martes, 15 de septiembre de 2020

auctoritas vs. potestas y viceversa

La "potestas" es un poder que te sitúa por encima de los demás, en las altas esferas jerárquicas de la sociedad. Es una etiqueta que figura en tu tarjeta de visita. Es un cargo. Puede ser otorgado desde arriba, por alguien que tiene otro cargo superior y que te subordina, o puede ser otorgado desde abajo por los demás que delegan en ti su poder tras la ceremonia de unas elecciones democráticas, por ejemplo, pero siempre supone un empoderamiento. Etimológicamente está relacionado con "potis", cuya raíz indoeuropea significa "poder", y que hallamos también en "potens, -entis" y en el primer miembro del verbo "possidere", y  en griego en el término δεσπóτης (despótes, señor, amo, dueño, soberano), que conservamos en castellano en "déspota" y sus derivados "despótico" o "despotismo".

La "auctoritas" es un reconocimiento que surge de abajo, o, por mejor decir, que no viene de arriba. Tiene que ver más con el saber, un saber socialmente reconocido, que con el poder, y genera respeto y cierto prestigio, y se manifiesta enseguida sin necesidad de la violencia que ejerce el poder establecido, porque es razonable, es fruto del común razonamiento. Procede el término del verbo latino augere, que significa aumentar (cf. fr. augmenter; la palabra "auge", sin embargo, es en español un arabismo que significa apogeo de un astro), auxiliar, robustecer, ampliar, completar, apoyar, dar plenitud a algo...


El término "potestas" podríamos traducirlo por "poder" sin más, mucho mejor que por "potestad", que es su evolución lingüística desde el latín. "Potestas" es el poder socialmente reconocido y aceptado, lo tienen los políticos cuando desempeñan un cargo porque han sido  nombrados o elegidos para ello, lo que traducimos por poder y por autoridad, una autoridad temporal que termina con el cargo. Es el caso, por ejemplo, de un ministro de educación o de sanidad o de cualquier otro ámbito. La potestas es "autoritaria" por esencia, y es temporal.

El término "auctoritas", sin embargo, que evoluciona a "autoridad", es más peligroso porque en nuestra lengua, además de conservar su significado primitivo, invade el campo semántico de la "potestas" latina, es decir, conlleva poder puro y duro.  La "auctoritas" es esencialmente antiautoritaria. Y es atemporal.

La moderna capacidad de liderazgo (leadership en la lengua del Imperio) consiste en la mezcla y confusión de potestas y de auctoritas: el moderno líder (o Führer en la lengua del Reich) no sólo debe tener el poder, sino también el reconocimiento del pueblo que le otorga dicho poder por su valía, por su "auctoritas".

Durante la república romana ambos términos estaban al parecer separados: auctoritas tenía el senado, mientras que los magistrados, es decir, los gobernantes, gozaban de potestas, es decir,  del poder administrativo. Sólo las magistraturas superiores de la carrera política honorífica o cursus honorum, los cónsules y pretores, gozaban además de imperium, que era el derecho de decidir sobre la vida y la muerte de los ciudadanos, es decir, un poder absoluto, del que excepcionalmente gozaban también el dictador y el maestre de la caballería.  

Durante el Principado Augusto acapara ambas nociones: quiere gobernar con auctoritas y potestas, como los modernos líderes, por lo que su autoridad acabó por convertirse en una potestad superior a la ordinaria: los gobernantes después de él acabaron pensando que ´como él estaban revestidos no sólo de potestas, sino también de auctoritas. 

Y es así como llegamos a nuestros tiempos, en los que la razón juega el importante papel de limitar la potestad, el poder, desautorizándolo, deslegitimándolo.

Hay quien ha querido ver en los "mass media" o modernos medios de creación y manipulación de la opinión pública, y en los intelectuales orgánicos, una autoridad limitadora de la potestad, pero esto no es más que una apariencia engañosa, porque en la práctica los intelectuales a sueldo de  los gobiernos y los medios de comunicación son más instrumentos del poder que fuentes de conocimiento crítico; de hecho han sido calificados como el cuarto poder de los Estados, un poder en el que se apoyan los demás poderes.      

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