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lunes, 1 de julio de 2024

Pasando olímpicamente

    Fue el poeta satírico romano Juvenal el que acuñó por primera vez la enseguida celebérrima expresión "panem et circenses" como reproche crítico a sus compatriotas, que buscaban, como es natural y propio de todo bicho viviente, el alimento del cuerpo (los hidratos de carbono, en este caso),  y el entretenimiento del circo romano, lo que es más reprobable, como único nutriente del espíritu. 

    Pero la crítica que hacía Juvenal no se dirigía sólo a sus conciudadanos, al pueblo bajo e inculto, a la chusma del populacho que se conforma con las migajas de la limosna que le dan, sino al sistema político que favorece que sean así las cosas y no de otra manera.


    En efecto, era muy fácil en la antigua Roma manipular a la plebe -y eso no sólo lo sabían los políticos y emperadores, sino que además lo ponían en práctica demagógicamente- ofreciendo suministro gratuito de trigo,  para que no le faltara al pueblo el pienso de cada día, y organizando espectáculos circenses igualmente gratuitos (carreras de cuadrigas en el hipódromo, que era propiamente el circo, o también luchas de gladiadores en el anfiteatro, y eventualmente espectáculos teatrales de comedia y tragedia en el teatro, porque la cultura, ay,  también entra dentro de la sociedad del espectáculo y del espectáculo de la sociedad), para  pasto de entretenimiento y distracción de la gente, a la que convertían en una masa amorfa, sumisa y conforme con el orden social establecido.
 
 
    A lo largo de la historia de España, se ha actualizado varias veces este dicho de Juvenal como "pan y toros" (sobre todo en la oprobiosa dictadura de Franco, aunque la tauromaquia sigue desgraciadamente vigente),  y ahora en la democracia "pan y fútbol", o "subsidio de desempleo (vulgo paro o renta básica) y fútbol" (aunque del balompié ya se sirvió también el régimen anterior, y mucho, para amodorrar al personal, pero más ahora en esta época democrática "crítica" -de crisis- en la que los triunfos futboleros de La  Roja, que es la marca "España", ¡que acaba de clasificarse!, en la Eurocopa con la que nos intoxican y atosigan durante todo un mes, desde el 14 de junio hasta el 14 de julio del año en curso, sirven para alimentar el autobombo del patriotismo nacional y la autocomplacencia del chovinismo,  ocultando, de paso, nuestras miserias); y se actualiza también, abarcando sobre todo a los espectáculos que se retransmiten por la pequeña pantalla en horas de máxima audiencia, como "cerveza y televisión", o más modernamente, porque eso de la televisión ya está un poco anticuado, "cerveza y esmarfon", o lo que es lo mismo "agua de cebada fermentada y redes sociales en la micropantalla", o dicho de otra manera: paguitas e interné.

 

    Ahora que van a celebrarse y televisarse como se hace cada cuatro años, urbi et orbi, a bombo y platillo, los modernos juegos olímpicos, podríamos actualizar una vez más la expresión diciendo que  los medios de (in)comunicación (o de conformación de masas de individuos personales) nos ofrecen en vez de espectáculos circenses,  los olímpicos, las modernas olimpiadas que resucitó el barón de Coubertin para conmemorar y resucitar las que se organizaban en Olimpia cada cuatro años en todo el ámbito griego de la antigüedad.

    Y nos ofrecen cada cuatro años el pan y el circo de las olimpiadas en bandeja para que tengamos la sensación de que pasa algo, de que pasan cosas en el mundo,  fabricando innumerables noticias para pasto de los medios, cuando, por lo bajo, en lo hondo del corazón y las entrañas, lo que todos y cada uno de nosotros sentimos en nuestro fuero interno es que no pasa nadaNo pasa nada de nada. Absolutamente nada.  Nada en absoluto.
 
Corredor inmóvil de Claude Serre
 

    Por eso nos retransmitieron en 2012 los juegos olímpicos londinenses, en 2016 los brasileños de Río de Janeiro, en 2020 los japoneses de Tokio, y ahora en 2024 van a retransmitirnos, si no lo están haciendo ya, los de París,  para que creamos que suceden cosas y que asistamos nosotros a su espectáculo como meros espectadores que quieren que seamos  (nunca protagonistas, siempre espectadores y sólo espectadores pasivos) convirtiéndonos así en voyeurs impasibles, receptores y consumidores de imágenes en general y de la imagen en particular de la llama olímpica que se consume y nos consume.
 
    Todo este entretenimiento para las masas está institucionalizado, y mucho, porque los Juegos Olímpico son un negocio privado, no un bien común, sino una propiedad de la sociedad privada Comité Olímpico Internacional que tiene todos los derechos, incluyendo los de retransmisión por los medios de difusión, por lo que nos encontramos ante un comercio. 
 
La forma olímpica, Claude Serre (1991)
 
     Prueba de ello, por ejemplo, es que el Comité Olímpico Español, una asociación privada, que se rige por sus propios estatutos y reglamentos, de acuerdo con los principios y normas del Comité Olímpico Internacional, que es la entidad de tutela y control de sus actividades, recibe del gobierno español una concesión directa a título de subvención de hasta cuatro millones seiscientos cuarenta mil euros (4.640.000€) y el Paralímpico de dos millones novecientos veinticinco mil euros (2.925.000€) para sufragar gastos en los Juegos Olímpicos de París, como puede consultarse en el Boletín Oficial del Estado.  

