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sábado, 2 de marzo de 2024

Noticias del mundo y Cita con Adorno

Noticias del mundo
 

La Tierra, aunque achatada por los polos, no es plana sino redonda según la evidencia científica, pero el mundo es cada vez más plano, y plano su encefalograma. 

 En el Ministerio de Defensa no se habla del concepto obsoleto de “guerra” sino del eufemismo “resolución de conflictos”, como si no fuera lo mismo de lo mismo. 

Sancho Panza, antes de hacerse cargo del gobierno de la ínsula, le escribía a su mujer que iba, como todo gobernador, a hacer dineros “con grandísimo deseo”. 

La Vonder, como ya hizo durante la pandemia con la industria farmacéutica, garantiza ahora a la militar dinero de los contribuyentes y un negocio “sostenible”. 

La guerra se detiene, como todo el mundo sin duda sabe, fabricando armamento y enviándolo al frente, igual que se apaga un incendio echándole al fuego gasolina. 

 Caen las mascarillas: Si había alguna duda, ya sabemos cuál era la verdadera razón de obligarnos a llevar bozal pese a su ineficacia demostradísima: el negocio. 

El ejército protege la paz y la industria farmacopólica la salud, sosteniendo ambos guerras y enfermedades respectivamente como justificación de su existencia.

 

 ÚLTIMA HORA: Israel dispara a una multitud que asalta camiones de comida en Gaza “en un incidente (literal) con decenas de muertos”, según el Periódico Global.

  oOo
Cita con Theodor W. Adorno
 
Freiheit wäre, nicht zwischen schwarz und weiß zu wählen, sondern aus solcher vorgeschriebenen Wahl herauszutreten. (Theodor W. Adorno, Minima moralia 85). 
 
"La libertad consiste no en elegir entre blanco y negro, sino en escapar de toda alternativa preestablecida." 

 
 
 
 

domingo, 7 de enero de 2024

Otra vez la mascarada

    Algunos se alegraron sobremanera al enterarse de que en el nuevo gobierno progresista de las Españas de Dios iba a haber una médica al frente del Ministerio de Sanidad, que parece que es lo que corresponde, después de haber tenido un filósofo con un máster en economía y dirección de empresas, una licenciada en derecho, y un doctor en farmacia. La actual ministra de Sanidad se define a sí misma en su perfil de X, antiguo tuíter, como: Ministra de Sanidad. Portavoz de Más Madrid. Médica y madre de tres hijos. Con la mirada puesta en la sanidad pública y el bien común. 
 
    Nuestro gozo en un poco, sin embargo, cuando leemos en la prensa que, recomendada ya la mascarilla por su Ministerio en centros sanitarios, residencias y aglomeraciones, va a pedir a las Comunidades Autónomas o Reinos de Taifas de las Españas de Dios el lunes ocho de enero, o sea, mañana mismo, que la hagan obligatoria, pese a la nula evidencia científica de que su uso reporte algún beneficio para la salud, sino todo lo contrario. 
 
    Ella, sin embargo, es firme partidaria de su uso hasta para hacer deporte, como publicó en la red social del pajarito enjaulado el 17 de agosto de 2020, dando ejemplo a la ciudadanía, y predicando con el modelo de su ejemplo: “Comprobado. Se puede correr cuesta arriba con mascarilla. Si te falta el aire es porque no estás en forma(,) chavalote”
 
 
    Está comprobado, dice, que se puede correr cuesta arriba con mascarilla, aunque no especifica la velocidad a la que lo hace. El que se pueda, como ella certifica, no conlleva por otra parte que sea algo saludable ni siquiera aconsejable. Lo que viene a decir es que está comprobado que se puede respirar, más mal que bien, con un ridículo tapabocas que no va a evitar que cojas ningún virus ni que lo transmitas, pero es un signo visible de tu obediencia a lo que está mandado. Ahora desde el ministerio nos viene con el bozal obligatorio. 
 
