domingo, 4 de junio de 2023

Manifiesto del Partido Que No Existe (I)

    Hay un partido político, por así llamarlo, muy heterogéneo que agrupa a quienes no quieren delegar su poder en representantes o mandatarios que ejercen su gobierno sobre toda la población, y que toman decisiones en nombre de sus mandantes, según el fetichismo político del sistema democrático vigente que los convierte de delegados en gobernantes. 
 
    Podría decirse que dicho partido representa, valga la paradoja, a quienes no quieren que los represente nadie. Es este obviamente un partido extraparlamentario, que está, por lo tanto, fuera del arco del parlamento y que no aspira bajo ningún concepto a entrar en el hemiciclo, pero no es un partido marginal sino centrado en el rechazo de la representatividad. 
 
    No está constituido como tal partido político, ni aspira a estarlo, pero se constituye de alguna forma provisionalmente cada vez que alguien, como ahora nosotros, se pone a hablar de él, denominándolo, como hacemos aquí, el partido inexistente o, mejor aún, sacando la negación para que actúe claramente desde fuera del término, el partido que no existe. El hecho de hablar de él es su acto fundacional constituyente.  

Borregos, Paul Kuczynski (2013)

     Este partido se caracteriza porque no existe, como queda dicho, es decir, no está inscrito en el Registro de Partidos Políticos. No tiene nombre propio ni siglas ni logotipo ni ideología ni simbolismo. No hay ningún acta notarial que refleje su constitución donde figuren los promotores y consten sus datos personales su nombre propio y apellidos, número de documento nacional de identidad, domicilio, estado civil, profesión... y demás requisitos legales e imposiciones individuales.
 
    Tampoco tiene un domicilio social ni unos estatutos por los que regirse como los partidos ordinarios existentes, todos ellos de estructura jerárquica piramidal, pero este partido que no existe, como se ha dicho al principio, aunque no exista, lo hay,  está presente aquí y ahora, cada vez que alguien se pone a hablar de él y a darle voz. Se trata de un partido que cuenta, aunque no en el sentido del cómputo numérico, con una poderosa fuerza simpatizante que no delega su poder en ningún mandatario a través del sufragio universal: nosotros mismos, por ejemplo.
 
 
     A diferencia de los partidos políticos existentes, que son los partidos del derechas constituidos como tales (metemos en el mismo saco a los partidos tanto de izquierdas como de derechas, incluidas sus extremidades o las modalidades extremas de ambas, y a los que aspiran a ocupar el centro de ese falso espectro político), el partido que no existe es un partido del revés, contrapuesto a todos los existentes, que no se caracteriza por ninguna nota positiva, sino al contrario por las siguientes notas negativas: 
 
a) No presenta, ante la convocatoria de comicios electorales, ninguna lista cerrada de candidatos (pero tampoco se le ocurre caer en el error de proponer listas abiertas) ni para la cámara baja del Congreso ni para la alta del Senado, ni para elecciones autonómicas, municipales o europeas ni de ningún tipo posible, como los partidos ordinarios que aspiran a representación parlamentaria y que, según la vigente ley electoral, deben tener una composición equilibrada de mujeres y hombres, “de forma que en el conjunto de la lista los candidatos de cada uno de los sexos supongan como mínimo el cuarenta por ciento”, lo que por cierto contraviene la indeterminación sexual de aquellas personas que no quieran definirse como binarias.
 
b) No participa en ninguna campaña electoral, por lo que no pide el voto para ningún partido político o coalición, ni, por supuesto, para sí mismo. Tampoco pregona el voto en blanco ni el voto nulo,  ya que quien convoca unas elecciones somete al pueblo a la condición de electorado, y cuando los electores eligen entre los términos de la alternativa que se les oferta están sometiéndose a quien ha diseñado la alternativa. 
 
    Ante una convocatoria electoral el partido que no existe no da ninguna consigna a sus simpatizantes, simplemente, no se da por enterado. Los que mandan, que son en última instancia los más mandados, pueden preguntar lo que quieran a los que se dejan mandar cuando cumplen con el deber que se les ha inculcado por el bien común de responder a lo que les preguntan. En una sociedad democrática como la nuestra las alternativas que se ofrecen son indiferentes, y generalmente se reducen a dos opciones indistinguibles -al estilo norteamericano-, de ahí que el bipartidismo sea la perfección más cabal de la democracia: la derecha y la izquierda son las dos manos que utiliza, ambidiestro que es, indistintamente el Poder. 
 
 
c) El partido que no existe no cuenta con afiliados ni militantes entre sus bases, por lo que tampoco hay cuotas ni aportaciones económicas privadas reflejadas en una cuenta financiera abierta exclusivamente para dicho fin, como hacen los partidos del derechas. No se admiten tampoco donaciones de ningún tipo, por lo que no presenta cuentas que no tiene al Tribunal de Cuentas. El partido que no existe a diferencia de los partidos del derechas, no cuenta con recursos económicos procedentes de la financiación pública ni autonómica ni central, ni ordinarios ni extraordinarios, ni tampoco de la financiación privada, por lo que no recibe ni admite subvenciones ni del Estado ni del capital. 
 
d) El partido que no existe no cuenta con cargos directivos tales como presidente, tesorero, secretario general ni representante legal alguno, dado que sin ser un partido ilegal o contrario a la ley, es un partido alegal, ya que no está regulado ni prohibido por el ordenamiento de las leyes vigentes. El partido que no existe, como queda dicho, rehúye cualquier forma de organización jerárquica o vertical, como la que tienen los partidos ordinarios existentes.

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