Primus in orbe deos fecit timor. Un verso de Publio Papinio Estacio, en La Tebaida, dice lo siguiente: El temor creó el primero en el mundo a los dioses. Viene así a darle la razón a Feuerbach. El miedo, se entiende, de los hombres, por lo que los hombres son los que, temerosos, crearon a los dioses y a Dios, y no al revés.
miércoles, 14 de agosto de 2024
Teología y ateología
Primus in orbe deos fecit timor. Un verso de Publio Papinio Estacio, en La Tebaida, dice lo siguiente: El temor creó el primero en el mundo a los dioses. Viene así a darle la razón a Feuerbach. El miedo, se entiende, de los hombres, por lo que los hombres son los que, temerosos, crearon a los dioses y a Dios, y no al revés.
sábado, 29 de junio de 2024
Felix qui potuit rerum cognoscere causas
Me he entretenido traduciendo los versos del elogio que hace Virgilio de aquel “que huye del mundanal ruïdo”, como diría fray Luis de León, “y sigue la escondida / senda, por donde han ido / los pocos sabios que en el mundo han sido”, al final del libro II de las Geórgicas (vv. 490-512), que siguiendo el consejo del maestro Epicuro al que aquí no se nombra por su nombre propio “vive oculto” (λάθε βιώσας), dedicado a estudiar la razón de las cosas.
Venturoso el que pudo saber la razón de las cosas / y hubo todos los miedos y el inexorable destino / pisoteado y estruendo raptor de avaro Aqueronte:
Siempre se ha sospechado que se refiere, sin citarlo por su nombre propio, al epicúreo Lucrecio, que había escrito en latín De rerum natura ('Sobre el ser de las cosas'), un largo poema didáctico en hexámetros en seis libros donde elogia al maestro Epicuro y critica los crímenes de la religión.
Virgilio le denomina “felix”, (dichoso, feliz) porque llegó a conocer los fundamentos de las cosas y a poner a raya los miedos infundidos por la religión, negando la existencia del infierno, al que alude con el nombre del río Aqueronte, que no permite que se vuelva a pasar una vez cruzado, al que le dedica el adjetivo de “avaro” porque infundiéndonos temor nos arrebata la vida.
afortunado también el que supo de dioses paganos: / Pan y el viejo Silvano y la hermandad de las ninfas.
Pero tras esta primera bienaventuranza, viene una segunda que choca un poco con la primera. Frente al modelo de sabio, enarbola ahora el hombre sencillo de finales de la república y comienzos del imperio, dedicado a los “deos agrestis”, dioses paganos. Hay un doble macarismo que sugiere una ligazón de dos visiones incompatibles del mundo: la filosofía racionalista de Epicuro y un paganismo nostálgico y alejado de la religión oficial: Pan, Silvano y las ninfas, diosezuelos de segunda o tercera categoría, que no son dioses urbanos, sino divinidades campestres: Pan tiene patas y cuernos de chivo, y es el inventor de la flauta que lleva su nombre; Silvano, es un dios de los bosques (silua, en latín), como su nombre indica, y las ninfas eran divinidades femeninas que habitaban en los bosques y en las aguas de lagos y fuentes, nombre griego que origina un doblete latino que es lympha, que da origen a nuestro linfa “agua clara”, y que sugiere la indefinición femenina, el “uarium et mutabile semper femina”, que dirá el propio Virgilio aplicado a la reina de Cartago y a todas las mujeres, y que algunos tachan de dicho misógino porque sería, según su opinión, una visión negativa de lo femenino, y nimpha “procedente del griego νύμφη (nýmphe), que significaba 'mujer joven, novia', y secundariamente también 'clítoris' (de donde el helenismo ninfomanía, o apetito sexual insaciable en la mujer, según la docta Academia).
No le azoraron las fasces del pueblo ni púrpura regia / ni la discordia civil que mueve a traición al hermano / ni el intrigante dacio que baja desde el Danubio / ni el imperio de Roma y los reinos efímeros; ése / no del pobre se compadeció ni envidió al opulento.
Mención especial merece el verso “No le azoraron las fasces del pueblo ni púrpura regia”. Al sabio y al hombre sencillo no le seduce el poder, al que se alude con dos expresiones: la púrpura de los reyes, es decir, el boato de la monarquía, y las fasces del pueblo, es decir, las fasces que otorga el pueblo, en lo que podemos considerar una alusión al régimen democrático: las fasces, origen etimológico del término fascismo, o fajismo, como prefería Unamuno, son el símbolo del imperio o poder militar consistente en un haz de varillas con un hacha, atado con unas cintas, que llevaban los lictores, que eran algo así como los guardaespaldas o acompañantes de los magistrados superiores. No le doblegó al sabio el poder del monarca, ni el otorgado por el pueblo.