  ¿Por qué recibe una institución privada una tan cuantiosa subvención del Estado? El artículo 48 de la Ley 10/1990, del Deporte, responde a esta pregunta porque le otorga, y no le faltan razones, "la consideración de entidad de utilidad pública". Y es lo que debemos preguntarnos: ¿Qué utilidad pública puede tener el Comité Olímpico Español si no es la de distraernos y entretenernos, creado hace más de cien años para contribuir “a la promoción y difusión de los ideales olímpicos”?

sábado, 3 de febrero de 2024

El zorro en el gallinero

   Al director del departamento de personal y recursos humanos le impresionó y sorprendió muy favorablemente el impecable currículum que presentaba aquel candidato, hasta tal punto de que lo contrató inmediatamente para ocupar el puesto vacante de responsable o encargado (palabras preferibles a "jefe"*) de seguridad de la granja de explotación avícola, felicitándole por su fulminante promoción y ascenso laboral.

    Le había extrañado que un Zorro aspirara al cargo de Gallo del corral y guardián del gallinero, como se denominaba antaño, pero, como le explicó el candidato, él no se autopercibía como lo que parecía a simple y primera vista, un zorro común o rojo (vulpes vulpes de la familia de los vulpinos), sino que se veía a sí mismo desde su más tierna niñez como un gallo (gallus gallus domesticus) aprisionado en un cuerpo extraño, que todavía no había realizado la transición específica. Y consciente del latinajo esse est percipi, es decir, que el ser o la esencia (esse) consiste en ser percibido, nadie podía negarle a él el derecho propio a percibirse a sí mismo como un gallo doméstico, como se sentía, sin importarle lo que creyeran los demás.  Había el candidato, aclaró, presentado en el Registro Civil su deseo de inscribirse como lo que era: Gallo. El funcionario no podía dudar de su palabra sin incurrir en un delito de odio, así que sin ninguna exigencia de informe pericial registró al Zorro como Gallo en riguroso cumplimiento de la ley trans-específica. 

 

     Tenemos, pues, al Zorro convertido en el guardián de la empresa aviaria, metido literalmente en el gallinero. Tenemos, pues, al enemigo en casa, pensaron pollos y gallinas aterrados nada más verlo. ¡Qué paradoja! El viejo Señor Zorro de las fábulas de Esopo y de Fedro, y de sus epígonos Iriarte, Samaniego y La Fontaine, entre tantos otros, el raboso o raposo (o la raposa, si se prefiere), ese viejo y astuto emprendedor de fechorías, ese fementido matador de pollos y gallinas, ha sido ascendido de categoría en el escalafón empresarial, convertido en el Gallo guardián del gallinero.

   Las gallinas cacarearon aterrorizadas nada más verlo víctimas de un ataque de pánico y echaron a correr despavoridas, intentando volar a ras de suelo, preocupadas por sí mismas y sus polluelos. Él para tranquilizarlas las reunió y les dijo que no tuvieran ningún temor, y que no se fíaran de las apariencias, siempre engañadoras.

    "Aunque tenga aspecto de zorro, dijo, no lo soy, dado que en mi fuero interno me siento gallo de las patas a la cresta desde que nací, y os confieso como prueba de mi buena fe que me he vuelto no solo vegetariano y no consumo por lo tanto ni carne ni pescado, sino también vegano, es decir, que prescindo, además, en mi dieta de todo producto de origen animal: de lácteos, de miel y de los huevos".

    Las gallinas, algo más tranquilas aunque todavía incrédulas por sus palabras, aplaudieron aleteando sin embargo.

  "Y, además, prosiguió, os ruego encarecidamente que no veáis en mí un superior jerárquico, sino un camarada más cuya misión es protegeros de los peligros exteriores, porque dentro del gallinero no hay ningún peligro que temer. Os ruego finalmente que confíéis en mí, que seáis tolerantes y que abandonéis vuestros prejuicios a fin de que entre nosotros haya igualdad real y efectiva sin ninguna discriminación por ninguna razón, pues, insisto, aunque veáis en mí un zorro que tiene aspecto de zorro, puedo enseñaros el certificado oficial -se lo muestra- que acredita mi condición legal de ave gallinácea como consta en el Registro Civil, y este contrato laboral que me nombra jefe del servicio de seguridad del gallinero".

    Las gallinas, acabado el discurso, aplaudieron y respiraron con alivio. Esa noche se recogieron temprano, como de costumbre, y durmieron descuidadas. 

    A la mañana siguiente, se hallaron muchas plumas ensangrentadas por el suelo y menos pollos y gallinas, pero se había cumplido la ley escrupulosamente.

