Mostrando entradas con la etiqueta Larra. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Larra. Mostrar todas las entradas

miércoles, 13 de noviembre de 2024

Vuelva usted mañana

    Releía yo el artículo de Larra, titulado "Vuelva usted mañana", publicado en 1835 en la revista El Pobrecito Hablador, y pensaba en lo poco que había cambiado este país de batuecos, donde debido al vicio de la pereza nacional, según el autor, las cosas se procrastinan, como gusta de decirse ahora -¡toma latinajo vía anglosajona!-, sine die. Pero, en realidad, el país ha cambiado mucho, no tanto por la pereza nacional, sino por el ingente desarrollo de la burocracia del aparato del Estado.

    Cuando uno tiene que hacer algún trámite como ciudadano, debe pedir cita previa a la Administración, es decir, audiencia. Ya no nos dicen el "Vuelva usted mañana", sino, más insidioso, "Pida cita previa". Como dice la viñeta de Napi, "Los tiempos cambian para quedar igual", o para no variar.

    -¿Y cómo se hace eso?, pregunta el analfabeto digital.

    -Por teléfono o por interné, entrando en nuestra página güeb -responde el probo funcionario abocado a la desaparición física y a la sustitución por un robot, dado que todos los trámites con la Administración pueden hacerse vía interné, con los correspondientes certificados digitales, lo cual, en vez de simplificar los trámites, ha venido a complicarlos más sobremanera.

    El caso es que cuando uno lo hace por teléfono, lo primero de todo, no habla con una persona, sino con un robot al otro lado del aparato, si consigue hablar con alguien y que alguien le escuche, porque puede suceder lo que refleja la viñeta de Mortiner publicada en La Nueva España el 23 de septiembre de 2019, que recrea el retrato de escritor realizado por José Gutiérrez de la Vega y Bocanegra. 

    En resumidas cuentas, el "pida cita previa" viene a ser peor que el "vuelva usted mañana", porque la susodicha cita no va a ser mañana mismo, precisamente, sino dentro de unos días, una semana, unos meses... Nos hallamos, como dice Larra, igual que el hurón en busca del conejo, sin poderlo sacar ni vivo ni muerto de la huronera, diferidos y postergados al incierto día de mañana, un mañana eternamente futuro que, por definición, no llega nunca. 

    Pero es que, para más recochineo, cuando llegamos a la audiencia solicitada con la cita previa, podemos encontrarnos con esta situación que exaspera a más de uno, como reflejan las viñetas de JL Martín, que compara lo que sucedía antaño con lo que pasa hogaño, que el funcionario nos diga que hagamos la gestión por la güeb, algo que me sucedió a mí personalmente cuando después de pedir cita previa para ir a las oficinas de MUFACE de Santander, porque me habían advertido de que no podía ir sin solicitar audiencia, y una vez llegada la fecha -el portero del edificio me advirtió de que no se me ocurriera subir si no tenía cita previa-, me encuentro la puerta de la oficina cerrada a cal y canto. Llamo al timbre y una voz de un funcionario, como de ultratumba, me pregunta que si soy Guillermo. Le digo que en efecto, ese es mi nombre, y que tengo cita previa a esa hora. Me abre entonces la puerta, y me dice, malencarado, que le explique el objeto de mi visita. Se lo explico y, last but not least,  me dice que esa gestión que yo solicito debo hacerla por interné...  

 

lunes, 25 de octubre de 2021

Crisantemos para los muertos

El crisantemo simboliza la luz solar en el Extremo Oriente. Vino del país del Sol naciente a Europa, donde fue bautizado, no sin razón, con el nombre griego de χρυσός (chrysós, oro) y ἄνθεμον (ánthemon, flor), la flor dorada a causa del oro de sus pétalos.

El poeta Píndaro, muchos siglos antes de que llegara el crisantemo a la vieja Europa, ya cosechó el nombre:   ἄνθεμα χρυσοῦ (ánthema chrusoú, flores de oro) en uno de sus epinicios olímpicos. Leemos así en la traducción de Gredos de Alfonso Ortega de la Olímpica segunda: "...Allí con sus soplos / las brisas oceánicas envuelven la Isla / de los Bienaventurados; y flores de oro relucen, / unas de la tierra, nacidas de fúlgidos árboles, / y otras el agua las cría, / con cuyas guirnaldas enlazan sus manos y trenzan coronas".

