pobreza, sino que tiene un poder comparable al de Dios, que se constituye en dueño y señor del hombre, por eso cuando el hombre cree que puede servirse del dinero, se engaña totalmente porque es el dinero el que se sirve de él subordinándolo a sus fines y avasallándolo. No está en nuestras manos dirigir el uso del dinero, porque él -habría que escribir Él, con mayúscula honorífica reservada al Altísimo- tiene una potencia directriz, lo que le confiere un carácter sacrosanto. 
 
 
  Cristo expulsando del Templo a los cambistas, El Greco (1570)

     "Así, cuando afirmamos que usamos el dinero, cometemos un gran error. Podemos, si estamos obligados, usar el dinero, pero es el dinero el que en realidad nos usa y nos convierte en sus sirvientes poniéndonos bajo su ley y subordinándonos a sus fines. No hablamos solamente de nuestra vida interior; nos referimos a nuestra situación global. No somos libres para dirigir el uso del dinero de un modo u otro, pues estamos en las manos de su poder controlador” (Jacques Ellul).

jueves, 11 de julio de 2024

Ensaladilla mixta

¿Qué es ser mujer? Le preguntaron a la nueva ministra de la Mujer y la Igualdad del Reino Unido y dijo que había varias definiciones, y dependía del contexto.

Qué triste que haya tantas definiciones contextuales de “mujer” y que ninguna sea válida siempre, cuando la tradicional es palmaria: "persona de sexo femenino".

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¿Votar o no votar? ¡Esa es la cuestión! Votar supone dejar que otros elijan en nuestro lugar, mientras que no votar supone dejar que otros elijan por nosotros.
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Profilaxis efectiva: Si antes de cometer un delito, somos encerrados como pre-delincuentes en prisión preventiva, evitaremos que se cometa.¡Todos a la cárcel!

-"Podemos afirmar con orgullo 
que somos hoy los más evolucionados 
en materia de prevención del delito". Insuperable Joaquín Salvador Lavado Tejón (1932-2020), alias Quino, el dibujante argentino que hace que nos riamos del mundo y de nosotros mismos con una sonrisa compasiva. oOo
 Preguntado el hoy primer ministro británico si Israel tenía derecho a cortar el suministro de energía y agua a Gaza, dijo que Israel tenía derecho a defenderse.

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Escribía san Agustín que Dios no podía morir ni pecar ni mentir ni ser engañado, porque si pudiera hacerlo, entonces -he aquí la paradoja- no sería omnipotente.

San Agustín de Hipona
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Dice literalmente el vídeo de la OMS, que vuelve a la carga, cansina como ella sola: "Si está usted en lugares abarrotados de gente con poca ventilación tales como los transportes públicos, póngase una mascarilla porque esta ayuda a mantenerlo a usted y a su comunidad a salvo de COVID-19, gripe y otras enfermedades respiratorias. Viva su vida y permanezca seguro y saludable". 


Vuelve la Organización Mundial de la Salud a recomendarnos, erre que erre, el uso de mascarillas para prevenir la transmisión de la enfermedad del virus coronado cosecha del 19 (COVID19), la gripe o influenza  y otras enfermedades respiratorias a pesar de que saben, lo sabemos todos, que dicho artilugio no impide la transmisión de virus. A pesar de ello la recomiendan y lo hacen porque su finalidad es fomentar y propagar la transmisión del virus terrorífico del miedo.

domingo, 23 de junio de 2024

Ricos y pobres

    Escribe Agustín de Hipona, San Agustín (Ciudad de Dios contra paganos, VII, 11-12), que a Júpiter, que era el nombre que correspondería, mutatis mutandis, a nuestro Dios judeocristiano en la religión politeísta de la antigua Roma, una religión sin embargo en vías de transición al monoteísmo dado que entre los muchos dioses y diosas inmortales a los que se rendía culto él era el padre de dioses y hombres y también su rey omnipotente, a Júpiter, decía, también se le llamaba en la antigua Roma Pecunia, es decir, Dinero.  Se preguntaba, no obstante, el hiponense si no hubiera sido más adecuado llamarle Pecunio, con género gramatical masculino. 

