Esta anécdota la refiere Plutarco en su biografía de Alcibíades, incluida en Vidas paralelas, donde dice que teniendo un perro admirable por su tamaño y su porte (ὄντος δὲ κυνὸς αὐτῷ θαυμαστοῦ τὸ μέγεθος καὶ τὸ εἶδος), que había comprado pagando por él a la sazón setenta minas (ὃν ἑβδομήκοντα μνῶν ἐωνημένος ἐτύγχανεν,), le cortó el rabo, que llamaba la atención por lo bellísimo que era (ἀπέκοψε τὴν οὐρὰν πάγκαλον οὖσαν.). Al reprenderle sus compañeros y decirle que todos se metían con él por lo hecho al perro y le vituperaban (ἐπιτιμώντων δὲ τῶν συνήθων καὶ λεγόντων ὅτι πάντες ἐπὶ τῷ κυνὶ δάκνονται καὶ λοιδοροῦσιν αὐτόν,), él, riéndose, “eso es en efecto- les dijo- lo que yo quiero (ἐπιγελάσας, "γίνεται τοίνυν," εἶπεν, "ὃ βούλομαι·); porque quiero que los atenienses hablen de eso, para que no digan de mí algo peor” (βούλομαι γὰρ Ἀθηναίους τοῦτο λαλεῖν, ἵνα μή τι χεῖρον περὶ ἐμοῦ λέγωσι).
lunes, 4 de marzo de 2024
El rabo del perro de Alcibíades o la estrategia de la distracción
Esta anécdota la refiere Plutarco en su biografía de Alcibíades, incluida en Vidas paralelas, donde dice que teniendo un perro admirable por su tamaño y su porte (ὄντος δὲ κυνὸς αὐτῷ θαυμαστοῦ τὸ μέγεθος καὶ τὸ εἶδος), que había comprado pagando por él a la sazón setenta minas (ὃν ἑβδομήκοντα μνῶν ἐωνημένος ἐτύγχανεν,), le cortó el rabo, que llamaba la atención por lo bellísimo que era (ἀπέκοψε τὴν οὐρὰν πάγκαλον οὖσαν.). Al reprenderle sus compañeros y decirle que todos se metían con él por lo hecho al perro y le vituperaban (ἐπιτιμώντων δὲ τῶν συνήθων καὶ λεγόντων ὅτι πάντες ἐπὶ τῷ κυνὶ δάκνονται καὶ λοιδοροῦσιν αὐτόν,), él, riéndose, “eso es en efecto- les dijo- lo que yo quiero (ἐπιγελάσας, "γίνεται τοίνυν," εἶπεν, "ὃ βούλομαι·); porque quiero que los atenienses hablen de eso, para que no digan de mí algo peor” (βούλομαι γὰρ Ἀθηναίους τοῦτο λαλεῖν, ἵνα μή τι χεῖρον περὶ ἐμοῦ λέγωσι).
martes, 6 de octubre de 2020
Variaciones sobre tema de Plutarco (Moralia, De cómo se debe escuchar, I, 18)
Versión propia: Pues la mente, como un vaso, no necesita relleno, sino, como la leña, sólo la llama que origine impulso investigador y avidez por la verdad.
Partenón, Frederic Edwin Church (1871)
Variaciones:
Dedica Plutarco su tratado sobre cómo se debe escuchar a su joven amigo Nicandro, recién alcanzada la mayoría de edad tras haber tomado la vestimenta varonil.
La naturaleza, le dice Plutarco a su joven amigo, nos dio a cada uno de nosotros dos orejas y una sola lengua, para que menos hablemos y más podamos escuchar.
La mente, como el coloño de leña seca, sólo necesita la chispa que la espabile, y que queme y prenda fuego a la hojarasca de las ideas recibidas e inculcadas.
La mente no necesita que la rellenemos como si fuera un vaso vacío, sino, al contrario, que derramemos, colmada y atiborrada de ideas como está, su contenido.
El impulso que nos mueve a investigar y el apetito por la verdad, esa tierra desconocida, crían en nuestro corazón aborrecimiento hacia la mentira dominante.
La mente es como una vasija atiborrada y rebosante de ideas que la colman, que impiden, si no nos desprendemos a tiempo de ellas, la inteligencia de las cosas.
Para que una vasija se convierta en un recipiente adecuado para contener un líquido, debe estar no sólo vacía, sino limpia también de posos y trazas anteriores.
La mente no es un cáliz presto a llenarse y vaciarse, sino el haz de leña seca que espera la chispa que pueda encender la lumbre que nos ilumine y nos caliente.
Hay jóvenes que, una vez emancipados, no logran sin embargo la libertad, sino que se subyugan a sí mismos: tiranos más terribles que pedagogos y maestros.