    Ante esto las gallinas supervivientes sólo podían hacerse una pregunta, la misma que se hacía en una sátira Juvenal hace dos mil años y nos hacía a nosotros, porque hoy es siempre todavía: Sed quis custodiet ipsos custodes? ¿Pero quién vigilará a los propios  vigilantes?
 
 
 oOo
 
[Nota etimológica: *Si el término líder, adaptación castellana de leader, sustituyó a jefe, que remonta al latín caput 'cabeza', so pretexto de que el líder es ante todo un compañero, uno más, y no sólo el jerarca que guía al rebaño, ahora reaparece oculto bajo el acrónimo de moda CEO (Chief Executive Officer), que es otro anglicismo simplón de Oficial Ejecutivo en Jefe. Las siglas, que son palabras mutiladas, nos invaden para que olvidemos el significado cabal de las palabras enteras y corrientes. Esta vez el viejo jefe se oculta bajo la letra C, que es la inicial de chief, y del chef francés, y del capo italiano, de donde volvemos al caput latino, del que salieron todos los cabos y los capitanes, y el poderoso Capital y la ideología que lo sustenta, el capitalismo.  La jefatura fue sustituida por el liderazgo, pero el liderazgo campa por sus fueros y vuelve a sus orígenes, aunque disimulado para que no se note, que es la jefatura (del Estado, de la empresa, del rebaño, de la manada y del corral)].  

domingo, 8 de octubre de 2023

Difficile est saturam non scribere

    El gran poeta satírico romano Décimo Junio Juvenal dejó escrita una sentencia que se ha vuelto proverbial y lapidaria en estos malos tiempos para la lírica y la épica que corren: Difficile est saturam non scribere, que no hace falta traducir al castellano porque a fin de cuentas nuestra lengua, pese a tantos anglicismos, sigue siendo latín degenerado. En efecto, estos tiempos, pésimos para la líríca y la épica, son idóneos para la sátira, que se convierte así en un instrumento capaz de llegar a las mentes obtusas de la inmensa mayoría de la gente que no quiere saber nada porque tienen muchas, demasiadas ideas imbuidas y opiniones personales, de las que no son capaces de desembarazarse a fin de poder razonar sin su rémora. 
 
    Dicen que España es tierra de sátira. Algunos buenos ejemplos encontramos, desde luego, por ejemplo en el cine magistral de Berlanga: una película como Bienvenido Mr. Marshall (1953) es una afilada crítica antiamericana en medio de una oprobiosa dictadura. Otras películas de Berlanga como Plácido (1961), sobre la campaña franquista de “siente un pobre a su mesa”. o El verdugo (1963), contra la pena de muerte, por no hablar ya de las más recientes: La escopeta nacional, Patrimonio nacional o Nacional III, que consituyen la Trilogía de la familia Leguineche, o la espléndida La vaquilla (1985), sobre nuestra guerra civil, o Todos a la cárcel (1993) y la última París-Tombuctú (1999), que revela que Berlanga quedó ácrata para siempre. 
 
    Durante la dictadura fue sin duda la revista satírica y humorística La codorniz, que se publicó desde 1941 hasta 1978, la representante de la sátira hispánica bajo unas condiciones de censura bastante grandes. Por ejemplo, esta portada sobre la transición/transacción democrática publicada en 1975:


   En los últimos años del franquismo, apareció otra revista satírica Hermano Lobo, el "semanario de humor dentro de lo que cabe", que no era mucho, publicada entre 1972 y 1976, que destacó por las viñetas de algunos dibujantes como Summers:
 
 

  El relevo de ambas lo tomó El Jueves, que publicó su primer número en 1977, y sigue en la actualidad en los quioscos. Ha tenido no pocos encontronazos con la censura, por ejemplo esta portada de 2007, que representa una caricatura del entonces príncipe Felipe y la princesa Letizia manteniendo relaciones sexuales para obtener los 2.500 euros que el Gobierno prometía por cada hijo. La revista fue secuestrada y condenados sus dos dibujantes en lo que no deja de ser uno de los atentados más sangrantes contra la libertad de expresión. 
 
-¿Te das cuenta? Si te quedas preñada... ¡Esto va a ser lo más parecido a trabajar que he hecho en mi vida!
 
    El Jueves con Historias de la Puta Mili, la serie de cómic de Ivà, que se convirtió en película que nos metió en la retina al cruel y estúpido sargento chusquero Arensibia, digno representante de los ejércitos españoles, y tan alejado de la imagen actual del mílite profesional. O la Biblia contada a los pasotas, de José Luis Martín. Son buenos ejemplos de esa sátira española.
 
    Los ejemplos de sátira anteriores se refieren al cambio de régimen, la crítica de la monarquía y de la religión. Entrados ya en el tercer milenio, la sátira debe buscar otros derroteros. He aquí algunos ejemplos que surgen a bote pronto: Afirmaciones sin sentido repetidas hasta la saciedad por los políticos y periodistas como que nos invaden los okupas o los alienígenas, que la distancia cada vez mayor entre ricos y pobres y el exceso de mortalidad entre gente joven y en buen estado de salud, la mayoría deportistas, se debe al cambio clímático, cosa que no se puede negar porque recae uno en la herejía de la iglesia de la Ciencia, que es la nueva religión y opio, por lo tanto, del pueblo, están en boca incluso de los más reputados periodistas, y a fuerza de repetirlas parece que adquieren verosimilitud. 
 
