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jueves, 6 de marzo de 2025

Pareceres LXIX

336.- No hay guerra sin dinero. Antes del inicio de la guerra del Peloponeso entre las dos potencias rivales del mundo helénico antiguo que eran Esparta y Atenas, el rey lacedemonio Arquidamo hacía la siguiente consideración: “la guerra (…) no es tanto cuestión de armas como de dinero, gracias al cual las armas son útiles”. En Atenas, Periclés, por su parte, les decía a los atenienses algo parecido: “son las reservas monetarias, (...), las que sostienen las guerras”. En otro discurso, el ateniense les recordaba a sus compatriotas que las guerras se ganan no solo con estrategia y valor, sino sobre todo con abundancia de dinero, que es lo que las sostiene, como por otra parte es también lo que sostiene a los Estados que las emprenden. Hace más de dos mil cuatrocientos años que Tucídides, el historiador, escribió su Historia de la Guerra del Peloponeso, y recogió las palabras de aquellos oradores que, pese al paso del tiempo, siguen manteniendo su vigencia, porque, como cantó el poeta, hoy es siempre todavía. Viniendo a lo de hoy, que no deja de ser lo mismo que lo de ayer, el tío Sam democráticamente electo viene a decirnos que si Europa quiere más guerra, o más Defensa, con mayúscula honorífica e hipócrita, que se la pague de su bolsillo, que el tío de América no va a financiársela. Si queremos enviar soldaditos valientes ('tropas de paz') al frente de Ucrania, podemos empezar por mandar a nuestros propios hijos (e hijas, no vamos a excluirlas ahora que se impone la inclusión para lo bueno y lo peor). 
 
 
337.- Resiliencia: ¿Por qué será que la palabra que más se escucha de un tiempo a esta parte es  «resiliencia»?  Quieren convencernos de que es la virtud suprema, una versión secular de la denominada antaño “resignación”, que se adjetivaba, para más inri, como “cristiana”. Se ha convertido así en la coartada perfecta de un sistema económico y social que descarga sus responsabilidades en sus súbditos. Ella, la resiliencia, que se originó como un concepto científico que describe la capacidad de un material para absorber impactos sin romperse, y que se aplicó a la psicología, para indicar la capacidad de afrontar y superar un acontecimiento traumático, se ha convertido en un imperativo moral que culpa a quienes no se «recuperan» lo bastante rápido de las dificultades. La resiliencia es lo mismo que la filosofía en su modalidad más estoica, que es otro disfraz de la vieja resignación: Hay que tomarse las cosas con resignación, con filosofía, y ahora, con resiliencia. Ya no es una cualidad personal, sino un imperativo moral.  Si no puedes sobrevivir en un sistema económico depredador como este, el problema lo tienes tú, que no sabes adaptarte al medio camaleónicamente. Gracias al mantra de la resiliencia, los que mandan, que son los más mandados, se ganan nuestra sumisión.
 
 
338: Las dos tragedias: En “El abanico de Lady Windermere” (1892), obra dramática de Óscar Guail, el señor Dumby, le preguntaba a Lord Darlington si el amor que sentía por Lady Windermere, la protagonista del drama, había sido recíproco, a lo que este le respondía que no, que ella nunca lo había querido. Es entonces cuando Dumby le dice al lord: “Le felicito, mi querido amigo. En este mundo solo hay dos tragedias: Una es no conseguir lo que uno quiere, y la otra es conseguirlo. ¡La última es con mucho la peor, la última es una auténtica tragedia! Viene a dar este personaje secundario voz al sentido común que nos advierte de que la realización de los deseos y sueños que uno anhela que se cumplan es un éxito al mismo tiempo que un auténtico fracaso, porque la esencia de los sueños y los deseos no es su realización, que los convierte en trofeos, sino su pervivencia. Este aforismo, puesto en boca de un personaje secundario, no es una ocurrencia cualquiera, sino algo que puede razonar cualquiera que se ponga a pensar un poco y a soltarlo: una vez que he logrado lo que quería, ¿cómo sé que era eso, que ya he dejado de quererlo porque lo poseo, y no otra cosa lo que quería?
 

