No
sé si hemos vuelto a la Edad Media o salido alguna vez de ella, pero
estamos metidos hasta las cachas en el lodo del necio fanatismo, ciega
fe y credulidad.
La
cacareada “ola de frío con fuerte descenso de temperaturas que
afronta el país” de que hablan los medios es lo que hasta ayer no
más llamábase “el invierno”.
El
debate televisivo de los candidatos a la presidencia se convierte en
espectáculo mediático de máxima audiencia; y el electorado, en público
del programa.
Una
periodista regüelda: "Ya se atisba en el horizonte una cuarta ola,
impredecible pero probable, de la que se empieza a hablar sin haber
superado la tercera".
Los
candidatos deben proyectar buena imagen y pico de oro en el plató a fin
de satisfacer a la millonaria audiencia del telespectáculo en formato
de concurso.
La
televisión es la reina de los medios productores de opinión pública, y
el público, que siempre tiene la razón, elige con su voto al concursante
favorito.
El
candidato más votado será el ganador indiscutible del programa en el
que los espectadores depositan la ilusión, convencidos del carácter
decisivo de su voto.
La
cofradía del Cristo del Gran Poder lloraba de impotencia al suspenderse
la procesión de Semana Santa por la lluvia tras un año de intensísimos
preparativos.
Hay
una peste más mortífera, si cabe, que la vieja Peste Negra europea: la
profilaxis preventiva que, como espada de Damoclés, envenena los gozos
del presente.
El
Colegio Oficial de Médicos de Madrid colgó de su sede el puritano lema
"No beses, no des la mano, di hola", ante el riesgo de contagio del
virus de la gripe.
La
medicina hoy, esencialmente profiláctica, ha logrado convertirnos a
todos en pacientes y enfermos crónicos a fuerza de diagnósticos,
pronósticos y fármacos.
Si
Notre-Dame de París ya era el monumento más visitado del mundo, el
aliciente no poco morboso de su incendio acrecentará más aún las visitas
de turistas.
El
que se haya salvado milagrosamente la cruz del templo de las pavorosas
llamas ha servido para fortalecer la fe incombustible de muchos
feligreses.
Las
gárgolas góticas de Notre-Dame en llamas lloraban lágrimas de agua
bendita tratando de apagar el fuego que destruía el templo, pero no
la fe que lo erigió.
Afirmo
sin ánimo de ofensa que la sola iglesia, mezquita o sinagoga que
ilumina como faro en la noche oscura del alma es la que es pasto de las
llamas.
El
feminismo patrocinado por los poderes públicos del Estado equipara bajo
el mismo yugo igualitario la explotación laboral que sufren hombres y
mujeres.
El
movimiento de liberación de la mujer, integrado en el sistema como
política de Estado, lejos de liberar a la mujer de su condición,
incrementa su sumisión.
La relegación al ostracismo de la teología ha conllevado como contrapartida la sacralización de la ciencia, que pasa así a ocupar el lugar de la vieja religión.
Lo
que asoma a las numerosas ventanas de la Red no es una persona de carne
y hueso, sino un personaje de ficción, una identidad falsa, virtual,
pero real.
Las
Redes Sociales no nos han vuelto mentirosos, porque ya lo éramos, sino
que han resguardado a buen recaudo nuestra falsa personalidad en el
armario.
¿Cómo
detectar los billetes falsos de veinte y cincuenta euros que circulan
por ahí, según advierte el Banco Central Europeo, cuando no hay ninguno
verdadero?
Tolstoi
renunció, además de a la aristocracia a la que pertenecía, al
sacrificio, es decir, a la muerte en su nombre de ningún animal so
pretexto de alimento.
Señor
Presidente del Gobierno, yo no quiero subirme al tren del futuro,
porque en aras del futuro se hipoteca e inmola, vivo, el presente, que
es sacrificado.
Un trímetro yámbico de la Electra de Sofoclés para una declaración de rebeldía: τούτοις ἐγὼ ζῆν τοῖς νόμοις οὐ βούλομαι: bajo estas leyes no deseo yo vivir.
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