    Si te falta el aire, chavalote, no es porque lleves un bozal que resulta irrisorio como parapeto ante una infección vírica, porque los virus entran y salen por sus retículas como Perico por su casa. 
 
    Si te falta el aire, chavalote, no es porque la mascarilla te impida respirar con naturalidad, sino porque tú no estás en forma como la enmascarada futura ministra, que corre cuesta arriba por una calle empinada donde no hay absolutamente nadie más que ella -se supone que ella es ella, claro- en pleno mes de agosto, ella y el fotógrafo que toma la imagen para el postureo mediático, porque hay que dar ejemplo de sumisión a la ciudadanía.
 
 
    No estaría de más que la flamante Ministra de Sanidad, que tiene la mirada puesta en la sanidad pública y en el bien común, según alardea en su red social,  conociera la opinión de un colega suyo, Juan Gérvas, publicada en la misma red:  Recuerde. Las mascarillas no han servido nunca para nada ante los virus respiratorios. En ningún lugar, ni en la comunidad ni en servicios sanitarios. Las mascarillas son un talismán. Como los ajos que se colgaban del cuello en la Edad Media. 
     
    La evidencia científica la proporciona por ejemplo Cochrane. Frente a esta evidencia, la chavalota de la Ministra hace su propuesta "por sentido común", que, como se ve, es el menos común de todos los sentidos, y no deja de ser una magufada como, por ejemplo, también podría aconsejar en primera instancia y obligar por sentido común al personal sanitario, a los pacientes y a las visitas hospitalarias a que se pongan un sombrero de papel de aluminio al entrar en los inhóspitos hospitales para evitar la fuga de las neuronas, que podrían ser abducidas por los extraterrestres. 
 
     

jueves, 19 de octubre de 2023

Baile general de máscaras

    La palabra “máscara”, con el significado de careta que se pone una persona para así disfrazarse entra en castellano en 1495. El término puede proceder según Corominas del árabe máshara que significa bufón, payaso, personaje ridículo o risible que es el hazmerreír general, y entra probablemente a través del catalán màscara. El término árabe está relacionado con el verbo sáhir, que significa 'burlarse de alguien', de uso general en esa lengua, aparece ya en el Corán. 

 

     Mascareta es el diminutivo catalán de màscara. Me apropio de él para sustituir el término médico 'mascarilla', de infausto recuerdo, que el gobierno español nos obligó a ponernos en interiores y exteriores, tan utilizado y reutilizado por toda la población, incluso hasta por las parturientas en el paritorio, durante la mascarada general de la pandemia orquestada por la Organización Mundial de la Salud. Me apropio del término porque en castellano sugiere un entrecruce de “más” y de “careta”, término este que tiene mucho que ver con “cara”, que a su vez hay que remontar lo más seguro al griego κάρα (leído como en español), que significa “cabeza”. Es un término que se introduce en castellano en el siglo XII, del que derivan caradura, por ejemplo,  descaro y descarado, así como malencarado (pero la RAE no recoge 'bienencarado'), y la careta con la que uno se tapa la cara o, si se prefiere el término, el careto

 

    Este video cortísimo muestra a las mil maravillas la simulación orquestada que fue la pandemia. Había un virus peligrosísimo según decían en el aire que había que frenar con una mascareta que lo que hacía era dificultar nuestra respiración, es decir la emisión del anhídrido carbónico o CO2 a la atmósfera. No impedía que los virus entraran y salieran por ella como Perico por su casa. Las mascaretas pueden impedir el paso de las bacterias pero nunca de los virus, que a través de ellas campan a sus anchas.