 
339.- Res ipsa loquitur. Es un latinajo jurídico, tomado al parecer de Cicerón, que significa “la cosa habla por sí misma”. El típico ejemplo suele ser el bisturí abandonado en el cuerpo de un paciente operado, que revela una negligencia médica. La cosa, en este caso, el bisturí está diciéndonos que él no tenía que estar depositado donde se halla... Pero al margen del uso jurídico, el latinajo puede decirnos algo más de lo que parece: Sugiere que no solo los seres vivos, humanos o no humanos, hablamos sino también las cosas del reino inerte. Las cosas nos hablan por sí solas y nos dicen, valga la redundancia, cosas, es decir, palabras que configuran la realidad, ese conglomerado que no se sostiene sin el lenguaje. Las cosas son los hechos y estos hablan por sí mismos. Ya nos advirtió el poeta Virgilio que las cosas albergan en su corazón lágrimas: sunt lacrimae rerum: lágrimas hay de las cosas. El poeta trata a las cosas como si fuesen personas porque ellas, como los hombres también lloran: las cosas ahora mismo están llorando porque, igual que nosotros, no quieren ser lo que son.  
 

 340.- El Estado y Dios. En Dios y el Estado (1882), Mijail Bakunin equipara a Dios y al Estado en la medida en que ambos representan, según su perspectiva, fuentes de autoridad opresiva del ser supremo que niega la libertad humana. Bakunin, como anarquista, rechaza toda forma de poder absoluto, ya sea divino o político, argumentando que la existencia de un Dios implica la sumisión del ser humano y que el Estado es una institución que perpetúa esa misma lógica de dominación. En este sentido, tanto Dios como el Estado son vistos como dos caras de la misma moneda. Hoy, un siglo y medio después de publicado ese libro, podríamos afirmar que el Estado es la moderna epifanía de Dios, dado que en una época teóricamente atea como la nuestra, viene a ser la reencarnación secular del viejo patriarca del Sinaí.  La religión ha servido históricamente para justificar la obediencia y la sumisión, pero, a medida que el pensamiento racional y científico ha ido avanzando, el Estado laico ha venido a asumir ese papel, convirtiéndose en el nuevo ídolo que exige lealtad incondicional so capa de brindarnos protección a todos sus hijos como un padre bondadoso. Por eso escribió: "Si Dios existiese, sólo habría para él un único medio de servir a la libertad humana: sería el de cesar de existir". En cuanto al Estado, señala: "El Estado es la negación de la humanidad. Es la negación de la libertad. El Estado no puede ser otra cosa que el sacrificio del principio de la libertad en beneficio de la autoridad". En su visión, la secularización no ha eliminado la dominación, sino que ha transferido su justificación desde lo religioso hacia lo político que, por otra parte, no puede separarse de lo económico bajo el paraguas protector del Estado del Bienestar. 
 
 

viernes, 24 de mayo de 2024

Noticias del mundo y variedades (y II)

Que no, que no nos representaban entonces aquellos, ni estos ahora tampoco representan al pueblo no necesitado de representantes, sino al Estado y los mercados.
 
La Constitución española establece que los españoles tienen el derecho y el deber de defender, con armas o sin ellas, a España, idea real y falsa como todas.
 
No hay que denunciar los crímenes de guerra sino el crimen que suponen todas y cada una de las guerras; no hay unas buenas y otras malas: son todas criminales.
 
 ¡Gloria a los objetores, desertores e insumisos que son llamados a filas y no van porque saben que  nunca va a haber, mediando Marte, paz de veras ni armisticio!
 
El mercado no es libertad, como se demuestra enseguida por el hecho de que no puede haber comercio ni libertad si uno es pobre y no tiene dinero en el bolsillo.
 
 Las elecciones democráticas al Parlamento Europeo solo sirven para sostener parlamentando la realidad ideal y, por tanto, falsa de Europa, ese viejo continente.
 
 
 
 Llaman mi atención los cascos y auriculares inalámbricos que taponan los oídos de modo que solo dejan oír lo que queremos, que es lo que manda nuestra voluntad.
 
Esos auriculares inalámbricos casi imperceptibles que lleva la gente para no escuchar lo que hay que oír, sino sólo lo que su voluntad les dicta y les ordena.
 
Hay que tener sumo cuidado con las palabras que empleamos porque la mayor parte de las veces no valen para expresar lo que queremos decir, sino para ocultarlo.
 