 
     La mera puesta en cuestión de la existencia del cambio climático, o del virus por falta de fe es un crimen equiparable al cuestionamiento de la existencia de Dios en la Edad Media, no digamos ya la negación, el mayor y más reprobable de todos los crímenes. Otro de los dogmas de la religión de la ciencia es el de las vacunas: Todo el mundo sabe que las vacunas son buenas porque sí, se ha repetido hasta la saciedad en todos los idiomas para adoctrinar a los incrédulos que son safe and effective (seguras y efectivas), razón por la cual es imposible que sean malas. Y punto redondo. Si te mueres, será por la ola de calor extremadísimo.  Las farmacéuticas se oponen a pagar indemnizaciones por los efectos secundarios adversos de sus vacunas alegando que los gobiernos sabían lo que compraban. Algunos han estado a punto de palmarla -otros la palmaron y ya no están entre nosotros- tras la última dosis por la ola de calor extremo que nos invadía a causa del cambio climático durante la canícula. 
 
    La cajera de Mercadona, explotada como está por la empresa, cuando ve que algún cliente se lleva un producto sin pagar, en lugar de hacer la vista gorda y actuar como si no hubiera pasado nada, sale en su persecución gritando: ¡Al ladrón, al ladrón! Siendo así la propia trabajadora la que se constituye en parte activa de la empresa y de su propia explotación. Se impone colaborar con las fuerzas y sistemas de seguridad que nos vigilan, pagar los impuestos abusivos “en beneficio de todos”, porque es lo progresista, mientras que lo fascista y propio de la extremadísima derecha es desobedecer al poder que establece tales normas, como vimos durante la pandemia, cuando fueron las izquierdas quienes hicieron causa común con los Estados y corporaciones farmacéuticas bajo el lema de “la salud ante todo”.

martes, 7 de diciembre de 2021

CORPVS SANVM?

    CORPVS SANVM: Ya lo dijo el poeta Juvenal en un verso que se convirtió enseguida en un proverbio: Mens sana in corpore sano, que suele malinterpretarse. Los que más cacarean este latinajo lo hacen enfatizando el hecho de que hay que cultivar por igual la mente y el cuerpo, como ya preconizaba el sabio Aristóteles, que incluía la gimnasia o educación física, con término más moderno, entre las disciplinas fundamentales de la paideia antigua. 

    Muchos son los que piensan como el estagirita que una buena educación debe procurar tanto el vigor intelectual como el  físico, y muchos más los que opinan que el segundo es indispensable para el primero, por lo que fomentan el deporte entre la juventud, exaltando sus valores como escuela de la vida donde los jóvenes compiten entre sí y aprenden a respetar un reglamento y, por lo tanto, a obedecer, además de  por el espíritu de sacrificio, superación personal y esfuerzo que conlleva...

    Han llegado incluso a acuñar las expresiones "deportividad" y "espíritu deportivo" como sinónimos de "resignación". Tomarse algo, generalmente una contrariedad, con espíritu deportivo o deportividad es como hacerlo "con filosofía", que se decía antaño, es decir, con resignación, que es lo que fomenta la educación: una actitud conformista ante la realidad que se nos impone, en lugar de ocuparse de las cosas para intentar mejorarlas.  


 Mens sana in corpore sano, Georg Pauli (1912)
 
    La frase de Juvenal completa era: Orandum est ut sit mens sana in corpore sano (Sátira  10, verso 356), que propiamente significa: “hay que pedir a los dioses que haya (que nos den, que dispongamos de) una mente sana en un cuerpo sano”. No dice el poeta que haya que cultivar el cuerpo y la mente, como si nuestro bienestar físico y psíquico dependiera de nosotros mismos y de nuestra voluntad, sino que hay que rezar para rogarles a los dioses que nos concedan la gracia de la salud sin que tengamos que responsabilizarnos de ella ni ocuparnos en procurárnosla. En ningún momento se refería a la conveneincia de fomentar el deporte.

    Las apologías del deporte y de la educación física se hacen hoy día desde el punto de vista subjetivo y privado de la salud y el fomento de hábitos higiénicos, es decir desde la obsesión por el buen estado físico y psíquico que cada individuo debe procurarse por su propio bien, del que se le hace responsable, no ya por el bienestar de la comunidad, como se hacía en la antigüedad, cuando se pensaba que uno debía mantenerse en forma desde un punto de vista militar y entrenarse para defender a su patria y compatriotas. 

    Pero ya Aristóteles, como decíamos, recomendaba el cultivo escolar de los deportes en la enseñanza. Para muchos el deporte es una excelente escuela para la vida, porque nos enseña a respetar las reglas del juego, porque algunos deportes fomentan el trabajo en equipo y la colaboración, desarrollan el espíritu competitivo y de constante superación,  y porque el deportista entrega siempre lo mejor de sí mismo sin escatimar esfuerzos ni sacrificios. Habría que preguntarse, como hacía Rafael Sánchez Ferlosio, si lo mejor de uno mismo era dar patadas al esférico, como dicen los locutores deportivos, aludiendo al más popular de los deportes, es decir, al balompié, lo que levanta tales pasiones entre los espectadores que no pocas veces llegan a las manos convirtiendo los estadios en auténticos campos de batalla. 