 

    Cualquiera reconoce que ponerse eso es un coñazo, pero como los políticos deben predicar con el ejemplo, porque esa es su función pedagógica y docente, vemos aquí lo que hace entre bastidores uno cualquiera de ellos, un caradura que representa a todos: se enmascara para contribuir a la mascarada general. Porque ellos, las autoridades, son el mascarón de proa del barco que se hunde pero nunca acaba de hundirse del todo del Estado. Llega el sinvergüenza al plató televisivo sin la prenda que simboliza sumisión, como Dios, o sea el Gobierno, ordena y manda. Le facilitan una mascareta sus asesores de imagen. Se la pone para que la audiencia lo vea con ella puesta. Se acerca al micrófono y se desenmascara sólo para poder hablar, facilitar el reconocimiento facial de su careto, no impedir la lectura de los labios que puedan hacer los sordos y no dificultar la emisión de la voz, que podría salir distorsionada.... Pero nosotros no debemos quitárnosla en público, sólo podremos hacerlo en la intimidad del encierro de nuestro agridulce hogar. Debemos enmascararnos,  hasta que lo permita el gobierno asesorado por el esperpéntico comité de expertos, porque no es una medida sanitaria o saludable, sino política de control de población.

lunes, 26 de diciembre de 2022

Pareceres (XI)

 51. -La mascarilla se presenta falsamente como un caparazón o escudo protector de virus exteriores, ajenos al portador, visión que no casa con la doctrina que se impartió de que sólo deberían llevarla los enfermos para no esparcir sus virus interiores hacia fuera. Al hacerse obligatoria para todo el mundo en el transporte público, las farmacias y los hospitales, se borra la distinción entre sanos y enfermos, considerándonos todos contagiadores contagiosos, fomentando como consecuencia la desconfianza hacia los desconocidos con los que coincidimos en dichos ámbitos que consideramos potenciales contagiadores ante los que hay que ponerse la máscara profiláctica. Pero también se fomenta la desconfianza hacia uno mismo. Nosotros no sabemos si somos un foco de contagio: creemos que estamos sanos. Y ahí es donde radica el éxito perverso de las autoridades sanitarias que nos advierten de que no nos fiemos de las apariencias, que podemos ser enfermos asintomáticos, oximoro de gran éxito que, repetido hasta la saciedad, hemos acabado por asimilar como si se tratara de un axioma científico. Resulta que según esa mentira repetida mil veces y convertida por lo tanto en verdad al modo goebbelsiano, podemos estar enfermos y ser los últimos en darnos cuenta de ello, ya que la aparente buena salud es un engaño y un foco mortal de contagio. Ese es el mayor éxito de esta farsa que dio en llamarse la Pandemia. 

 

 52- Violencia de género. ¿Qué género de violencia es la violencia de género? Un individuo ha matado a su pareja, porque era su media naranja, suya propia, muy suya. El pobre ganapán quería a la mujer con toda el alma, y por eso la hizo llorar más de una vez. Y por eso la mató, porque era suya. Después se ha suicidado, porque consideraba que también tenía derechos adquiridos sobre su propia persona, que también era suya. Era, sin ninguna duda, como ella, “muy” suyo. La mató porque era suya. Y se mató porque él también era suyo. La conciencia de la propiedad no deja de ser la usurpación de un robo que asesina.

                                      Unos cuantos piquetitos, Frida Cahlo (1935)

53.- De la meditación trascendental: ¿En qué consiste la meditación trascendental? No puede consistir en otra cosa más que en el vaciado de la mente, ese pozo negro o fosa séptica, del estiércol de las ideas recibidas e inculcadas, previas, de los prejuicios o posos del ayer. Los ojos y los oídos, embotados y obturados por un cúmulo de ideas fijas, que sentimos como propias nuestras, son rémoras que no nos dejan ni ver ni oír. Por eso, la idea que uno tiene de alguien o de algo antes de verlo con sus propios ojos, es decir, la imagen previa es lo único que uno ve cuando mira a alguien o algo. Por eso ver, como intuyó Paul Valéry, es olvidar el nombre, es decir, la idea o concepto, de la persona o cosa que se ve. 