El paraíso está más cerca de lo que crees, rezaba el eslogan de una agencia de viajes, mintiendo y al mismo tiempo, aunque parezca mentira, diciendo la verdad.
 
Al oír que un poeta jubilado había disparado a un primer ministro, pensé que cómo podía haber, no siendo la poesía trabajo sino juego, algún poeta jubilado.
 
El Ministerio de Sanidad activa el Plan Nacional de Actuaciones Preventivas ante el calentamiento global: ropa ligera para afrontar las sucesivas olas de calor.
 
 Los consumidores bien informados toman las decisiones responsables, capaces de conducir el capitalismo hacia su destino grandioso y progresista, que les mandan.
 

'Greenwashing' es término de la lengua imperial que alude a la crítica instrumentalizada para lavar la cara al capitalismo y teñirlo de color verde-esperanza.

 
En la sofisticada sociedad del espectáculo donde lo blanco es negro y lo negro blanco, lo verdadero se vuelve falso, escribió Guy Debord, y lo falso verdadero.
 
La posesión de la verdad mata la verdad por el hecho de poseerla en la realidad, ya sea por su inexistencia o sea ya por nuestra incapacidad de concebirla.
 
El calentamiento del planeta Tierra ha provocado en nuestro país una caída en picado de las temperaturas de ayer a hoy bastante considerable y significativa.
 
En el Foro de Davos de 2013 el presidente de Estados Unidos lanzó al mercado de la lengua la palabra 'resiliencia', sinónimo, que no lo parece, de resignación.
 
 
La utilización de anglicismos innecesarios para expresarnos en nuestra lengua revela la subyugación cultural y social del Imperio a la que estamos sometidos.
 
La izquierda y la derecha son hoy las dos manos de la ilusión democrática del capitalismo que, maniego, puede ser diestro o zurdo o usar ambas dos extremidades.
 
Más de un centenar de trabajadores muertos en España en los dos primeros meses del año; lo llaman 'siniestralidad laboral', cuando es el trabajo lo siniestro.
 
El miedo a delincuentes y criminales que infunden día y noche los medios es la condición necesaria para que la gente acepte la vigilancia del estado policial.

miércoles, 4 de agosto de 2021

Cuatro cosas

Estado patibulario: En la segunda década del siglo XXI todos nos hemos convertido de la noche a la mañana en enfermos imaginarios de Molière, en pacientes, es decir, en soportadores de males y en, vamos a decir, padecientes, aunque no padezcamos en la inmensa mayoría ningún mal de hecho ni estemos enfermos, pero nos abruman con una infinidad de males en potencia que hay que prevenir si no queremos lamentarlo: todos somos enfermos en potencia porque podemos contagiar y contagiarnos. El Estado terapéutico sonríe satisfecho: ha conseguido doblegar a toda la población sometiéndonos a todo tipo de vejaciones con el nombre de tratamientos preventivos. En prevención de infecciones respiratorias graves nos aconsejan que dejemos de respirar... Somos incompatibles, pasivos patibularios. El Estado, impasible él, es el patíbulo, es decir, el tablado en el que se ejecuta la pena de muerte, mientras que nosotros, sus súbditos, somos los patibularios, los condenados al cadalso, carne de cañón. ¿Hasta qué punto la paciencia es una virtud? ¿Hasta cuándo, Ogro filantrópico, abusarás de nuestra paciencia? 

 
 
 
Reivindicación de la noluntad: El término “noluntad” no es invención mía. Está recogido en el diccionario de la docta Academia de nuestra lengua y definido, dentro de la jerga del ámbito filosófico, como “acto de no querer”. Su etimología remonta al latín tardío noluntas, noluntatis, que deriva del verbo nolo 'no quiero', creado por analogía con uoluntas, uoluntatis 'voluntad', derivado del verbo uolo 'quiero'. Me hago eco de una frase juvenil: “No sabemos lo que queremos, pero sabemos lo que no queremos”. Lo que empleando el término noluntad: no tenemos voluntad, pero sí noluntad. No queremos esto: lo malo conocido. Queremos lo bueno por conocer, lo hoy por hoy desconocido. 
 

