domingo, 14 de febrero de 2021

Cementerio de elefantes (y II)

No sé si hemos vuelto a la Edad Media o salido alguna vez de ella, pero estamos metidos hasta las cachas en el lodo del necio fanatismo, ciega fe y credulidad. 

La cacareada “ola de frío con fuerte descenso de temperaturas que afronta el país” de que hablan los medios es lo que hasta ayer no más llamábase “el invierno”.
 
El debate televisivo de los candidatos a la presidencia se convierte en espectáculo mediático de máxima audiencia; y el electorado, en público del programa.
 
Una periodista regüelda: "Ya se atisba en el horizonte una cuarta ola, impredecible pero probable, de la que se empieza a hablar sin haber superado la tercera". 

Los candidatos deben proyectar buena imagen y pico de oro en el plató a fin de satisfacer a la millonaria audiencia del telespectáculo en formato de concurso. 

La televisión es la reina de los medios productores de opinión pública, y el público, que siempre tiene la razón, elige con su voto al concursante favorito. 

El candidato más votado será el ganador indiscutible del programa en el que los espectadores depositan la ilusión, convencidos del carácter decisivo de su voto. 

La cofradía del Cristo del Gran Poder lloraba de impotencia al suspenderse la procesión de Semana Santa por la lluvia tras un año de intensísimos preparativos. 

Hay una peste más mortífera, si cabe, que la vieja Peste Negra europea: la profilaxis preventiva que, como espada de Damoclés, envenena los gozos del presente. 

El Colegio Oficial de Médicos de Madrid colgó de su sede el puritano lema "No beses, no des la mano, di hola", ante el riesgo de contagio del virus de la gripe. 


La medicina hoy, esencialmente profiláctica, ha logrado convertirnos a todos en pacientes y enfermos crónicos a fuerza de diagnósticos, pronósticos y fármacos. 

Si Notre-Dame de París ya era el monumento más visitado del mundo, el aliciente no poco morboso de su incendio acrecentará más aún las visitas de turistas. 

El que se haya salvado milagrosamente la cruz del templo de las pavorosas llamas ha servido para fortalecer la fe incombustible de muchos feligreses. 

Las gárgolas góticas de Notre-Dame en llamas lloraban lágrimas de agua bendita tratando de apagar el fuego que destruía el templo, pero no la fe que lo erigió. 

Afirmo sin ánimo de ofensa que la sola iglesia, mezquita o sinagoga que ilumina como faro en la noche oscura del alma es la que es pasto de las llamas. 

El feminismo patrocinado por los poderes públicos del Estado equipara bajo el mismo yugo igualitario la explotación laboral que sufren hombres y mujeres. 

El movimiento de liberación de la mujer, integrado en el sistema como política de Estado, lejos de liberar a la mujer de su condición, incrementa su sumisión. 

La relegación al ostracismo de la teología ha conllevado como contrapartida la sacralización de la ciencia, que pasa así a ocupar el lugar de la vieja religión.

 
Lo que asoma a las numerosas ventanas de la Red no es una persona de carne y hueso, sino un personaje de ficción, una identidad falsa, virtual, pero real. 

Las Redes Sociales no nos han vuelto mentirosos, porque ya lo éramos, sino que han resguardado a buen recaudo nuestra falsa personalidad en el armario. 

¿Cómo detectar los billetes falsos de veinte y cincuenta euros que circulan por ahí, según advierte el Banco Central Europeo, cuando no hay ninguno verdadero? 


Tolstoi renunció, además de a la aristocracia a la que pertenecía, al sacrificio, es decir, a la muerte en su nombre de ningún animal so pretexto de alimento. 

Señor Presidente del Gobierno, yo no quiero subirme al tren del futuro, porque en aras del futuro se hipoteca e inmola, vivo, el presente, que es sacrificado.

Un trímetro yámbico de la Electra de Sofoclés para una declaración de rebeldía: τούτοις ἐγὼ ζῆν τοῖς νόμοις οὐ βούλομαι: bajo estas leyes no deseo yo vivir.

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