sábado, 13 de febrero de 2021

Cementerio de elefantes (I)

El cementerio de elefantes era un lugar sagrado al que iban a morir, según la leyenda africana, los viejos paquidermos, depositando el marfil de su experiencia. 

Los cazadores codiciosos de los preciados colmillos elefantinos se dedicaron a la  búsqueda infructuosa del cementerio sagrado, que sólo hallaron en sus sueños.

Incapaces de soportar la verdad, no razonamos, creemos en las ideas y sostenemos, como Atlas el mundo sobre sus hombros, la realidad a fuerza de mentiras. 

(Seguiriya gitana para cantar a palo seco y con quejío): Tengo yo una pena grande, que no tengo, que me tiene a mí ella y no me deja que ande yo contento. 

Todos y cada uno de nosotros, día y noche, despiertos y dormidos, queriendo o sin querer, sustentamos el caótico tinglado del cosmos con titánicos esfuerzos. 
 
La OMS recomienda a España no levantar restricciones, dice el Diario, que alerta del riesgo del relajo ante “una cuarta ola de comportamiento impredecible”.

Candidato en la antigua Roma era aquel que, vestido de blanco impoluto -candidus en latín-, se postulaba para blanquear con tejemanejes sus negras intenciones. 

Se llamaba también a los candidatos petitores y a sus rivales en los comicios competitores, porque, dadas sus aspiraciones, tenían un inmenso apetito de poder.



Un esclavo llamado nomenclator recordaba al candidato que era su amo, reconocible por su blanca vestimenta, el censo electoral: los nombres de sus clientes. 

El mito de la democracia consiste en que la plebe, reducida a electorado, legitima con la divina unción de su voto el gobierno que tendrá que padecer. 

El anacronismo monárquico, avalado antaño por la gracia de Dios, se justifica en las monarquías hogaño por el carisma constitucional del voto democrático. 

La libertad de elección que tiene un pueblo consultado en plebiscito consiste en decidir mayoritariamente cuál quiere que sea el material de sus cadenas. 

La imagen de los buitres devorando encarnizadamente al jato y a la vaca que lo está pariendo en descampado es mucho más que una metáfora de nuestro nacimiento. 

Los rostros que se asoman a las ventanas de la Red no son verdaderas caras, sino caretas, máscaras parlantes que con palabras mudas cotorrean sin cesar. 

Ya no se estudia Historia Sagrada en los centros de enseñanza, sino Historia Profana, que, sacralizada, ocupa su privilegiado lugar en el currículo educativo. 

La Historia (inglés history) es una ficción (inglés story) y por lo tanto un género literario en prosa que está bajo la protección de Clío, musa memoriosa. 

El nacionalismo se alimenta de la invención de una historia propia que justifica la idea falsa pero real, como todas las ideas, de pueblo elegido y de nación. 

Tres cosas hay en la escuela: la voz del maestro que manda silencio, los niños que de pronto callan, y la monotonía de la lluvia repicando en los cristales. 



El verdadero terrorismo no está en los márgenes del sistema atentando contra él como creen los gobiernos, sino en su ser y el seno mismo de la bestia Leviatán. 

No podemos fingir ignorancia como avestruces que esconden la cabeza debajo del ala, ni creer que, si no miramos, no pasará lo que no queremos ver ni que se vea. 

El denominado pensamiento positivo (wishful thinking en la lengua imperial) con sus paños calientes paliativos perjudica en cuerpo y alma gravemente la salud. 

Niego el carácter salvífico de las virtudes teologales del viejo catecismo: ni fe, ni esperanza ni caridad, ese amor mal entendido que pretende redimirnos. 

La jarra de Pandora de Hesíodo: Sola allí la Esperanza en su inquebrantable morada dentro quedó de la jarra a los bordes y no se salió hacia fuera volando. 

 

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