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jueves, 15 de agosto de 2024

Por un golpe de calor

    Muere un hombre de cuarenta y cuatro años de edad por un golpe de calor cuando paseaba por un parque de Madrid.  Las Agencias dan esta noticia que recoge, por ejemplo, El confidencial en su edición del 13 de agosto de 2024: Un varón de 44 años de edad ha perdido la vida este lunes en la capital por un golpe de calor. La víctima, que se encontraba en un parque del distrito de Latina, entró en parada cardiorrespiratoria cuando los sanitarios trataron de reanimarle.
 
    La noticia prosigue con informaciones horarias y locales más precisas: El suceso ha ocurrido en torno a las dos de la tarde en la calle Concejal Francisco José Jiménez Martín. Los profesionales del Samur-Protección Civil no pudieron hacer nada por su vida después de realizar tareas de RCP durante una hora. Su temperatura corporal rondaba los 42 grados. Finalmente se introduce información importante que no nos proporcionaba el titular: El fallecido era un paciente con patologías graves previas y medicación que pueden agravar el cuadro de golpe de calor que ha sufrido
 
 
    Si el hombre de 44 años era “un paciente CON patologías graves previas y medicación”, ¿cómo puede afirmarse que haya muerto, como reza el titular del tabloide, POR “un golpe de calor”, y que esto sea la causa del fallecimiento? Este juego de las preposiciones “por” y “con” es muy significativo e induce al error y a la confusión a la hora de determinar la causa de un suceso. ¿No sería un poco más lógico decir que muere un paciente POR las patologías graves que padecía CON un golpe de calor, que sería, en todo caso, la gota que colma el vaso, pero no la causa de la muerte de esa persona, sino una circunstancia concomitante y agravante, si se quiere, pero nunca responsable?
 
    La temperatura de su cuerpo rondaba los 42 grados, luego el hombre tenía una fiebre muy alta, que no se debe a los 42 grados que podían marcar los termómetros del parque madrileño a esa hora tan intempestiva en que, en plena canícula de Lorenzo, con un sol de justicia rabiosa, cae sobre nosotros cenital- y contundentemente, sino a las graves patologías previas que arrastraba. 
 
 
    Estamos -seguimos- sufriendo una intoxicación informativa considerable similar a la de la pandemia del virus coronado cuando se hablaba de muertos “con” el virus, en unos momentos en que todos prácticamente estábamos infectados con él o expuestos a él, tanto los vivos, que éramos la inmensa mayoría, como los que se morían, y los muertos “por” el virus, porque resultaba que la causa de la muerte de los que se morían, aunque fuera en un accidente de tráfico, era el virus al que, además, se le calificaba, cargando por si fuera poco las tintas,  de 'asesino'. 
 
   Esta intoxicación informativa probablemente no es casual e involuntaria o sensacionalista, sino que, como la pandémica, estaba promovida, desde arriba, para causar un terror rayano en el pánico que hiciera que la gente se sometiera al primer tratamiento preventivo que se le ofrezca y que pudiera evitar que cualquiera de nosotros o de nuestros seres queridos pasara a engrosar las estadísticas con las que nos bombardeaban de muertos a causa del virus asesino, que resultó que no era tan fiero como lo pintaban. 
 
 
     Detrás de esta intoxicación, late la vieja falacia lógica del “post hoc, ergo propter hoc”: después de esto, luego por causa de esto: se queda uno calvo y luego se muere, por lo que se determina que la calvicie es la causante de su muerte. Absurdo, pero creíble: creíble por lo absurdo que es, y cuanto más absurdo más digno de crédito fehaciente. 
 
    Quizá en este caso haya también una causa que explique la intoxicación informativa: hay que luchar contra el cambio climático provocado por los gases de efecto invernadero que desprende el planeta, y hay que hacerlo fomentando las energías renovables y la renovación del parque automovilístico y la lucha contra los combustibles fósiles y amortizando nuestra huella de carbono, que es el mal que hay que combatir, responsable del calentamiento planetario. La industria energética, en este caso, como antes la farmacéutica, está detrás de estas noticias alarmantes, que se complementan con esta otra información que les regala a las agencias de noticias el Instituto de Salud Carlos III de las Españas de Dios: “El calor ha provocado ya la muerte de 900 españoles en los primeros 12 días de agosto”. Y suma y sigue.
 