 
Dos palabras odiosas: El sacrificio se presenta como salvación para escapar de la amenaza de muerte bajo la dictadura sanitaria de la bata blanca. Hay palabras aborrecibles que se oyen demasiado como “resiliencia” que pretende neutralizar con su connotación camaleónica y adaptativa la belleza insobornable, como dice Pedro García Olivo, de la palabra “resistencia”, mucho más noble porque es patrimonio popular. Otra que tal baila es “empatía”, que se usa como antídoto de la antipática “antipatía”, para corromper el sentido inmenso de la genuina “simpatía”.
 
 
Me matan: Ay, que me están matando. / Lamenta el pueblo, y canta / un cante, que encantando / los ánimos levanta. / Ay, que me estoy muriendo, / pero de ningún modo, / aunque me esté muriendo, / me muero yo del todo. 
 

martes, 25 de febrero de 2020

Resiliencia

Hace tiempo que vengo tropezándome con el anglicismo resiliencia, adaptación de resilience y resiliency en la lengua del Imperio, utilizado ya por Francis Bacon en 1625 y aplicado en física, biología, psicología, ecología, donde se habla de la resiliencia de los ecosistemas, sociología e historia. 

Llegó a la lengua de Shakespeare a través del francés, donde résiler hacia 1501 y résilier hacia 1641 significaban rescindir un contrato, echar algo hacia atrás

Pero el origen del término, en todo caso, es latino, formado como está a partir del verbo resilire, compuesto del prefijo re-,  que indica repetición e insistencia, y el verbo silire (formado sobre salire con apofonía vocálica), saltar, el sufijo de agente -nt-, y el sufijo que indica cualidad -ia, de modo que en latín significaba capacidad de saltar hacia atrás, de reaccionar retirándose y replegándose.

El diccionario de la Academia recoge dos acepciones de este término: En primer lugar Capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos, y en segundo lugar Capacidad de un material, mecanismo o sistema para recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la que había estado sometido


Según leo en la inevitable Güiquipedia, el sustantivo se aplica en esta segunda acepción sobre todo a la capacidad que tiene el acero de recuperar su forma inicial a pesar de los golpes que pueda recibir y los esfuerzos que puedan hacerse para deformarlo.

En cuanto al primer significado, se aplica en psicología y ciencias sociales para referirse a la capacidad que tienen algunas personas de sobreponerse a situaciones extremas y a no verse afectadas por ellas. Me extraña esta acepción ya que, según la etimología latina, la resiliencia sería la huida, no el enfrentamiento a situaciones adversas. Es decir, el hecho de que no nos afecte algo y nos „rebote“ se debe a nuestra capacidad para evitarlo. 

En latín hay muchos usos de este verbo, obviamente. Me quedo con este precioso ejemplo de san Jerónimo que aparece en una epístola a un tal Nepociano, donde le dice: Una flecha nunca se clava en una roca (sagitta in lapidem numquam figitur), a veces de rebote (interdum resiliens) hiere al que la ha lanzado (percutit dirigentem). El santo aplica el participio resiliens, como verbo intransitivo y de movimiento que es,  a la flecha (sagitta) y no a la roca (lapidem), porque lo utiliza en su sentido primario de rebotando, saltando hacia atrás.

Sin embargo, los usos modernos de este término insisten más bien en la idea de resistencia y de capacidad de recuperación ante una agresión, propia de la piedra, que rechaza el flechazo haciendo que reverbere y repercuta sobre el emisor. Han cargado el verbo original de transitividad, haciendo que signifique no ya "saltar hacia atrás", sino "hacer saltar hacia atrás".

El verbo simple salire y su compuesto resilire son habitualmente intransitivos en latín, pero pueden utilizarse como transitivos, añadiéndoles un complemento directo semántico, como sucede en español con saltar, normalmente intransitivo, pero susceptible de transitividad como en saltar una valla, donde adquiere el significado de franquear o superar un obstáculo.

En el ejemplo citado, la resiliencia de la flecha consiste en retornar intransitivamente como un bumerán a quien la ha disparado, mientras que en los usos modernos del término la resiliencia se la aplicaríamos a la roca, que dura como una piedra, nunca mejor dicho, rechaza transitivamente la agresión del dardo desviándolo hacia su emisor.