Al sabio no le conmueve la política nacional ni la internacional tampoco, que diríamos con palabras modernas: es decir, la guerra. Ni la guerra civil fratricida, ni el peligro de la guerra procedente de los márgenes del imperio, como en este caso de la Dacia, que pretendía invadir las provincias romanas de Misia y Tracia.
Tampoco la división de clases: la compasión del que no tiene y la envidia del que tiene (se sobreentiende “lo que hay que tener para ser”, es decir, dinero).
Frutos tomó que las ramas y propios campos de suyo / sin cultivar le ofrecieron, no supo de férreas leyes / ni de locura del foro ni públicos los archivos.
No cultivó la tierra, sino que tomó los frutos que esta le daba de balde, lo que choca en un poema como este de las Geórgicas, dedicado a promocionar la política de Mecenas, el ministro del emperador Augusto, de vuelta al campo y a las actividades agrícolas y ganaderas. Además no vio nunca ni el foro -la capital del imperio, Roma, pero también el centro de cualquier ciudad organizada a su imagen y semejanza-, ni las leyes draconianas, ni los archivos públicos que se hallaban en el templo de Saturno, porque vivía alejado de la política, en su jardín epicúreo.
Otros ciega la mar desafían remando, y se lanzan / armas en mano, se meten en cortes y casas reales; / este arrasa de cuajo ciudades y humildes hogares / para en cáliz beber y yacer en purpúreo lecho; / otro acumula riquezas y duerme sobre oro que entierra; / uno se pasma oyendo discursos; a otro dejó boquiabierto / el redoblado en los graderíos aplauso de plebe / y senadores; bañados se gozan en sangre fraterna, / truecan su hogar y dulces umbrales por el exilio / y andan en pos de una patria que otro sol ilumine.
Frente
a la imagen del sabio idealizado, tenemos en la segunda parte del
elogio la crítica de lo que hace la mayoría de la gente: desafiar
el mar, es decir, viajar, y lanzarse a la guerra para obtener el
botín que le permita dos lujos como beber en una copa que es una
joya y yacer en un lecho de púrpura de Tiro, acumulando riquezas y
guardando el oro bajo el colchón; unos (los electores) se quedan
pasmados ante los discursos de los políticos profesionales que les
piden su voto prometiéndoles el oro y el moro, otros (los elegidos)
se sienten pagados con los aplausos que se traducirán en votos que les otorgan los electores,
pero incurriendo en la guerra civil de la política nacional, lo que motiva a veces
que tengan que huir al exilio buscando otra patria debajo del sol.
martes, 6 de septiembre de 2022
De la epiquerecacia o del regodeo malicioso en el mal ajeno.
miércoles, 13 de julio de 2022
En la caverna platónica
Una cita que no conocía y que me ha gustado mucho enseguida: Podemos perdonar fácilmente a un niño que tenga miedo de la oscuridad; la verdadera tragedia de la vida es cuando los hombres tienen miedo de la luz. He investigado sobre ella y visto que se repite muchas veces en varios repertorios de máximas (en línea y en papel), así como en carteles y camisetas. Y en varios idiomas. Por ejemplo, en francés, que es como me llegó a mí la primera vez: On peut aisément pardonner à l'enfant qui a peur de l'obscurité; la vraie tragédie de la vie, c'est lorsque les hommes ont peur de la lumière. También, claro está, en la lengua del Imperio: We can easily forgive a child who is afraid of the dark; the real tragedy of life is when men are afraid of the light. Invariablemente se atribuye la hermosa cita a uno de los mayores filósofos, si no el que más, de todos los tiempos: Platón, que vivió entre el 428 y el 347 a.C. El único problema es que si nos ponemos a repasar toda la obra escrita del princeps philosophorum, Platón nunca escribió eso.
Atribuir esta cita a Platón, sin embargo, no resulta muy descabellado porque evoca, de alguna forma, su conocida alegoría de la caverna, que desarrolla al comienzo del libro VII de La República, su obra fundamental, donde Sócrates, su personaje preferido, describe la siguiente escena: unos seres humanos viven encadenados en el fondo de una cueva tenebrosa, frente a una pared en blanco, una pantalla, diríamos nosotros. Como están en lo más profundo de la caverna, viven de espaldas al mundo exterior, que no pueden ver. Sólo pueden ver las sombras que un foco de luz proyecta en la pared. Dan nombres a esas sombras, que son la única realidad que les es dado conocer.
