miércoles, 20 de septiembre de 2023
Pareceres XXIX
lunes, 24 de julio de 2023
Pareceres (XXV)
122. -Dios y Ma(m)món. Decía el evangelio de Mateo (6:24) que en el sermón de la montaña Jesucristo predicó a sus apóstoles y discípulos que no se podía servir a dos amos: Cito por la traducción de Nácar-Colunga que manejo: “Nadie puede servir a dos señores, pues o bien, aborreciendo al uno, amará al otro, o bien, adhiriéndose al uno, menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas”. La traducción de la última palabra es aproximada. Comprobando el texto griego, veo que dice: οὐ δύνασθε θεῷ δουλεύειν καὶ μαμονᾷ: no podéis servir a Dios y a Ma(m)món. La última palabra del versículo es el dativo de Μαμονᾶς, una palabra aramea, no griega, que significa riqueza y que se siente en griego como un nombre propio -los editores modernos dudan en escribir el nombre con inicial mayúscula, como nombre propio, o dejarlo en minúscula, como nombre común- que es la personificación del dinero, por lo que una traducción literal sería: No podéis servir a Dios y a Ma(m)món. Algunas versiones optan por “dinero”. La frase, en nuestros días, no tiene mucho sentido, porque Dios y Ma(m)món son la misma divinidad: o dicho de otra manera el único Dios verdadero es el más poderoso de los caballeros, don Dinero.
123.- Dijo una vez
Cornelius Castoriadis (1922-1997) en su propia lengua, que es la
milenaria de Homero: «Δεν κερδίζεις επειδή
αξίζεις, αλλά αξίζεις επειδή κερδίζεις»: No ganas porque lo mereces, sino que lo mereces porque ganas,
cosa que podemos decir con muchísima razón en cualquiera de las
lenguas que hablamos y escribimos cualesquiera de nosotros. Algunas
personas, como en este caso el filósofo griego, a veces tienen la
capacidad de expresar mucho mejor que otras lo que sienten los demás,
lo que sentimos todos, y eso se demuestra porque enseguida nos
reconocemos todos en ellas y las hacemos propias. Si alguna vez
acierto yo por la casualidad más remota de todas las casualidades a expresar lo que muchos entre los que yo
mismo puedo incluirme sentimos y lo que muchos quisiéramos decir y, o no
encontramos la forma de decirlo, o nos da algo de miedo hacerlo, me
doy con un canto en los dientes por satisfecho, porque creo que no estoy expresando meras
opiniones personales, supuestamente mías y propias, sino algo de ese
sentimiento y pensamiento público y no privado que a todos nos es común. No soy yo en
este caso, sino algo que hay en mí, vamos a decir, lo que habla por
mi boca y lo que da voz a eso que cuesta y da algo de miedo decirlo,
pero sin embargo hay que hacerlo, hay que decirlo. Ese algo es, ni más ni menos, el lenguaje.
124.- Iconoclastas: Así llaman a los herejes enemigos de dar culto religioso a las imágenes que destruyen nuestra imaginación, sacralizándolas con nuestra veneración. Somos enemigos de las imágenes, nos oponemos a su poder y a sus máquinas expendedoras, porque estamos a favor del pensamiento: que es la palabra en marcha contra la idea fija. Somos iconoclastas hasta el punto de que ni siquiera nos complacemos haciéndonos autorretratos sonrientes, mirándonos, como Narciso, en el espejo virtual del móvil con nuestra propia imagen, que es sin duda la más sagrada de todas, el ícono más venerable. En el siglo VIII apareció esta secta de herejes que rompían los íconos de los santos y querían destruir el culto que se les tributaba. Esta herejía desapareció hacia el siglo IX, pero luego se reprodujo entre los albigenses, husitas y valdenses, desapareciendo nuevamente hasta nuestros días, en que todos nos hemos vuelto iconodulos, esclavos de las imágenes, o iconófilos, amantes de las imágenes.
