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miércoles, 5 de febrero de 2025

Democracia totalitaria

    Hace bien Juan Manuel de Prada en su artículo Totalitarismo democrático, publicado en Animales de compañía XLSemanal el 2 de febrero de 2025, cuando añade al sustantivo 'totalitarismo' el adjetivo 'democrático', dado que lo primero, como bien dice, no es lo mismo que tiranía, autocracia o dictadura, y lo segundo, democracia, -alguien debe recordárnoslo- no es lo mismo que libertad, aunque pudiera parecerlo ingenuamente a primera vista. 
 
     La democracia es un sistema totalitario porque pretende imponer a la totalidad de los súbditos o ciudadanos la opinión configurada y conformada -opinión pública- de la mayoría, para lo que es requisito imprescindible configurarla a través del sufragio universal, lo que en rigor es imposible porque no hay todo que valga y la mayoría por muy mayoritaria que sea no es nunca la totalidad, aunque se la quiera hacer pasar por ella.
 
    Y así, frente a un totalitarismo blando en la forma hay un totalitarismo duro en el fondo “según los dictados del reinado plutocrático mundial”. El totalitarismo blando se explica porque no se hace un ejercicio despótico del poder, sino todo lo contrario. No es el pueblo, siempre gobernado, el que gobierna, sino Pluto, el dios de la riqueza, previamente cegado por Zeus como se ve en la comedia homónima de Aristófanes, lo que explica la desigual distribución de la riqueza. La democracia no es sino el disfraz de la plutocracia, lo que equivale a decir a capitalismo, camuflado bajo el embeleco de que es el pueblo, o la gente como prefieren decir ahora, la que manda, definiéndola como "el gobierno de la gente".  
 
    La imposición totalitaria puede servirse (pero no solo puede hacerlo teóricamente, sino que suele de hecho servirse en nuestra actual coyuntura) de formas nada opresivas y, hasta aparentemente liberadoras. De ahí el éxito de su imposición. Pero no hay que olvidar su núcleo duro: Cualquier forma de disidencia con la opinión mayoritaria se ve automáticamente anulada y relegada al ostracismo. El antiguo totalitarismo encarcelaba y hasta ejecutaba a los herejes y disidentes; el actual no necesita cometer tan bárbaros excesos. 
 
    En las democracias actuales, sean de izquierdas o de derechas, lo mismo da, se considera que la opinión pública mayoritaria expresada y conformada democráticamente “declara lo que es bueno y malo, justo e injusto, al modo de una religión antropólatra”. 
 
    Entre los fenómenos que cita destaca el tercero: “la creación mediante la propaganda de una 'opinión pública' que exige posiciones tajantes” ya sean a favor o en contra de diversos asuntos. Nunca denunciaremos suficientemente el engaño de la expresión “opinión pública”. Las opiniones no pueden ser públicas, sino privadas y particulares, individuales. Creer que la suma de opiniones individuales puede confirmar una opinión pública, común, es una ingenuidad, algo imposible. Pero precisamente, porque es imposible, el Poder se empeña en lograrlo. Lo único que podemos considerar “público”, en el sentido de que a todos nos es común, es el uso de razón, pero la razón o sentido común se contrapone directamente a la opinión pública, que es una opinión fabricada con ideas que se empoderan con votos individuales que se imponen como si fuera la verdad. 
 
    La opinión pública trata de hacer “que el pensamiento renuncie a interrogar la realidad de las cosas”. Impecable, a la vez que muy sugerente, el análisis que hace De Prada en su artículo.
 
    El testimonio que aporta en su defensa de Alexis de Tocqueville, el mayor apóstol de la democracia, que reproduzco literalmente por su indudable interés, es muy valioso: Describe una «forma de opresión que amenaza a los pueblos democráticos, que no se parecerá en nada a las que la han precedido en el mundo» con estas palabras: «Por encima de ellos [de los ciudadanos] se eleva un poder inmenso y tutelar, que se encarga él solo de asegurar sus goces y velar por su suerte. Es absoluto, minucioso, regular, previsor y dulce. Se parecería a la potestad paterna si, como ésta, tuviera por objeto preparar a los hombres para la edad viril; pero no procura, por el contrario, más que fijarlos irrevocablemente en la infancia». Interesante el concepto de “papá Estado” que esboza De Tocqueville, el cual lejos de preparar a los hombres para la edad viril -se entienda esto como se quiera- los instala definitivamente en la infancia. 
 
    La conclusión del artículo es también impecable: Los analistas quieren hacernos creer que la deriva autocrática que conlleva toda democracia se soluciona cambiando de gobierno: nada más lejos de la realidad y la verdad.

    Juan Manuel de Prada nos remite, sin hacerlo expresamente, a otro artículo publicado anteriormente el 16 de enero de 2017 titulado Democracia y totalitarismo.

miércoles, 22 de enero de 2025

Democracia oligárquica

Publica Albiac un artículo en El Debate el 20 de enero del presente año titulado “Democracia oligárquica”, en el que, comentando el discurso de despedida del presidente norteamericano, destaca dos cosas, subrayando que quizá el susodicho no habría confesado ni reconocido esas cosas, si no fuera por el resquemor de la derrota electoral,  a propósito de la democracia, que es un término vacío, un 'cascajo huero' como escribe Albiac, que históricamente ha desaparecido (quizá no haya existido propiamente nunca, dada la contradicción en sus términos pueblo/poder que encierra). Lo que veníamos llamando “democracia” se ha extinguido, si es que ha florecido alguna vez. Ni siquiera existió en Grecia donde nació. 
 
Esas dos revelaciones del discurso del ya expresidente son las siguientes:
Hoy se está configurando en Estados Unidos una oligarquía de extrema riqueza, poder e influencia que amenaza literalmente toda nuestra democracia, nuestros derechos y libertades básicos». 
 