    Un poeta republicano Valerio Sorano había definido a Júpier como "omnipotente" y "padre y madre" (progenitor genitrixque), de reyes, cosas y dioses, y al mismo tiempo como dios único y como todos los dioses a la vez. Varron, citado por san Agustín, ha transmitido su cita: Iuppiter omnipotens, regum rerumque deumque / progenitor, genitrixque deum, deus unus, et omnes.

     Horacio había ya dejado un hexámetro donde se refería al dinero no tanto como divinidad sino como rey, o más propiamente reina, del mundo: et genus et formam regina Pecunia donat, : "Dona linaje además de belleza la reina Moneda".  

Moneda británica de medio penique con la inscripción inferior "DEA PECUNIA"

    Ya entre los griegos Aristófanes había sacado una comedia titulada Pluto ('riqueza', de donde deriva nuestra “plutocracia”, traducida a menudo como 'Dinero'), donde se decía que era un dios ciego que repartía dinero a troche y moche sin mirar a quién se lo daba, por lo que la riqueza, y la felicidad consiguiente, estaba mal repartida. Cuando Pluto al final de la comedia recupera la vista comienza a repartirlo justamente enriqueciendo a los pobres y empobreciendo a los ricos.

    Pero se rebela el santo de Hipona contra esa denominación, que le parecía de una gran bajeza y un insulto a la divinidad. Es cierto que gracias al dinero se pueden conseguir todas las cosas (eius sunt omnia, que nos recuerda al hemistiquio virgiliano y panteísta Iouis omnia plena, 'todo está lleno de Júpiter'), pero eso no le convierte en un dios bueno.  Otro gallo nos cantaría, propone él, si dijéramos que el verdadero nombre de Dios es Riqueza, porque eso nos permitiría diferenciar entre riqueza y dinero, y cambiar el significado de rico, que ya no sería el que posee mucho dinero, sino el que posee sabiduría, bondad y demás virtudes.

    Ricos, en efecto, llamamos a los sabios, a los justos, a los buenos, que tienen poco o ningún dinero; más bien son ricos en virtudes, las cuales, aun en las necesidades de las cosas corporales, les hacen sentirse satisfechos con lo que tienen ('nam dicimus diuites sapientes, iustos, bonos, quibus pecunia uel nulla uel parua est; magis enim sunt uirtutibus diuites, per quas eis etiam in ipsis corporalium rerum necessitatibus sat est quod adest').

    Y consecuentemente también cambiamos el significado de 'pobres' que ya no son los que no tienen dinero, sino por el contrario los que lo tienen y mucho pero, por eso mismo, nadando en su misma abundancia, nunca estarán satisfechos con lo mucho que tienen, que siempre se les hará poco porque siempre querrán más. Pobres, en cambio, llamamos a los avaros, siempre ansiosos y necesitados; pues aunque pueden tener mucho dinero, en su misma abundancia, por grande que sea, no pueden por menos de estar necesitados ('pauperes uero auaros, semper inhiantes et egentes; quamlibet enim magnas pecunias habere possunt, sed in earum quantacumque abundantia non egere non possunt').

    El santo de Hipona ha hecho suya la paradoja realizando un cambio semántico en que ambas palabras han pasado a significar lo contrario de lo que significaban: los ricos son pobres y los pobres son ricos. ¿Qué es lo que ha trocado el sentido de estos términos? La conformidad o sapientia con la realidad que tiene cada uno: los ricos son pobres porque no se conforman con lo mucho que tienen. Los pobres son ricos porque se conforman con lo poco que tienen. Es la religión del conformismo la que propone el obispo de Hipona.

San Agustín en su gabinete, Sandro Botticelli (1490-1495)

    Por todo ello propone que a Júpiter, o en nuestro caso a Dios, que para el caso viene a ser lo mismo, no le llamemos Dinero, que es su verdadero nombre, sino Sabiduría (por no recurrir al nombre de la vieja diosa Minerva) o, mejor diríamos, Conformidad o Conformismo con lo establecido, con la realidad tal como es, con Lo-que-hay (sat est quod adest), pero todos sabemos, porque lo sentimos en el fondo de nuestro corazón, que lo que hay no es lo mejor que podía haber.

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Un chiste de ricos y pobres

Iba una vez un pobre infeliz por el bosque, cuando de repente le sale un enmascarado esgrimiendo la espada y gritándole: 

 -¡Alto ahí! Soy Robin Hood de los bosques, el que roba a los ricos para dárselo a los pobres.