125. -La televisión era el verdadero pilar de nuestro sistema educativo, pero ya no está solo en la caja tonta, sino en nuestros bolsillos y celulares. A través de la televisión y de las minipantallas, que no son tontas, sino smart o muy inteligentes, se transmiten los valores de nuestra sociedad y de nuestro modus vivendi consumista, que todos en el fondo rechazamos, por lo que nos rebelamos inconscientemente contra ella. A todos nos gustaría en un determinado momento arrojar el aparato por la ventana, como símbolo de ruptura con todo... Ver la televisión o su sucedáneo inteligente, el móvil, no es un acto ingenuo ni nos deja indiferentes. Es como mirar cara a cara a Medusa, que te petrifica con su mirada, es decir, sólo con que tú la veas a ella. Antes de que tú la veas a ella de verdad, ya te ha visto ella a ti y te ha matado convirtiéndote en un convidado de piedra: un telespectador pasivo y resignado, un consumidor de publicidad, es decir, de ideas.
viernes, 7 de julio de 2023
Pareceres XXIV
116.- Ni caso. Durante mucho tiempo la información escaseaba y era un bien más difícil de conseguir que el oro, pero hoy día hay un apabullante superávit. En la Red, desde luego, es lo que más abunda: información, de hecho es casi lo único que hay. Hay quien dice que es tan necesaria como el aire y el agua. Pero el aire y el agua son necesarios para vivir. La información ¿para qué es necesaria? Algunos dirán que para saber lo que pasa. Pero es mentira. Las informaciones son necesarias para meternos el miedo en el cuerpo y para distraernos. Igual que el aire y que el agua, que están cada vez más contaminados en el planeta azul, la información también está poluta, manipulada, sesgada; por lo que su abundancia se convierte en asfixiante: no es una riqueza de la que podamos enorgullecernos, sino un motivo de grave preocupación: un un tumor cancerígeno que pretende aniquilarnos insensibilizándonos ante lo que pasa, porque logra que nos desentendamos de “lo que pasa” y nos preocupemos por cosas que no nos interesan, que ni nos van ni nos vienen, para que así seamos incapaces de ver lo que tenemos delante de nuestras propias narices -eso y no otra cosa es "lo que pasa"-, pues vemos empantallados como estamos, en su lugar, las pantallas que nos ponen a modo de aquellas orejeras que les plantaban a los asnos para que caminaran siempre adelante en la misma y prefijada dirección. ¿Es bueno, pues, estar informado? Para nada. No sólo no es bueno, es perjudicial para la salud física y mental. Nuestra tarea, por lo tanto, es librarnos de la información, desinformarnos, no hacer caso de lo que nos cuentan.
117.- Departamento de Orientación: La existencia de un Departamento de Orientación en los centros educativos españoles de ESO (Educación Secundaria Obligatoria) demuestra la gran desorientación que, promovida desde arriba, existe por abajo. Nunca ha habido más información que ahora. Vivimos en la sociedad de la información. Por eso mismo, porque nadamos en el mar superabundante de la información, todos estamos fundamentalmente desinformados, desorientados, náufragos sin brújula ni norte a la deriva.
118.- Trabajo infantil: La crítica que algunas almas piadosas y caritativas hacen al trabajo asalariado se agota en el llamado trabajo infantil. Estos moralistas se escandalizan de que a niños de seis y de siete años se los obligue a trabajar en la cosecha del algodón o en las minas. Tiene razón, es escandaloso, pero no porque se trate de niños, sino porque el trabajo, en sí, es un castigo de Dios que clama al cielo.