Esto puede ampliarse a todo el mundo, si tenemos en cuenta, por ejemplo, lo que revela el diario británico The Guardian, a saber, que los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres, que la riqueza, es decir, el dinero de los multimillonarios del mundo creció en dos billones de dólares el año pasado, tres veces más rápido que en 2023, alcanzando la cifra astronómica de 5.700 millones de dólares al día.
 
 
Los estadounidenses están siendo sepultados bajo una avalancha de desinformación e información falsa que permite el abuso de poder». 
 
Otra afirmación que puede generalizarse al universo mundo: los europeos, y los asiáticos y los africanos y todos los americanos y australianos están siendo desinformados y malinformados por los supuestos medios de información, lo que se debe al uso que deriva siempre en abuso de poder.
 
Escribe Albiac: Y que, en su lugar, asistimos, por todo el planeta y en distintos grados de perfección, al alzado de gigantescos poderes económicos que, por primera vez en la historia moderna, pueden hablar de tú a tú a la máquina colosal del Estado: esa que, desde el inicio de las revoluciones burguesas, ponía su virtud en, siendo sin comparación más potente que cualquier sujeto privado, tener la capacidad de imponer el equilibrio y contención entre todos. Hoy, en el mundo digitalmente desdoblado de los grandes dispositivos telemáticos, no hay Estado que, en rigor, pueda afrontar con certeza de victoria un choque contra la media docena de grandes empresas tecnológicas. Y todas ellas juntas están capacitadas para desencadenar un apagón universal al cual ningún poder político sobreviviría. En ningún punto del planeta. Llamamos democracia, hoy, a la forma menos cruenta de una hermética oligarquía
 
 
El análisis de Albiac se generaliza a Europa y en concreto a España, pero ahí, en la concreción, es donde pierde interés: que el presidente del ejecutivo español haya plantado al frente de Telefónica a un acólito es algo trivial, que no pasa de ser anecdótico. Quizá sea un triste intento de un gobierno de controlar políticamente un poder económico dentro de un proyecto político personal que Albiac califica de cesarista, pero de alguna manera, al final de su escrito, confía ingenuamente en la Justicia -la esperanza es el último mal que se pierde- y en que "el presidente (español) y su gente puedan verse sentados en el banquillo”.
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 No puede atribuirse a Lenin con certeza la frase "La democracia es una forma de gobierno en la que cada cuatro años se cambia de tirano", como figura en la imagen que me envía un lector. Puede tratarse de una simplificación de su crítica a la democracia burguesa que formula en El Estado y la Revolución. Lenin criticó la democracia representativa bajo el capitalismo, argumentando que era una fachada que servía a los intereses de la burguesía, pero no llegó a formular esa idea en los términos de "cambiar de tirano", dado que el tirano sería siempre el mismo con unos u otros mandatarios: el capitalismo. Frases como esta suelen surgir como atribuciones apócrifas o interpretaciones populares que no tienen una fuente específica escrita, aunque reflejan a menudo algo de esa sabiduría popular desengañada, si no fuera porque los que mandan por activa, a su vez, son los más mandados por pasiva. 

martes, 14 de enero de 2025

Varia uariorum

Totalitarismo. -Phillip Allot, un exdiplomático británico y profesor de la Universidad de Cambridge, ha dejado dicho algo que es importante partiendo de alguien que forma parte, como él, del tinglado del status quo: La democracia y el capitalismo son sistemas más totalitarios que el nazismo o el estalinismo. Explica el profesor que tanto la democracia como el capitalismo son sistemas que contienen en sí mismos sus propios valores que pretenden imponerse a la totalidad de la población. Esto obliga a que se acepten sin la menor resistencia crítica, sin rechistar. La opinión de la mayoría no admite discusión, se impone a todos. Si lo cree la mayoría es verdad; todos debemos aceptarlo. De lo contrario, no somos demócratas. Según el exdiplomático “el totalitarismo tradicional” se caracterizaba por controlar a las personas por la fuerza y la violencia -así el nazismo y demás regímenes fascistas, así el estalinismo-, pero la gente podía pensar lo que le viniera en gana en su fuero interno, mientras que bajo el sistema democrático y capitalista de dominación vigente no tenemos libertad de pensamiento ni de actuación porque tememos ser tachados de terroristas, antidemócratas, incorrectos políticamente, fascistas de la extrema derecha, anarquistas... Se trata de un autocontrol impuesto y asumido total, totalitario, que acaba con el libre pensamiento. No hay un dictador externo: el dictador está dentro. Si no pienso como la mayoría, no soy demócrata, no soy del bando de los buenos... Hasta nuestros deseos más íntimos están determinados y condicionados por el sistema interiorizado de dominio; sólo somos capaces de desear lo que la mayoría -manipulada como está- desea que deseemos, y eso es algo increíble que no había sucedido nunca hasta ahora en la historia de la humanidad. 
 
 
Ideoclasta/Iconoclasta. -Decía don Miguel de Unamuno que de todas las tiranías, la más odiosa era la de las ideas, y que no había cracia más aborrecible, por lo tanto, que la ideocracia. Decía que uno tenía que ser dueño de sus ideas, no su esclavo. Quizá, decía, era inevitable tener ideas, como ojos y manos, pero había que conseguir no ser tenido por ellas, liberarse de la esclavitud de las ideas fijas, estereotipadas, dogmáticas. Pensar es desembarazarse y abortar las ideas que tenemos. Unamuno declara aborrecer toda etiqueta, pero acepta la de ideoclasta, la de rompedor de ideas. "¿Que cómo quiero romperlas? Como las botas, haciéndolas mías y usándolas". Hoy en pleno siglo XXI, quedan muy pocas ideas, aunque sigue habiéndolas. En lugar de ellas nos venden e imponen imágenes que atrofian la imaginación y aumentan nuestra fe en la realidad. Por eso se impone la iconoclastia. Ideoclasta, de hecho, es un neologismo creado a partir de iconoclasta: rompedor de imágenes, es decir, de íconos. Iconoclasta: El que destruye los ídolos que producen en nosotros una admiración religiosa que supone sometimiento, que nos imponen cánones, modelos de conducta, pautas. Los ídolos son estrellas de la música, políticos, actores, top-models de alto standing, o santones revolucionarios. En nuestra época todas las imágenes, hasta las más inofensivas, han alcanzado la categoría de íconos reverentes, de imágenes sagradas, de "santos" como decía una abuela mía, a las que se rinde culto y veneración. Iconoclasta o ideoclasta. Es lo mismo. Destructor de todas las imágenes o ideas recibidas, impuestas, inculcadas, reales dentro de su esencial falsedad. 
 