Viñeta de Mlalanda.

martes, 13 de agosto de 2024

Pareceres LV

266.- Lumpemproletariado. Los proletarios eran en la antigua Roma aquellos ciudadanos que no tenían ninguna riqueza más que su prole, es decir, sus hijos. Prolíficos proletarios, creadores de la única riqueza de su prole.  El reverendo Carlos Marx trajo a cuento lo que llamó el Lumpenproletariat, es decir el proletariado harapiento, eso es lo que quiere decir la palabra alemana “Lumpen” no poco despectiva, porque los andrajosos no tienen finos y caros paños cortados por sastres burgueses a la medida con los que revestir la desnudez primigenia de sus carnes obreras ni tampoco, lo que más les reprochaba Marx, conciencia de clase.  A Marx no le gustaba nada ese proletariado mal vestido y precario, incapaz siquiera de hacer algo tan inútil como una revolución seria, como el materialismo histórico manda, como la rusa, la china o la cubana, para que todo cambie a fin de seguir exactamente igual que antes del cambio. Carlos Marx, ese marxista que no era tan marxista como han sido después de él algunos de sus muchos seguidores y secuaces, sólo tenía buenos ojos para el proletariado concienciado y no para los parásitos de los lumpen. Sólo veía bien al proletariado "comm´il faut", que guiado por el Partido Comunista haría girar la rueda de la historia universal para que el mundo siguiera rulando, para que todo cambiara a fin de poder seguir igual. 
 
267.- Dinero físico y dinero digital. Al Fondo Monetario Internacional (en la lengua del Imperio al revés International Monetary Fund) le interesa por alguna razón acelerar la desaparición del dinero físico y la creación de una moneda digital emitida por un Banco Central por sus numerosas ventajas: mayor control de los gobiernos sobre en qué gasta su dinero la gente común y corriente, mayor 'resiliencia' de las economías desarrolladas, banca transfronteriza más conveniente. Esto está lejos todavía de ser un hecho consumado, aunque la mayoría de los países están contemplando esa posibilidad. Hay quien esgrime el argumento de que si se elimina el dinero físico estaremos en manos de bancos y del gobierno, como si no lo estuviéramos ya, que podrán quitarnos nuestro dinero y bloquear nuestras cuentas cuando quieran, aparte de cobrarnos las comisiones que quieran por cada operación, cosas que ya hacen de hecho, por lo que defender el dinero físico frente a su conversión en número no es una cuestión de libertad. Podrán conocer y vigilar todas nuestras operaciones y elecciones, así como expropiarnos a gusto a través de impuestos, cosas que ya hacen. Los defensores del dinero físico dicen que con la digitalización el dinero dejará de ser lo que nunca ha sido: un medio de libertad.  No ven que oponerse a la digitalización del dinero es absurdo porque el dinero físico ya es numérico o digital de por sí desde el momento en que no necesita un soporte físico para su existencia. La oposición al dinero digital pasa por la oposición primaria al dinero físico y al dinero en general, cochino y podrido dinero en cualquiera de sus formas, tanto materiales como inmateriales y más sofisticadas.
 
268.- Poesía hodierna. Escribía el inmenso poeta italiano Giacomo Leopardi (1798-1837), que perdonaba al poeta moderno que escribe a la antigua usanza, adoptando el lenguaje y el estilo de los antiguos, imprimiendo a su poesía un carácter de otro siglo. Perdonaba que el poeta y la poesía modernos no se muestren contemporáneos con su siglo, porque ser contemporáneo en este siglo -él se refería al XIX, que era el suyo, pero nosotros podemos hacerlo extensivo al XXI, que es el nuestro, por aquello de Machado de que “hoy es siempre todavía”-, ser contemporáneo en nuestro siglo es, o supone esencialmente, no ser poeta, no ser poesía. Una reflexión que podríamos hacer extensiva también al arte en general y a todas las artes particulares como la música o la pintura contemporáneas. 
 
Leopardi en su lecho de muerte.
 
