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domingo, 20 de octubre de 2024

La vieja que burló al diablo

     Un labrador regresa a su casa triste y pensativo. Su mujer, viéndolo en tal estado de abatimiento, imagina que le han robado en el mercado, pero al ver la bolsa llena de dinero y saber la causa de su melancolía, le reconforta y le dice que confíe en ella. 
       -Me rendiré y le cederé al diablo el campo al primer rasguño que me haga.
    -Tú, confía en mí y déjame hacer. -Le dice Perrete, que era el nombre de su esposa. -Dices que es un diablo joven. Yo haré que se rinda enseguida y el campo seguirá siendo nuestro. Si fuera un diablo viejo, habría que preocuparse, porque sabe más el diablo por viejo que por diablo. 
    A primera hora de la mañana, el pobre labriego fue a confesarse, y, acto seguido, comulgó, y se santiguó varias veces en la pila del agua bendita.
    El diablo llamó a la puerta del labrador -¡Villano, abre la puerta o la echaré abajo!  
    De una patada abrió la puerta y, resuelto y decidido, entró, y no encontrando al labrador, halló a su mujer en el suelo llorando a lágrima viva y lamentándose.
     -¿Qué pasa aquí? -preguntó el diablo-. ¿Dónde está el labrador?
    -¡Ay, ha ido a casa del herrero a afilar el hacha para pelearse con vos después de hacerme a mí un rasguño con ella sin querer aquí entre las piernas! 
    Acto seguido la vieja se levantó las faldas hasta la barbilla y le mostró la vulva al diablo diciéndole que esa era la herida que le había hecho su marido
    El diablo se quedó petrificado ante la visión horripilante de "aquella enorme solución de continuidad en todas sus dimensiones" (Rabelais, La Fontaine), como si hubiera visto la cabeza de la mismísima Medusa. Y llegó incluso a persignarse, él, que es el anticristo, y huyó aterrorizado diciéndose a sí mismo: A mí no me hace eso. Me voy a toda velocidad. Le dejo, desde luego, el campo. Es suyo.

Perrette y el diablo. Grabado de Charles Eisen (1720-1778)
 
      Perrette había hecho, sin saberlo, lo mismo que aquellas mujeres persas que cuando huían sus hijos del fragor de la batalla, cuenta Plutarco en su opúsculo "Virtudes de las mujeres", y poco les faltaba ya a los enemigos para tomar la ciudad, salieron a su encuentro, y levantando sus peplos y enseñándoles la desnudez de sus coños, les decían: ¿Dónde vais, los más cobardes de todos los hombres? ¿No veis que no podéis en vuestra huida meteros aquí, que es de donde habéis salido?. Los persas se avergonzaron de la visión y de las palabras de sus madres, y reprochándose a sí mismos su cobardía, se dieron media vuelta y se lanzaron de nuevo alcombate contra los enemigos, poniéndolos en fuga. 
 
    Lo mismo que aquella espartana, anónima y desconocida, que, como sus hijos huyeran de la batalla y se presentaran ante ella como si quisieran refugiarse en su claustro materno, les recriminó: ¿Adónde vais, después de haberos escapado, ruines esclavos fugitivos? ¿Acaso tenéis la intención de esconderos en este agujero del que salisteis? Y levantándose la falsa, se lo enseñó, desnudo como estaba, pues no estaban aquellas mujeres entonces acostumbradas a las bragas.
 
oOo
 
 
Pequeño diablo, Roland Topor (1977)
 
  El texto anterior es un re-cuento o versión libre del relato en prosa de François Rabelais (...-1532) titulado "Cómo el Diablo fue burlado por una vieja de Papahiguera (o Papalahiga)", incluido en el Libro Cuarto de los Hechos y Dichos Heroicos del Buen Pantagruel, que fue posteriormente versificado por Jean de La Fontaine (1621-1695), el célebre fabulista francés, bajo el título de "Le Diable de Papefiguière". Ambos textos presentan muy bien la colpofobia o metus cunni del varón encarnada en un diablo joven como representante del sexo masculino.
 

jueves, 17 de octubre de 2024

De lo que le dijo el primer ministro persa al general griego Temistoclés

    Esto fue lo que le dijo el jefe de la guardia del rey de los persas, Artábano, al general griego Temistoclés, según cuenta Plutarco en la biografía del ateniense: “Extranjero, las costumbres de los hombres son diferentes; y unas cosas son hermosas para unos y otras para otros; pero para todos es hermoso celebrar y salvaguardar las propias”.