 Y el mendigo le contesta:

-Ay de mi, yo soy el más pobre de todos los pobres, señor Hood.

-¿En serio? -le pregunta Robin interesándose vivamente por su caso personal- pues, si es así, ten, toma. 

Y empezó a darle sacos y cofres de oro y joyas del botín recientemente expropiado a los ricos. Al poco rato, cuando se quedó solo,  el mendigo empezó a dar saltos de contento gritando como un loco:

-¡Albricias! ¡Soy rico! ¡Soy inmensamente rico!.

Y en eso le asalta otra vez el enmascarado y le grita esgrimiendo la espada y cargado de razón: 

-¡Alto ahí, soy Robin Hood de los bosques, el que roba a los ricos para dárselo a los pobres! 

miércoles, 21 de febrero de 2024

Una nueva religión

    Escribía el obispo emérito de Santander, el señor Manuel Sánchez Monge, un artículo de opinión en El Diario Montañés el pasado domingo 18 de febrero titulado: El ecologismo ¿una nueva religión? Comenzaba reconociendo el significativo declive de las prácticas religiosas cristianas, aunque enseguida advertía de que no era tan fácil ser ateo y librarse de Dios, así, por las buenas, sobre todo porque el ecologismo, que es la nueva religión, ha convertido al cosmos, encarnado en el planeta, en una nueva divinidad, cuyos fieles abrazan a los árboles o adoran a las ballenas. 
 
    No en vano se habla hoy de santuarios (sic) de la biodiversidad, agricultores y consumidores conversos al culto de los productos bio-, anuncios apocalípticos del fin del mundo, que culpabilizan a la humanidad que debe expiar sus faltas y pecados por los efectos devastadores del cambio climático que ella misma ha generado provocando el calentamiento global, la obligación moral de reciclar los residuos, ahorrar energía, seguir, como hacen las grandes religiones, algunos preceptos dietéticos y alimentarios como evitar el aceite de palma, los productos que no son de temporada y de proximidad... 
 
 
     Pero esta nueva religión ecologista tiene un Santo Padre que la fomenta, Francisco Bergoglio (de Asís), vicario de Cristo, que en la encíclica “Laudato si', mi' Signore” (Loado seas, mi Señor ) escribió que el daño que la humanidad está haciendo al planeta ya no se limita al clima, al agua y al suelo, "sino que ahora amenaza la vida misma en la Tierra", que es la casa común. Allí el Papa acuñó el concepto de 'conversión ecológica', criticando a algunos cristianos que se burlan “de las preocupaciones por el medio ambiente”, o que, sin mofarse, “son pasivos, no se deciden a cambiar sus hábitos”. A todos ellos les hace falta convertirse a la nueva religión ecológica de proteger “la obra de Dios”, la creación, cosa que no es “algo opcional ni un aspecto secundario de la experiencia cristiana”, sino -no lo dice expresamente, pero se sobreentiendealgo obligatorio y primario en todo buen cristiano que se precie.
 
    Esta nueva religión laica, que tantos paralelos tiene con el catolicismo, tiene su propio santoral en el que destaca la figura emblemática y beatífica de Greta Thunberg, que da lecciones a la humanidad cuando rompe en lágrimas a llorar desconsoladamente por el sombrío futuro del mundo que entrevé.  
 
    La ecología, escribe monseñor citando a Gavin Ashenden, “ha pasado de ser una ciencia a un movimiento político y de ahí a una religión”. Lo que no le parece muy bien al obispo emérito es que el ecologismo, convertido en religión, pretenda sustituir al cristianismo, y no compatibilizarse con él, como propone Su Santidad, porque la naturaleza ha sido creada y no se puede hablar de la creación y lo creado sin hablar del Creador, que es, huelga decirlo, Dios, nuestro Señor.  No se le ocurre al obispo emérito, como se le ocurrió ingenuamente a aquella niña italiana de la que hablamos un día, preguntarse ¿quién ha creado a Dios?