Un día, uno de los prisioneros se libera de sus grilletes, y se aventura a salir fuera de la caverna, exponiéndose al mundo real de la luz y a su inicial deslumbramiento cegador, que da paso al asombro de lo que ve. Compadecido de sus compañeros, vuelve para explicarles lo asombroso que es el mundo real, y que todo lo que han visto y conocido hasta entonces es el engaño de una ilusión: meras sombras chinescas en una pared. Pero no le creen. Prefieren permanecer como están, como si se dijeran a sí mismos que vale más lo malo y conocido que lo bueno por conocer. Y permanecen donde están, apegados a las pantallas, literalmente encandilados, y encadenados a sus grilletes. Rechazan la luz y prefieren la oscuridad de la sala de cine donde se proyecta cualquier película de ficción en sesión continua. Los prisioneros encadenados serían los niños temerosos y asustadizos, por lo que la alusión a la luz y a la oscuridad se adecuan perfectamente a esta alegoría platónica de la caverna, que me gusta comparar con una sala de cine, o con el salón de nuestro hogar presidido por una pantalla de televisión.
Ya se ha dicho que Platón nunca escribió esa frase. Sin embargo, en la literatura latina, pueden rastrearse algunas formulaciones parecidas, en concreto en un pasaje del libro II (vv. 55 y 56, que se repiten idénticos como un leit motiv a lo largo de la obra en III vv. 87 y 88 y en VI vv. 35 y 36) del De rerum natura del filósofo poeta romano Lucrecio. Dice así en la traducción en hexámetros castellanos rimados de García Calvo: pues, tal como en ciega tiniebla a los niños todo en espanto / les hace temblar, así a plena luz nosotros temblamos: nam, ueluti pueri trepidant atque omnia caecis / in tenebris metuont, sic nos in luce timemus.
Critica Lucrecio con este estribillo los temores causados por la religión, los dioses y la muerte, que deben ser disipados a los ojos de la razón. Pero Lucrecio, que era un filósofo epicúreo, ha sido poco y muy mal leído a lo largo de la historia precisamente por sus ataques a la Religio. El Concilio de Trento de la Iglesia Católica en 1551 prohibió la lectura de la obra de Lucrecio. Quizá por un verso como aquel de Religio peperit scelerosa atque impia facta (De rerum natura, I, 83): La religión cometió criminales y crueles acciones.
No sucedió lo mismo con Séneca, el estoico, mucho más leído y celebrado que Lucrecio. Pues bien, Séneca cita a Lucrecio en su epístola 110 a Lucilio, donde repite los dos versos anteriores. Dice así Séneca, en la traducción de Ismael Roca Meliá: “La turbación de nuestros espíritus es tal como la ha descrito Lucrecio: En efecto, como los niños tiemblan y se asustan de todo en medio de oscuras tinieblas, así nosotros tememos en plena luz. Pues ¿qué? ¿No somos más insensatos que un niño cualquiera nosotros que tememos en plena luz? Pero es falso, Lucrecio, no tememos en plena luz: todo lo hemos convertido en tinieblas para nosotros.”
En otros pasajes de su correspondencia epistolar con Lucilio, Séneca abunda en la misma idea. Por ejemplo, en la tercera de sus Epístolas Morales a Lucilio, parágrafo 6: Así pues, habrá que tener en mente esto que leí en Pomponio: “Algunos hasta tal punto se han refugiado en la oscuridad, que consideran que está en confusión lo que está a la luz”: itaque hoc, quod apud Pomponium legi, animo mandabitur: "quidam adeo in latebras refugerunt, ut putent in turbido esse, quicquid in luce est." Y también en otra epístola, la 24, 18, una de las más leídas y profundas de Séneca que versa sobre el miedo a la muerte, leemos: Nadie es tan infantil que tema al Cancerbero (el perro guardián de los infiernos al que se le imagina con generalmente tres cabezas y triple ladrido), a las tinieblas y al espectro de las sombras formado de huesos descarnados: nemo tam puer est, ut Cerberum timeat et tenebras et larvalem habitum nudis ossibus cohaerentium.