     Lo que le dice el persa al ateniense es que cada pueblo celebra y venera sus costumbres y leyes propias, porque son idiomáticas, específicas, originales, y en ese sentido son muy distintos unos y otros pueblos como distintos son sus usos, lenguas, leyes y costumbres, y lo que para unos es hermoso no lo es para otros. Está enunciando el relativismo, pero no se limita a afirmar que todo es relativo, hay algo que no lo es: lo que podríamos llamar el idiotismo patriótico, entendiendo el término idiotismo en un sentido genérico muy amplio. La Real Academia lo relaciona con ignorancia e idiocia y lo define como el "giro o expresión propia de una lengua que no se ajustan a las reglas generales", y aquí lo entendemos como algo inherente a una tribu y a una cultura y por lo tanto particular y no común:   en lo que todos los seres humanos están de acuerdo, sin embargo, es en que lo más hermoso y lo mejor es lo suyo, sea esto lo que sea, porque les es consustancial y no por otra razón. Se sobrevalora, pues, lo propio, minusvalorando o despreciando lo ajeno.


    Estamos ante lo que Rafael Sánchez Ferlosio denominó con su habitual y aguda socarronería la moral del pedo: a nadie le huele mal el suyo propio, porque siempre apesta más el ajeno que el propio, pero no por pedo, sino por ajeno. Nuestro refranero recoge esta idea: "A nadie le huelen mal sus peos ni le parecen sus hijos feos".

    Pone Plutarco a continuación en boca del primer ministro persa el siguiente ejemplo ilustrativo que diferencia a griegos de persas: Así pues es dicho común que vosotros apreciáis muy mucho la libertad y la igualdad, pero para nosotros la mejor de nuestras muchas y hermosas costumbres es la siguiente: venerar al rey y postrarse ante él como ante la imagen de un dios que lo salvaguarda todo”. (Plutarco, Vida de Temistoclés 27.2-3).




    Esboza aquí Plutarco la radical diferencia entre los griegos, que veneran como propias la libertad y la igualdad, y los persas, que veneran la figura de su soberano, ante el que practican la proscinesis o salutación con postración en actitud de veneración y reverencia, muy parecida a nuestra genuflexión, acto que se interpreta como un gesto de sumisión y humillación respetuosa.




lunes, 4 de marzo de 2024

El rabo del perro de Alcibíades o la estrategia de la distracción

    Alcibíades, el niño bonito y mimado de Atenas, que en su juventud destacaba por su belleza entre los efebos, al que desearon por igual hombres y mujeres, centro de atención de todas las miradas, allá por donde pasaba levantaba toda una polvareda de comentarios apasionados sobre su persona. El rico aristócrata sobrino de Periclés y discípulo de Sócrates, que se interesó por él, aunque no consiguió desviarlo de su ambición por el poder, sacaba a pasear por Atenas un magnífico perro, cuya espléndida cola destacaba por su vistosidad, por el que había pagado la astronómica suma de setenta minas, es decir siete mil dracmas de entonces, una cantidad exorbitante, para que todos admiraran el porte sublime del can, acorde con la dignidad de su dueño que hacía de él ostentación. Asociadas ambas imágenes, la del perro y la de su dueño, los atenienses ya no sabían si el animal se parecía al amo o el dueño al perro en una rara y perfecta simbiosis. 

Busto de Alcibíades, museos Capitolinos de Roma.

    Cuando el perro ya no era novedad -noticia, diríamos hoy-, acostumbrados como estaban los atenienses al espectáculo de verlo paseando con su dueño por el ágora de Atenas, y se había agotado ya ese tema de conversación, Alcibíades ordenó caprichosa- e inexplicablemente que le amputaran la cola para escándalo de sus compatriotas. Aquello provocó entre amigos y conocidos un aluvión de críticas y comentarios reprobatorios. Nadie entendía excepto él por qué había tomado una decisión tan arbitraria que demostraba, además, crueldad, maltrato animal y mal gusto. 

 Sócrates buscando a Alcibíades en casa de Aspasia, Jean-Léon Gérôme (1861)

    Todo el mundo lo criticaba, pero él, muy tranquilo y risueño, comentó a sus más íntimos allegados que, mientras los atenienses hablaban de la amputación del rabo, no reparaban en cosas peores concernientes a su persona que, con esta estrategia de distracción a modo de cortina de humo, lograba pasar desapercibida. Alcibíades no era un don Nadie en la Atenas de Periclés del siglo V, sino, huelga decirlo, un mandatario. Mientras el vulgo hablara del perro, se olvidarían de los asuntos públicos de mayor enjundia y más turbios, asuntos sociales, políticos y económicos de su gobierno. 