lunes, 19 de febrero de 2024

Pareceres XLI

201.- Un Dios esquizofrénico. Leemos en el Antiguo Testamento el episodio aquel del castigo que recibió el hombre que quebrantó la ley del sábado (Números 15:32-36).  Sucedió, cuando estaban los hijos de Israel en el desierto, que encontraron a un hombre recogiendo leña en sábado; y los que le encontraron le denunciaron a Moisés y a Aarón y a toda la asamblea; y le encarcelaron porque no había sido todavía declarado lo que había de hacerse con él. Yavé dijo a Moisés: «Sin remisión, muera ese hombre. Que lo lapide el pueblo todo fuera del campamento». Y lo sacaron toda la asamblea fuera del campamento y lo lapidaron, muriendo, como se lo había mandado Yavé a Moisés. Los israelitas apedrearon al pobre hombre hasta la muerte, porque  lo había ordenado Dios. El incumplimiento de esa orden habría atraído sobre la nación de Israel la cólera del Señor, un Dios esquizofrénico que por un lado le dicta a Moisés el mandamiento de “No matarás” y, por el otro, le ordena que mate al hombre que había sido sorprendido recogiendo leña un sábado, el séptimo día de la sacrosanta semana que recrea el mundo cada siete días. 
 
 
202.- Teleseries en serie. Hoy día no existes si no ves series. Estás demodé, como se decía antaño en vez de 'pasado de moda', o bien old fashioned, out, offside como se prefiere ahora; y lo sabes… piensa en cuántas conversaciones te pierdes cuando no puedes comentar con los demás el último episodio de la nueva temporada de la serie de nunca acabar, esa que nadie quiere dejar de lado. Está claro: ver series mola más que leer, aunque uno tenga a veces la sensación de que estamos perdiendo mucha vida en la caverna del hogar dulceamargo hogar delante de la tele. No lo olvides, cuando ves la tele, tú no la ves tanto como ella Te Ve a ti. 
203.- Durante la impostada pandemia global (2020-2023) el Corte Inglés, especialista en tutearnos, comercializó un descargador eléctrico, extensible, con el objeto de mantener al prójimo a una distancia segura mínima de cinco pies, metro y medio aproximadamente, a nuestro alrededor a fin de guardar la separación social recomendada. Este artefacto propinaba una leve descarga de 4,5 voltios al que osaba acercársenos más de la cuenta. Si algún invasor del espacio seguro atraviesa nuestra burbuja personal, este nuevo y genial artilugio le envía un mensaje contundente con una pequeña sacudida electrizante, porque es lo que se merece todo el que viola nuestro espacio y no respeta la regla de oro de la distancia social, que es lo mejor que nos ha traído la pandemia. ¿Te acercas demasiado a mí? ¡Zas! ¿Te pones la mascarilla debajo de la nariz? ¡Zas! ¿Te quitas la mascarilla para estornudar? ¡Zas! ¿Quieres que choquen nuestros puños o que nos demos un codazo? ¡Zas! El artículo perfecto para devolver la sonrisa a los rostros enmascarados adecuadamente por supuesto. Todo es violación en la vida cotidiana: la mirada de los transeúntes, su andar sospechoso, su mentalidad, el aire que respiramos, que puede estar viciado por el virus hasta el punto de no saber si somos nosotros los contagiadores o los contagiados, o ambas cosas a la vez: el contagiador contagiado.
 
 
204.- Información y propaganda. No tiene mucho sentido separar las páginas de publicidad propiamente dichas de las restantes de un periódico ordinario. La noticia de que el papa visita España, por ejemplo, es publicidad del máximo capitoste de la iglesia católica S. A., lo mismo que el anuncio del último modelo de automóvil eléctrico aparecido en el mercado es una noticia de interés para muchos lectores. Cualquier noticia no deja de ser un montaje publicitario, en la misma medida en que cualquier montaje publicitario no deja de ser una noticia también. El periódico es propaganda y publicidad del establecimiento, de la realidad y de lo que existe: es uno de los pilares fundamentales del Régimen y del edificio insostenible de la realidad, ese producto de nuestra imaginación enfermiza. 
 
