domingo, 31 de agosto de 2025

Votar a los dieciséis

"Son lo suficientemente mayores para trabajar y pagar impuestos y, si contribuyen, deben tener voz [a la hora de elegir a los representantes que decidan por ellos] en cómo se invierte su dinero". Si contribuyen, deben tener voz y voto. Y si votan contribuyen a la democracia. Eso y no otra cosa es la política: inversión  del dinero. Así defendió recientemente el primer ministro británico, la reforma de la ley electoral anunciada por su gabinete hace unas semanas. Por primera vez, los jóvenes británicos de 16 y 17 años podrán acudir a los colegios electorales a depositar su voto en las urnas, cosa que ya hacían en comicios regionales de Gales y Escocia, y que ahora se amplía a todo el Reino Unido de la Gran Bretaña, donde la participación no llegó a alcanzar en las últimas elecciones el 60% del pueblo convertido en electorado. 
 
El rey-no de las Españas va, aunque en esa misma dirección, rezagado todavía. Aquí los dieciséis- y diecisieteañeros pueden trabajar, pueden cotizar, pueden contribuir a las pensiones, pueden asumir responsabilidades penales como ir a la cárcel… pero todavía no pueden votar. Pero el asunto está en la agenda ministerial.
 
 
Los argumentos que se esgrimen a favor de que voten son que muchas de las personas que actualmente van a depositar la papeleta, dada su provecta edad, ni siquiera vivirán las consecuencias de las políticas que votan, por lo que el voto juvenil se torna imprescindible para construir el trampantojo del futuro.
 
La medida trata de beneficiar a la democracia, es decir, a la definición de “demo”, rebajando la mayoría de edad a los dieciséis años, aunque podría discutirse una mayor rebaja, incluyendo a los catorce- y quinceañeros, por ejemplo, a los que habría que adoctrinar políticamente -ya se encarga de eso el nuevo servicio militar que es la Educación Secundaria Obligatoria- para que ejercieran ese derecho. 
 
En 1931 había muchos hombres y mujeres que no creían en el voto femenino, cuando las mujeres no tenían reconocido ese derecho, pero no por eso dejó de reconocérseles. E Incluso había muchas mujeres de izquierdas como las diputadas Margarita Nelken o Victoria Kent (porque la mujer tenía sufragio pasivo, es decir podía ser elegida pero no elegir) que se opusieron al sufragio activo femenino porque consideraban que el voto femenino, muy influenciado por la Iglesia, iba a escorarse a la derecha. 
 
Voto femenino, portada de ABC de 1933
 
Estos jóvenes, dicen algunos detractores, que no faltan, todavía no han “diseñado su proyecto de vida”, son inmaduros por lo que no saben aún lo que quieren. Pero puede dársele la vuelta a este argumento, dicen los defensores: rebajar la edad de voto podría ayudarles a madurar antes. Muchos votarían, según las encuestas, a la extrema derecha... Pero, claro está, no puede cuestionarse la concesión de un derecho en función del beneficio electoral en clave de partido político o ideología. 
 
Reducir la edad de voto a los dieciséis añadiría casi un millón más de votantes al electorado  y haría que los partidos políticos se preocuparan más de este 'nicho de mercado', corroborando la salud del sistema democrático. Muchos adolescentes no apoyan la democracia como sistema político. Por tanto, es necesario mejorar los canales de participación para reenganchar a esos jóvenes y hacerlos adictos al sistema político y económico vigente en el que están inmersos. 

Ampliar el derecho a voto, recalcan los expertos, mejoraría, además, la práctica democrática: un joven que empieza a votar pronto y se ejercita en ello tiene más probabilidades de continuar haciéndolo durante el resto de su vida, con lo que se combatiría la desafección creciente hacia la clase política y el también creciente abstencionismo electoral. Se lograría, además, la politización y por lo tanto la polarización izquierda/derecha que tan útil le resulta al capitalismo democrático de los jóvenes (o de las personas jóvenes, como prefieren decir los políticamente corregidos). 
 
Los jóvenes son tan responsables o irresponsables como los adultos para formar sus propias ideas y para decidir si votan o no votan, y en el primer caso para decidir en qué urna o papelera de qué partido depositan su sufragio.
  

2 comentarios:

  1. Es casi mejor no votar, sin el casi. Una vez, en una charleta de bar al decir yo que es mejor no votar, una chica me dijo: Si no votas luego no puedes protestar. Le respondí que eso no es así, porque por esa regla de tres, si al político al que votaste roba o mata por omisión de ayuda en unas inundaciones, tú serías también responsable del latrocinio o del asesinato por haberle votado.

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    1. Quien se queda sin voz es el que se la da a su supuesto representante.

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