269.- Llega la cuarta ola de calor. ¿Por qué hay tantas olas de calor en las Españas este verano? Es muy sencilla la respuesta. No se trata, como podría parecer a primera vista, de que haya aumentado su número porque esté recalentándose el planeta por efecto del calentamiento global producido por el cambio climático de origen antropogénico y demás chácharas, sino de algo mucho más sencillo todavía. Han cambiado nuestros parámetros para definir lo que es una ola de calor. La definición tradicional que hace suya la Organización Meteorológica Mundial (WMO) era “cuando durante más de cinco días consecutivos la temperatura máxima diaria excede en 5ºC de la temperatura máxima media”. La Agencia Estatal de Meteorología española, por su parte, ha redefinido la ola de calor como “un episodio de al menos tres días consecutivos en el que al menos el 10% de las estaciones meteorológicas registran valores por encima de la temperatura umbral”. Observamos que el criterio de duración se ha reducido de cinco a tres días, por lo que ahora hay más olas de calor que antes. ¿Qué decir del éxito de esta metáfora que tanto se aplicaba durante la pandemia a las olas de virus coronado como se ha aplicado también al feminismo, de cuya tercera oleada parece ser artífice Judith Butler, como a esta cuarta ola de calor terrorífica que hará, según la prensa más encanallada y alarmante, que la subida de la temperatura desborde los límites humanos y haga inhabitables amplias regiones del planeta achicharrándonos vivos?
 
 
270.- Día de las instituciones. Cantabria celebra el Día de las Instituciones Cántabras con llamadas a la unidad y la igualdad. La presidenta de la taifa (=Comunidad Autónoma con parlamento propio aunque todavía carece, por ahora, de Academia de la Lengua Cántabra, porque quién habla cántabru hoy en Cantabria a parte de los cantabristas que quieren resucitarlo y reinventarlo), de cuyo nombre propio no quiero acordarme, hizo un llamamiento al "patriotismo regional", interesante concepto que viene a resucitar aquel otro de la "patria chica", que no por pequeña deja de ser patria, y la unidad durante el acto del Día de las Instituciones celebrado el 28 de julio en Puente San Miguel, festividad que celebran las instituciones, es decir los organismos y establecimientos oficiales y las personas que los regentan ocupando cargos públicos, santificada en el calendario desde su declaración de forma unánime por parte de la Asamblea Regional de Cantabria —actual Parlamento de Cantabria— en octubre de 1993. Aparte de eso, el domingo 11 de agosto, cuando Cantabria registraba la temperatura más alta de España superando los 43 grados, se celebró en Cabezón de la Sal el quincuagésimo octavo Día de Cantabria, un festejo folclórico "típicamente cántabro" que tuvo lugar por primera vez en 1967 y que nació como un homenaje a las tradiciones populares y a la entidad histórica de la región, que comenzó llamándose "Día de la Montaña", ya que así se conocía popularmente a la que por entonces era la provincia de Santander, que formaba parte de Castilla la Vieja, como nos enseñaron en la escuela (Santander, Burgos, Logroño, Soria, Segovia y Ávila, todavía recuerda uno la retahíla), por lo que se decía que Santander era "el puerto de Castilla", es decir, su salida al mar... La presidenta de la hoy Comunidad Autónoma de Cantabria ha declarado: "Estamos orgullosos de ser cántabros". Estamos orgullosos de nuestra identidad autonómica, como si hubiéramos hecho algo para merecer esa identidad y ese orgullo.

sábado, 20 de julio de 2024

¡Ponte a la sombra, no te dé una insolación!

    Antes, si no recuerdo mal, cuando yo era pequeño y apretaba la calor de la canícula, se decía aquello de que tenías que tener cuidado porque si te exponías mucho al Sol podía darte una insolación, que era el malestar o la enfermedad producidos por una exposición excesiva a los rayos solares. También se decía que podía darte una solanera o asoleada si te soleabas mucho más de lo debido. Los cultos supongo que no decía eso, que era muy vulgar, preferirían hablar de algo así como heliosis, un helenismo formado sobre el nombre del sol, Helios, en la lengua de Platón.  También se decía que podía entrarte un tabardillo, una especie de tifus consistente en la erupción de manchitas rojas que te salían por la piel de todo el cuerpo y te cubrían como un tabardo, que era una tosca prenda de abrigo, un gabán basto o ruda gabardina. 
 
 
    Hoy en día ya nadie dice eso de insolación, ahora dicen que te da una ola de calor o un cambio climático y te mueres. El caso es que el responsable de Salud y Clima del Ministerio de Sanidad del Gobierno de las Españas, cuyo nombre propio omito por delicadeza, se siente en la obligación de declarar: Queremos que la gente no se muera por el calor, crea o no crea en el cambio climático.
 