    No deberíamos considerar educativa la Educación Física, que nos convierte en esclavos de nuestros propios fines, como en aquellas preguntas que se formulaba el señor K. de Bertolt Brecht, que cito de memoria, si no recuerdo mal: -Todas las mañanas mi vecino pone música. ¿Por qué pone música? Dicen que para hacer gimnasia. ¿Por qué hace gimnasia? Porque, según dicen, necesita fortalecer sus músculos. ¿Por qué necesita fortalecer sus músculos? Porque, como el mismo asegura, tiene que trabajar para ganarse la vida. ¿Por qué necesita ganarse la vida? Porque, según he oído decir, tiene que comer... Tras enterarse de todo esto, el señor K. preguntó: -¿Y por qué come?

martes, 5 de enero de 2021

Pan y güifi

"Pan y wifi" es la actualización adecuada como anillo al dedo a estos tiempos pandémicos del viejo tópico de Juvenal "panem et circenses" (pan y circo). 
 
 

Veamos un poco el contexto del literario latinajo. Se trata de unos hexámetros (78-81) de la sátira X de Juvenal, en la que por cierto también aparece otro de los célebres tópicos del poeta (el mens sana in corpore sano) junto con la clásica mención de los dos filósofos presocráticos que se harían proverbiales del pesimismo y el optimismo: Heraclito, llorando y Demócrito, riendo respectivamente. 

...effudit curas; nam qui dabat olim / imperium fasces legiones omnia, nunc se / continet atque duas tantum res anxius optat, / panem et circenses:  ... (el pueblo) perdió su interés. Pues si antaño otorgaba / mando y poder, las fasces, legiones, todo, ahora / se desentiende y sólo desea ansioso dos cosas: / pan y circo. 

¿Quién es el sujeto elíptico u omitido de ambas frases? ¿Quién es, como diría un gramático, esa tercera persona del singular, que en la Roma republicana otorgaba con sus votos el poder, y aun en el principado de Augusto, hasta que el emperador Tiberio suprimió todos los comicios, de forma que los ciudadanos ya no tenían a quién venderle su voto? ¿Quién es ese sujeto, nunca mejor dicho lo de subiectus (=sometido), que ahora sólo se conforma con dos cosas, el pan y el circo? No hay que imaginar mucho. El propio Juvenal lo menciona un poco antes. El sujeto es un singular colectivo: populus: el pueblo, al que más arriba se ha referido como turba Remi, que podríamos glosar con dos términos despectivos como "la chusma o el populacho de Rómulo y Remo", es decir, el pueblo romano, fundado por los gemelos amamantados por la loba.  
 


Ha habido a lo largo de nuestra historia otras actualizaciones como la cañí "pan y toros", la franquista "pan y fúzbol", y ahora la democrática, neotecnológica y progresista "pan y güifi", que así deberíamos escribirlo  en la lengua de Cervantes, como lo pronunciamos, y que en la de Shakespeare y del Imperio, por cierto, no se dice así, sino /waifai/, o sea, guaifai. 
 
Pan y güifi gratuito, pues, como el pan y las carreras de cuadrigas y combates de gladiadores que costeaban y regalaban los emperadores al pueblo para que estuviera contento con un mendrugo que llevarse a la boca y con espectáculos públicos que lo redujeran al pasivo papel de espectador -hoy hay que anteponer el prefijo tele, que indica alejamiento social, al espectáculo y al espectador: telespectáculo y telespectador, a diferencia de la antigüedad, donde el evento se vivía en vivo y en directo.

"Cebados de pan y güifi" es una buena pincelada descriptiva de los españoles acorralados -cada gallo en su corral, reza el refrán- en sus propios y dulceamargos hogares durante el año 2020 de la era cristiana: hartos de ir a buscar comida a la fresquera y atragantados hasta el aburrimiento de tanto entretenimiento serial televisivo y de tanto exceso de información tóxica para que no nos demos cuenta de lo que pasa y no nos revolucionemos. Por cierto ¿qué es lo que está pasando sin que nos demos ni cuenta? 

sábado, 3 de octubre de 2020

Gracias al Gobierno

Salus populi suprema lex esto: que la ley suprema sea la salvación (en el sentido de salud y de seguridad) del pueblo. Esta máxima del derecho público romano, inspirada probablemente en una de las leyes de las XII tablas, viene a justificar cualquier medida que se tome, aunque sea de dudosa legalidad, con tal de salvar al pueblo. 

Se han empeñado en salvarnos, maldita la falta que nos hacía. Todos los gobiernos quieren salvar a sus pueblos, como el pastor a su rebaño. ¿Por qué y para qué será? Conviene preguntárselo. 


A tal fin las autoridades sanitarias nos han dado instrucciones terapéuticas: el arresto domiciliario, uso de mascarilla y guantes, y la práctica del hábito de Poncio Pilatos de lavarse compulsivamente las manos con agua y jabón o con una pócima hidroalcohólica, para finalmente poder ingresar en la tierra prometida de la Nueva Normalidad. 

El aspecto más estupefaciente de la crisis del virus ha sido la manipulación de la opinión pública. Parece mentira, pero no lo es, cómo, ante la amenaza del monstruo desconocido, ubicuo e invisible que bautizaron como Covid-19 como si fuera el nombre de un robot de película de ficción científica, la gente ha aceptado resignadamente cambiar su modo de vida, costumbres, proyectos profesionales y hasta comportamientos afectivos a cambio de la mera supervivencia. 