Concierto 5 en D-minor de Scarlatti (Café Zimmermann)
119.- ESO (Abreviatura de Educación Secundaria Obligatoria del sistema educativo español). La obligatoriedad de la enseñanza hasta los 16 años parece, por un lado, un logro social de las clases populares pero, por otro, supone una nueva institución penitenciaria, un nuevo servicio militar obligatorio que se cierne sobre ellas, y que no admite objeción de conciencia: la mayor intromisión del Estado en la vida de la gente, que convierte a los niños entre los seis (y pronto se rebajará la edad a los tres) y 16 años (y ya se habla de hacerla obligatoria hasta la mayoría de edad a los 18) en cohortes, subdivisión de la legión romana, de reclutas forzados. Quizá deberíamos hablar de manípulos de reclutas forzados. Era el manípulo una unidad menor de la legión romana, unidad operativa y manipulable, es decir, manejable. La escuela siembra aversión en los niños por el saber que transmite, a los que infantiliza, psicologiza, y hastía, matando la curiosidad innata, y generando fracaso y sumisión.
120.- ¿Cambio o recambio? Otra vez la zanahoria inalcanzable del cambio (change en la jerga del Imperio) delante del borrico sirve como eslogan o grito de guerra político para alimentar la esperanza, esa virtud teologal, de un electorado que acabará defraudado cuando compruebe, una vez finalizada la euforia etílica de la victoria, que el único cambio que se ha producido en las altas esferas de la política y la economía es el nominal, y que el voto era un vale canjeable directamente por la desilusión. Poco importa que el presidente sea másculo o fémina, blanco o negro, con tal de que ocupe la presidencia una vez que ha quedado vacante el trono. Y en eso no hay cambio que valga. Ya lo dice el refrán chino que Felipe González –que llegó al poder enarbolando la bandera del cambio y que no cambió nada sustancial- importó de uno de sus viajes de la China comunista: gato blanco o gato negro da lo mismo, son canjeables, lo que importa es que mate ratones. Cámbiese el gato por el presidente, y los colores “blanco” o “negro” por “izquierdas” o “derechas”, “progresistas” o “conservadores” o viceversa, no importa. Lo que importa es que sea gato, es decir, que sea presidente, o lo que es lo mismo, que mate roedores. ¡Pobrecitos de nosotros, los ratones!
miércoles, 21 de junio de 2023
Pareceres (XXIII)
111.- Nadie nos representa. Nadie puede arrogarse nuestra representación: ni siquiera, por paradójico que parezca, nosotros mismos. Nos sirve a nuestro propósito el aforismo jurídico uiuentis non datur repraesentatio: no es posible la representación de una persona viva (lo mismo que no es posible recibir la herencia de alguien que no ha muerto todavía: uiuentis non datur hereditas).
113.- La guerra no se justifica ya apelando a valores religiosos, sino políticos, que son un trasunto de los económicos, los que más valen y cuentan, pero eso se debe a que el dinero constituye la nueva y única religión de los que mandan y obedecen: una religión que no lo parece, un dios en el que todo el mundo cree, indiscutible. Por eso más que responder el mercado a las exigencias de los consumidores, los consumidores responden a las exigencias del mercado. Por eso, en esta economía que, según Ambrose Bierce definió para siempre como la venta de la vaca que no tenemos para comprar el barril de güisqui que no necesitamos, cotizan tanto los valores… bursátiles.
114.- Parece que lo único que les preocupa a algunas almas cándidas es que se les dispense un buen trato a los prisioneros, el trato humanitario, que dicen, no el hecho de que haya prisioneros, que es lo más inhumano que hay. Debe de parecerles muy caritativo a estas almas piadosas, que acaban resultando las más despiadadas, también que haya guerras; de hecho muchas veces las llaman misiones humanitarias o, rizando el rizo, como ha rebuznado el Rey de nuestro ruedo ibérico en un discurso oficial, “misiones de paz”. El ejército es para estas personas una oenegé (u Organización No Gubernamental) caritativa y humanitaria con pistolas, como ha regoldado un militar graduado con estrellas de muchas puntas.
