viernes, 9 de junio de 2023

Pareceres (XXII)

106.- ¿Qué estamos diciendo al decirle a alguien: “te quiero”? Algo como esto: “Te querré, amor mío, hasta que el matrimonio o el registro civil que nos declare pareja de hecho nos separe en el mismo acto de reconocimiento oficial de nuestro amor”. O, dicho con otras palabras: “Te querré, vida mía, hasta que el Amor, o sea la conciencia de lo que nos pasa, que es la muerte del sentimiento, nos separe poniendo fin a nuestro cariño. Es más, mi amor, si te digo “amor mío”: ya no eres mi amor, te he perdido, como cuando Psique, o sea el Alma, encontró -y ¡oh paradoja! perdió en el mismo encuentro, nada más haber visto su rostro y sabido su nombre-, al propio amor, que era ni más ni menos que el dios Cupido. 

Cupido y Psique, David Vance
 
 107.- Una cita literaria de esa novela envolvente y seductora que es  “Viaje al fin de la noche” de Louis-Ferdinand Céline. El protagonista, un alter ego del autor si no es el propio autor, llega a América. Después de pasar la cuarentena, el comandante de la aduana le dice:  «Han venido aquí antes que tú muchos otros vivales de Europa que nos han contado trolas de esa clase, pero eran, en definitiva, unos anarquistas como los otros, peores que los otros... ¡Ni siquiera creían ya en la Anarquía!". Sugiere el comandante que los, según él, peores anarquistas son los que no creen ni siquiera en la anarquía, o Anarquía. con mayúscula honorífica que la equipara a cualquier nombre propio, es decir, a Dios, porque esos son auténticos descreídos que para decir ¡no! al orden establecido, no necesitan proponer ningún modelo alternativo, son los que no creen que haga falta ningún gobierno y, por lo tanto, nunca lucharán por tomar el Poder, como han hecho otros revolucionarios, sobre todo los comunistas, sino por destruirlo, pero para destruir el Sistema, ese matrimonio perfecto de Estado y Capital, hay que comenzar por la base, y la base es la fe que lo constituye, y la fe no es ningún asunto exclusivamente religioso, sino cualquier creencia en la que uno crea. Incluso la creencia en la Anarquía. Incluso la creencia en la libertad.

 


108.- ¡Feliz fin de semana! ¡Ojalá pudiéramos celebrar como se merece no el fin de semana, este fin de semana por ejemplo que se avecina, sino el verdadero fin de la semana judeocristiana, con su sacralización del trabajo y su ocio sabático complementario en forma de descanso dominical, dejando –ojalá- de girar el peor invento de la humanidad, la rueda de los siete días para siempre!

 109- Medios de distracción masiva: Los llamados medios de comunicación distraen a las masas ocultándoles la verdad y sus miserias al mostrarles, a cambio, la realidad sucedánea o interina, que hace las veces de la otra. Distraer a la gente, presentándole una realidad virtual, ficticia, un reality show o espectáculo de la realidad que justifica la realidad del espectáculo, es su oficio y su maleficio. Nos distraen con otros tiempos (ya sean históricos o ya futuros) y con otros ámbitos geográficos de lo que sucede aquí y ahora, ocultándonos que, como intuye la sabiduría popular, “en todas partes cuecen habas, y en mi casa a calderadas”. 

 110.- Democracia.- ¿Qué cosa puede ser la voluntad del pueblo, esa voluntad de todos y a la vez de cada uno que los políticos profesionales que se presentan a las elecciones quieren que se vuelque en las urnas, lo que supone la metamorfosis del pueblo en electorado, y por lo tanto su muerte como pueblo? ¿Que gobierne la izquierda o la derecha, o esa componenda del falso espectro electoral que llaman el centro? ¿O que gobierne alguna fuerza política que todavía no se ha dibujado en el panorama electoral? La democracia niega al pueblo aquello mismo que le da, a saber, la soberanía popular, concediéndosela a sus legítimos representantes elegidos en las urnas por sufragio universal. ¿No será, más bien, la voluntad del pueblo que no gobierne nadie, que no mande nadie, que nadie sea más que nadie, que el pueblo sea su único y solo soberano? Toda urna democrática es en esencia una urna fúnebre, una papelera donde yacen, escritos, muertos, los votos, los deseos de que las cosas sean de otra manera en listas cerradas de nombres propios, que yacerán enseguida en la fosa común del olvido.

 

Banco sin asiento para hacer un alto en el camino.

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