Esta anécdota la refiere Plutarco en su biografía de Alcibíades, incluida en Vidas paralelas, donde dice que teniendo un perro admirable por su tamaño y su porte (ὄντος δὲ κυνὸς αὐτῷ θαυμαστοῦ τὸ μέγεθος καὶ τὸ εἶδος), que había comprado pagando por él a la sazón setenta minas (ὃν ἑβδομήκοντα μνῶν ἐωνημένος ἐτύγχανεν,), le cortó el rabo, que llamaba la atención por lo bellísimo que era (ἀπέκοψε τὴν οὐρὰν πάγκαλον οὖσαν.). Al reprenderle sus compañeros y decirle que todos se metían con él por lo hecho al perro y le vituperaban (ἐπιτιμώντων δὲ τῶν συνήθων καὶ λεγόντων ὅτι πάντες ἐπὶ τῷ κυνὶ δάκνονται καὶ λοιδοροῦσιν αὐτόν,), él, riéndose, “eso es en efecto- les dijo- lo que yo quiero (ἐπιγελάσας, "γίνεται τοίνυν," εἶπεν, "ὃ βούλομαι·); porque quiero que los atenienses hablen de eso, para que no digan de mí algo peor” (βούλομαι γὰρ Ἀθηναίους τοῦτο λαλεῖν, ἵνα μή τι χεῖρον περὶ ἐμοῦ λέγωσι).
lunes, 4 de marzo de 2024
El rabo del perro de Alcibíades o la estrategia de la distracción
Esta anécdota la refiere Plutarco en su biografía de Alcibíades, incluida en Vidas paralelas, donde dice que teniendo un perro admirable por su tamaño y su porte (ὄντος δὲ κυνὸς αὐτῷ θαυμαστοῦ τὸ μέγεθος καὶ τὸ εἶδος), que había comprado pagando por él a la sazón setenta minas (ὃν ἑβδομήκοντα μνῶν ἐωνημένος ἐτύγχανεν,), le cortó el rabo, que llamaba la atención por lo bellísimo que era (ἀπέκοψε τὴν οὐρὰν πάγκαλον οὖσαν.). Al reprenderle sus compañeros y decirle que todos se metían con él por lo hecho al perro y le vituperaban (ἐπιτιμώντων δὲ τῶν συνήθων καὶ λεγόντων ὅτι πάντες ἐπὶ τῷ κυνὶ δάκνονται καὶ λοιδοροῦσιν αὐτόν,), él, riéndose, “eso es en efecto- les dijo- lo que yo quiero (ἐπιγελάσας, "γίνεται τοίνυν," εἶπεν, "ὃ βούλομαι·); porque quiero que los atenienses hablen de eso, para que no digan de mí algo peor” (βούλομαι γὰρ Ἀθηναίους τοῦτο λαλεῖν, ἵνα μή τι χεῖρον περὶ ἐμοῦ λέγωσι).
miércoles, 28 de febrero de 2024
De la demerastia, a propósito de Alcibíades
jueves, 16 de noviembre de 2023
Etcétera (De esto, lo otro y lo de más allá).
El auténtico seductor, escribe Marguerite Yourcenar, no es Alcibíades sino Sócrates. Alcibíades, como se sabe, era un joven efebo aristócrata ateniense, bellísimo al parecer, mientras que Sócrates era un viejo y caduco pederasta en el sentido más noble del término, al que le gustaba rodearse de los jóvenes por lo que ellos tienen de rebeldía contra el futuro, y si había algo en él que sonaba a canto de las sirenas era el reconocimiento de su ignorancia y el cuestionamiento de todas las certezas. Por eso Sócrates es el auténtico corruptor de la juventud, decimos nosotros, en el sentido más profundo y no sólo sexual de la palabra, porque parafraseando a la divina Marguerite, el órgano sexual más erótico no es el cuerpo -Alcibíades- sino el alma, la cabeza que anima a ese cuerpo –Sócrates.