115.- PSICOANÁLISIS. En vez de intentar fortalecer nuestra personalidad, deberíamos interesarnos en las técnicas de desintengración y disolución del ego, en disolverlo como una pastilla efervescente en un vaso de agua. Mi alma ansía diluirse como un comprimido, dejar de ser “mi alma”, mía y sólo mía, un alma individual y atómica, disolviendo su singularidad en el anonimato de la masa, en la fosa común del número plural. El individuo, como hemos formulado alguna vez, no nace, sino que se hace, y nunca es perfecto, nunca acaba de hacerse, ni tampoco de deshacerse. La desintegración del átomo que es el individuo personal masificado sería la bomba, la verdadera bomba de relojería atómica.
viernes, 9 de junio de 2023
Pareceres (XXII)
108.- ¡Feliz fin de semana! ¡Ojalá pudiéramos celebrar como se merece no el fin de semana, este fin de semana por ejemplo que se avecina, sino el verdadero fin de la semana judeocristiana, con su sacralización del trabajo y su ocio sabático complementario en forma de descanso dominical, dejando –ojalá- de girar el peor invento de la humanidad, la rueda de los siete días para siempre!
Banco sin asiento para hacer un alto en el camino.
jueves, 25 de mayo de 2023
Pareceres (XX)
96.- Sacrificar es según la Academia, en primer lugar: Ofrecer a una divinidad algo o a alguien en su honor, generalmente destruyéndolos o matándolos. Y en segundo lugar: Matar un animal, especialmente para el consumo. En aras del ideal que creemos que debe ser la vida, que es nuestra moderna divinidad, solemos sacrificar -es decir, hacer sagrada, o lo que es lo mismo para el caso, matar- nuestra propia vida cotidiana corriente y moliente. ¿Dispuestos a sacrificarnos por nosotros y por los demás? Resultado: dictaduras, brutalidad, campos de concentración y exterminio, conformismo, violencia, la historia universal en marcha.
97- NO A LA GUERRA. ALTO EL FUEGO. La gente no quiere la guerra. Ni siquiera los traficantes de armas, que sólo codician el dinero. Son las propias armas las que están pidiendo a gritos la guerra, o sea, una intervención humanitaria, en medio de esta tensa espera y silencio ensordecedor.
98.- El grafitero urbano deja su artística firma en la pared porque se considera, suponemos, un artista. Pero ¿qué dicen las pintadas, su obra? ¿Qué significan esos gritos en forma de garabatos? ¿Qué comentan las paredes? Su obra no es más que su firma. ¡El nombre del que lo escribió! Cuando uno se dedica a estampar su nombre propio compulsivamente por todas partes para afirmar así su personalidad, el refrán escolar reza: “el nombre de los burros aparece por todas partes”. ¿Qué dicen los jóvenes? Nada: sólo: aquí estoy yo: esta es mi firma: una celebración egoísta de mi individualidad masificada. Su firma no está ligada a ningún producto comercial: no es una marca de tejanos, por ejemplo: el único producto comercial es ellos mismos: Yo, Sociedad Anónima o, mejor, Sociedad Limitada.
100.- Nueva refutación del movimiento procedente de la antigua India milenaria, que viene a sumarse a la clásica griega de: El móvil no se mueve ni en el lugar en el que está ni en el que no está. Glosa de Nagarjuna: “El móvil que se ha movido ya no se mueve, y el móvil que va a moverse no se mueve tampoco todavía. ¿Dónde pues el movimiento del móvil que ya no se mueve o que todavía no se ha movido?”
sábado, 1 de abril de 2023
Pareceres (XVIII)
86.- Nos vigilan. La profecía de Órgüel formulada en su novela 1984 se cumplió con creces: el Gran Hermano nos vigila y nos controla a todos y cada uno. ¿Qué hacen, si no, todas esas cámaras de seguridad que llevan años en nuestras calles y edificios? Cientos de miles de ojos sin párpados conocen nuestros gustos, nuestras aficiones y hasta nuestras pasiones mejor que nosotros mismos. No estamos tan solos como pensamos frente a la pantalla del ordenador o del móvil. Al otro lado hay alguien que controla todos nuestros pasos y que está escribiendo, sin que nosotros seamos conscientes, ahora mismo por ejemplo, el guion de nuestra vida.