 205.- Estobeo. Cuenta el doxógrafo neoplatónico Estobeo, que vivió a caballo entre los siglos V y VI, que Sócrates solía decir que si en el teatro se pidiera a los zapateros que se pusieran en pie, ellos y solo ellos lo harían, y lo mismo sucedería con los demás gremios profesionales, pero si se pidiera que se levantaran los inteligentes o los justos que estuvieran presentes todo el público del teatro se pondría de pie, y concluye con una reflexión: Es especialmente hiriente en la vida que la mayoría de los hombres crean que son inteligentes sin serlo. 

domingo, 1 de octubre de 2023

¿Quién ha creado a Dios?

    Una niña de siete años de Brescia (Italia) ha planteado un viejo problema teológico a sus mayores. La niña, a la que le habían enseñado en clase de religión en la escuela que Dios había creado el mundo y a las personas, se preguntaba a sí misma y les preguntaba a sus padres, abuelos y a la maestra que quién había creado a Dios. Como no le daban una respuesta convincente, escribió respetuosamente por consejo de sus padres, que veían que la pequeña estaba realmente obsesionada con ese problema, una carta al Papa Bergoglio, planteándole la cuestión que la atormenta. 
 
Una niña escribe, Telemaco Signorini 1885-90
 
     No ha sido el Papa personalmente, sino un monseñor de sus colaboradores quien le ha respondido en nombre de Su Santidad: El Santo Padre ha recibido tu hermosa nota. El Papa Francesco, que te agradece tu amable gesto, quiere hacerte saber que reza por ti a fin de que puedas crecer en el deseo sincero de conocer y amar a Jesús”. 
 
    La respuesta no ha satisfecho la curiosidad infantil de la pequeña. La pregunta, que sigue viva por lo tanto, recuerda un poco de lejos a aquella otra que se hacía san Agustín: ¿Qué hizo Dios antes de crear el universo? El santo de Hipona no respondió, como cuenta irónicamente Stephen Hawkings en su A Brief History of Time, que estaba preparando el infierno para los que hacían demasiadas preguntas, como hacen los niños y el niño que todos llevamos dentro, sino que el tiempo era una propiedad del universo que Dios había creado, y que por lo tanto no existía antes del comienzo del universo. El tiempo es pues obra de Dios que surge con la creación del mundo, por lo que Dios es anterior al tiempo, aunque no en un sentido cronológico, y esto es lo realmente embarazoso de la peliagudísima cuestión. 
 
San Agustín, atribuido a Gerard Seghers (1600-1650)
 
     Pero también san Agustín a propósito del tiempo, escribía aquello otro que se ha hecho proverbial y que nos vale también a nosotros para Dios, para el Universo y para cualquier otra cosa que queramos definir: "¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé; si alguien me lo pregunta y quiero explicarlo, ya no lo sé" (Confesiones, XI, 14, 17).

viernes, 22 de septiembre de 2023

¿Qué y cómo es Dios?

    Escribe Cicerón en su tratado teológico De natura deorum I, 60 sobre qué o cómo es la divinidad, apoyándose en el poeta Simónides de Ceos, quien estuvo alojado en la corte del tirano Hierón de Siracusa en torno al año 476 ante, lo siguiente:


    Si me preguntas qué es o cómo es la divinidad, haré uso de la autoridad de Simónides, quien, al haberle preguntado eso mismo el tirano Hierón (roges me quid aut quale sit deus: auctore utar Simonide, de quo cum quaesiuisset hoc idem tyrannus Hiero), solicitó un día para pensárselo (deliberandi sibi unum diem postulauit); al preguntarle lo mismo al día siguiente, pidió un par de días (cum idem ex eo postridie quaereret, biduum petiuit); como duplicaba el número de días una y otra vez y Hierón extrañado no dejaba de preguntarle por qué obraba así (cum saepius duplicaret numerum dierum admiransque Hiero requireret cur ita faceret), respondió Simónides: “Porque cuanto más tiempo lo considero, tanto más oscura me parece que es mi esperanza” ("quia quanto diutius considero" inquit "tanto mihi spes uidetur obscurior"). 

    En una versión griega de la misma anécdota, donde no se menciona al tirano Hierón, sino a un hipotético "alguien" como preguntador, el poeta Simónides responde: cuanto más reflexiono sobre la divinidad, tanto más me alejo de saberlo (ὅσον, ἔφη, µᾶλλον σκοπῶ περὶ τοῦ θείου, τοσοῦτον ἀπέχω εἰδέναι). 


