Mostrando entradas con la etiqueta lavado de cerebro. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta lavado de cerebro. Mostrar todas las entradas

sábado, 14 de septiembre de 2024

Algunos cabos sueltos

ELECCIONES: No se trata de elegir (democráticamente, por supuesto, faltaría más) a un nuevo mayoral de la grey que nos pastoree. No se trata de cambiar de pastor ni de perros guardianes del rebaño ganadero -¡los mismos chuchos con collares diferentes!-, de forma que las cosas sigan básicamente igual en el fondo, sino que deberíamos tratar, más bien, de dejar de ser ovejas gregarias que forman parte de un rebaño. ¡Ya salió la oveja negra que faltaba! ¡Sí! ¡Ya salió el garbanzo oscuro del puchero y la manzana podrida del frutero que corrompe y echa a perder a las demás!




LA METÁFORA DE LA RED. No es que estemos envueltos en una Red de redes, sino que nosotros mismos desempeñamos el papel de arañas que tejen dicha red y urdimos dicha telaraña: somos nuestra víctima y verdugo a la vez. La Red nos ha convertido, mal que nos pese, a todos sus usuarios en colaboradores activos y necesarios, es decir, en siniestros arácnidos tejedores de su entramado. Ese es el éxito de su función y nuestro fracaso.



POR TU PROPIO BIEN: Lo más inmoral que hay: hacerle mal a alguien, como hace el proceso de educación con las tiernas criaturas infantiles, y tratar de convencerlo a uno con la técnica del lavado de cerebro de que el mal es por su propio bien futuro. La escuela nos formatea para que creamos que nos han hecho un bien cuando nos han infligido el peor de los males posibles “para que aprendamos”. 


SOCIALIZACIÓN: Los defensores de la escolarización obligatoria esgrimen como principal argumento para justificar su existencia el de la socialización. Si hay que elegir una sola razón que acredite la existencia de la escuela obligatoria, sería esta: nos sociabiliza. Vamos a dejarnos de cuentos,  porque ni nos educa ni nos enseña en condiciones. Examinémoslo. Se trata de una mentira interesada. ¿Es que acaso los niños griegos y romanos de la antigüedad, o los niños de la Edad Media o los de la prehistoria sin ir a la escuela no se sociabilizaban, como dicen ellos, y establecían vínculos no sólo con los compañeros de su edad sino también con todo tipo de personas? ¿Por qué la escuela obliga a los niños a relacionarse sólo con compañeros de su edad bajo la atenta mirada vigilante de los adultos? ¿Un niño acaso no se socializa y sociabiliza en casa, en la calle, en la familia, fuera de la reclusión del recinto escolar que cada vez se parece más a un campo de concentración? 



LAVADO DE CEREBRO: La existencia de sectas minoritarias que “comen el coco” a los niños y adolescentes, o la práctica del lavado de cerebro -brainwashing, según el término de Edward Hunter-  en la China comunista de la época de Mao, nos distraen del lavado cerebral y comedura de tarro más efectiva que nunca haya existido, que es lo que realiza el Estado aquí y ahora a escala multinacional y planetaria a través de los medios de conformación de masas y la educación obligatoria, dos maldiciones que pretenden que veamos como bendiciones y adelantos, “para que estemos in-formados”, es decir, con-formados, con-formistas y con-formes. 

 

LA MENTIRA DE LA HISTORIA: Vemos la locura y los horrores de otras épocas pasadas y nos consolamos pensando que son Historia, que son agua pasada, cosas que ya no pasan. No somos capaces de ver la locura y los horrores de nuestra época. Vemos por ejemplo la represión sexual de la era victoriana, o el holocausto de los judíos perpetrado por los nazis y no vemos la represión general, integral, y el holocausto que nos consume a todos en la nuestra, que es la única época que hay, por cierto, porque las otras épocas están todas metidas dentro de esta.
 

ÉXITO EN LA VIDA: La vida no es el curriculum vitae.

 

jueves, 11 de febrero de 2021

Del lavado de cerebro

La expresión “lavado de cerebro” es una traducción del inglés “brain-washing”,  acuñada al parecer por el periodista estadounidense Edward Hunter (1902-1978), que fue corresponsal de guerra en Asia durante los años cincuenta del pasado siglo y publicó un libro en 1951 titulado precisamente Brain-washing in Red China: The calculated destruction of men's minds (“Lavado de cerebro en la China comunista: la destrucción calculada de las mentes humanas”).