88.- Llueven ahora mismo bombas sobre Bagdad, la antaño espléndida residencia de los califas, a orillas del Tigris, fundada en el año 763 de nuestra era y capital de una deslumbrante civilización, célebre por su molicie y lujo oriental, hoy sólo ruina brutal de lo que fue. El llanto de la hija del visir, una vez arrebatada la virginidad, es el nuestro, nuestras propias lágrimas de impotencia. De alguna manera las bombas están cayendo, aquí y ahora mismo, como una lluvia intermitente, silenciosamente sorda y ensordecedora, sobre mí y sobre ti también, amigo mío, sobre nosotros, que hemos perdido la inocencia, y sobre los cadáveres de todos y cada uno de nuestros niños muertos.
89.- Don Quijote de la Mancha y Sancho Panza. El Caballero de la Triste Figura cree que la bacía del barbero es el yelmo de Mambrino y que la no poco pazguata Aldonza Lorenzo es toda una dama, la encantadora Dulcinea del Toboso. Su fiel escudero y amigo percibe la realidad: la bacinilla y el pelo de la dehesa de Aldonza. Pero ambos se equivocan: Aldonza no es Dulcinea, desde luego, pero tampoco es la que cree el zafio de Sancho.
90.- La literatura comparada y el sentido común revelan que no hay originalidad literaria que valga, que todo ha sido dicho ya alguna vez por alguien, que detrás de todo lo que digamos hay una enorme tradición y bibliografía. La novedad es que no hay novedad: no hay nada que no haya sido dicho ya. Y ni siquiera podemos arrogamos la originalidad de decir esto nosotros por primera vez, sino que ya lo dijo Terencio, por ejemplo, en latín hace muchos cientos de años en el prólogo de su comedia El Eunuco: “Denique / nullum est iam dictum quod non dictum sit prius. / Qua re aequom est uos cognoscere atque ignoscere / quae ueteres factitarunt si faciunt noui”. Lo que puede traducirse por algo así como: En fin, / que dicho no hay que no haya sido dicho ya. / Por eso es justo que lo sepáis y disculpéis / si hacen los modernos lo que hicieron los antiguos.
jueves, 16 de marzo de 2023
Pareceres (XVII)
81.- Se le atribuye a uno de los siete sabios de Grecia, a Tales de Mileto, el inventor del teorema de su mismo nombre, el estar agradecido a la Fortuna por tres cosas: la primera, haber nacido humano y no animal; la segunda, varón y no mujer; y la tercera griego y no extranjero (heleno y no bárbaro, decía él). A lo que habría que oponerle las siguientes objeciones: que ningún hombre nace hombre, sino que llega a ser tal cosa -cosa, sí- entre los congéneres de su misma especie, lo que da origen al especismo; que ningún varón nace varón, sino que se hace varón, dependiendo de la educación que reciba, que origina el machismo, y finalmente, que ningún griego nace griego, sino que se hace griego, que el nacimiento, y, por lo tanto, la nacionalidad es algo meramente circunstancial, lo que crea la xenofobia y el racismo. Así empieza la filosofía occidental: con el desprecio de los animales, el desprecio de las mujeres y el desprecio de los extranjeros. No penséis que desde entonces hemos mejorado mucho ni avanzado.
82.- Si no lo había hecho antes, el 11 de septiembre de 2001 quedó patente que la televisión era la mayor arma de distracción y destrucción masiva jamás inventada, la más poderosa de todas las armas inventadas porque podía llegar hasta el último rincón del planeta y hablar en cualquiera de las lenguas de Babel divulgando las poderosas imágenes. Los mandamases de este mundo deben estarle eternamente agradecidos a John Baird, el inventor del engendro. Con ella nos entretuvieron largas horas de enteros días a todo el mundo mundial: la catástrofe que nos echaron por la pequeña pantalla, reproducida una y otra vez como si fuera un interminable y animado gif (acrónimo inglés de Formato de Intercambio Gráfico, pero en inglés: Graphic Interchange Format), les sirvió para consolarnos de nuestro desconsuelo existencial al comprobar que nosotros no habíamos sido las víctimas, al ver que aquello no nos había pasado a nosotros: catarsis colectiva. Pero lo que sí nos pasaba a nosotros era el intensivo bombardeo mediático que nos cayó encima como un chorreo, del que no nos hemos librado todavía.