Mucho menos conocido y leído Lucrecio que Platón, del que todo el mundo, por muy inculto que sea, ha oído hablar, aunque sólo sea en la expresión del “amor platónico”, alguien parafraseó su cita y se la atribuyó, para darle más autoridad y empaque, al princeps philosophorum, a Platón, y así nos llega hoy a nosotros.
domingo, 22 de mayo de 2022
Tantalizándonos
Un ejemplo de su uso en la prosa de Ernesto Sábato: Las palabras de la mesa, incluso las discusiones o los enojos, parecen ya reemplazadas por la visión hipnótica. La televisión nos tantaliza, quedamos como prendados de ella. Este efecto entre mágico y maléfico es obra, creo, del exceso de la luz que con su intensidad nos toma.
¿Cuál es el origen de este vocablo? Se basa en el nombre propio de Tántalo, uno de los míticos pobladores del Hades o infierno de los antiguos, castigado por los dioses a sufrir un hambre y sed eternas.
domingo, 20 de marzo de 2022
"Matarse por no morir"
lunes, 6 de diciembre de 2021
Una cita espuria
En la Red
no sólo abundan las llamadas noticias falsas, fake news en la
lengua
del Imperio, sino también muchas citas de índole literaria o filosófica
que se atribuyen erróneamente a autores de renombre para darles un aura
de magisterio dogmático basándose en el argumento de autoridad o del
prestigio del “magister dixit”, es
decir, que como lo ha dicho un maestro es indiscutible. He recibido una
de
estas fake quotes en mi correo electrónico.
Se trata de una imagen de Séneca con la frase espuria: “La religión es considerada por la gente común como verdadera, por los sabios como falsa y por los gobernantes como útil”, atribuida al propio Lucio Anneo Séneca. Buscando en la obra del filósofo cordobés la frase supuestamente original, no la he encontrado por ninguna parte. Sí que he hallado su versión inglesa: Religion is regarded by the common people as true, by the wise as false, and by rulers as useful.
La frase se ha vulgarizado, simplificado y popularizado atribuyéndosela por lo general a Séneca de diversos modos, aunque también a Lucrecio, como queda dicho más arriba:
-La religión es verdad para la gente común, falsa para los sabios y útil para los poderosos.
Un lector me comenta que esta frase, como cabía esperar, también
ha llegado a los libros, en "La sinrazón de la religión:
liberación a través de una sociedad desacralizada", escrito
por Jorge Franco y publicado por Editorial Siglo XXI, México, 2009,
se dice literalmente lo siguiente en la página 209: Séneca 'El
filósofo', preceptor de Nerón, tenía una idea algo cínica de la
religión: "La religión es considerada por la gente común como
verdad, por los sabios como falsa, y por los gobernantes como
útil."
Esto revela cómo las fake quotes acaban
circulando como la falsa moneda. En el caso de la que nos ocupa, es una verdad como un
templo y lo importante es lo que dice y cómo lo dice, con una formulación acertada que no llega a
herir ninguna sensibilidad religiosa.
La cita de Gibbon puede extrapolarse efectivamente y sacarse del contexto de la obra y época en que la escribió el historiador, aplicándola no ya a los various modes of worship de la religión, desprestigiada como está desde que Karl Marx estableciera por lo menos la bellísima metáfora de la religión como opiáceo (das Opium des Volks, el opio del pueblo), sino a la propia realidad y a la ciencia que la justifica que, necesitada de nuestra fe para sustentarse, es creída a pie juntillas por la inmensa mayoría democrática de la población como verdadera, sólo denunciada por aquellos intelectuales o no intelectuales, muy pocos a la sazón, que anteponen la razón común a la fe generalizada y ven la falsedad de sus mentiras, y aprovechada efectivamente por los que mandan para engañar a través de los medios a su alcance de masificación y creación de la opinión pública a los contribuyentes y votantes, es decir, a la ciudadanía, predicando que así son las cosas, que la Realidad es lo que hay y que no hay más que eso.
lunes, 25 de octubre de 2021
Crisantemos para los muertos
El poeta Píndaro, muchos siglos antes de que llegara el crisantemo a la vieja Europa, ya cosechó el nombre: ἄνθεμα χρυσοῦ (ánthema chrusoú, flores de oro) en uno de sus epinicios olímpicos. Leemos así en la traducción de Gredos de Alfonso Ortega de la Olímpica segunda: "...Allí con sus soplos / las brisas oceánicas envuelven la Isla / de los Bienaventurados; y flores de oro relucen, / unas de la tierra, nacidas de fúlgidos árboles, / y otras el agua las cría, / con cuyas guirnaldas enlazan sus manos y trenzan coronas".