 
Democracia: Democracia no ha habido nunca en Occidente, pese a ser el nombre del régimen de dominio político existente, ni siquiera en la antigua Grecia, donde se inventó la contradictoria palabra: se llama democracia a una forma sofisticada de gobierno por la cual la oligarquía, es decir la minoría poderosa, impone sus deseos al pueblo que, bajo este régimen, obedece voluntariamente mejor que bajo cualquier otro yugo impuesto, porque, engañado por el trampantojo de la palabra, se considera soberano y cree que es libre y dueño de su destino. 

 
La lengua de arriba y la de abajo. La lengua no es de los que mandan, porque gratuita como es es de todos y no es de nadie, pero los que mandan, que son por otro lado los más mandados, a través de escuelas y academias, leyes y decretos, ministerios y medios de comunicación a su servicio, básicamente a través de la escritura y la cultura, se apropian de ella dictando decretos y normas ortográficas, unificando las diversas hablas, el lenguaje corriente y moliente, regulándolo e imponiéndoselo a la gente. En todos los idiomas se da esta lucha entre la lengua de arriba, que es la de la administración, y la lengua de abajo, que es el habla vernácula, materna, la lengua de verdad que habla la gente de la calle. La lengua de arriba, la lengua impuesta a través de la escritura, no deja de ser un dialecto, una jerga culta -política, económica, jurídica, burocrática, científica, filosófica, literaria- que está fabricada para subyugar a la gente y justificar a través de maestros y profesores desde la escuela primaria hasta la universidad la necesidad de la imposición y del gobierno, y está en perpetua guerra en todos los idiomas de Babel contra la lengua vulgar, la que no es necesario que nos enseñe nadie, la que se aprende sola, la que sólo sabe decir ¡no! una y otra vez, todas las que haga falta, a lo que está mandado.
 
La torre de Babel, Pieter Brueghel el Viejo (1563)

sábado, 14 de septiembre de 2024

Algunos cabos sueltos

ELECCIONES: No se trata de elegir (democráticamente, por supuesto, faltaría más) a un nuevo mayoral de la grey que nos pastoree. No se trata de cambiar de pastor ni de perros guardianes del rebaño ganadero -¡los mismos chuchos con collares diferentes!-, de forma que las cosas sigan básicamente igual en el fondo, sino que deberíamos tratar, más bien, de dejar de ser ovejas gregarias que forman parte de un rebaño. ¡Ya salió la oveja negra que faltaba! ¡Sí! ¡Ya salió el garbanzo oscuro del puchero y la manzana podrida del frutero que corrompe y echa a perder a las demás!




LA METÁFORA DE LA RED. No es que estemos envueltos en una Red de redes, sino que nosotros mismos desempeñamos el papel de arañas que tejen dicha red y urdimos dicha telaraña: somos nuestra víctima y verdugo a la vez. La Red nos ha convertido, mal que nos pese, a todos sus usuarios en colaboradores activos y necesarios, es decir, en siniestros arácnidos tejedores de su entramado. Ese es el éxito de su función y nuestro fracaso.



POR TU PROPIO BIEN: Lo más inmoral que hay: hacerle mal a alguien, como hace el proceso de educación con las tiernas criaturas infantiles, y tratar de convencerlo a uno con la técnica del lavado de cerebro de que el mal es por su propio bien futuro. La escuela nos formatea para que creamos que nos han hecho un bien cuando nos han infligido el peor de los males posibles “para que aprendamos”. 


SOCIALIZACIÓN: Los defensores de la escolarización obligatoria esgrimen como principal argumento para justificar su existencia el de la socialización. Si hay que elegir una sola razón que acredite la existencia de la escuela obligatoria, sería esta: nos sociabiliza. Vamos a dejarnos de cuentos,  porque ni nos educa ni nos enseña en condiciones. Examinémoslo. Se trata de una mentira interesada. ¿Es que acaso los niños griegos y romanos de la antigüedad, o los niños de la Edad Media o los de la prehistoria sin ir a la escuela no se sociabilizaban, como dicen ellos, y establecían vínculos no sólo con los compañeros de su edad sino también con todo tipo de personas? ¿Por qué la escuela obliga a los niños a relacionarse sólo con compañeros de su edad bajo la atenta mirada vigilante de los adultos? ¿Un niño acaso no se socializa y sociabiliza en casa, en la calle, en la familia, fuera de la reclusión del recinto escolar que cada vez se parece más a un campo de concentración? 



LAVADO DE CEREBRO: La existencia de sectas minoritarias que “comen el coco” a los niños y adolescentes, o la práctica del lavado de cerebro -brainwashing, según el término de Edward Hunter-  en la China comunista de la época de Mao, nos distraen del lavado cerebral y comedura de tarro más efectiva que nunca haya existido, que es lo que realiza el Estado aquí y ahora a escala multinacional y planetaria a través de los medios de conformación de masas y la educación obligatoria, dos maldiciones que pretenden que veamos como bendiciones y adelantos, “para que estemos in-formados”, es decir, con-formados, con-formistas y con-formes. 

