jueves, 11 de febrero de 2021

Del lavado de cerebro

La expresión “lavado de cerebro” es una traducción del inglés “brain-washing”,  acuñada al parecer por el periodista estadounidense Edward Hunter (1902-1978), que fue corresponsal de guerra en Asia durante los años cincuenta del pasado siglo y publicó un libro en 1951 titulado precisamente Brain-washing in Red China: The calculated destruction of men's minds (“Lavado de cerebro en la China comunista: la destrucción calculada de las mentes humanas”).


Con  “lavado de cerebro” aludía el periodista al adoctrinamiento en el maoísmo por parte del régimen comunista y a la represión de las ideologías políticas contrarias y alternativas. Hay aquí una metáfora indudable. Si la utilizamos,  estamos considerando de alguna manera que los cerebros están sucios y en consecuencia necesitan una operación de limpieza.  Hay muchas ideas inculcadas que a modo de prejuicios enquistados  nos impiden razonar. Es bueno desprenderse de ellas y de la suciedad acumulada en el cerebro como del polvo incrustado en una casa vieja. El problema viene después: no contentos con el vacío generado por la operación de limpieza,  procedemos a rellenar otra vez las oquedades de las meninges y los agujeros de las neuronas con nuevas creencias que a fuerza de adoptarlas como dogmas y no cuestionarlas poniéndolas en duda acabarán enroñándose como trapos sucios. 

Es este proceso de sustitución lo que entre nosotros, con otra metáfora, se llamó "comedura de coco o de tarro" en los años ochenta y noventa del pasado siglo, cuando hizo fortuna en nuestra lengua esta expresión coloquial, empleada también en forma reflexiva cuando es uno mismo quien tras el lavado vuelve a ensuciarse. En el diccionario de la Academia figura como locución coloquial que se define como “ocupar insistentemente su pensamiento con ideas ajenas -pero todas las ideas son ajenas porque no hay ideas en rigor propias-, induciéndole a hacer cosas que de otro modo no haría.  



El lavado de cerebro y la comedura de coco son obviamente una manipulación que no es nueva en absoluto, sino el fruto del adoctrinamiento de la llamada "educación". El escritor George Orwell en su novela 1984, publicada en 1949, ya denunciaba técnicas de manipulación del pensamiento como la repetición de fórmulas a modo de religiosos mantras -quédate en casa, salva vidas...- que parecen cargarse de razón a fuerza de reiteración, aunque no utilizaba explícitamente la expresión "brainwashing"  todavía. 

La referencia inevitable sin embargo a Orwell no debe inducirnos a error. Si hablamos de 1984 como algo propio de otros tiempos y otros sistemas “totalitarios” que ya son historia, estamos considerando que el control y manipulación de las mentes es algo relativo a épocas superadas y otras latitudes y coordenadas espaciales y temporales, no a nuestra sociedad, no algo que se esté dando aquí mismo y ahora mismo precisamente entre nosotros. 


Alguien podría objetar que la simple posibilidad de decirlo  como estamos haciendo aquí avala que nuestra época es diferente, porque ahora hay libertad de expresión que antes no había y nos permite decir lo que queramos, pero esa mirada retrospectiva que nos obligan a echar atrás nos ciega ante lo que tenemos delante. Hay libertad de expresión, pero la ideología dominante -la “clerigalla secular” con que algunos se han referido al mainstream-, sólo nos deja decir que los únicos mecanismos de adoctrinamiento y de lavado de cerebro son aquellos que no se encuentran afortunadamente ya en nuestra sociedad y época. 
 
Sólo podemos hablar de lo que ya es historia, porque es demasiado pronto para poder hacerlo de aquí y de ahora: dicen que no tenemos suficiente perspectiva. Pero al comparar nuestra época con otras épocas históricas, estamos distrayendo la crítica hacia fantasmas pasados que ya no existen y desviándola de los nuestros, que son los únicos que hay, estamos desautorizando la crítica de lo actual, que debería ser su principal y único objetivo.
Si bien en los casos que describía el señor Hunter se aplicaban torturas y métodos brutales para desinfectar los cerebros y a continuación proceder a reinfectarlos, ahora la operación de limpieza se practica de modo más sutil y disimulado con la televisión  y con interné, sobre todo, que ha venido a rescatar a la vieja y tonta dama del siglo XX, disimulado la operación de "brainwashing" bajo la denominación políticamente correcta de “propaganda publicitaria” y aun, más insidiosamente, de “información”. 

La ideología dominante -el mainstream del clero secular que ha desplazado al religioso- ejerce mejor el control social en las sociedades democráticas actuales donde hay libertad de expresión de un pensamiento que sin embargo no es libre y donde se impone por su propio prestigio que en las sociedades totalitarias donde, constreñida como estaba por la fuerza de la represión y el temor, podía desembocar en un movimiento de rechazo y rebeldía.

Hemos dado un nuevo salto cualitativo y cuantitativo y, por lo tanto, trascendental en la historia de la tecnología del lavado de cerebro y adoctrinamiento, pasando de la brutalidad de la tortura y los suplicios practicados por los chinos a un procedimiento más sutil de desinfección para posterior reinfección,  mucho menos visible pero por ello mismo mucho más eficaz como es este de navegar por las aguas procelosas de las pantallas de la Red.

1 comentario:

  1. Cabe preguntarse qué diferencia existe entre el brain-washing actual, basado en los medios digitales y de comunicación y el brain-washing de toda la vida, el que se ha llevado a cabo sistemáticamente desde que el mundo es mundo basado en las religiones, cultos, regímenes políticos, en el ejército, etc.

    Se me ocurre que cuando el brain-washing se basa en una religión, por ejemplo, todos conocen perfectamente las reglas y deben cumplirlas o al menos fingir que las cumplen (restricciones alimentarias, ayuno, rituales como bautizos, benei mitzvá, el luto, misas, cuestiones como el juego, el sexo fuera del matrimonio, castidad, la homosexualidad, la monogamia, prohibición de la crítica hacia las instituciones...). Sin embargo, la gente se saltaba y se salta las normas constantemente en cualquier religión, se da casi por hecho. ¿Por qué? Puede ser porque todas esas normas son obligaciones y restricciones que impiden hacer cosas naturales y placenteras.

    Desde ese punto de vista, la diferencia principal con el brain-washing actual es que esas restricciones ya no existen. Ahora se nos anima a todo lo contrario, a dar rienda suelta a todos nuestros caprichos y compulsiones con el único objeto de obtener satisfacción inmediata y alcanzar esa felicidad perfecta a la que debemos aspirar permanentemente. Y sólo la conseguiremos consumiendo esto o aquello, como una zanahoria perpetuamente colgada frente al burro. ¿Cómo vamos a rebelarnos contra esto, si sólo vemos la jugosa zanahoria y sólo pensamos en cómo alcanzarla? ¿Cómo vamos a rebelarnos si ansiamos y exigimos ser distraídos con morbo televisado, fútbol y talent shows y alimentar nuestro voyeurismo y nuestro ego desmedido en las redes sociales?

    Hay que reconocer que es toda una obra maestra del marketing y la propaganda, de una perversa genialidad sólo comparable a la quema del Reichstag. Desde el fascinante P.T. Barnum, pasando por Joseph Goebbels, David Ogilvy hasta Mark Zuckerberg... ellos sólo han ido perfeccionando las estrategias y los canales para que otros exploten nuestras debilidades.

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