¡Libertad de expresión para que la razón pueda, desamordazada y suelta la lengua, aunque ofenda, expresar un pensamiento que nunca se resignará a la esclavitud!
La milagrosa vacuna, cuya efectividad alcanza el 95%, ya está produciendo su efecto, cual célebre purga de Benito, inmunizando a la gente incluso sin ponerla.
Los hijos acusan que sus padres están quemados (burnout parental), y los padres observan con desvelo el mismo síndrome en sus hijos: en suma: todos abrasados.
El filántropo y visionario milmillonario norteamericano le declara la guerra al cambio climático y pronostica que tendrá un efecto mucho peor que la pandemia.
La primera dama, al presidente: -Ahora podrás realizar el cambio que prometiste. -No, no creo, tener el gobierno no cambia el mundo, hace que siga como siempre.
Celebran el cincuentenario del aterrizaje, bien digo, y no alunizaje en la Luna, porque el satélite pasó a ser parte de la Tierra y a integrarse en el sistema.
Conmemoran
a bombo y platillo la llegada del Imperio a la Luna, que hincó en ella
el pendón de barras y estrellas, no del Hombre, que no la ha pisado
todavía.
Es
mentira que la Humanidad haya puesto su pie alguna vez en la Luna,
mítica Selene, que sigue siendo la patria inalcanzable de locos,
enamorados y poetas.
Como el diablo que no sabe qué hacer y con el rabo
espanta moscas, así el ejército, a falta de mejor enemigo, lucha contra
la pandemia y la borrasca Filomena.
La propaganda insiste en que hay que seguir las consignas (o
recomendaciones sanitarias, más fino) para “salvar vidas”; la
obediencia como chaleco salvavidas.
Los medios de comunicación que propagan el pánico son los mismos
que te venden el remedio de la vacuna; te ofrecen la solución pero
te crean antes el problema.
Programados desde la
infancia para solucionar problemas, no podemos ya adultos vivir sin
ellos. Si no los tenemos, los creamos de la nada a fin de
resolverlos.
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