 54- Apología de la pederastia y la pedofilia.- “Dejad que los niños se acerquen a mí” dijo el Nazareno, ese gran pederasta en el sentido más noble del término. Otro gran pedófilo, condenado también a muerte por, entre otras cosas, corromper a la juventud, fue Sócrates... Si desmenuzamos las palabras de origen griego “pederastia” y “pedofilia”, vemos que están compuestas ambas de un primer elemento “ped(o)-” que significa “niño” y un término “-erastia” en el primer caso, bajo el que se oculta el nombre propio de Eros, el dios Amor; y “-filia” en el segundo caso que significa “amistad” o “cariño”. El amor y el cariño hacia los niños está mal visto en esta sociedad, que se apresura enseguida a matar al niño que todos llevamos dentro cuanto antes, es decir, a convertirlo en adulto, a la vez que, paralelamente, infantiliza al adulto tratándolo como si fuera siempre un menor de edad que necesita tutela y asistencia pública y benéfica de las instituciones del Estado. 

55- La primera víctima de la guerra es la verdad, pero no porque se falsifiquen las noticias del frente, cosa que sucede de hecho a menudo, sino porque se tergiversa radicalmente la realidad. No es cierto que hubiera paz antes de la declaración de guerra, proyección espectacular y sangrienta de nuestra vida cotidiana, exteriorización visceral de nuestra propia intimidad.

lunes, 12 de abril de 2021

De la mascarilla como sustituto del velo islámico

Resulta sarcástico cómo un Estado moderno y democrático como el francés, surgido de una revolución que hizo que todo cambiara para seguir igual, y que hizo del laicismo una de las señas de identidad de su república, después de prohibir en el ámbito público y político el uso del velo islámico femenino, obliga ahora a toda la ciudadanía por razones sanitarias a llevar una mascarilla, que no deja de ser un sucedáneo del velo del islam. 

La mascarilla no despersonaliza a los seres humanos, deshumaniza a las personas. Su única ventaja, si se puede llamar así, es su carácter igualitario que no discrimina sexualmente, ya que se impone a los dos sexos. Pero el mal de muchos es, ya se sabe, el consuelo de los tontos.  

Alguien replicará que no es lo mismo una razón religiosa que una sanitaria a la hora de una imposición. No lo es y sí lo es. No lo es porque obviamente son razones de distinta índole; y sí lo es porque en ambos casos se trata de justificar una obligación.  Poco importa que el argumento de la coartada sea religioso o sanitario, desde el momento en que la Sanidad se ha convertido en la nueva Religión y nuevo culto, y su credo es la Ciencia vulgarizada y dogmática. En ambos casos se le ordena a la gente lo que debe y lo que no debe hacer.

Ya no se trata de salvar las almas como en los viejos tiempos medievales, sino los cuerpos. 'Salvar vidas' es el eslogan o grito de guerra ahora de la mayoría de los Estados democráticos. 

 

El laicismo es la condición del laico. Y laico, etimológicamente, significa “del pueblo, popular”. El término procede del griego λαϊκός (laïkós), adjetivo derivado del sustantivo λαός (laós) a través del intermedio latino. En griego λαός (laós) significa pueblo en cuanto reunión de hombres y se opone a δῆμος (démos), que es el pueblo en cuanto organización política. El laicismo es la independencia de la gente de cualquier organización o confesión religiosa. De lo que no se libra el pueblo como λαός (laós) es de su dominación estatal, que no deja de ser una organización religiosa desde el momento en que el Estado es la nueva Iglesia y los ciudadanos sus feligreses, identificándose así torticeramente con el pueblo como δῆμος (démos). La expresión "estado laico", por lo tanto,  no deja de ser una contradicción en sus términos: no puede haber un estado verdaderamente popular porque si hay Estado no hay pueblo, en el sentido griego de λαός (laós) y, viceversa, si hay pueblo no hay Estado. 