    Está bien eso de que el Ministerio de Sanidad quiera que no nos muramos, en lugar de "no quiera que nos muramos", y quiera  mantenernos sanos y salvos a todos, incluso a los no creyentes en ese moderno artículo de fe llamado 'cambio climático' y no nos muramos por el calentamiento planetario, demostrándonos así papá Estado, ¡qué buen padre es, todo un auténtico padrazo!, que vela por la salud de todos sus súbditos, incluso de los pérfidos descreídos que no son fieles creyentes en Santa Greta del Cambio Climático y que son tan necios que pueden exponerse en exceso a los inclementes rayos de Lorenzo. 
 
 
    Y lo hace ahora que la Agencia Española de Meteorología, cuyas predicciones fallan más que una escopeta de barraca de feria barata, pone en alerta a más de media España por la emergencia climática de la llegada de la primera y no única ola de calor del verano, como si fuera una oleada viral de la pandemia, con una lengua de aire soporífero sahariano con temperaturas álgidas de hasta 44 grados centígrados. 
 
    Nos aconseja el citado responsable que nos hidratemos, que bebamos agua fresca del botijo y que nos refresquemos con el líquido elemento y nos pongamos a remojo, que reduzcamos la actividad física y que evitemos la exposición al astro rey, que usemos ropa ligera y holgada, y que busquemos la sombra de un árbol cuando apriete la canícula del estío a las horas centrales del día, o un refugio climático, como se prefiere ahora, que suena a refugio antiaéreo contra los bombardeos de la aviación o algo así. 
 
 
    En resumidas cuentas, que hagamos lo que se ha hecho toda la vida de Dios sin que nadie se pusiera la medalla de salvador de vidas ajenas en medio de la crisis. En la ciudad, si no hay árboles, que es lo más normal, pues habrá que meterse en una iglesia y no precisamente a rezar, en donde se suele estar fresquito y donde hay, según aseguran, buen vino consagrado y agua bendita en la pila para refrescarse la frente, o en un moderno centro comercial y no precisamente a comprar compulsivamente, pero que tenga, es imprescindible, eso sí, aire acondicionado, es decir, aire fresco en condiciones, aunque tampoco conviene abusar de él, que luego sale uno a la calle y...

martes, 18 de julio de 2023

El baile de las olas (y II)

-La ola de calor que nos invade. El caso es que, una vez normalizado el destape y 'gripalizado', Sánchez dixit, el coronavirus, tocaba hablar del tiempo atmosférico y del clima y la consiguiente crisis climática producida por el (re)calentamiento global del planeta, ese socorrido tópico o lugar común al que se recurre como tema de conversación en los ascensores cuando uno no sabe de qué hablar con los extraños que coinciden en tan reducido y claustrofóbico recinto montacargas.    

    Y llegan así las olas de frío polar en el invierno, y las de calor extremo en el verano. Y a estas oleadas también se les pone nombre propio, para lo que se echa mano del acervo mitológico grecorromano. Por ejemplo: El anticiclón Cérbero -nombre mítico del cancerbero, el perro guardián del averno, el mostro tricefálico que aparecía en el infierno de la Divina Comedia de Dante- no es nada en comparación con lo que vendrá después. Él es el portero, detrás de él, la mansión infernal de Hades, o, en el imaginario popular, las calderas de Pedro Botero.

Hércules y el Cancerbero, Francisco de Zurbarán (1634)
 

    Se esperan, están pronosticados, 48 grados en algunos puntos de Italia. Olas terroríficas de calor extremo asolarán, están asolando ya, el sur de Europa y el noroeste de África. Está a la vuelta de la esquina que las temperaturas batan récords superiores a los 40 grados. España ha sido y será azotada durante días con temperaturas de hasta 45°C y durante la noche en gran parte del país no bajará de los 25°C, por lo que no se podrá dormir. 

     Y llegando al colmo de los colmos, una imagen de satélite captada por la misión Copernicus Sentinel reveló que la temperatura terrestre en la región de Extremadura había alcanzado los 60 grados.

 

    Las previsiones meteorológicas son infernales. Se intensifican las temperaturas... Los mapas meteorológicos se pintan de rojo fuego, se rompen los termómetros: Los meteorólogos/futurólogos italianos advierten que la próxima ola o tsunami de calor, llamada Caronte, en honor al barquero que traslada las ánimas de los difuntos a través de la laguna estigia al averno donde no vuelan los pájaros, elevará las temperaturas a 43 grados en Roma y 47 grados en la isla de Cerdeña. Las calderas infernales están preparadas. Los meteorólogos han sustituido a los virólogos en su papel de sembradores de pánico. 