domingo, 6 de junio de 2021
Del suicidio
El ejemplo clásico digno de muerte voluntaria sería Sócrates que, condenado a morir mediante ingesta de cicuta, tal como la presenta Platón en el Fedón, fue visto como un suicidio por algunos de sus seguidores, ya que pudiendo huir de la prisión no quiso hacerlo. Este modelo socrático de aceptación voluntaria de la muerte fue el que siguieron en Roma estoicamente Marco Porcio Catón, que no quiso el perdón de César, y Lucio Anneo Séneca, al que Nerón le ordenó que se diera muerte, y se abrió las venas en el baño.
jueves, 20 de mayo de 2021
Ideas como gallos de pelea
Releyendo ese libro inagotable en una sola lectura que es “Juan de Mairena. Sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo” de don Antonio Machado, me encuentro la siguiente crítica de los maestros: “Nosotros, los maestros, somos un poco egoístas, y no siempre pensamos que la cultura sea como la vida, aquella antorcha del corredor a que se refiere Lucrecio en su verso inmortal”. Busco, por curiosidad, el hexámetro lucreciano al que alude y que yo desconocía, y lo encuentro al fin, es el número 79 del libro segundo del enorme poema didáctico De rerum natura: et quasi cursores uitai lampada trahunt. Don Agustín García Calvo lo tradujo así al castellano: cual corredores que a otros la antorcha de vida les pasan. No me sorprende tanto el genitivo arcaico uitai, en lugar de uitae, propio de Lucrecio, como la imagen del corredor que transporta la antorcha y se la pasa a otro, que lo releva, y la metáfora que contiene de que la antorcha es la vida misma, como si fuera el fuego vivo de Heraclito, el puro logos, que unas generaciones de los mortales traspasan a otras en una carrera de relevos para que no se apague nunca.
La metáfora está tomada de las carreras con antorchas encendidas que se celebraban en Atenas. No tiene nada que ver con la costumbre moderna de la antorcha olímpica, que se estableció por vez primera en las olimpiadas de Berlín en 1936 iniciándose con el encendido de la llama en Olimpia un viaje hasta la moderna sede con cuyo fuego se prenderá el pebetero. Pero en Atenas había lampadedromías o lampadeforias, carreras de antorchas en honor de Atenea, de Hefesto, dios del fuego, y de Prometeo, el benéfico y rebelde titán que se lo robó a Zeus y se lo entregó a los hombres. En dichas competiciones los atletas portaban una antorcha que les pasaban a otros para que siguieran corriendo con ella, como muestra un jarrón ático de figuras rojas del siglo IV a. de C. que se conserva en el museo del Louvre.
Pero sigamos con Mairena: “Nosotros quisiéramos acapararla”. Se refiere a la cultura, y a la vida. “Nuestras mismas ideas nos parecen hostiles en boca ajena porque pensamos que ya no son nuestras. La verdad es que las ideas no deben ser de nadie. Además -todo hay que decirlo-, cuando profesamos nuestras ideas y las convertimos en opinión propia, ya tienen algo de prendas de uso personal, y nos disgusta que otros las usen. Otrosí: las ideas profesadas como creencias son también gallos de pelea con espolones afilados. Y no es extraño que alguna vez se vuelvan contra nosotros con los espolones más afilados todavía. En suma, debemos ser indulgentes con el pensar más o menos gallináceo de nuestro vecino”.
Profesamos, como dice Mairena, nuestras ideas convirtiéndolas en opinión propia, como si fueran una prenda de uso personal, cuando no deberían ser propiedad privada de nadie, ya que son gallos de pelea que se revuelven “contra nosotros con los espolones más afilados todavía”.
La crítica de ese profesor apócrifo que era Mairena a los maestros consiste en que se aferran a la cultura acaparándola con egoísmo como si fuera una propiedad privada, privada de vida como un peso muerto, y no se dedican a pasársela a los demás y, no hay que decirlo, a desprenderse de paso de ella, de sus propias ideas, como la antorcha de la vida de Lucrecio. Por algo decía también en otra ocasión que los mejores discípulos de los maestros son sus contradictores, los que se atreven a llevarles la contraria, ya que todo magisterio era, “a última hora, cría de cuervos, que vengan un día a sacarnos los ojos”.
Me
parece advertir en las palabras del entrañable Mairena, no sé si estaré equivocado, algún eco de
Heraclito cuando dice en un célebre fragmento que siendo la razón
común a todos los mortales, la mayoría vive sin embargo aferrada a
su pensamiento particular u opinión propia, a sus ideas o creencias
personales que impiden el razonamiento y el denominado sentido común,
que, según el célebre dicho, es el menos común de los sentidos por el afán de privacidad y de posesión, lo
que se debería, creo entender, al pensar gallináceo que decía
Mairena.