Mosaico romano del museo de El Bardo (Túnez)

    Los alcibíades de turno, personajes famosos de la política y del star system, se manejan muy bien en la palestra de los medios masivos, incluidas las redes sociales en esa denominación, y controlan muy bien la estrategia de la distracción que inauguró el Alcibíades histórico, haciendo que nuestra atención se desvíe de asuntos más importantes y controvertidos, y se centre en otro foco de interés, como dicen ahora, mera cuestión comercial de puesta en escena política. 



    Esta anécdota la refiere Plutarco en su biografía de Alcibíades, incluida en Vidas paralelas, donde dice que teniendo un perro admirable por su tamaño y su porte (ὄντος δὲ κυνὸς αὐτῷ θαυμαστοῦ τὸ μέγεθος καὶ τὸ εἶδος), que había comprado pagando por él a la sazón setenta minas (ὃν ἑβδομήκοντα μνῶν ἐωνημένος ἐτύγχανεν,), le cortó el rabo, que llamaba la atención por lo bellísimo que era (ἀπέκοψε τὴν οὐρὰν πάγκαλον οὖσαν.). Al reprenderle sus compañeros y decirle que todos se metían con él por lo hecho al perro y le vituperaban (ἐπιτιμώντων δὲ τῶν συνήθων καὶ λεγόντων ὅτι πάντες ἐπὶ τῷ κυνὶ δάκνονται καὶ λοιδοροῦσιν αὐτόν,), él, riéndose, “eso es en efecto- les dijo- lo que yo quiero (ἐπιγελάσας, "γίνεται τοίνυν," εἶπεν, "ὃ βούλομαι·); porque quiero que los atenienses hablen de eso, para que no digan de mí algo peor” (βούλομαι γὰρ Ἀθηναίους τοῦτο λαλεῖν, ἵνα μή τι χεῖρον περὶ ἐμοῦ λέγωσι). 

 "Cuidado con el perro"

    Hagamos caso del mosaico que había a la entrada de algunas casas señoriales romanas que representaba a un perro y tenía la leyenda de CAVE CANEM “cuidado con el perro”, y procuremos que los perros mediáticos de los hodiernos alcibíades no nos distraigan y desvíen nuestra atención de lo que realmente nos importa.

martes, 6 de octubre de 2020

Variaciones sobre tema de Plutarco (Moralia, De cómo se debe escuchar, I, 18)

Tema de Plutarco: γὰρ ὡς ἀγγεῖον ὁ νοῦς ἀποπληρώσεως ἀλλ᾽ ὑπεκκαύματος μόνον ὥσπερ ὕλη δεῖται, ὁρμὴν ἐμποιοῦντος εὑρετικὴν καὶ ὄρεξιν ἐπὶ τὴν ἀλήθειαν.

Versión propia: Pues la mente, como un vaso, no necesita relleno, sino, como la leña, sólo la llama que origine impulso investigador y avidez por la verdad.  

 

 

 Partenón, Frederic Edwin Church (1871)


Variaciones:

Dedica Plutarco su tratado sobre cómo se debe escuchar a su joven amigo Nicandro, recién alcanzada la mayoría de edad tras haber tomado la vestimenta varonil.

 

La naturaleza, le dice Plutarco a su joven amigo, nos dio a cada uno de nosotros dos orejas y una sola lengua, para que menos hablemos y más podamos escuchar.

 

La mente, como el coloño de leña seca, sólo necesita la chispa que la espabile, y que queme y prenda fuego a la hojarasca de las ideas recibidas e inculcadas.

 

La mente no necesita que la rellenemos como si fuera un vaso vacío, sino, al contrario, que derramemos, colmada y atiborrada de ideas como está, su contenido.

 

El impulso que nos mueve a investigar y el apetito por la verdad, esa tierra desconocida, crían en nuestro corazón aborrecimiento hacia la mentira dominante.


La inteligencia, como la leña, aguarda una centella que la encienda a fin de que resplandezca el fuego del conocimiento y destruya la falsedad de las ideas.

 

La mente es como una vasija atiborrada y rebosante de ideas que la colman, que impiden, si no nos desprendemos a tiempo de ellas, la inteligencia de las cosas.

 

Para que una vasija se convierta en un recipiente adecuado para contener un líquido, debe estar no sólo vacía, sino limpia también de posos y trazas anteriores.

 

La mente no es un cáliz presto a llenarse y vaciarse, sino el haz de leña seca que espera la chispa que pueda encender la lumbre que nos ilumine y nos caliente.

 

Hay jóvenes que, una vez emancipados, no logran sin embargo la libertad, sino que se subyugan a sí mismos: tiranos más terribles que pedagogos y maestros.