 

LA MENTIRA DE LA HISTORIA: Vemos la locura y los horrores de otras épocas pasadas y nos consolamos pensando que son Historia, que son agua pasada, cosas que ya no pasan. No somos capaces de ver la locura y los horrores de nuestra época. Vemos por ejemplo la represión sexual de la era victoriana, o el holocausto de los judíos perpetrado por los nazis y no vemos la represión general, integral, y el holocausto que nos consume a todos en la nuestra, que es la única época que hay, por cierto, porque las otras épocas están todas metidas dentro de esta.
 

ÉXITO EN LA VIDA: La vida no es el curriculum vitae.

 

jueves, 4 de julio de 2024

¿Quién manda aquí?

    Se preguntaba el poeta austriaco Erich Fried (1921-1988) en uno de sus Cien poemas apátridas (1978), titulado 'En la capital': «¿Quién manda aquí?» / pregunté. / Me dijeron: / «El pueblo naturalmente» / Dije yo: / «Naturalmente el pueblo / pero, ¿quién / manda realmente?». 
 
    Si reformuláramos la pregunta, nos responderían lo mismo nuestros conciudadanos: el pueblo. Esto es una democracia: gobierna el pueblo... Sí, sí, pero de verdad ¿quién gobierna? ¿Quién o qué se esconde detrás de ese 'pueblo'? No buscamos personas con sus nombres propios y apellidos, perfectamente intercambiables entre sí, independientemente de su ideología política, que vienen y van alternativamente, sino algo más constante y sustancial. 
 
 
    ¿Cuántos de nuestros conciudadanos o compatriotas creen que vivimos en un Estado soberano llamado “España”, un Estado constituido y constitucional como los Estados Unidos de América, gobernados por individuos como Biden o Trump, o quien sea que salga de las urnas? No nos engañemos. Preguntémonos, como hace el poeta austriaco, ¿quién gobierna aquí? Y no nos conformemos con la respuesta de rigor: el partido que sea, el presidente que sea... porque ni siquiera hay un país en sí que se llama España  como nos enseñaron en la escuela cuya capital es Madrid... 
 
    Aunque no sea una cita muy literaria, porque pertenece a una película clásica, en concreto a Network, un mundo implacable dirigida por Sidney Lumet en 1976 y escrita por el dramaturgo y novelista Paddy Chayefsky (1923-1981), esto es lo que le dice el señor Jensen a Howard Beale que puede servirnos como respuesta a la pregunta que formulaba Erich Fried: “Usted es un anciano que piensa en términos de naciones y pueblos. No hay naciones. No hay pueblos. No hay rusos. No hay árabes. No hay terceros mundos. No hay Occidente. Sólo hay un sistema holístico de sistemas, un vasto e inmanente, entrelazado, interactuante, multivariable, multinacional dominio de dólares. Petrodólares, electrodólares, multidólares, reichmarks, rins, rublos, libras y shekels. Es el sistema internacional de moneda el que determina la totalidad de la vida en este planeta. Ese es el orden natural de las cosas hoy. ¡Esa es la estructura atómica, subatómica y galáctica de las cosas hoy! […] ¿Estoy llegando a su entendimiento, Sr. Beale? Se levanta frente a su pequeña pantalla de veintiún pulgadas y aúlla sobre Estados Unidos y la democracia. No hay Estados Unidos. No hay democracia. Sólo hay IBM e ITT y AT&T y DuPont, y Dow, Union Carbide y Exxon. “Ésas son las naciones del mundo hoy en día”. 
 
    Sé que a mucha gente le costará aceptarlo, pero no hay España que valga. Diríamos que España no existe, si no fuera mentira, porque sí que existe: España es una provincia, una subdivisión territorial del Imperio supranacional capitalista planetario. Y lo mismo ocurre con todos los demás países occidentales. Por eso, en realidad, nada cambia nunca, independientemente de cuáles sean los líderes que estén al frente en cada momento. Nos hallamos ante un simulacro, un espectáculo. Una simulación de democracia. 
 
 
    Sin embargo, el hecho de que sea un espectáculo no significa que no tenga consistencia real. La simulación de la democracia es esencial para el Imperio. Es lo que nos mantiene enfrentados entre nosotros, en lugar de enfrentarnos al Poder. Es lo que alimenta la guerra: la guerra contra el terrorismo, la guerra contra el virus, la guerra contra el populismo, la guerra contra la desinformación, la guerra contra otros estados o la guerra contra lo que sea. 
 
    No, no son nuestros mandarines los que gobiernan los países y el mundo, sino aquellos que crearon tanto el capitalismo como el comunismo, tanto oriente como occidente para engañar al mundo entero con estos ilusorios trampantojos... ¿Quiénes son entonces? Los banqueros internacionales. Pero no tanto sus personas como el dinero que mueven y los mueve. Los líderes de las naciones son solo marionetas seleccionadas que obedecen un guion que les dan las instancias superiores. A la pregunta de quién manda aquí, la respuesta es: "Aquí mando yo". Y el que responde es Don Dinero, el más poderoso de todos los caballeros, o Regina Pecunia, que decían los clásicos latinos, cambiándolo de género gramatical: Doña Moneda. 
Todo, que sea, lo logro en la tierra, yo, reina Moneda;
La humanidad, por tal, hónrame a mí con tesón.
 
     Lógicamente, habría que actualizar los datos del monólogo de la película: Las monedas más representativas, aparte de los inevitables dólares, son ahora los euros, las libras esterlinas, los yenes, los yuanes y los rublos, todos perfectamente canjeables, sobre todo en su dimensión digital... No hay que olvidar que el dinero físico de billetes y monedas tangibles está desapareciendo, pero eso no significa que vaya a desaparecer el dinero, sino que va a alcanzar una materialización inmaterial, espiritual. 

    Y en lugar de IBM y demás, habría que citar como las naciones del mundo actual a Vanguard, Blackrock, State Street, Reserva Federal, City of London y tutti quanti.

miércoles, 8 de mayo de 2024

Marginalidades

"Amo a mi país, pero no puedo matar ni morir por él": declaró el ухілиант (ukhílyant), como se denomina en Ucrania al desertor del servicio militar obligatorio.
 