    El testimonio de Simónides que cita Cicerón señala la dificultad que hay en saber y poder, por lo tanto, afirmar algo en términos generales sobre Dios o la divinidad, si se prefiere, por lo que en cualquier afirmación que se nos ocurriera hacer sobre la divinidad, más que acercarnos a su comprensión nos estaríamos alejando irremisiblemente de ella. 



    Será el maestro Eckhart, en la era cristiana, quien incidirá en esta idea de la inefabilidad de Dios afirmando: Todo lo que digas de Dios es falso, y De Dios lo mejor es el silencio.
 
    Algo muy parecido afirmó san Agustín sobre el tiempo:  Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero no lo sé si quiero explicárselo a quien me lo pregunta. («Quid est ergo tempus? Si nemo ex me quaerat, scio; si quaerenti explicare uelim, nescio.»)

martes, 27 de junio de 2023

Antes que dios fuera Dios

    Un viejo lema heráldico castellano encapsulado en una cuarteta octosilábica reza: “Antes que dios fuera Dios, / y los peñascos peñascos, / los Quirós eran Quirós, / y los Velascos, Velascos”.

    Mucho ha dado que hablar la frase, especialmente por la primera parte, ya que parece inapropiado hablar de un tiempo anterior a Dios, que es el creador del tiempo y de todas las cosas que en él se desarrollan… ¿Ante qué nos hallamos? Ante algo que no sé yo muy bien cómo pudo dejarlo pasar la Santa Inquisición. Es verdad que hay otra versión menos irreverente, que reza, sin mencionar al ser supremo: Antes que el sol fuera el sol y los peñascos peñascos, y, como figura en la oficina de correos de Ciudad Rodrigo (Salamanca), corrigiendo la blasfemia heráldica: "Después de Dios, la casa de Quirós" y "Después de Dios, antes (de) que el sol fuera el sol y los peñascos peñascos, los Quirós eran Quirós y los Velascos Velascos".

     En su segunda parte se mencionan los nombres propios de las familias Quirós (o Muñoz, en otras versiones) y Velasco, cuyos linajes eran de un abolengo tan rancio que serían anteriores a la existencia de los nombres comunes y a las cosas mismas que mencionan, tales como los peñascos o el sol, o el dios, con anterioridad a que su nombre se convirtiera en nombre propio y triunfara en el mundo el monoteísmo sobre el politeísmo pagano que rendía culto a dioses y diosas.

    Cierto es que los nombres propios carecen de significado, a diferencia de los comunes, pero tienen una utilidad muy grande en nuestro mundo: sirven para marcar hitos tanto en el tiempo (cronónimos como enero, febrero, lunes, martes...) como en el espacio (topónimos como Murcia o Francia o Creta... ), así como para bautizar a las personas y de ese modo individualizarlas (antropónimos) y a los animales que domesticamos y que responden así a la llamada de nuestra voz de mando. 

    El nombre propio no deja de ser una marca comercial, y, en cierto sentido, es anterior y extraño o ajeno a los nombres comunes, que son palabras con significado, que forman parte del diccionario o vocabulario de la lengua. Los nombres propios pertenecen al acervo cultural, aunque hay interferencias entre unos y otros. 

    Los nombres comunes, a diferencia de los nombres propios, admiten fácilmente moción de número y género, lo que no impide el hecho de que algunos nombres propios se hayan convertido en nombres comunes y adquirido significado, como por ejemplo César, que era el sobrenombre de Gayo Julio César, y que se convirtió entre nosotros en sinónimo de emperador, y por lo tanto a raíz de eso admite la moción de número: los césares.

    Y si el nombre propio se puede convertir en común, también puede suceder lo contrario, que el nombre común se convierta en propio y pasemos a escribirlo con mayúscula, aunque eso es algo trivial y propio de la escritura, no de la lengua hablada. Es lo que sugiere el verso con el que arranca la cuarteta: “Antes que dios fuera Dios”, en el que se anula la oposición nombre común/nombre propio en el monoteísmo triunfante. Anteriormente había una moción de género (dios/diosa) entrecruzada con la de número (dioses/diosas), pero desapareció con la ascensión del nombre común masculino singular a la categoría de nombre propio.