 

 La barca de Caronte, José Benlliure (1909)

   Noticia terrorista: 'El anticiclón Caronte podría subir el termómetro a 48C/118F a medida que se intensifica la ola de calor en el Mediterráneo' (The Guardian). (16 de julio 2013) Más titulares frescos de otros medios: De España a Texas: cientos de millones de personas 'abrasadas' por el calor extremo; El calor y la contaminación vuelven al polen más agresivo y provocan un repunte de alergias; España es un horno: 15 grados por encima de lo 'normal'...

     Y, claro, gobiernos, agencias meteorológicas y periodistas terroristas nos informan de las alertas de salud emitidas mientras el calor abrasador abrasa, valga la redundancia, el sur de Europa, sobre todo a los países PIGS -cerdos en la lengua del Imperio- Portugal, Italia, Grecia y Spaña, que son por otra parte los preferidos por los turistas nórdicos que buscan el sol para salir de su largo y gélido invierno contumaz, como sugirió Bob Moran en plena pandemia, cuando iban buscando con su mascareta y su pasaporte sanitario de haberse inoculado el Sur. 

 

(Oh, por supuesto, cumplimos con todo porque solo queremos poder ir a un lugar cálido).
 
   Pero, si bien nos amenazan con las olas futuras e inminentes de calor, la amenaza no surte mucho efecto si no nos traen a la memoria también el pasado: la ola de calor extremo del año pasado, afirma taxativamente ahora uno de los periódicos más terroríficos y serios del mundo, el mencionado The Guardian, mató a más de 60 mil personas, exactamente 61.672 más de la cuenta, en una tasa de sobremortalidad inédita que se achaca al cambio climático de origen antropogénico, según descubrieron los científicos, en un desastre que se volvió más mortal debido a los gases de efecto invernadero que cuecen el planeta (sic), por lo que la ola de calor que nos invade y nos inunda puede matar a otras tantas personas por lo menos si no tomamos las debidas precauciones. El virus mata, la calor también. 
 
    ¿No será que lo que nos está matando, me pregunto yo, más que la calor y el virus, es la información desquiciada que se siembra para ocultar las cosas que pasan y para que cunda el pánico advirtiéndonos de estos peligrosos cocos inminentes a fin de que veamos cómo mira por nosotros y se preocupa de nuestra salud el Estado terapéutico?

domingo, 24 de julio de 2022

En algún lugar de la Mancha...

    En cuanto alguien ha publicado en las redes y se ha viralizado esta vieja portada de la revista El Español, el sedicente 'semanario de los españoles para todos los españoles', ya desaparecido, correspondiente a la semana del 11 al 17 de agosto de 1957 bajo el título “El verano más caluroso del siglo”, refiriéndose, claro está, al pasado siglo XX, con una foto en blanco y negro de chicos y chicas de la época refrescando sus pies en una fuente, los fact-checkers del Ministerio de la Verdad carpetovetónicos (Maldita.es y demás prensa orgánica) han corrido a sentenciar que es un bulo. La portada de El Español afirma “Temperaturas de 50 grados en algún lugar de la Mancha”. No parece un titular muy serio, sino algo sensacionalista y, desde luego, literario que enseguida evoca en nosotros el comienzo de El Quijote con su impreciso lugar de la Mancha de cuyo nombre no queremos acordarnos.


     Quien ha subido la imagen a las redes ha aprovechado para poner en solfa la doctrina políticamente correcta del Cambio Climático argumentando lo siguiente: A mediados de agosto de 1957, en plena canícula, con menos de la mitad de habitantes en el planeta y sin apenas autos ni fábricas ya se alcanzaban los 50 grados centígrados en algún termómetro de algún lugar de La Mancha en algún momento central del día, y aprovechaba para decir que durante los veranos se superaban los 45 grados sin hacer una tragedia alarmista de este dato. Pero este alguien ha sido tachado en seguida de negacionista. 

    La prensa orgánica dice que “La Aemet (Agencia Estatal de Meteorología) desmiente a los negacionistas que no se creen el cambio climático”. ¿Qué dice la Aemet? Que lo más seguro es que ese termómetro no fuera muy fiable. Pero ¿de quién vamos a fiarnos más, de la revista de hace sesenta y tantos años o de la Aemet de ahora? La propia Aemet afirma que la temperatura más alta registrada en agosto en España ese año fue de 44 grados en Jaén, según los datos de los servicios meteorológicos de la época.