Aproximadamente la mitad de los ucranianos que intentan escapar del reclutamiento son atrapados. Algunos, intentando cruzar a nado el río Tisa, mueren ahogados.
 
Palabras de Baquílides: δολόεσσα δ᾽ ἐλπὶς ὑπὸ κέαρ δέδυκεν ἐφαμερίων: Pero la esperanza engañosa se desliza en el corazón de los hombres, efímeras criaturas.

Paulina Tuchschneider dice tras su traumático paso por el ejército israelí cumpliendo el servicio militar obligatorio: Israel no puede existir sin el ejército.
 
 
El jefe del ejecutivo instaba al electorado a elegir entre la democracia, que él encarnaba, y el fango, como si no fueran lo mismo y la elección 
indiferente.  
 
 El secretario general de la OTAN quiere que los aliados europeos desembolsen cien mil millones de euros más para sostener la guerra de Ucrania contra Rusia.
 
 "El lenguaje no es la verdad. Es nuestra forma de existir en el universo", escribió Paul Auster. Lo que, dicho de otra forma, es: el lenguaje es la realidad.
 
 
 Los gobiernos de América latina movilizan a sus fuerzas armadas para librar una guerra contra el crimen organizado debido a la crisis que sufren de inseguridad.
 

miércoles, 28 de febrero de 2024

De la demerastia, a propósito de Alcibíades

    Platón, haciendo uso de la enorme plasticidad que le permitía la lengua griega que manejaba, inventó el neologismo 'demerasta' -griego δημεραστής, a partir de δῆμος (dêmos) puebloἐραστής (erastés) enamorado, amante, a imagen y semejanza de 'pederasta' (amante o enamorado del niño), y lo puso en boca de Sócrates en su diálogo Alcibíades (1 132 a), donde el maestro que reconocía su ignorancia  le aconsejaba al niño bonito que era Alcibíades (al que Cornelio Nepote le dedicó los adjetivos latinos luxuriosus, dissolutus, libidinosus, intemperans, que no necesitan mucha traducción) y del que estaba por otra parte enamorado (sus dos grandes pasiones, según confiesa, fueron Alcibíades y la filosofía) que no se convirtiera en un demerasta o, si se quiere, populista, con palabra de raigambre latina y, como suele decirse, de más rabiosa actualidad:


 Sócrates reprochando a Alcibíades, Anton Peter (1819)

    Y de ahora en adelante, si no te dejas corromper por el pueblo de los atenienses y no llegas a envilecerte, yo no te abandonaré (καὶ νῦν γε ἂν μὴ διαφθαρῇς ὑπὸ τοῦ Ἀθηναίων δήμου καὶ αἰσχίων γένῃ, οὐ μή σε ἀπολίπω). Pues lo que yo temo muy mucho es que convertido en amante del pueblo te eches a perder (τοῦτο γὰρ δὴ μάλιστα ἐγὼ φοβοῦμαι, μὴ δημεραστὴς ἡμῖν γενόμενος διαφθαρῇς), lo que a muchos de los atenienses ya también les ha pasado (πολλοὶ γὰρ ἤδη καὶ ἀγαθοὶ αὐτὸ πεπόνθασιν Ἀθηναίων) . 
 
Sócrates y Alcibíades,  Christoffer Wilhelm Eckersberg (1816).

    ¿Qué hay de malo en ser un amante del pueblo, un demerasta, un populista? En principio no tendría por qué ser algo negativo, sino todo lo contrario, ya que se trata de una forma de amor amparada bajo la protección del dios Eros. El problema reside en que no es un amor desinteresado, sino que en los sistemas de gobierno democráticos como era el ateniense y son la mayoría de los que hoy padecemos ese amor es interesado: busca los votos del pueblo para legitimar el gobierno unipersonal y tiránico que se ejercerá sobre el propio pueblo con su consentimiento.

    Ya un historiador tan penetrante como Tucídides vio que la democracia ateniense de Periclés que tanto se ha ponderado y ensalzado en los tiempos modernos como logro de la humanidad y modelo de democracia directa... no dejaba de ser una tiranía. En efecto, el historiador griego dejó escrito en el libro segundo 65, 9, de La Guerra del Peloponeso,  y hablando de Periclés, que fue el tutor por cierto del joven Alcibíades: Era una democracia de palabra (en teoría), pero de hecho (en la práctica) era el gobierno del primer ciudadano. ἐγίγνετό τε λόγῳ μὲν δημοκρατία, ἔργῳ δὲ ὑπὸ τοῦ πρώτου ἀνδρὸς ἀρχή. 

Sócrates y Alcibíades, Édouard-Henri Avril (1906)

    Contrapone Tucídides la palabra, “logo” λόγῳ, con la tozuda realidad de los hechos, “ergo” ἔργῳ: bajo el nombre de democracia oficialmente gobernaba el pueblo, pero en realidad el que mandaba era el presidente del gobierno, diríamos hoy con flagrante anacronismo, elegido por el pueblo.

    Se revela así que la democracia no deja de ser la perfección de la dictadura, dado que el déspota, dictador, tirano, sátrapa o como quiera llamarse está legitimado por el amor del pueblo traducido en votos. Para lograr esos votos el aspirante al puesto de presidente del gobierno debe amar y halagar hasta la hez al pueblo, convertirlo en electorado, y ser un populista o demerasta. Se trata de un amor interesado, porque es fruto de la ambición de poder. Si quieres llegar a ser el primer ciudadano, es decir, presidente del gobierno, debes ser un demerasta, un populista, y, por lo tanto, un demagogo.
 