    En las religiones monoteístas, en efecto, la divinidad no se distingue por tener un nombre propio, sino por un nombre común ascendido de categoría. Como dice Minucio Félix (Octauis, 18,10): No le busques un nombre propio a dios: su nombre es “dios”. Solo hay necesidad de nombre propios cuando hay que distinguir una multitud por sus individuos mediante los signos distintivos de las apelaciones; para “dios”, que es único, el nombre “dios” es el absoluto.

 

     De ahí viene la dificultad de traducir los nombres propios, esencialmente intraducibles: La divinidad llamada por los musulmanes “Alá” es la misma que los cristianos llaman “Dios”: como nombre común puede traducirse: “el Dios”, pero como nombre propio es intraducible: “Alá”. De hecho, cuando un musulmán pronuncia el takbir como profesión de fe: Allāhu ʾakbar suele decirse que significa: Alá es (el más) grande, y no traducirse como Dios es (el más) grande. Como dice Maurizio Bettini en su “Elogio del politeísmo” (Alianza Editorial, Madrid, 2016, pág. 72): El carácter único y exclusivo de la divinidad hace que el nombre común que la designa asuma el estatus de un nombre tan “propio” que no tiene equivalentes fuera del lenguaje compartido por el grupo que la venera.

domingo, 2 de abril de 2023

Plegaria dominical

Notre Père qui êtes aux cieux / restez-y 
 (Jacques Prévert)
 
Dios padre, Ludovico Mazzolino (1510-1520)
 
 
Padre nuestro que estás en los cielos... 
ahí estás muy bien, prosigue ahí, sentado
en tu trono celestial, Señor que todo puedes,
en las alturas y altas instancias donde reinas,
y déjanos aquí a nosotros en la Tierra
en paz a tus humildes criaturas; no queremos
saber de Ti y tu voluntad ni de tu reino, 
así que déjanos caer en las tentaciones
y cometer los errores todos que queramos
para aprender, si así queremos aprender,
de nuestras propias equivocaciones; Dios,
libéranos de la obligación y del deber
de ser, aquí y ahora, súbditos e hijos tuyos,
y de la imposición de ser nosotros mismos,
libéranos de Ti y tus muchos simulacros, 
y líbranos de la maldita dualidad
del bien y el mal, de todo credo y religión,
y líbranos, Señor,  de tu reino y tus promesas
del cielo y del infierno y de la vida eterna,
ahora y siempre, por los siglos de los siglos,
libres al fin del pasado y del futuro, amén.
 

sábado, 10 de septiembre de 2022

En Dios confiamos

    El billete de dólar americano les dice bien claro a los yanquis en su lengua, que es la del Imperio: in God we trust ("en Dios confiamos", o, enderezando el hipérbaton, que es la alteración del orden de palabras en el discurso para dar énfasis a lo que se cambia de sitio, "confiamos en Dios"). Por algo será. En todo caso, muy significativo que sea el propio billete de banco el que lo diga. El dinero nos recuerda a sus usuarios que ponemos nuestra confianza, nuestra fe, nuestro crédito, en el mismo dinero, es decir: en Dios.

    In God we trust es el lema de los Estados Unidos de América desde que lo decretara en 1956 el presidente del país por aquel entonces, el señor Eisenhouer. En la letra de la última estrofa del himno americano, que habitualmente no se canta, ya se decía algo parecido: in God is our trust ("en Dios está nuestra confianza"). 


     El caso es que el otro día, el doctor Ashish Kumar Jha (a la derecha en la fotografía de abajo), que no es un doctor cualquiera, sino, además, el coordinador de COVID-19 de la Casa Blanca afirmó en una comparecencia televisiva que la FDA (Administración de  Medicamentos y Alimentos)  había actualizado -y los CDC recomendado (Centros para el Control y Prevención de Enfermedades)- las inoculaciones contra la última variante del virus coronado, llamada Ómicron con nombre de letra griega que no ofende a nadie, excepto al alfabeto griego. Y ya estaba disponible la milagrosa y falsa vacuna para todos los americanos y americanas mayores de 12 años de edad, que iba a dispensarse al mismo tiempo que la de la gripe. Y añadió sonriendo, como si la cosa fuera de broma, una boutade: "Dios nos dio dos brazos: uno para la vacuna de la gripe y otro para la de COVID-19". 