Hay, por supuesto, crisantemos de otros colores, también bellísimos, blancos como la nieve, o rojos como la sangre, pero el crisantemo por excelencia es el amarillo,  que evoca la luz del sol: ex Oriente lux


La efímera floración del crisantemo coincide con el final de octubre y el comienzo de noviembre, cuando se conmemora la festividad cristiana de Todos los Santos y, al día siguiente, de los Fieles Difuntos. El cristianismo santifica la muerte, que abre la paradójica puerta de la vida verdadera y eterna, lo que no deja de ser un insulto para esta nuestra efímera y falsa vida terrenal.

Curiosa paradoja, lo que era una flor de vida en oriente se convierte en el occidente cristiano en la flor que honra la memoria de los muertos. Pero la muerte no existe aquí y ahora; la muerte real es siempre futura. Ya lo dijo el divino Epicuro, que nos libra de su temor con el consuelo de la razón, así como su paladín latino Lucrecio: Nil igitur mors est ad nos neque pertinet hilum: Nada es pués a nosotros la muerte y nada nos toca, como tradujo el célebre hexámetro García Calvo. 

Diógenes Laercio, en sus Vidas y opiniones de los filósofos ilustres (X, 125-126), obra a la que tanto debemos, nos ha transmitido esta preciosa carta de Epicuro a Meneceo. Merece la pena leerla en el original griego: 

τὸ φρικωδέστατον οὖν τῶν κακῶν ὁ θάνατος οὐθὲν πρὸς ἡμᾶς, ἐπειδή περ ὅταν μὲν ἡμεῖς ὦμεν, ὁ θάνατος οὐ πάρεστιν· ὅταν δ᾽ ὁ θάνατος παρῇ, τόθ᾽ ἡμεῖς οὐκ ἐσμέν. οὔτε οὖν πρὸς τοὺς ζῶντάς ἐστιν οὔτε πρὸς τοὺς τετελευτηκότας, ἐπειδήπερ περὶ οὓς μὲν οὐκ ἔστιν, οἱ δ᾽ οὐκέτι εἰσίν. 

El más aterrador por tanto de los males, la muerte, nada es para nosotros, por cuanto mientras nosotros estamos, la muerte no está presente; y cuando la muerte esté presente, entonces nosotros no estaremos. Por tanto, ni para los que están vivos es, ni para los que han muerto, por cuanto para unos no está, y los otros ya no están ellos. 

ἀλλ᾽ οἱ πολλοὶ τὸν θάνατον ὁτὲ μὲν ὡς μέγιστον τῶν κακῶν φεύγουσιν, ὁτὲ δὲ ὡς ἀνάπαυσιν τῶν ἐν τῷ ζῆν [κακῶν αἱροῦνται. ὁ δὲ σοφὸς οὔτε παραιτεῖται τὸ ζῆν] οὔτε φοβεῖται τὸ μὴ ζῆν· οὔτε γὰρ αὐτῷ προσίσταται τὸ ζῆν οὔτε δοξάζεται κακὸν εἶναι τὸ μὴ ζῆν. ὥσπερ δὲ τὸ σιτίον οὐ τὸ πλεῖον πάντως ἀλλὰ τὸ ἥδιστον αἱρεῖται, οὕτω καὶ χρόνον οὐ τὸν μήκιστον ἀλλὰ τὸν ἥδιστον καρπίζεται. 

Pero la muchedumbre ora huye a la muerte como el peor de los males, ora como cese de cuanto hay en el vivir [de malo la elige. El sabio en cambio, ni repudia el vivir] ni teme el no vivir; pues ni lo hastía el vivir ni cree que sea un mal el no vivir; y así como no elige la comida más abundante, sino la más sabrosa, así tampoco disfruta el tiempo más largo, sino el más placentero. 


Incompatibilidad, pues, de caracteres entre la muerte y nosotros. Los muertos tampoco existen. O mejor dicho: los únicos muertos que existen somos nosotros mismos, los seres supuestamente vivientes aquí y ahora. El día de Todos los Santos es el día de todos nosotros, nuestro día. Crisantemos, pues, para nosotros, para todos.

Una referencia literaria española: Mariano José de Larra escribe en "Día de Difuntos de 1836. Fígaro en el cementerio": ¿Dónde está el cementerio? ¿Fuera o dentro? Un vértigo espantoso se apoderó de mí, y comencé a ver claro. El cementerio está dentro de Madrid. Madrid es el cementerio. Pero vasto cementerio donde cada casa es el nicho de una familia, cada calle el sepulcro de un acontecimiento, cada corazón la urna cineraria de una esperanza o de un deseo.