    Frente a ese amor interesado, podría haber un amor libre y desinteresado por el pueblo y por lo popular, no por el pueblo definido en naciones o unidades estatales, sino por el pueblo indefinido en general, ese que no quiere que se ejerza sobre él ninguna soberanía, ya que él, o sea nadie por encima de él, es su único soberano, pero no era el caso evidentemente de Alcibíades que nos ocupa. Y ese amor no tendría nada de malo o censurable, sino todo lo contrario.

miércoles, 14 de febrero de 2024

Fascismo o democracia, una falsa elección

    Según unas estadísticas sacadas de la manga de las encuestas  -¡maldito vicio pedopsicagógico de hacer sondeos y rastrear no el sentido común, que es el menos común de los sentidos, sino la opinión personal mayoritaria o voto de cada átomo personal intransferible!- con que nos bombardean los medios masivos de (in)formación, y con que nos distraen de lo que realmente importa para que no nos demos cuenta de lo que pasa a nuestro alrededor,  y para la formación del espíritu nacional de nuestra conciencia democrática acrítica y aturdida,  a los chicos y chicas españoles de la franja de edad que va de los once a los quince años de edad, la democracia al parecer se la trae flojísima, muy floja. 

    En efecto, estos“-ceañeros”, vamos a llamarlos así, si se me permite la licencia del palabro, repudian esto de la democracia, y eso nos lo sirven los medios masivos a los mayores para que tratemos de educarlos llevándolos por el buen camino y de inculcarles los valores cívicos constitucionales propios del sistema de dominio vigente, a fin de que acaben entrando por el aro y empiecen  a ser cuanto antes ciudadanos de pleno derecho: fierecillas domadas, que cumplen religiosamente, en una época esencialmente laica, con las normas establecidas, es decir, como buenos contribuyentes y votantes, o sea, que se confiesan y le declaran amorosamente al Fisco las intimidades de sus bienes -olvidando que toda propiedad es un hurto o expropiación del común, si no un pecado-, y que son consumidores de ideologías políticas en conserva y de artilugios de látex políticamente correctos para el uirile membrum,  y, en definitiva, para que traguen sapos y culebras reales como la vida misma por un tubo a través del móvil que es ya un apéndice de la mano derecha que centra la atención de sus ojos, que no ven más allá de la pantalla y de lo que por ella les arrojan. A estos “-ceañeros” la sociedad quiere adulterarlos, o sea, hacerlos adultos, hombres y mujeres hechos y derechos como Dios manda.

Una falsa elección (de Miguel Brieva)
 
    Sólo una tercera parte, la más dócil y sumisa, de dichos “-ceañeros”,  cree que la democracia es insustituible, mientras que el resto considera que es igual un régimen que otro, uno democrático que uno autoritario, lo cual, si bien se mira, tiene más que visos de certeza. Pero si siempre ha sido doloroso soportar la jerarquía de los caudillos por la gracia de Dios, quizá sea más estúpido imponérsela uno eligiendo mayoritariamente al macho o marimacho, pues puede ser hembra, ya que da igual el sexo que llaman biológico o género adoptado, que rija los destinos de la manada, es decir, colaborar con el hecho de que siga habiendo mandamases y mandados, y que siga habiendo manadas. 

Estos jovencitos, además, sólo se identifican, y hacen bien, con su pueblo o ciudad y con sus gentes más cercanas e inmediatas, no con ideas, sino con las realidades tangibles más próximas:  ni con la idea de España (sólo un 14%), ni siquiera con la de su comunidad autónoma respectiva (sólo un 10%), ni muchísimo menos con la entelequia de Europa, cuya incidencia, pese a los esfuerzos de los políticos que nos llaman a votar cada cinco años, es prácticamente nula y anecdótica: un 2%.

Los medios masivos sacan la conclusión, apresurada a todas luces, de que les atraen las dictaduras, y que esto les pasa, claro, porque no han conocido y vivido en sus propias carnes la del Generalísimo F.F., por ejemplo, ni, remontándonos un poco más atrás, tampoco la del General Primo de Rivera, por supuesto.  Es cierto, han nacido bajo la férula de la democracia; casi, si se descuidan, ni siquiera han conocido las regencia socialista ni la popular. Todavía no habían nacido, angelicales criaturas perversas polimorfas, según el padre Freud.  No tienen la culpa de no haber venido antes al mundo -ellos a violarlas y ellas a ser violadas- y de no conocer más forma de dominio que esta que padecemos todos: la única que hay hoy por hoy en la realidad, la única que cuenta. 

     A ellos este régimen democrático, que es el único que conocen y padecen,  les parece malo. Y a nosotros, que no estamos precisamente en la edad del pavipollo, no nos parece bueno, es más: nos parece, como a ellos, malo, y de algún modo, el peor que hay, porque es el único que hay. El fascismo es solo un fantasma inexistente del pasado que se proyecta en el futuro para justificar el actual establecimiento.

 ¿Democracia? ¡No, gracias! Analicemos un poco el tinglado este del gobierno que dicen del pueblo, por el pueblo y para el pueblo según el cacareado dogma de fe vigente. Detengámonos en una pequeña cuestión gramatical, aparentemente inocua: el artículo determinado y determinante: “el” pueblo. Cabe preguntarse: ¿Qué pueblo?  No es lo mismo, en efecto, el pueblo español, que el vasco, que el bombardeado pueblo gazatí, que el sufrido pueblo ucraniano, que el pueblo ruso o americano, o más propiamente, estadounidense... No es lo mismo, porque todavía hay pueblos y pueblos. Los hay de primera, de segunda y de tercera división, todavía hay clases y categorías, como en la liga nacional del despotismo absoluto balompédico. Si analizamos el cotarro actual, un pueblo concreto impone sus decisiones a todos los demás, lo cual no parece muy democrático que digamos. No es lo mismo, pues, “el” pueblo, en general sin apellidos, que ”el pueblo de los Estados Unidos” en particular, que  es, ni falta hace decirlo,  el que corta en el universo mundo el bacalao político, económico, militar y cultural, que es lo mismo todo. 