84.- Por el pleno desempleo. Para mí lo más deseable no es el pleno empleo, sino el completo desempleo: yo no quiero trabajar, no quiero que me empleen, porque eso significa que me utilizan, que se sirven de mí, de mi tiempo, convirtiendo mi vida en rastrera, monótona y mortecina existencia. Porque no me digáis que no os da la risa, que no es como para burlarse de Hipotecas y Planes de Pensiones, ese matarse a trabajar para nada y ese estudiar por miedo a no superar el listón de la dorada mediocridad. La vida es otra cosa, no esta muerte planificada en cómodos plazos: las vacaciones en Benidorm, los ascensos laborales, los másteres en New York, y las pastillas de las farmacias para olvidarlo todo, para superar la depresión que nos entra sólo de pensar en esos éxitos y para lograr conciliar el sueño, acallar la mala conciencia que tenemos y dormir de un tirón hasta bien entrado el día como si fuera domingo y no hubiera que ir a trabajar para ganarse la vida que pierde uno trabajando.
jueves, 9 de marzo de 2023
Pareceres (XVI)
lunes, 20 de febrero de 2023
Pareceres (XV)
71.- No nos representan. Uno de los gritos razonables y populares que se coreó una y otra vez contra los gobernantes democráticos que nos arrojaron en brazos de Marte durante el rodaje de la película La Guerra del Golfo, segunda parte (1990-1991, Operation Desert Storm, en la lengua del Imperio), fue “¡No a la Guerra!”. Resulta conmovedor cómo hemos pasado de aquel No a la Guerra de antaño, al Sí a la Guerra de hogaño, aunque no se diga explícitamente así. Otros gritos que entonces se corearon y que deberían volver a escucharse si no estuviéramos anestesiados y sordos como tapias, fueron “¡No en nuestro nombre!” y “¡Que no, que no, que no nos representan!”. Debería cambiarse el modo verbal de esta última frase y sustituirse el Indicativo, que constata simplemente una realidad de un modo objetivo y neutro, por el Subjuntivo que expresa un deseo, y decir: “¡Que no, que no, que no nos representen!”: que no, que no, que al pueblo no lo representa usurpando su nombre de hecho nadie, ni Dios todopoderoso siquiera, ni falta que le hace tampoco, que por eso se dice que el pueblo es su propio soberano.
72.- En la salud y en la enfermedad. Jules Romains puso en boca de su lúcido y peligroso doctor Knock la frase de que las personas sanas son enfermos que se ignoran, es decir, que ignoran que están enfermas y el mal que padecen, lo que nos lleva a decir, como ya sugirió alguien que no recuerdo, que la medicina ha progresado tanto en nuestro tiempo que todos somos ya pacientes, unas veces en acto y otras en potencia aristotélica o asintomática, como durante la crisis sanitaria que nos confinó y encerró a todos. Si damos la vuelta al dicho, hallamos que los enfermos serían personas sanas que se saben enfermas porque han recibido un diagnóstico médico que así lo acredita, y son conscientes gracias a él de su enfermedad. El médico, decidiendo qué es un síntoma y quién se encuentra enfermo, se ha revestido así de un poder autoritario y omnímodo de índole sacerdotal capaz de catalogar como paciente a una persona sana cuyos parámetros se aparten de la estadística mayoritaria, y de rehusar a otra persona el reconocimiento social de su dolor. La enfermedad no es otra cosa sino la conciencia del cuerpo, o, dicho de otra manera, la conciencia de que nuestro cuerpo es nuestro y no de otro, como el alma, individual e intransferible.