viernes, 4 de septiembre de 2020

Sólo los niños lo creen

Cuatro hexámetros de Juvenal (149-153), pertenecientes a la sátira segunda del libro primero de su obra, expresan la incredulidad de los romanos en lo concerniente a las creencias en la vida de ultratumba. Dicen así: esse aliquos manes et subterranea regna / Cocytum et Stygio ranas in gurgite nigras, / atque una transire uadum tot milia cumba / nec pueri credunt, nisi qui nondum aere lauantur. / sed tu uera puta...

Que suenan, traducidos en hexámetros castellanos, más o menos así: Que ánimas hay de difuntos y un reino ultraterreno, / río Cocito y ranas en charca de Éstige negras, / y tantos miles que cruzan en barca a la vez la laguna / sólo los niños lo creen que aún por el baño no pagan. / Pero suponte que es verdad...

Evocan estos cuatro versos de un modo sintético el universo virgiliano del libro VI de la Eneida, el descenso de Eneas acompañado de la Sibila a los infiernos, es decir, los principales mitos sobre el más allá, para expresar al final la incredulidad. 

Estudio de Caronte, Félix Resurrección Hidalgo
 

En primer lugar se habla de los “manes” o almas de los difuntos, divinidades a las que los romanos consagraban el alma de los muertos. Las inscripciones fúnebres de los sepulcros solían encabezarse con las abreviaturas D M S (dis manibus sacrum, consagrado a los dioses manes). El verso comienza negando que haya dioses manes, es decir, que existan, como diríamos con un verbo más moderno. El indefinido “aliquos” aplicado a manes, como si dijéramos “de alguna clase” o “de ningún tipo”, viene a insistir en que es una creencia en la que sólo creen, como nos dirá más adelante, los niños de pecho, a los que todavía no se les cobra la entrada en las termas o baños públicos, como se hace con los jóvenes y los adultos, y que todavía no conocen el dinero.

El plural poético, motivado seguramente por razones métricas, “subterranea regna”, alude al reino soterraño de Plutón, o Hades. El verso niega de la manera más eficaz, que no es afirmándolo sino poniéndolo en duda, que haya tal cosa como un reino debajo de la tierra a donde van las almas de los muertos. No se cita el nombre del rey, o dios de los muertos, porque se está dudando de que haya tal reino, es decir, una vida como esta después de la muerte. 

 

 La laguna Estigia, Félix Resurrección Hidalgo (1887)
 

 El Cocito (en griego Κώκυτος, Cócytos) era el Río del Llanto o de las Lamentaciones. Su nombre deriva del verbo κωκύω, que significa “lanzar gritos de dolor, lamentarse”. En las orillas de este río vagaban las almas de los muertos que no habían recibido sepultura y no podían, por lo tanto, pagar el pasaje a Caronte, el barquero que conducía las ánimas de los difuntos al otro lado de la laguna. Era este río un afluente del Aqueronte y se nutría de las lágrimas de las almas en pena.

La Éstige (en griego Στύξ Stýx) o laguna Estigia, fue en principio el nombre de una fuente griega de la Arcadia cuya agua era mortal, y acabó siendo el nombre de la laguna de los infiernos por la que juraban los propios dioses. Juvenal utiliza aquí el adjetivo “Stygius -a -um” aplicado al sustantivo “gurges”, un torbellino de agua, y también  un abismo o una sima, así como la garganta (de donde el castellano gorja, cf. fr. gorge), que acabó refiriéndose al mar en general, como en la expresión in gurgite uasto, en el ancho mar). 

La mención de las ranas negras de la laguna resulta, por lo menos, curiosa. En la comedia Las Ranas de Aristófanes, se menciona el hecho de que al llegar Baco disfrazado de Heraclés a la laguna estigia, Caronte, el barquero, le admite en la barca y durante el trayecto se oye el canto de las ranas, que croan a su sabor, insultando con su estrepitosa alegría las molestias que el dios experimenta, episodio que, desligado del resto de la comedia, le da título sin embargo.

La barca de Caronte: Se niega aquí, poniéndolo en duda, que puedan hacer el viaje en la misma tantos millares de personas como mueren todos los días. No se han citado los nombres propios ni del dios (Hades, Plutón) ni del barquero (Caronte) ni tampoco del perro, el can Cérbero. Los únicos nombres propios que han aparecido son hidrónimos.

 

La barca de Caronte, Félix Resurrección Hidalgo (1887)

Así traducía los versos de Juvenal don Francisco Díaz Carmona en 1892: Nadie, a no ser el niño que se baña / de balde (*), cree ya en manes, en infierno, / en Carón, en la Estigia, con su extraña / turba de negras ranas y su eterno / vórtice, y en la barca que allí espera / almas que conducir al hondo averno; / mas tú júzgalo cosa verdadera.

(*) Explica en nota el traductor que la expresión “de balde”, es decir, gratis, alude a los niños de corta edad que eran admitidos en los baños públicos sin pagar el precio de la entrada, indicando así el poeta el general escepticismo que dominaba en la sociedad romana cuando solo los niños muy pequeños daban crédito a las antiguas tradiciones mitológicas. 

(El texto está ilustrado con imágenes de cuadros del pintor filipino Félix Resurrección Hidalgo y Padilla (1855-1913), tomadas de la Güiquipedia).

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