Hemos aceptado vergonzosamente, como decía Juvenal en una sátira, el mayor de los males posibles: propter uitam uiuendi perdere causas: perder la razón y el sentido de la vida, aquello por lo que vale la pena vivir, para asegurarnos la supervivencia

En pleno siglo XXI estamos asistiendo a la puesta al día del sistema que se estaba quedando obsoleto. Tiempos convulsos estos, malos tiempos para la lírica, como todos, en los que somos testigos de la transición de lo analógico a lo digital o numérico. 

Ahora casi todo se hace utilizando las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, hasta nuestra propia firma, que era lo más sagrado y que debía ser presencial y de puño y letra, como se decía antaño, y que ha pasado a digital y virtual. 

Se pretende la eliminación física del dinero efectivo y metálico, lo que no significa, que nadie se llame a engaño, la desaparición del vil metal, que eso es una posverdad o bulo subido a la Red, sino sólo su transustanciación o conversión numérica en un artículo de fe, sustituyéndose billetes de banco y monedas, calderilla al fin y a la postre, por las tarjetas de débito y crédito, pero ni siquiera en su forma material plástica, ya que bastará con su número para poder operar. 

Muchas tiendas y pequeños negocios se cierran, lo que no supone tampoco la desaparición del comercio, que nadie se llame a engaño tampoco con esto, sino en todo caso la desaparición del pequeño comercio en favor del grande, que evoluciona hacia la transacción comercial en línea, que es más cómoda porque no necesitamos salir de casa, donde nos sentimos seguros como en la burbuja del claustro materno, ni manejamos el vil metal, que es fuente de contagio vírico, sino la tarjeta (y ni siquiera físicamente, que también podría contagiarnos, sino sólo el número asignado) y, además, nos sirven la compra y la comida si es preciso a domicilio, así como la atención médica vía telefónica. ¿Qué más podemos desear?

Adiós, pues, al supermercado haciendo cola en fila india, guardando la distancia de seguridad, con mascarilla y guantes y esperando a que el Cancerbero de turno nos deje entrar al templo del consumo cuando haya salido otro cliente. 

Ya nos habían advertido las autoridades sanitarias de que no hacía falta hacer la compra todos los días, que podía hacerse previsoramente una vez a la semana. Y que empeñarse en comprar el pan nuestro de cada día a diario era un acto egoísta y poco solidario, que nos ponía en peligro a todos. Podía, por ejemplo, comprarse el pan semanalmente, guardarse en el congelador y descongelarse cada día. O podía consumirse un pan de molde que se conserva tierno durante mucho tiempo. 

Otro de los cambios que ha llegado para quedarse (y para que todo siga al fin y a la postre igual, cuando no peor) es el teletrabajo o el enemigo metido en casa, que supone una vuelta de tuerca a nuestra explotación laboral, desde el momento en que coinciden explotador y explotado: los horarios, la rutina y el relativo control los ejerce el propio trabajador sobre sí mismo, sobre el que sigue planeando la figura abstracta del jefe, lo que implica mucha presión, y la entrada del ámbito público en el privado. 

"Que triunfe la salud y que se muera el mundo" 

En cuanto a las instituciones tradicionales de enseñanza, irán perdiendo peso las lecciones presenciales y magistrales en favor de las virtuales a distancia, reduciéndose su labor a la formación profesional y a la consiguiente expedición de titulaciones académicas. 

Las nuevas tecnologías aplicadas a la enseñanza favorecerán el autodidactismo, y desaparecerán definitivamente las figuras tradicionales del maestro y sus discípulos. 

El distanciamiento social es un concepto nuevo, quizá el más importante dentro de esta “nueva normalidad” que se nos impone, que favorecerá las videoconferencias, el cibersexo, la participación en todo tipo de foros digitales y los contactos virtuales. 

El distanciamiento social supone la desaparición de la sociedad como tal y su sustitución por las llamadas redes sociales, donde no hay amigos sino simples contactos eventuales, todos hikikomori con agorafobia, cuyos pensamientos se reducen a breves mensajes, emoticonos o likes, a idioteces como este comentario conformista sobre el confinamiento decretado por el gobierno que circula por la Red apelando a la responsabilidad civil: "Me flipa muchísimo (así, literalmente) la cantidad de gente que entiende el confinamiento como una restricción del gobierno (que es lo que es porque no es otra cosa, comentario mío entre paréntesis) y no como una responsabilidad civil".


La relación entre el médico y el paciente también será cada vez más virtual, rehuyendo en la medida de lo posible el contacto contagioso. Se impondrán el control biométrico y los diagnósticos médicos a distancia. Se exigirán certificados de buena salud, como antaño se exigían de buena conducta.

La máxima seguridad garantizada nos ha salvado de morir de virus coronado-19 o Sars-Cov-2, pero no somos inmortales, no nos engañemos con esto. Moriremos de muerte “natural” o de cualquier otra cosa, pero moriremos sanos y libres de la pandemia, cueste lo que cueste. Y todo gracias al gobierno.

viernes, 4 de septiembre de 2020

Sólo los niños lo creen

Cuatro hexámetros de Juvenal (149-153), pertenecientes a la sátira segunda del libro primero de su obra, expresan la incredulidad de los romanos en lo concerniente a las creencias en la vida de ultratumba. Dicen así: esse aliquos manes et subterranea regna / Cocytum et Stygio ranas in gurgite nigras, / atque una transire uadum tot milia cumba / nec pueri credunt, nisi qui nondum aere lauantur. / sed tu uera puta...