 

Pero en EE.UU., esa rancia democracia, tampoco manda el pueblo: el pueblo, que es la encarnación de la vieja 'gracia de Dios' que legitimaba los gobiernos y monarquías, delega, no en su totalidad sino mayoritariamente, en un presidente del gobierno para que ejerza el poder de su despotismo sobre él. Frente a la monarquía hereditaria y dinástica del Ancien Régime, nos encontramos en los regímenes hodiernos con una monarquía electiva o gobierno de uno, no de carácter vitalicio, sino temporal, para un período de tiempo que va generalmente de los cuatro a los siete años, con posibilidad de reelección.  No se llama rey, claro, sino presidente del gobierno, pero es lo mismo. Luego,  tampoco es el pueblo el que gobierna en los EE.UU., sino un tyrannosaurus rex sufragado por la mayoría, que no totalidad, de ese pueblo. Este sistema de dominación es cuasiperfecto porque convierte al pueblo en electorado o clientela política y sólo permite que éste se subleve contra el poder que toca en ese momento, sustituyendo un gobierno por otro, un partido por otro, recambiando una pieza por otra, una marca por otra, un voto por otro,  por lo que habitualmente se alternan impunemente en el trono republicanos y demócratas, derechas e izquierdas, sin alterar para nada el sistema subyacente que permite la supervivencia del aparato del poder por encima o por debajo de la moda de cada gobierno de turno.

El antifascismo, que podría haber seguido siendo en la actualidad un movimiento de oposición al sistema de dominio vigente, a cualquier forma de poder, se ha convertido sin embargo en una corriente de adhesión inquebrantable al orden nuevo, al nuevo y último IV Reich instaurado democráticamente en el vastísimo universo mundial globalizado. ¿No es cierto, acaso, que, pese a la toma del palacio de invierno en 1917 y el derrocamiento del último emperador, sigue saliendo, valga como ejemplo, el zar en Rusia de las urnas? 

domingo, 5 de noviembre de 2023

Plan de paz para Oriente Próximo (y otras guerras).

    Este plan de paz que se propone aquí no es una mera proclama pacifista al uso que pide el alto el fuego sin más, sino algo más: una guerra a la Guerra establecida, que se fundamenta en el abandono de sus dos principales armas ideológicas y estratégicas:
 
1.- Abandono de la religión: Las tres religiones monoteístas históricas (el judaísmo, el cristianismo y el islam, que quiere decir 'sumisión') son las responsables principales de las guerras históricas (cruzadas, guerras santas, yihads, o como quieran llamarse) pero no solo de las guerras religiosas, entre las que puede incluirse sin mucho escándalo el conflicto de Oriente Próximo, sino de todas las guerras, porque hasta las modernas que calificamos de económicas o políticas, que viene a ser lo mismo, tienen una raíz religiosa.
 
    Los tres dioses monoteístas Jehová, Yavé, Dios o Alá han sido siempre excluyentes y exclusivos. Consideraban que sus fieles eran el pueblo elegido, y sembraban el odio con los dioses y pueblos vecinos, que eran tachados de infieles o de gentiles. Hoy día, aunque muchas personas siguen creyendo en las viejas religiones, han sido sustituidos por su más moderna epifanía laica, que es el Dinero. Solo el abandono de la fe en esos dioses monoteístas, incluida la pérdida de la fe en su más moderna encarnación, puede garantizar el alto el fuego y el cese de las hostilidades, la anápneusis polémoio (ἀνάπνευσις πολέμοιο), el respiro de la guerra, que cantaba el divino Homero en la Ilíada, y que calificaba siempre de breve olígue (ὀλίγη), porque la paz no era más que una tregua efímera en el eterno combate entre tirios y troyanos. 
 
    Cuando se propugna aquí el abandono de la religión, se incluye también, por lo tanto, el abandono de la religión económica, que es en definitiva el resultado moderno de la evolución de las viejas religiones. 
 

 
2.- Abandono de la fe en la democracia y el Estado: Resulta duro decirlo así porque parece que si predicamos la pérdida de fe democrática estamos haciendo apología de la dictadura y de otras formas de gobierno más autoritarias y despóticas. Y no es así. No, las democracias occidentales son regímenes teocráticos, donde se sustituye la voluntad de Dios por la voluntad no del pueblo, que se caracteriza por no aceptar ninguna forma de gobierno, sino de la mayoría de los contribuyentes y votantes que suman sus voluntades individuales, traducidas en votos, para conformar una mayoría que se imponga a la totalidad, como si fuera la voluntad del viejo Dios, por lo que resultan las dictaduras más perfectas y las formas más totalitarias de Estado contra las que no es lícito alzar la voz, en las que se confunde el gobierno con el pueblo gobernado. 
 
    La democracia no es el menos malo de los sistemas de gobierno posibles, como suele decirse, sino el más perverso, porque es el único que hay, y por eso mismo no puede ser bueno, porque es el que hay y es el que nos toca combatir para que no haya guerras en el mundo. Todos los gobiernos del mundo, sean de izquierdas o de derechas, sirven a los intereses económicos del sacrosanto Capital. 
 
    La única forma de fomentar la paz, por lo tanto, en Oriente Próximo y en cualquier otro lugar del mundo es declararle la guerra al Capitalismo, que justifica como antaño los viejos dioses monoteístas, todas las guerras, desde la guerra de Troya hasta la guerra de Israel que nos sirven ahora puntualmente todos los informativos durante veinticuatro horas.
 

      Ningún Estado, por otra parte, puede garantizar la paz, porque la guerra es la esencia misma del Estado, el bienestar y la salud, como decía Bourne, de todos y cada uno de ellos, y el hecho de que haya varios, muchos, no hace más que complicar la cosa por sus luchas constantes por mantener su identidad nacional y defender sus fronteras, una identidad que solo se sostiene en la contraposición con las demás identidades nacionales.

lunes, 14 de agosto de 2023

Y media docena de memes más.

