España está que arde, pero no se quema todavía pese al riesgo extremo (sic) de inflamación que lanza apocalíptica la Dirección General de Tráfico e ilustra con la cerilla encendida de un fósforo que amenaza a un árbol que representa al bosque que se abrasa-, y lo dice también en la lengua del Imperio para que lo entiendan los turistas extranjeros que nos visitan: extreme fire hazard.
La Iglesia de la Climatología nos amenaza ahora, a través de sus supremos sacerdotes y los expertos de la Agencia Estatal de Meteorología y la DGT, con los incendios forestales, es decir, con el infierno aquí y ahora, sin esperar a la hora de nuestra muerte.
Las elevadas temperaturas, que más que altas alcanzan ya el calificativo hiperbólico de extremas y de excesivas, tienen cada vez una mayor incidencia negativa en nuestras vidas cotidianas.
Pero no solo eso. Según publica, valga la redundancia, Público, el periódico digital afín a la Moncloa, en su sección de Ciencia vulgarizada: Con el calor extremo pensamos peor, que ya es lo que nos faltaba. Y no solo porque, según ha demostrado un estudio de la Universidad de Pensilvania, el calor afecta al rendimiento académico y porque cuanto más calurosos hayan sido los días previos a los exámenes finales, peores son las calificaciones, sino porque, según indican otros más recientes estudios revisados por pares, el calor excesivo impacta directamente en el rendimiento del cerebro por lo que podría llegar a lo que nos faltaba, agilipollarnos, dicho vulgarmente, y freírnos literalmente la sesera.
El calor extremo que se cierne sobre nosotros pone a toda la península en grave peligro de incendio forestal. Parece que Portugal, según el mapa adjunto, se libra de la quema. El detalle les ha pasado desapercibido a los ilustradores.
¿Qué vienen a decirnos los predicadores evangélicos de la Iglesia de la Climatología que es la Agencia Estatal de Meteorología con sus sombrías predicciones de futuro? Que la ola de calor genera las condiciones meteorológicas 'ideales' -idóneas más bien- para la propagación de las llamas, un fenómeno cada vez más frecuente y que cada vez va a ir a peor debido al calentamiento global fruto del efecto invernadero que genera el cambio climático que produce la actividad humana irresponsable.
Los sumos sacerdotes, que son los expertos, nos exigen creer ciegamente, so pena de excomulgarnos en caso contrario, en el dogma de fe del cambio climático antropogénico que nos amenaza ahora mismo con el infierno aquí en la Tierra de los incendios forestales. Dicho dogma, que no puede ponerse en duda a pesar de no haber pruebas fehacientes de él, es que nuestras emisiones de dióxido de carbono provocan el cambio climático.
Ya el Secretario General de la ONU pontificó en su día que habíamos pasado de la era del Calentamiento Global a la Ebullición Global, por lo que ya estábamos hirviendo en las calderas de Pedro Botero, es decir, en el mismísimo infierno. Solo si abandonamos la pecaminosa senda de la incredulidad y abrazamos la virtuosa de dejar de emitir emisiones de CO2 a la atmósfera podemos hacer algo acaso para redimirnos nosotros y salvar el planeta.
Además, como decía un tertuliano de la emisora progresista SER en un alarde sociológico del problema, todavía hay clases sociales en esto del cambio climático, y las olas de calor no golpean lo mismo a los ricos que a los desfavorecidos de la fortuna, porque las clases pudientes, como el término indica, pueden combatirlas con aire acondicionado, mientras que las bajas no pueden permitírselo económicamente o solo pueden acondicionar el aire, como suele decirse, a condición de menear compulsivamente a uno y otro lado el abanico. ¡Vaya descubrimiento de las Américas! Lo mismo sucede, claro está, con las olas de frío polar del invierno: Quien se lo puede permitir económicamente pone el termostato de la calefacción bien alto, y quien no, pues se calienta, si puede, como puede a falta de calefacción y termostato.
El caso es que España está que arde, como todos los veranos, pero no se quema todavía, como decíamos al principio, porque España es una idea, y como todas las ideas -de ideas se trata cuando hablamos de cosas como esta de España- es incombustible, es decir, muy difícil que se queme por mucho que arda.
España no está preparada para el infierno que llega porque lo peor está siempre por venir. La ola de calor es la serpiente de este verano. Un saludo refrescante desde la distancia. (Edu-ardo).
ResponderEliminarEl cacareo, más que tuit, de la Médica, Madre y Ministra de Sanidad: “1.060 fallecidos en julio por altas temperaturas, un 57% más que el año pasado. El calor mata y supone un grave riesgo para la salud. No bajes la guardia: hidrátate, protégete y cuida a quienes más lo necesitan”. ¿No será que lo que mata es otra cosa que el Ministerio no nos quiere decir y que la ola de calor no es más que un factor concomitante?
ResponderEliminarCon el calor extremo en algunos la modorra a se hace más notoria, y con el aire acondicionado su deterioro del pensamiento ya no tiene posibilidad de remisión
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