    Sin entrar en la cuestión de fondo que se debate, que es la existencia del Cambio Climático, que es una cuestión de fe, y allá cada cual con sus sacrosantas creencias, lo que sí resulta curioso es que están tratando de alarmarnos con las altas e infernales temperaturas y con los muertos que caen víctimas de ellas. 


    Un solo ejemplo gráfico: comparemos al ya veterano en las pantallas Hombre del Tiempo ante dos mapa de temperaturas estivales de dos veranos distintos, uno de antes y otro de ahora: en el primero, cuya coloración recuerda al semáforo automovilístico,  se presentan como temperaturas normales o sin riesgo, coloreadas de verde, las iguales o inferiores a la temperatura del cuerpo humano, que se sitúa en los 36,7 grados, como se sabe, y se colorean de amarillo y de marrón, como el ámbar de los semáforos, que indica precaución, las de riesgo de cierta importancia, y en rojo las de riesgo extremo, vamos las de peligro de muerte; en el mapa de abajo, que es el actual, no hay ningún color verde: todo es ámbar y rosa fucsia o rojo. Son temperaturas alarmantes, peligrosas, infernales... ¿A qué se debe ese cambio de perspectiva? ¿No estarán tratando los gobiernos del mundo -pregunta retórica- con la complicidad de los periodistas, esos terroristas, de convertir la crisis climática en otro asunto de salud pública, para generalizar los poderes extraordinarios adquiridos gracias a la reciente crisis sanitaria que fue la pandemia que decretó la OMS?

 

 

sábado, 23 de julio de 2022

Hace calor

    ¡Cuánta calor! Hace mucha, bastante calor en muchos lugares del hemisferio norte, como suele ocurrir en el verano. Por ejemplo en España. E incluso en la Gran Bretaña, que ha declarado su primera emergencia nacional debida al calor y que aconseja a sus súbditos que se autoconfinen o, por si no lo entienden, que no salgan de casa. Recuerden: stay home, save lives.  
 
    Los expertos, esos especialistas en todo o lo que es lo mismo en nada, están de regreso en todas las pantallas, emisoras de radio y tabloides, advirtiéndonos de que “miles de personas podrían morir” bajo la ola extrema de calor, y advierten de que podrían colapsarse los hospitales cuando los termómetros están a punto de estallar.
 
 
    ¡Cuanto miedo están generando, otra vez, a su alrededor! Ni siquiera podemos estar seguros en las playas porque las altas temperaturas atraen a las medusas y a los tiburones, que podrían atacar a los bañistas. Cualquier pretexto sirve para que las autoridades sanitarias declaren el estado de emergencia o de alarma o de excepción o de sitio o como quiera llamarse. La ola de calor dará paso a la emergencia del cambio climático. 
 
    Fructífera y exitosa está resultando la metáfora de las olas aterradoras. Olas que vienen y van, olas que van y vienen. Como canta la Rianxeira: “Ondiñas veñen e van”. Vienen y van las olas epidémicas, y también las olas de calor provocadas por el calentamiento global del planeta a raíz del cambio climático antropogénico, hasta el punto de que los mapas meteorológicos del hemisferio norte se han teñido de rojo fuego y diríase infernal. Véase este del Reino Unido por ejemplo y compárese lo que decía antes a su modo la imagen de la izquierda con sus amables solecitos veraniegos y lo que dice ahora la imagen de la derecha con las mismas temperaturas más o menos y con el color rojo del peligro:
 

 
    La segunda ola de calor desata en España los peores incendios en 10 años: "Eran evitables". Claro para eso está el Estado: para evitar los incendios, no para sofocarlos, que eso es cosa de la gente y de los sufridos bomberos que se ponen a apagar el fuego como pueden. El Estado lo que quiere hacer es evitar que se produzcan, luchar contra las gigantescas abstracciones como esa del cambio climático, por ejemplo.
 

 
    Frente a eso, la vieja Iglesia proponía otras soluciones, por ejemplo esta rogativa y cántico para pedir la lluvia sacando en procesión a la Virgen María, bajo la advocación por ejemplo de Nuestra Señora de los Remedios: Danos el agua, / virgen bendita, / que nuestros campos / se nos marchitan. / Danos la lluvia, / Nuestra Señora, / y haz que las nubes / lloren ahora. / En nuestra mesa / tendremos pan / y muchas flores / para tu altar.