lunes, 1 de febrero de 2021

Del adoctrinamiento universitario

Unas declaraciones de la atolondrada, voy a decir, Ministra de Igualdad del Gobierno de España, doña Irene Montero, que ha defendido a capa y espada el derecho de toda mujer a llegar "sola y borracha" a su casa (mejor hubiera dicho "sola y a altas horas de la madrugada", porque lo de llegar a casa beodo uno o beoda una -igual da, que eso es la igualdad, nombre del ministerio que ella regenta- tiene su mérito sin ayuda de nadie y es un poco difícil, sobre todo cuando se roza el coma etílico-, sus declaraciones, decía, oídas de pasada en alguna cadena de televisión pública o privada, no recuerdo bien, pero igual da que da lo mismo, me han hecho recapacitar un poco sobre la función de la maltrecha Universidad en estos tiempos que nos corren.

Me explico. Le preguntaban los periodistas su opinión sobre el escrache que había sufrido recientemente el Vicepresidente don Pablo Iglesias, su pareja y padre de sus hijos, a cargo de unos estudiantes izquierdistas en un acto universitario al grito de "¡Fuera vendeobreros de la Universidad!", y ella defendiendo la libertad de expresión de los estudiantes, lo que la honra y me parece muy loable por su parte, alegaba que la Universidad era, lo oí de pasada, pero se me quedó grabado, un "centro de creación de ideas" (sic). Me quedé estupefacto con esta formulación que se le escapó a la ministra, que la soltó allá te va, a topa tolondro, es decir, sin mucha reflexión sobre lo que estaba diciendo -de ahí lo de atolondrada, que decía al principio-, pero por eso mismo es muy significativa, reveladora y sintomática, aunque los medios no se hayan hecho eco que yo sepa,  de lo que realmente piensa en su fuero interno sobre nuestra alma mater, y analizándola me dije a mí mismo: cuánta verdad ha dicho sin querer decir lo que decía la ministra. 

 Plaza de Feijoo, Facultad de Psicología,  Oviedo

No dijo que la Universidad fuera un centro de difusión de ideas que se someten a la criba de la razón, lo que hubiera sido una expresión acertada y con la que podríamos estar todos muy de acuerdo. Tampoco dijo que fuera un centro de discusión de ideas y de libre pensamiento, donde cabían y se discutían libremente todas las ideologías, que sería mucho más noble y acertado todavía. Dijo que era un centro de "creación", literalmente eso dijo, es decir, de fabricación, de generación, de implementación, como dicen ahora con horrísono palabro de cinco sílabas, es decir, donde va uno con la cabeza vacía y se la amueblan enseguida con la argamasa del cocido ideológico del adoctrinamiento. 

Para que le metan a uno ideas en la cabeza no merece la pena, me parece a mí, matricularse en ninguna facultad. Todos tenemos ideas, muchas ideas, demasiadas ideas e ideología metidas en la sesera, y no tenemos ninguna necesidad de que nos inculquen ninguna más, sino más bien de lo contrario. Lo que debería, precisamente, hacer cualquier Universidad que se precie un poco es ayudarnos a desembarazarnos de los enquistamientos de las muchas que tenemos.

La Universidad, al menos la que yo recuerdo y a lo mejor tengo un poco idealizada, lo reconozco, era un centro de discusión, o mejor dicho, de deconstrucción, esto es de "desmontaje de un concepto o de una construcción intelectual por medio de su análisis, mostrando así contradicciones y ambigüedades" según reza la Academia, de las muchas ideas que hay establecidas. 

Pero resulta reveladora, ya digo, la definición de la señora Montero de lo que es la Universidad española actual: un establecimiento donde se crean ideas políticamente corregidas, o, con un lenguaje más acorde al de la ministra, "un taller de ideas". Y es que ella, mucho más joven que yo y víctima que ha sido de la ESO española y del plan Bolonia, ha conocido otra Universidad, sin duda alguna, muy distinta de la mía, donde vas cual tabula rasa y te meten enseguida ideas en la cabeza para comerte el coco,  como en mis tiempos se decía.
 

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