Otro clásico del Arcón sobre la democracia: ¿Se puede votar que no gobierne nadie?

Power? Off, por supuesto.

El poder de la naturaleza contra la naturaleza del Poder:

Sobre enfermos y muertos asintomáticos:

De los falsos profetas que nos advertían las Sagradas Escrituras: 

 Blanca Nieves Trans y los Siete Enanitos del Bosque:

oOo

Más otro de regalo: Las ovejas siempre temieron al lobo, pero fue el pastor quien las llevó al matadero.


 

miércoles, 9 de agosto de 2023

Cuatro helenismos

    Propongo analizar cuatro helenismos o palabras de origen griego integradas en nuestra lengua culta que comienzan en castellano por “dem(o)-”, derivado de δῆμος “pueblo”, a saber demografía, demoscopia, demagogia y democracia, todas ellas seguidas de un derivado verbal que es, respectivamente, -grafía “descripción”, -scopia “observación”, -agogia “conducción” y -cracia “gobernación”.

    Todas tienen como objeto al pueblo, cuya definición pretenden establecer quizá vanamente, dado su carácter indefinido. Ya sabemos que 'pueblo' es muchas cosas: desde ciudad o villa (el pueblo de Madrid), a población de menor categoría opuesta a ciudad (el pueblo de Villadiego), también es el conjunto de personas de un lugar, región o país, es decir, la población o gente que lo puebla. El problema que se plantea en este caso es que no es lo mismo “el pueblo”, en general, que, si añadimos un adjetivo gentilicio particular, “el pueblo vasco”, o “el pueblo español” o “el pueblo japonés”, lo que implica constatar que hay muchos pueblos y hay una jerarquía entre ellos, pues no son equiparables, piénsese por ejemplo en el imperio y emporio de los Estados Unidos de América frente a cualquier república africana. 

    Pero también pueblo es sinónimo de gente humilde, común y corriente, frente a los poderosos, sin perder de vista que también es sinónimo de país o nación con gobierno propio, es decir, se quiere hacer pasar como sinónimo de Estado. No se puede olvidar tampoco que en eso que llamamos “pueblo”, del latín POPVLVS, se funden desde hace dos mil años por lo menos las dos clases sociales políticas y económicas: los patricios, que eran los padres de la patria, los de arriba, y los plebeyos, los de abajo.

    Ya en griego antiguo sucedía algo parecido con la palabra δῆμος, que era por un lado el lugar donde habitaba una comunidad, y por otro las personas que habitaban dicho lugar, sin olvidar el sentido político o jerárquico, donde 'pueblo' se definía por oposición al rey, al tirano o a los gobiernos en general, y en los estados democráticos se refería al conjunto de ciudadanos libres que gobernaban sobre los que no lo eran (esclavos, mujeres y niños); adquiriendo finalmente, por extensión, el significado general de “gente, raza, pueblo”.

    La demografía se encarga de hacer un estudio estadístico de una población ya sea sincrónica- o diacrónicamente, pero al hacer dicho estudio reduce lo que es un proceso a un tiempo y a un espacio determinados. Pretende, pues, con la aplicación de la estadística, que viene de estado,  definir lo indefinido, reflejar el aumento o la reducción de la población, algo que está sucediendo constantemente, porque unos nacen y otros mueren, de forma que es prácticamente imposible hacer un censo sin que se modifique ipso facto. Es como tomar una fotografía de un vuelo, que implica paralizarlo, congelarlo, detenerlo.

    

 La demoscopia, por su parte, consiste en el sondeo de opiniones, aficiones y comportamientos de la gente. Los demóscopos practican su ciencia no para saber qué opina la gente, cosa que sería imposible en su totalidad por aquello de quot homines tot sententiae, 'cuantos hombres tantas opiniones',  sino para que la gente sepa mayoritariamente lo que tiene que opinar. Las encuestas demoscópicas mienten, no porque los encuestados puedan de hecho mentir, que lo hacen a veces, sino porque la opinión de una persona o de un grupo de ellas no puede ser extrapolable ni representativa de la totalidad ni de lo que opinen mil, diez mil, cien mil o un millón de las personas.

 

    La demagogia es el arte, vamos a decir, de ganarse con toda clase de halagos y mentiras el favor popular que suele traducirse en votos; etimológicamente la palabra está emparentada con “pedagogía”: en ambos casos se trata de una ἀγωγή, agogé, una conducción o dirección, lo que implica siempre que hay un conductor o director y, por contraposición, algo distinto que es conducido o dirigido, ya sea el pueblo o ya sea el niño por los dirigentes. Desde Aristóteles la demagogia es la corrupción de la democracia, pero en realidad, la demagogia bien mirada, es la esencia misma de la democracia, como veremos a continuación.

 

    La democracia, según la docta academia, es “el sistema político en el cual la soberanía, es decir, el poder, reside en el pueblo, que lo ejerce directamente o por medio de representantes”, es decir, toma al pueblo como sujeto y oculta lo más evidente, tomarlo también como lo que es: el objeto del gobierno. Una definición menos falsa sería: “Sistema político en el cual el pueblo, bien directamente o bien indirectamente, se gobierna a sí mismo no permitiendo que nadie que no sea él mismo lo gobierne”. Nótese que esto, que es lo más evidente, es lo que se oculta en la definición de democracia “gobierno del pueblo”, dado que  es ambigua y puede entenderse de dos formas contradictorias: subjetivamente, tomando al pueblo como sujeto que ejerce el gobierno, y objetivamente, tomando al pueblo como objeto de gobierno, lo que es una contradicción en sus términos, dado que el pueblo se convierte a la vez en gobernante y en gobernado, anulándose la oposición sujeto/objeto, y diluyéndose o más bien ocultándose la idea que no la realidad la cosa del “gobierno”.