Antes, si no recuerdo mal, cuando yo era pequeño y apretaba la calor de la canícula, se decía aquello de que tenías que tener cuidado porque si te exponías mucho al Sol podía darte una insolación, que era el malestar o la enfermedad producidos por una exposición excesiva a los rayos solares. También se decía que podía darte una solanera o asoleada si te soleabas mucho más de lo debido. Los cultos supongo que no decía eso, que era muy vulgar, preferirían hablar de algo así como heliosis, un helenismo formado sobre el nombre del sol, Helios, en la lengua de Platón. También se decía que podía entrarte un tabardillo, una especie de tifus consistente en la erupción de manchitas rojas que te salían por la piel de todo el cuerpo y te cubrían como un tabardo, que era una tosca prenda de abrigo, un gabán basto o ruda gabardina.
Hoy en día ya nadie dice eso de insolación, ahora dicen que te da una ola de calor o un cambio climático y te mueres.
El caso es que el responsable de Salud y Clima del Ministerio de Sanidad del Gobierno de las Españas, cuyo nombre propio omito por delicadeza, se siente en la obligación de declarar: Queremos que la gente no se muera por el calor, crea o no crea en el cambio climático.
Está bien eso de que el Ministerio de Sanidad quiera que no nos muramos, en lugar de "no quiera que nos muramos", y quiera mantenernos sanos y salvos a todos, incluso a los no creyentes en ese moderno artículo de fe llamado 'cambio climático' y no nos muramos por el calentamiento planetario, demostrándonos así papá Estado, ¡qué buen padre es, todo un auténtico padrazo!, que vela por la salud de todos sus súbditos, incluso de los pérfidos descreídos que no son fieles creyentes en Santa Greta del Cambio Climático y que son tan necios que pueden exponerse en exceso a los inclementes rayos de Lorenzo.
Y lo hace ahora que la Agencia Española de Meteorología, cuyas predicciones fallan más que una escopeta de barraca de feria barata, pone en alerta a más de media España por la emergencia climática de la llegada de la primera y no única ola de calor del verano, como si fuera una oleada viral de la pandemia, con una lengua de aire soporífero sahariano con temperaturas álgidas de hasta 44 grados centígrados.
Nos aconseja el citado responsable que nos hidratemos, que bebamos agua fresca del botijo y que nos refresquemos con el líquido elemento y nos pongamos a remojo, que reduzcamos la actividad física y que evitemos la exposición al astro rey, que usemos ropa ligera y holgada, y que busquemos la sombra de un árbol cuando apriete la canícula del estío a las horas centrales del día, o un refugio climático, como se prefiere ahora, que suena a refugio antiaéreo contra los bombardeos de la aviación o algo así.
En resumidas cuentas, que hagamos lo que se ha hecho toda la vida de Dios sin que nadie se pusiera la medalla de salvador de vidas ajenas en medio de la crisis.
En la ciudad, si no hay árboles, que es lo más normal, pues habrá que meterse en una iglesia y no precisamente a rezar, en donde se suele estar fresquito y donde hay, según aseguran, buen vino consagrado y agua bendita en la pila para refrescarse la frente, o en un moderno centro comercial y no precisamente a comprar compulsivamente, pero que tenga, es imprescindible, eso sí, aire acondicionado, es decir, aire fresco en condiciones, aunque tampoco conviene abusar de él, que luego sale uno a la calle y...
Desde que los sumos sacerdotes de las finanzas han recurrido a las crisis para movilizar la acumulación desorbitada de capitales y redistribuir con sus manejos la ruta de los dividendos, la producción mediática de las mismas es esencial y todo un portento en este estado de desarrollo y progreso, de ahí que en los sinodos empresariales y su brazo armado del Estado se oficie aquello de que toda crisis es una nueva oportunidad, y desde entonces proliferen y acudan prestos los expertos a la ofensiva del momento, consiguiendo todos ellos involucrarse en un mercado tan activo que es capaz de conformar una población sacrificada, pandemizada y a verlas venir como el espectáculo, los dividendos y las oportunidades exigen, para que este sistema siga su curso libre.
ResponderEliminarMuy bien traído. Habría que relacionar el recurso de las crisis (climáticas, sanitarias, políticas, económicas...) que hacen los sumos sacerdotes de las finanzas con el desarrollo de la aldea global que decía Marshall McLuhan , tan grande como el planeta y tan pequeña a la vez como un pueblo donde todos se conocen, aldea en la que vivimos, creada por la información electrónica, y la publicidad que hace que el anuncio sustituya al producto, y que el medio, que nunca es neutral, sea el auténtico mensaje. Lo gracioso es que McLuhan le atribuía la formación de la aldea global a la televisión. ¿Qué diríamos ahora, después de la aparición estelar de internet en nuestras vidas y el progresivo arrinconamiento de la TV,q ue se ha quedado tan anticuada? Recomendable este reportaje sobre McLuhan, presentado por Tom Wolfe: https://www.youtube.com/watch?v=mYr4QHR20NE
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