En este sentido el Estado moderno, a través de sus autoridades sanitarias, nos impone, como el viejo clero, una serie de obligaciones. Una de ellas es el uso de las mascarillas que deben tapar nuestra boca y nariz para que no contagiemos con las más sencillas y económicas, aunque no estemos infectados, a nuestros congéneres al respirar. Las hay más complicadas que, además de evitar que contagiemos, nos defienden como un escudo protector del contagio exterior. Prácticamente herméticas, resulta no ya costoso, sino imposible respirar con ellas sin que uno padezca hipoxia y sienta que se ahoga y asfixia. Parece obvio que cuanto menos respiremos menos contraeremos un virus respiratorio, por lo que en último extremo de lo que se trata es de dejar de respirar.

De alguna manera el Estado francés, volviendo a él, y la mayoría de los otros Estados modernos, nos están imponiendo el velo islámico, el velo de la sumisión, que es lo que significa originariamente “islam”, como se sabe. Me refiero al niqab, no al hiyab.


El hiyab es el simple pañuelo que cubre el cabello pero no el rostro de las mujeres, dejando boca y nariz al descubierto. El niqab, además de cubrir cuello y cabello, tiende un velo de oreja a oreja que cubre la nariz y la boca dejando al descubierto sólo la franja de los ojos. Es el justo equivalente, por lo tanto, de nuestra mascarilla. 
 
Es el niqab el velo de las musulmanas más ortodoxas, muchas de las cuales llevan también guantes para tapar sus manos, con lo que no dejan nada más que los ojos a la vista de los profanos. 
 
La fiebre protectora que se apoderó de mucha gente tras la declaración de la pandemia del 2020 hizo que muchos quisieran proteger sus manos con guantes desechables de nitrilo y de latex para librarlas del contagio. Las autoridades sanitarias desaconsejaron su uso, predicando la conveniencia en su lugar de las abluciones rituales bien con agua y jabón o bien con geles hidroalcohólicos.

Al hablar del velo islámico hay que hacer alusión al inevitable burka afgano, que cubre totalmente el cuerpo femenino de pies a cabeza, y que sólo deja traslucir los ojos a través de una rejilla. El burka afgano es lo más parecido al traje de un astronauta o al Equipo de Protección Individual médico.


Los franceses durante la colonización de Argelia organizaron ceremonias de desvelamiento forzoso de mujeres musulmanas. Un cartel propagandístico incitaba a las musulmanas argelinas a desvelarse voluntariamente y no ocultar su belleza a los ojos del colono invasor. Se difundió en Argelia durante la ocupación francesa, distribuido por el ejército como arma de guerra psicológica. Era como si no contentos con el dominio del país, quisieran poseer también a sus mujeres, desvelarlas, desnudarlas porque, como decía el mariscal francés Thomas Robert Bugeaud (1784-1849), colonizador de Argelia: “Los árabes se nos escapan, porque esconden a sus mujeres de nuestras miradas”. "¿No es, pues, usted hermosa?" Decía el cartel en la lengua de Molière. "Descúbrase (o desvélese)".


Pero ahora ese mismo Estado francés que invitaba a las musulmanas a desvelarse, obliga a todo lo contrario -y no es el único, aunque aquí lo hemos tomado como ejemplo del Estado Terapéutico- a todos y a todas, moros y cristianos, a velarse y taparse la boca.  En realidad no es un Estado laico, sino confesional cuya fe inquebrantable es la Ciencia. 
 
Emulando su cartel de guerra psicológica, se me ocurría a mí la siguiente contrarréplica contra el Ogro Filantrópico, según la acertada expresión del poeta Octavio Paz, que nos considera enfermos asintomáticos o potenciales a todos, sustituyendo la hermosura por la salud: ¿Está usted enferma, señora, o usted, caballero? ¡Pues si no lo está, no hace falta que se tape!