Con  “lavado de cerebro” aludía el periodista al adoctrinamiento en el maoísmo por parte del régimen comunista y a la represión de las ideologías políticas contrarias y alternativas. Hay aquí una metáfora indudable. Si la utilizamos,  estamos considerando de alguna manera que los cerebros están sucios y en consecuencia necesitan una operación de limpieza.  Hay muchas ideas inculcadas que a modo de prejuicios enquistados  nos impiden razonar. Es bueno desprenderse de ellas y de la suciedad acumulada en el cerebro como del polvo incrustado en una casa vieja. El problema viene después: no contentos con el vacío generado por la operación de limpieza,  procedemos a rellenar otra vez las oquedades de las meninges y los agujeros de las neuronas con nuevas creencias que a fuerza de adoptarlas como dogmas y no cuestionarlas poniéndolas en duda acabarán enroñándose como trapos sucios. 

Es este proceso de sustitución lo que entre nosotros, con otra metáfora, se llamó "comedura de coco o de tarro" en los años ochenta y noventa del pasado siglo, cuando hizo fortuna en nuestra lengua esta expresión coloquial, empleada también en forma reflexiva cuando es uno mismo quien tras el lavado vuelve a ensuciarse. En el diccionario de la Academia figura como locución coloquial que se define como “ocupar insistentemente su pensamiento con ideas ajenas -pero todas las ideas son ajenas porque no hay ideas en rigor propias-, induciéndole a hacer cosas que de otro modo no haría.  



El lavado de cerebro y la comedura de coco son obviamente una manipulación que no es nueva en absoluto, sino el fruto del adoctrinamiento de la llamada "educación". El escritor George Orwell en su novela 1984, publicada en 1949, ya denunciaba técnicas de manipulación del pensamiento como la repetición de fórmulas a modo de religiosos mantras -quédate en casa, salva vidas...- que parecen cargarse de razón a fuerza de reiteración, aunque no utilizaba explícitamente la expresión "brainwashing"  todavía. 

La referencia inevitable sin embargo a Orwell no debe inducirnos a error. Si hablamos de 1984 como algo propio de otros tiempos y otros sistemas “totalitarios” que ya son historia, estamos considerando que el control y manipulación de las mentes es algo relativo a épocas superadas y otras latitudes y coordenadas espaciales y temporales, no a nuestra sociedad, no algo que se esté dando aquí mismo y ahora mismo precisamente entre nosotros. 


Alguien podría objetar que la simple posibilidad de decirlo  como estamos haciendo aquí avala que nuestra época es diferente, porque ahora hay libertad de expresión que antes no había y nos permite decir lo que queramos, pero esa mirada retrospectiva que nos obligan a echar atrás nos ciega ante lo que tenemos delante. Hay libertad de expresión, pero la ideología dominante -la “clerigalla secular” con que algunos se han referido al mainstream-, sólo nos deja decir que los únicos mecanismos de adoctrinamiento y de lavado de cerebro son aquellos que no se encuentran afortunadamente ya en nuestra sociedad y época. 
 
Sólo podemos hablar de lo que ya es historia, porque es demasiado pronto para poder hacerlo de aquí y de ahora: dicen que no tenemos suficiente perspectiva. Pero al comparar nuestra época con otras épocas históricas, estamos distrayendo la crítica hacia fantasmas pasados que ya no existen y desviándola de los nuestros, que son los únicos que hay, estamos desautorizando la crítica de lo actual, que debería ser su principal y único objetivo.
Si bien en los casos que describía el señor Hunter se aplicaban torturas y métodos brutales para desinfectar los cerebros y a continuación proceder a reinfectarlos, ahora la operación de limpieza se practica de modo más sutil y disimulado con la televisión  y con interné, sobre todo, que ha venido a rescatar a la vieja y tonta dama del siglo XX, disimulado la operación de "brainwashing" bajo la denominación políticamente correcta de “propaganda publicitaria” y aun, más insidiosamente, de “información”. 

La ideología dominante -el mainstream del clero secular que ha desplazado al religioso- ejerce mejor el control social en las sociedades democráticas actuales donde hay libertad de expresión de un pensamiento que sin embargo no es libre y donde se impone por su propio prestigio que en las sociedades totalitarias donde, constreñida como estaba por la fuerza de la represión y el temor, podía desembocar en un movimiento de rechazo y rebeldía.

Hemos dado un nuevo salto cualitativo y cuantitativo y, por lo tanto, trascendental en la historia de la tecnología del lavado de cerebro y adoctrinamiento, pasando de la brutalidad de la tortura y los suplicios practicados por los chinos a un procedimiento más sutil de desinfección para posterior reinfección,  mucho menos visible pero por ello mismo mucho más eficaz como es este de navegar por las aguas procelosas de las pantallas de la Red.