Que suenan, traducidos en hexámetros castellanos, más o menos así: Que ánimas hay de difuntos y un reino ultraterreno, / río Cocito y ranas en charca de Éstige negras, / y tantos miles que cruzan en barca a la vez la laguna / sólo los niños lo creen que aún por el baño no pagan. / Pero suponte que es verdad...

Evocan estos cuatro versos de un modo sintético el universo virgiliano del libro VI de la Eneida, el descenso de Eneas acompañado de la Sibila a los infiernos, es decir, los principales mitos sobre el más allá, para expresar al final la incredulidad. 

Estudio de Caronte, Félix Resurrección Hidalgo
 

En primer lugar se habla de los “manes” o almas de los difuntos, divinidades a las que los romanos consagraban el alma de los muertos. Las inscripciones fúnebres de los sepulcros solían encabezarse con las abreviaturas D M S (dis manibus sacrum, consagrado a los dioses manes). El verso comienza negando que haya dioses manes, es decir, que existan, como diríamos con un verbo más moderno. El indefinido “aliquos” aplicado a manes, como si dijéramos “de alguna clase” o “de ningún tipo”, viene a insistir en que es una creencia en la que sólo creen, como nos dirá más adelante, los niños de pecho, a los que todavía no se les cobra la entrada en las termas o baños públicos, como se hace con los jóvenes y los adultos, y que todavía no conocen el dinero.

El plural poético, motivado seguramente por razones métricas, “subterranea regna”, alude al reino soterraño de Plutón, o Hades. El verso niega de la manera más eficaz, que no es afirmándolo sino poniéndolo en duda, que haya tal cosa como un reino debajo de la tierra a donde van las almas de los muertos. No se cita el nombre del rey, o dios de los muertos, porque se está dudando de que haya tal reino, es decir, una vida como esta después de la muerte. 

 

 La laguna Estigia, Félix Resurrección Hidalgo (1887)
 

 El Cocito (en griego Κώκυτος, Cócytos) era el Río del Llanto o de las Lamentaciones. Su nombre deriva del verbo κωκύω, que significa “lanzar gritos de dolor, lamentarse”. En las orillas de este río vagaban las almas de los muertos que no habían recibido sepultura y no podían, por lo tanto, pagar el pasaje a Caronte, el barquero que conducía las ánimas de los difuntos al otro lado de la laguna. Era este río un afluente del Aqueronte y se nutría de las lágrimas de las almas en pena.

La Éstige (en griego Στύξ Stýx) o laguna Estigia, fue en principio el nombre de una fuente griega de la Arcadia cuya agua era mortal, y acabó siendo el nombre de la laguna de los infiernos por la que juraban los propios dioses. Juvenal utiliza aquí el adjetivo “Stygius -a -um” aplicado al sustantivo “gurges”, un torbellino de agua, y también  un abismo o una sima, así como la garganta (de donde el castellano gorja, cf. fr. gorge), que acabó refiriéndose al mar en general, como en la expresión in gurgite uasto, en el ancho mar). 

La mención de las ranas negras de la laguna resulta, por lo menos, curiosa. En la comedia Las Ranas de Aristófanes, se menciona el hecho de que al llegar Baco disfrazado de Heraclés a la laguna estigia, Caronte, el barquero, le admite en la barca y durante el trayecto se oye el canto de las ranas, que croan a su sabor, insultando con su estrepitosa alegría las molestias que el dios experimenta, episodio que, desligado del resto de la comedia, le da título sin embargo.

La barca de Caronte: Se niega aquí, poniéndolo en duda, que puedan hacer el viaje en la misma tantos millares de personas como mueren todos los días. No se han citado los nombres propios ni del dios (Hades, Plutón) ni del barquero (Caronte) ni tampoco del perro, el can Cérbero. Los únicos nombres propios que han aparecido son hidrónimos.

 

La barca de Caronte, Félix Resurrección Hidalgo (1887)

Así traducía los versos de Juvenal don Francisco Díaz Carmona en 1892: Nadie, a no ser el niño que se baña / de balde (*), cree ya en manes, en infierno, / en Carón, en la Estigia, con su extraña / turba de negras ranas y su eterno / vórtice, y en la barca que allí espera / almas que conducir al hondo averno; / mas tú júzgalo cosa verdadera.

(*) Explica en nota el traductor que la expresión “de balde”, es decir, gratis, alude a los niños de corta edad que eran admitidos en los baños públicos sin pagar el precio de la entrada, indicando así el poeta el general escepticismo que dominaba en la sociedad romana cuando solo los niños muy pequeños daban crédito a las antiguas tradiciones mitológicas. 

(El texto está ilustrado con imágenes de cuadros del pintor filipino Félix Resurrección Hidalgo y Padilla (1855-1913), tomadas de la Güiquipedia).

jueves, 18 de junio de 2020

Un verso de Juvenal: Et propter uitam uiuendi perdere causas

El libro Miseria de la filosofía de Carlos Marx fue la respuesta a Filosofía de la miseria de Proudhon, célebre por haberse preguntado «Qu’est-ce que la propriété?» (¿Qué es la propiedad?) Y haber respondido: «C’est le vol». (Es el robo). La propiedad sería, según Proudhon, una apropiación indebida de algo que naturalmente no nos pertenece. 

