lunes, 1 de julio de 2024

Pasando olímpicamente

    Fue el poeta satírico romano Juvenal el que acuñó por primera vez la enseguida celebérrima expresión "panem et circenses" como reproche crítico a sus compatriotas, que buscaban, como es natural y propio de todo bicho viviente, el alimento del cuerpo (los hidratos de carbono, en este caso),  y el entretenimiento del circo romano, lo que es más reprobable, como único nutriente del espíritu. 

    Pero la crítica que hacía Juvenal no se dirigía sólo a sus conciudadanos, al pueblo bajo e inculto, a la chusma del populacho que se conforma con las migajas de la limosna que le dan, sino al sistema político que favorece que sean así las cosas y no de otra manera.


    En efecto, era muy fácil en la antigua Roma manipular a la plebe -y eso no sólo lo sabían los políticos y emperadores, sino que además lo ponían en práctica demagógicamente- ofreciendo suministro gratuito de trigo,  para que no le faltara al pueblo el pienso de cada día, y organizando espectáculos circenses igualmente gratuitos (carreras de cuadrigas en el hipódromo, que era propiamente el circo, o también luchas de gladiadores en el anfiteatro, y eventualmente espectáculos teatrales de comedia y tragedia en el teatro, porque la cultura, ay,  también entra dentro de la sociedad del espectáculo y del espectáculo de la sociedad), para  pasto de entretenimiento y distracción de la gente, a la que convertían en una masa amorfa, sumisa y conforme con el orden social establecido.
 
 
    A lo largo de la historia de España, se ha actualizado varias veces este dicho de Juvenal como "pan y toros" (sobre todo en la oprobiosa dictadura de Franco, aunque la tauromaquia sigue desgraciadamente vigente),  y ahora en la democracia "pan y fútbol", o "subsidio de desempleo (vulgo paro o renta básica) y fútbol" (aunque del balompié ya se sirvió también el régimen anterior, y mucho, para amodorrar al personal, pero más ahora en esta época democrática "crítica" -de crisis- en la que los triunfos futboleros de La  Roja, que es la marca "España", ¡que acaba de clasificarse!, en la Eurocopa con la que nos intoxican y atosigan durante todo un mes, desde el 14 de junio hasta el 14 de julio del año en curso, sirven para alimentar el autobombo del patriotismo nacional y la autocomplacencia del chovinismo,  ocultando, de paso, nuestras miserias); y se actualiza también, abarcando sobre todo a los espectáculos que se retransmiten por la pequeña pantalla en horas de máxima audiencia, como "cerveza y televisión", o más modernamente, porque eso de la televisión ya está un poco anticuado, "cerveza y esmarfon", o lo que es lo mismo "agua de cebada fermentada y redes sociales en la micropantalla", o dicho de otra manera: paguitas e interné.

 

    Ahora que van a celebrarse y televisarse como se hace cada cuatro años, urbi et orbi, a bombo y platillo, los modernos juegos olímpicos, podríamos actualizar una vez más la expresión diciendo que  los medios de (in)comunicación (o de conformación de masas de individuos personales) nos ofrecen en vez de espectáculos circenses,  los olímpicos, las modernas olimpiadas que resucitó el barón de Coubertin para conmemorar y resucitar las que se organizaban en Olimpia cada cuatro años en todo el ámbito griego de la antigüedad.

    Y nos ofrecen cada cuatro años el pan y el circo de las olimpiadas en bandeja para que tengamos la sensación de que pasa algo, de que pasan cosas en el mundo,  fabricando innumerables noticias para pasto de los medios, cuando, por lo bajo, en lo hondo del corazón y las entrañas, lo que todos y cada uno de nosotros sentimos en nuestro fuero interno es que no pasa nadaNo pasa nada de nada. Absolutamente nada.  Nada en absoluto.
 
Corredor inmóvil de Claude Serre
 

    Por eso nos retransmitieron en 2012 los juegos olímpicos londinenses, en 2016 los brasileños de Río de Janeiro, en 2020 los japoneses de Tokio, y ahora en 2024 van a retransmitirnos, si no lo están haciendo ya, los de París,  para que creamos que suceden cosas y que asistamos nosotros a su espectáculo como meros espectadores que quieren que seamos  (nunca protagonistas, siempre espectadores y sólo espectadores pasivos) convirtiéndonos así en voyeurs impasibles, receptores y consumidores de imágenes en general y de la imagen en particular de la llama olímpica que se consume y nos consume.
 
    Todo este entretenimiento para las masas está institucionalizado, y mucho, porque los Juegos Olímpico son un negocio privado, no un bien común, sino una propiedad de la sociedad privada Comité Olímpico Internacional que tiene todos los derechos, incluyendo los de retransmisión por los medios de difusión, por lo que nos encontramos ante un comercio. 
 
La forma olímpica, Claude Serre (1991)
 
     Prueba de ello, por ejemplo, es que el Comité Olímpico Español, una asociación privada, que se rige por sus propios estatutos y reglamentos, de acuerdo con los principios y normas del Comité Olímpico Internacional, que es la entidad de tutela y control de sus actividades, recibe del gobierno español una concesión directa a título de subvención de hasta cuatro millones seiscientos cuarenta mil euros (4.640.000€) y el Paralímpico de dos millones novecientos veinticinco mil euros (2.925.000€) para sufragar gastos en los Juegos Olímpicos de París, como puede consultarse en el Boletín Oficial del Estado.  

  ¿Por qué recibe una institución privada una tan cuantiosa subvención del Estado? El artículo 48 de la Ley 10/1990, del Deporte, responde a esta pregunta porque le otorga, y no le faltan razones, "la consideración de entidad de utilidad pública". Y es lo que debemos preguntarnos: ¿Qué utilidad pública puede tener el Comité Olímpico Español si no es la de distraernos y entretenernos, creado hace más de cien años para contribuir “a la promoción y difusión de los ideales olímpicos”?

2 comentarios:

  1. No hay negocio privado que no se haga con la movilización y garantía del Estado, desde la comercialización de armamento, pasando por las inoculaciones experimentales al entretenimiento cultural y mediático, todo ello cada vez más y mejor integrado y ensamblado, y a un ritmo marcado por las amenazas y emergencias terroríficas que el antiterrorismo previo puesto en escena ha venido requiriendo para una gobernanza más servil y un desarrollo sin trabas, con el dispositivo jurídico-político de la "Gran Transformación" y la religión de la "ciencia" que necesitan las finanzas. Una pretendida disneyficación global que las conexiones digitales con su IA ya hacen posible y la ocasión la pintan calva.

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