"Dios nos dio dos brazos: uno para la vacuna de la gripe y otro para la del COVID-19".

     No incurría, sin embargo, en una blasfemia el doctor porque no estaba citando el nombre de Dios en vano. Al contrario. Según la Iglesia de la Inmunología y de la Ciencia, que el estómago agradecido de este sacristán representa, ambas "nuevas" vacunas ofrecen al creyente que comulga con ellas una protección mejor ante la infección, ante el contagio y ante las formas severas o graves de la enfermedad. La supuesta vacuna les ofrece la salvación milagrosa de un supuesto virus. Cuestión de fe. Pero ¿quién o qué va a salvarles de los efectos adversos y reales como la vida misma de la supuesta vacuna? Más claro, agua.

martes, 18 de mayo de 2021

Querer y poder erradicar el mal, a propósito de Dios

Hay que agradecerle a Lactancio, el llamado Cicerón cristiano, que vivió a caballo entre el siglo III y el IV, que nos haya conservado un fragmento de Epicuro, incluido en su obra De ira Dei (De la ira de Dios); no está en su versión original griega sino en una traducción latina que podría deberse al propio Lactancio, pero en principio no hay por qué desconfiar de su fiabilidad. 

En dicho texto, que se halla en el capítulo XIII 20-21 de su tratado sobre la cólera divina pone en boca de Epicuro lo siguiente: deus, inquit, aut uult tollere mala et non potest, aut potest et non uult, aut neque uult neque potest, aut et uult et potest. (Dios, dice, o quiere eliminar los males y no puede, o puede y no quiere, o ni quiere ni puede, o quiere y puede).

Se trata, como salta enseguida a la vista, de un tetralema paradójico aplicado a un dilema que podríamos llamar “querer y poder”. El esquema más básico del tetralema es 1) es; 2) no es; 3) ni es ni no es; 4) es y no es.


¿A dónde nos llevará este tetralema dilemático? Comienza a funcionar la máquina del razonamiento, la razón común, analizando las cuatro posibilidades que se le abren. 

1er. paso: si uult et non potest, inbecillus est, quod in deum non cadit. Si quiere y no puede, es impotente, lo que no le cuadra a un dios. Al dar este paso estaríamos negando la omnipotencia de Dios, y afirmando su impotencia, aunque no su bondad. 

2º paso: si potest et non uult, inuidus, quod aeque alienum est a deo. Si puede y no quiere, malévolo, lo que igualmente es ajeno a la naturaleza de un dios. Al dar este paso estaríamos negando la bondad de Dios, aunque no su omnipotencia. 

3er. Paso: si neque uult neque potest, et inuidus et inbecillus est. ideo nec deus. Si ni quiere ni puede, es no sólo malvado sino también impotente. Y por lo tanto no es ni siquiera un dios. Si damos este paso, estaríamos negando que Dios sea omnipotente y bondadoso, y, afirmando, dando un paso más, que es impotente y malvado, por lo que no sería Dios. 

4º paso: si et uult et potest, quod solum deo conuenit, unde ergo sunt mala? aut cur illa non tollit? Si quiere y puede, cosa que le cuadra a un dios, ¿por qué entonces hay males? Y ¿por qué no los elimina? Si damos este paso, parece que podríamos compatibilizar omnipotencia y bondad divina, pero nos preguntamos ¿por qué no lo hace? Y la pregunta quedaría en el aire, sin respuesta.

La opinión de Lactancio sobre la existencia del mal resulta bastante trivial: según él, la cólera de Dios tendría un carácter pedagógico, digámoslo así, ya que el Señor perseguiría el objetivo de dejar a sus siervos libre albedrío para elegir la senda del bien o la del mal, y en función de esa elección premiar después, una vez celebrado el correspondiente juicio, a los buenos y castigar a los malvados. 

Pero esa imagen de un Dios justiciero, un juez implacable, no le cuadra tampoco a un dios bondadoso. 

Lo que nos interesa de Lactancio es que nos ha transmitido el tetralema epicúreo, y la argumentación que echa por tierra la bondad de Dios. En ningún momento Epicuro dice que Dios no exista, simplemente pone en duda la compatibilidad de algunos de sus atributos.