En Miseria de la filosofía Marx adorna su texto con una cita latina que le reprocha a Proudhon: "Et propter uitam uiuendi perdere causas". Marx no lo menciona, pero el verso es de Juvenal, sátira VIII, 84. 

Carlos Marx, que tenía una sólida formación clásica y se doctoró con una tesis sobre la diferencia entre la filosofía de la naturaleza de Demócrito y la de Epicuro, hace una traducción libre, según la cual, Proudhon: “Para salvar su sistema, consiente en sacrificar su base”. 

En otra ocasión, vuelve a citar este mismo verso de Juvenal en un artículo periodístico publicado en Neue Oder Zeitung el 12 de junio de 1855 para subrayar la paradoja dialéctica de cómo el capitalismo está abocado con el progreso de su desarrollo a su propia destrucción. 



La traducción literal del hexámetro no es difícil, aunque no conviene desgajarla del verso anterior, del que depende: Summum crede nefas animam praeferre pudori / et propter uitam uiuendi perdere causas (Juzga nefasto lo más preferir la vida a la honra / y la razón perder de vivir por mor de la vida). 

Juvenal criticaba así las desmesuradas pretensiones de la aristocracia de su tiempo, que se vanagloriaba de sus antepasados pero no estaba a su altura. A diferencia de la riqueza y los apellidos, la virtud no puede heredarse. Aquellos son, sin ella, honores vacíos porque, para Juvenal, la virtud es la única nobleza verdadera. 

Byung-Chul Han, en su último libro publicado en España La desaparición de los rituales (2020) escribe: “La vida que se somete al dictado de la salud, la optimización y el rendimiento se asemeja a un sobrevivir. Carece de todo esplendor, de toda soberanía, de toda intensidad. Juvenal, aquel escritor satírico romano, lo formuló de forma muy certera: Et propter uitam, uiuendi perdere causas: A fin de permanecer con vida, perder lo que constituye el sentido de la vida”. 

Byung-Chul Han no toma la cita directamente de Juvenal, sino indirectamente a través  de La felicidad, el erotismo y la literatura de Georges Bataille, que así la comenta: “Perder, con tal de permanecer vivo, lo que es el sentido de la vida, eso es lo que anuncia la soberanía del trabajo, subordinando todas las cosas al miedo a la muerte.” 

Al margen de todos estos válidos contextos, podemos entender la frase en el siguiente sentido: Para conservarnos biológicamente hablando, por puro instinto de conservación, digamos, dejamos de preocuparnos de los motivos que hacen la vida digna de vivirse. Es como si por salvar el cuerpo, hubiéramos vendido el alma, por expresarlo en términos cristianos. O como si nos empeñásemos en vivir a toda costa, sea como sea, por mero instinto de superviencia (ζωή, zoé) cuando la vida (βíος, bíos) ya no merece ni ese nombre ni la pena de vivirla.

martes, 31 de marzo de 2020

Ángel de la Guarda

Una imagen del Ángel de la Guarda vigilando a un niño y a una niña al borde de un precipicio exactamente igual que ésta, cuya autoría ignoro, presidió mi infancia. 


Verlo me ha traído muchos recuerdos inesperados. Le pregunté una vez a mi madre que quién era ese ángel, y me dijo que era el Ángel Custodio o Ángel de la Guarda que teníamos todos los niños, cada uno el nuestro, que cuidaba personalmente de nosotros para que no nos pasara nada malo, por ejemplo para que no nos atropellara un coche... 

Sin embargo, había Ángeles de la Guarda que no velaban mucho por sus protegidos, pues había niños a los que les había atropellado la muerte antes de tiempo,  y no pudiendo ir ni al Cielo ni al Infierno iban según decía la Iglesia a un limbo misterioso. ¿Acaso está en ese limbo la niña aquella que murió atropellada por un camión cuando cruzaba sin mirar la carretera? ¿No tenía ella Ángel de la Guarda? ¿Se olvidó de rezarle aquella cantilena de "Ángel de mi guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día"? 

Alguna vez, además, me había preguntado yo, como Juvenal, quién custodiará a los ángeles custodios: quis custodiet ipsos custodes? ¿Quién vigila a los vigilantes? ¿No tienen ellos su propio Ángel de la Guarda? ¿Nadie controla que los controladores no se descontrolen y cometan una tropelía?

Vuelvo a la imagen. Me inspiraba miedo, terror que rayaba en el pánico. Me daba la sensación de que el Ángel de la Guarda, en lugar de velar para que los niños no se cayeran por el precipicio, estaba a punto de empujarlos con su gesto protector. Es más: era él quien los había conducido al borde mismo del abismo y expuesto a aquel peligro para justificar su existencia dándole un sentido del que carecía. 

Pero lo que más me torturaba era que no había un Ángel de la Guarda para todos los niños, como daba a entender la propia imagen, donde un sólo ángel custodio velaba por un niño y una niña, sino que cada cual tenía el suyo propio, su propio Ángel de la Guarda, como si fuera su propia sombra de la que no podía desprenderse. 

Y esa era la amenaza que yo sentía y temía: que nuestra propia sombra, que no es una bendición, sino una maldición,  nos empuja a veces a lanzarnos al vacío.